✧ Capítulo 26 ✧

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


PANDORA

El terreno se convirtió en desigual y cientos de árboles, altos y tupidos, entorpecían que lográramos ver qué era aquello que nos rodeaba. El Acantilado era demasiado alargado, iba a resultar complicado orientarnos una vez llegáramos allí y, si Enzo se encontraba en los alrededores, sería casi imposible encontrarlo.

Pero teníamos una esperanza, aunque fuera minúscula, y la idea de que al menos deberíamos intentarlo.

Mi respiración estaba acelerada y sentía que me costaba respirar mientras bajaba el terreno pedregoso. Los árboles dejaron de ser tan tupidos y supe que debía detenerme cuando, ante mis ojos, me di cuenta de que ya no había nada más. Ni siquiera suelo.

Frené como pude y mis pies aún me arrastraron colina abajo un par de metros más. Ahogué un grito cuando sentí que, a pocos centímetros de donde me encontraba, se hallaba el mismísimo vacío. Habíamos llegado al Acantilado y ese era un enorme precipicio. Logré impulsarme hacia atrás y mi trasero se golpeó de lleno contra el suelo. Si hubiera seguido corriendo, aunque solo hubiera sido dos metros más, habría caído.

El viento era fuerte y el sonido de las olas rompiendo con fuerza contra las rocas. Aún sin respiración, me arrastré por el suelo y miré el vacío frente al que me encontraba. Se me paró el corazón; era una caída impresionante. Debían de ser más de cien metros. El agua era negra y un sinfín de rocas afiladas sobresalían de entre las furiosas olas.

—Pandora. —La voz de Hunter me sacó del hechizo que el mar había provocado en mí. Yo tragué grueso y alcé los ojos hacia él—. ¿Estás bien?

Intenté levantarme por mí misma, pero las piernas me temblaron y volví a caer al suelo. Sentía que las piedras me rozaban los muslos, pero no podía coordinar mis extremidades. Era como si el miedo a caer me hubiera paralizado.

—Casi... —susurré—. Casi me caigo.

El rostro de Hunter se ensombreció.

—Joder —susurró, acudiendo a ayudarme al instante.

Hunter me agarró entre sus brazos y logré levantarme con dificultad, apoyándome en él. Él dio un par de pasos atrás, alejándome del borde del precipicio.

—Qué miedo —susurré—. No lo había visto, estaba bajando y de pronto...

Hunter posó sus manos a ambos lados de mi rostro y me miró fijamente. Sus ojos azules e intensos se asimilaban al color del mar, pero era un mar tranquilo, en calma, no como la furia que se desataba a nuestros pies. Mi corazón se detuvo de nuevo, pero esta vez no fue por miedo, sino por algo diferente. Sentí su respiración sobre mis labios y un profundo escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Sentirlo cerca me tranquilizaba, me traía paz.

—No está aquí.

La voz de Marco me sobresaltó y mi amigo se situó junto a nosotros, completamente ajeno al momento que Hunter y yo acabábamos de compartir. Yo me separé de Hunter, dando un par de pasos hacia atrás.

A nuestro lado, los dos niños también se detuvieron frente al Acantilado.

—No entiendo dónde puede haber ido, ni por qué. —Héctor frunció el ceño y su rostro adquirió una madurez y una preocupación que, unos minutos antes, no estaba allí.

Amanda, a su lado, se llevó una mano al pecho. Apretó los labios con fuerza.

—A Enzo no le gusta estar solo —susurró con un hilo de voz, negando con la cabeza—, debe de estar muy asustado.

Hunter se acercó a la niña y posó una mano en su hombro.

—Lo vamos a encontrar, te lo prometo.

—¿Cómo lo sabes? —Amanda sonó asustada, incrédula.

—Lo sé porque nos lo hemos propuesto. Y te doy mi palabra de que esto va a ser así, vamos a traer a Enzo de nuevo a la Academia.

—Pero... —comenzó la niña.

Hunter posó su mano en su hombro y la miró a los ojos. El cabello oscuro de Amanda volaba de un lado para otro a causa del furioso viento. La niña parecía a punto de echarse a llorar.

—Mi hermana también ha desaparecido —dijo Hunter de pronto—, y voy a hacer lo que haga falta, lo que sea, por encontrarla. Y te juro que haré lo mismo por Enzo.

Me quedé congelada al escuchar esa frase proveniente de los labios de Hunter. Por un momento no entendí qué era lo que acababa de decir, como si esas palabras me hubieran pillado tan desprevenida que hubiera necesitado escucharlas de nuevo para poder comprender su sentido. Observé a Hunter con el ceño fruncido, pero él no dejaba de mirar a la niña, que se encontraba a punto de romper en llanto.

Marco llegó hasta a mí, completamente ajeno a lo que Hunter acababa de decir.

—Aún nos quedan varios kilómetros de Acantilado —ofreció—. Enzo puede estar aquí, en algún lugar. Quizás, simplemente, no lo vemos.

Héctor se acercó a mí.

—Ni siquiera entiendo por qué querría venir aquí —dijo con un suspiro el amigo de Enzo—. Nos dijo que había estado aquí una vez. Que una amiga lo había traído hasta el Acantilado.

Esas palabras fueron suficientes para despertar algo en mí. Comenzamos a andar, siguiendo el borde del Acantilado.

—El agua está muy oscura desde aquí —comentó Amanda, quedando rezagada a unos metros de nosotros.

—¿Una amiga? —pregunté.

Héctor se encogió de hombros.

—Sí, una amiga. No me dio más detalles. Pero creo que era una chica mayor.

—¿Mayor?

—Sí, no lo sé. Quizás de tercero. —Héctor me miró un momento—. No sé más. No volvió a hablar de eso hasta hoy y, antes de que yo pudiera preguntarle, ya había desaparecido.

Un nudo se aposentó en mi estómago. ¿De qué amiga estaría hablando? ¿Podría ser la misma mujer...?

—¿Dónde está Amanda? —preguntó Héctor en voz alta.

Me giré de inmediato al mismo punto en el que la niña había permanecido con los ojos posados en el agua, a demasiados metros de donde nosotros nos encontrábamos. Tenía la mirada perdida en el horizonte y yo caminé solo un par de pasos hacia ella, confundida.

—¿Amanda? —la llamé.

Ella no me miró. El viento seguía siendo demasiado fuerte, tanto que era peligroso que ella permaneciera tan pegada del borde. Se me hizo complicado comprender las palabras que salían de sus labios, pero la siguiente frase se me quedó clavada en el pecho cuando la pronunció.

—Me pregunto si puedo volar —dijo la niña.

Fue como si el mundo se detuviera un instante, como si el viento dejara de soplar, como si el cielo se apagara. Amanda se lanzó hacia el vacío y yo escuché un agudo grito. Tardé varios segundos en comprender que no era ella quien había gritado, sino yo misma.

Corrí tan rápido como pude, incluso sabiendo que no había nada que pudiera hacer para salvarla. Corrí tan rápido que dejé de sentir las piernas y los brazos se me congelaron.

—¡Amanda! —gritó Héctor.

Hunter tenía los ojos tan abiertos que parecía estar en shock y sus brazos se extendieron hacia el vacío, a pesar de encontrarse ya a demasiados metros de la niña.

Sentí que mi cabeza iba a estallar, que todo había terminado y, justo en el momento en el que creí que nada podría empeorar, que ese sería el peor momento de toda mi vida, algo más sucedió.

Sin una palabra, sin siquiera un gesto, Marco dejó de estar a mi lado y, en el más absoluto de los silencios, también saltó al vacío.

⚜︎


Gracias por seguir aquí :)

Me encanta este capítulo, casi puedo sentir que yo también estoy en el Acantilado con los chicos. Por favor, ¡contadme qué os ha parecido!

Mil besos

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro