Noah
Día de escuela. Estoy sentado en el banco del curso A y levanto la vista cuando termina la hora. Mina, Kira y Zana se mantienen alejadas de mí, por lo ocurrido en la enfermería el otro día.
¿Cómo arreglo esto? A Lía no le preocupa, pero yo me siento culpable y he de admitir que me siento algo desplazado.
Suspiro y me sobresalto cuando una pequeña bolsita cae en mi pupitre.
—¡Tarán! —dice Heinz y me sonríe acercándose.
Miro a las chicas que me miran con mala cara y luego al muchacho de ojos azules.
—¿Qué... ¿Qué es esto? —pregunto nervioso.
—Ábrelo —continua alegre y mueve la mano como mostrándome.
Lo miro y luego vuelvo a la bolsita. Le saco la cinta y me sonrojo, luego sonrío.
—¡Son las galletas! —me asombro —y tienen formitas... —río —creí qué era una broma.
—¿Por qué? Me gusta cocinar —se acerca a mi rostro —pero aquí entre nos... Mi mamá les dió la forma —se aleja y amplia su sonrisa —¿Ya te dije qué se me quemo una?
—Sí... Sí, me dijiste...
Mete la mano en la bolsita y saca una con forma de corazón, la única de hecho con ese aspecto.
—Si te comes este, le dices que sí a mi confesión —se acerca a mi oído —volveré por la bolsa cuando termine el día.
Oye... Oye... ¡Eso es trampa!
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