✧ Capítulo 14 ✧

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

SANTOS

No tenía una buena relación con mi padre, o al menos no había sido así en los últimos años. Simplemente, éramos muy diferentes. A pesar de vivir en el mismo edificio, apenas nos veíamos. Yo ya había aceptado, mucho tiempo atrás, que, en ocasiones, su trabajo como director de la Academia estaba por delante de todo lo demás.

Una placa dorada me anunciaba que ese era el espacio personal del director Arturo Santos. Golpeé la puerta de su despacho con mis nudillos, lo hice con suavidad y, antes de recibir una respuesta, asomé la cabeza dentro de la habitación.

El despacho de mi padre tenía un aroma familiar, una mezcla entre libros y la colonia que él había utilizado desde que yo tenía memoria. Él levantó la cabeza tan pronto como me vio, estaba sentado en su escritorio de madera negra y parecía concentrado en la pantalla de su ordenador. Alrededor del escritorio se extendían varias estanterías repletas de libros que yo dudaba mucho que él hubiera tenido la ocasión de leer.

—¿Podemos hablar un momento? —pregunté.

—Pasa, Alicia.

Una vez cerré la puerta, oí que mi padre suspiraba. Cerró su ordenador portátil con un gesto de frustración.

—Este maldito internet, se va y viene... —murmuró, retirándose las gafas un segundo y restregándose los ojos con las yemas de los dedos—. Todo parece funcionar mal esta semana.

Yo fingí normalidad durante un momento.

—¿Sabes cuál es la causa?

—¿La antena? —dijo él, parecía más una pregunta que una afirmación—. Deberíamos tener a algunos técnicos arreglándolo mañana, así que todo está bien. ¿Ocurre algo, cariño?

Yo me planté frente a él y lo miré a los ojos fijamente.

—¿Se sabe algo de Emma?

Por un instante, solo uno, creí que mi padre me responder que no sabía de qué le estaba hablando. Después de un corto silencio, él dejó escapar otro suspiro.

—Todo está bien con Emma.

Negué con la cabeza.

—No está bien, ha desaparecido.

—Emma no ha desaparecido, cariño. Está bien, sus padres han confirmado que se encuentra sana y salva y ya está. No tenemos por qué preocuparnos ni inmiscuirnos más.

—¿Inmiscuirnos? —pregunté, de pronto me sentía indignada—. Llevo sin hablar con ella desde el sábado. Papá, si todo estuviera bien, si estuviera sana y salva, ¿no crees que me habría escrito al menos un mensaje?

Él refunfuñó un instante.

—Como si te fuera a llegar algún mensaje con este internet...

Bufé de forma audible. Ya era una costumbre sentir que era invisible con mi padre, había sido una tonta creyendo que esa vez sería diferente. Puse los ojos en blanco y me di la vuelta.

—Gracias, papá —dije de forma sarcástica.

—Alicia —me llamó él, haciendo que me girara una última vez hacia él—. Hoy has faltado a tres clases.

Le mantuve la mirada solo unos segundos más. Después me volví de nuevo hacia la puerta y, esta vez, no me detuve. Salí del despacho de mi padre y seguí caminando, sin detenerme, hasta que por fin llegué a la puerta principal de la Academia. Salí con rapidez y agradecí la ligera brisa cálida que acarició mi rostro. Necesitaba un poco de aire, un poco de...

Todo estaba en silencio a mi alrededor. No se oía ni un pájaro cantar, ni una voz en la distancia, ni siquiera los coches circulando en la carretera principal. Nada.

Era como si estuviéramos totalmente solos allí.

⚜︎⚜︎

Nunca había sido buena disculpándome, lo reconocía, era uno de mis puntos débiles. Si algo había aprendido cuando mi padre me había llevado a terapia un par de años antes, con la intención de «arreglarme», era que mis emociones y mi cerebro, en ocasiones, parecían tomar direcciones distintas.

Tuve que poner todo de mi parte para acercarme a Hunter en la cafetería esa mañana y sentarme a su lado.

Hunter y yo nos conocíamos desde hacía varios años. Nunca habíamos tenido una relación estrecha, en realidad, no hasta que Emma había llegado.

Aún recordaba con exactitud cómo había sucedido, solo un año atrás. Emma y yo compartíamos algunas clases y reconocía que esa chica nueva me caía bien. Se me había acercado desde el principio, con su sonrisa amplia y su cabello pelirrojo y alborotado. Simplemente nos habíamos hecho amigas, como si fuera algo que debía suceder. No teníamos demasiados hobbies en común y ella era más bien un cerebrito, mientras yo hacía todo lo posible por saltarme la mitad de mis clases, pero había algo en ella que me había dado confianza desde el principio.

Una noche de sábado, después de una de las fiestas organizadas por los de segundo de bachillerato, Emma y yo nos habíamos encontrado tendidas en el césped en los jardines de la Academia. Ella se había quedado mirando al cielo, en silencio y, de pronto, había decidido hablar:

—Si te cuento algo, ¿prometes mantenerlo en secreto?

Yo había fruncido el ceño.

—¿Sí? —Su pregunta me había resultado extraña, por lo que había tardado un par de minutos en reaccionar y poder hablar de nuevo—. Sí.

—No estoy aquí por casualidad. Mis padres no insistieron en traerme a este instituto y no me obligaron a venir. Fui yo la que decidió hacerlo y ellos solo aceptaron.

—¿Por qué?

—Por Hunter Alexandre.

Esa respuesta sí que me había resultado sorprendente. ¿Hunter Alexandre? ¿Qué demonios tenía él que ver con nada? Ni siquiera los había visto mirarse una sola vez, algo que, evidentemente, se debía a que yo no los había observado con atención.

Ante mi confusión, Emma había esbozado una pequeña sonrisa, una sonrisa triste.

—Es mi hermano. Creía que necesitaba que lo salvara —había susurrado—. Pero no es así.

No había dicho nada más, dejándome a mí completamente boquiabierta, completamente sorprendida. Después de ese momento hablamos sobre Hunter en infinidad de ocasiones, todas ellas con el mismo resultado frustrante para Emma.

Ahí, en la cafetería de la Academia, Hunter sostenía una taza de café en la mano, aunque no parecía estar bebiendo. Más bien parecía pensativo, como siempre últimamente.

—Hola.

Me senté frente a él. Hunter no estaba solo, a pesar de que no se encontrara hablando con su acompañante. Gi se dedicaba a mirar su móvil y yo, de forma casi instintiva, me pregunté si tendría internet. Gi tardó unos segundos en levantar la cabeza y reparar en mí y, cuando lo hizo, pareció caer al instante en que ese momento tenía que ser privado.

—Tengo que ir a clase —se disculpó, sin necesidad de que nadie pronunciara ni una palabra. Yo me pregunté si Hunter le habría contado a su amigo que nuestra relación estaba pasando por una mala racha.

Hunter no dijo nada. Me observó en silencio un momento y, después, bebió un corto trago de su café. Tenía mejor aspecto, después de aquellos días en los que parecía no haber dormido nada.

Como si encontrar los documentos ocultos de Emma lo hubiera resucitado, en cierto modo. Y quizás así había sido, por más perturbadores que fueran esos papeles y fotografías, nos había dado una cierta esperanza hallarlos.

—No suelo decir esto a menudo —comencé.

Esperaba romper el hielo con eso, que Hunter al menos me mirara, pero no lo hizo. Siguió con los ojos posados en su taza. Llevaba un anillo plateado en uno de sus dedos y comenzó a rotarlo en su dedo.

Yo me rendía seguir hablando.

—Pero la he cagado. La he cagado fuerte y lo he pagado contigo. Lo siento, Hunter —dije con tanta sinceridad como pude—. No es tu culpa que se haya ido. Quería hacerlo, quería hacerlo desde hacía mucho tiempo. Y joder, menos mal que tú no te has ido con ella, porque si los dos estuvierais desaparecidos, yo no sé lo que...

—Está bien, Santos. —Hunter me miró, clavándome sus ojos azules, muy parecidos a los de Emma—. Créeme, por cada vez que tú me has echado la culpa por esto, yo ya me he culpado a mí mismo cien veces más.

Lo sabía bien, él no necesitaba decírmelo. Sabía que Hunter adoraba a Emma, era su hermana pequeña, tan parecida y diferente a él al mismo tiempo...

Suspiré y extendí mi brazo por encima de la mesa. Dudé un instante, pero finalmente posé mi mano sobre la de él. Por un momento pensé que cualquiera que nos viera en la cafetería comenzaría a formarse ideas extrañas. Decidí que no me importaba, yo sabía lo que significaba ese gesto.

—Bueno, todo eso no importa —dije con una tenue sonrisa—. Porque vamos a encontrarla, ¿no?

¿No, Hunter? Dime que vamos a encontrarla, dime que vamos a encontrarla...

Los siguientes cinco segundos parecieron dos horas en mi mente. Hunter terminó posando su mano sobre la mía también. Por primera vez me miró a los ojos y sus ojos se entornaron.

—La vamos a encontrar —me aseguró—, aunque sea la última cosa que haga.

Yo tragué saliva, impresionada por sus palabras. No solo parecía una promesa, no. En cierta medida, las palabras de Hunter Alexandre esa mañana sonaron para mí como si fueran una amenaza.

⚜︎

¡Hola, amores!

¡Mil gracias por pasar a visitarme! Nos vemos el domingo :) ¡No olvidéis votar y comentar porfaaa!

Mil besos


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro