Dan

¿Viste cuando te aburres de todo? Bueno así.

Me mantengo en mi cama y reboto una pelota de tenis a mi costado. Cuando se me cae, me quejo.

—Como cuando me frustran la diversión —me levanto de la cama y la agarro. Sonrío —quieren dejarme afuera de todo, esto no va a quedar así.

La única forma de saber que planea Gregor... presiono la pelota, pero mi mano se afloja cuando doy con la respuesta.

—Ya sé que hacer.

Como sea, tengo otro asunto que atender ahora. Aunque algo me dice, que me quieren engañar.

Salgo por la puerta esta vez, bajo las escaleras y veo a mi mamá que me sonríe cuando me visualiza.

—Dan, hijo —se levanta de su asiento y deja su té.

Estando serio, me quedo observandola un momento.

—¿Qué? —exclamo en seco.

—Desayunemos juntos.

—¿Para qué?

Su rostro se torna triste.

—Pensé que podríamos...

La ignoro, me doy vuelta para dejar de oírla y camino hasta la puerta.

—¡Dan, espera! —se acerca y me alcanza un libro —no sé que pasó con el otro, pero conseguí una réplica —sonríe —tiene todo lo del anterior.

Toco la tapa, pero lo suelto, mirando hacia un costado.

—No lo necesito.

—Entiendo —expresa en tono bajo y la vuelvo a observar.

Apoya el libro sobre la mesa y veo como se retira. Me quedo observando un momento la puerta por dónde ser fue y mi vista vuelve a aquel ejemplar. Camino hasta este y abro la tapa mirando el texto.

<<Es cierto que es igual>> pienso.

Presiono mis dientes.

—Que irritante.

Si piensa que voy a... No puedo ni nombrarlo. Por un simple regalo, esta mujer está muy equivocada, las cosas no se arreglan así de fácil. Y sin embargo, una parte de mí, quiere guardar el estúpido libro. No por su contenido, sino por lo que significa, lo que representa está acción.

Ese cariño, que es obvio, tiene que ser falso ¿Quién puede creerle a esa mujer? Yo no.