✧ Capítulo 32 ✧

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«Seven times again, when you are not awake». Hurricane, Fleurie.


PANDORA

Hunter ardía en fiebre. Pasó toda la noche despertándose cada pocos minutos y, acto seguido, cayendo en otro sueño ligero, tumbado sobre la cama de Emma. Su frente estaba perlada de sudor y, de vez en cuando, hablaba palabras inteligibles entre sueños.

Yo tampoco dormí mucho. ¿Cómo iba a hacerlo? Después de todo lo que habíamos pasado el día anterior, después de todo lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor.

El mundo parecía desmoronarse a mis pies y yo no podía hacer nada para evitarlo.

Alrededor de las cinco de la mañana me puse en pie y me percaté de que Hunter estaba temblando, como si tuviera frío. Me acerqué a él y rocé su frente con la punta de mis dedos.

Quemaba.

Suspiré con preocupación. ¿Qué le estaba sucediendo? Necesitaba saber que Hunter iba a estar bien, que se recuperaría, pero a la vez temía que no pudiera salir de esa.

Maldita sea. Necesitaba una ambulancia, llevarlo al hospital, pero no sería capaz de hacerlo. Si yo me iba, sabía que eso sería todo. Si me marchaba lo perdería.

Aún descalza, corrí al baño y llené un vaso de agua en el grifo. Regresé a la habitación y me acerqué a él, quedando de rodillas frente a la cama de Emma, dejé el vaso en el suelo. Aún con las manos húmedas y algo frías, posé mis palmas en el rostro de Hunter y él dejó escapar un suspiro.

—Pandora —susurró.

Yo me estremecí y mi corazón latió aún más fuerte y más rápido. Hunter estaba pasando por un calvario, lo sabía, y su familia estaba a miles de kilómetros de allí. No podía marcharme, no podía dejarlo allí. Ya no podía hacerlo.

Hunter se había convertido en alguien importante para mí, en alguien por quien estaba dispuesta a arriesgarme. Hunter Alexandre era más que un chico: era secretos, misterios, fascinación...

—Pandora —repitió él.

Extendió su brazo, aún con los ojos cerrados, y lo posó en mi mejilla. Después me acercó hacia él y yo me acurruqué contra su cuerpo sobre la cama.

Apenas dormí esa noche, pues tenía demasiadas cosas en la cabeza. También tenía demasiado miedo. Aun así, el abrazo tranquilizador de Hunter me calmaba. Al menos tenía eso.

⚜︎ ⚜︎

Fue Hunter quien me despertó esa mañana, levantándose muy pronto. Yo tardé en reaccionar, pues sentía que apenas había dormido una o dos horas.

Habíamos dormido abrazados. Maldición, me resultaba casi imposible creerlo. Hunter y yo, que apenas unas semanas antes habíamos sido desconocidos, que apenas unos días antes habíamos sido... ¿enemigos?

La vida daba unas vueltas de lo más extrañas. Por primera vez en mi vida me gustaba un chico al que yo también parecía gustarle y resultaba ser el fin del mundo. O al menos, el fin de mi mundo.

Escuché el sonido de la ducha al encenderse y las gotitas de agua comenzaron a golpear de forma rítmica las paredes del baño. Yo me desperecé en la cama y me pasé una mano por el flequillo, que como todas las mañanas parecía tener vida propia y amanecía completamente despeinado.

Sabía que tendríamos que salir de la habitación esa mañana, que tendríamos que enfrentarnos a todo aquello que estaba sucediendo. Y el solo pensamiento me aterraba.

Hunter tardó solo unos pocos minutos en aparecer de nuevo. Se había puesto su habitual sudadera negra y unos pantalones vaqueros y anchos. Mi corazón se saltó un latido cuando lo vi aparecer. Tenía el cabello rubio húmedo aún y, a pesar de tener ojeras, tenía mejor aspecto.

—¿Cómo te sientes? —le pregunté.

—Como si me hubieran atropellado diez camiones.

Después de pronunciar esas palabras, Hunter compuso una pequeña sonrisa que me hizo pensar que, efectivamente, su estado era mejor que el día anterior. Suspiré, aliviada. Había temido por su vida, especialmente después de todo lo que estaba sucediendo ahí afuera.

—¿Tienes hambre?

Hunter negó con la cabeza al tiempo que se sentaba sobre la cama a mi lado. Yo me estremecí y me tensé de pronto, ambas cosas a la vez. Se acercó a mí como si fuera a besarme y mi único pensamiento en ese instante fue que necesitaba cepillarme los dientes.

—Voy al baño —susurré mientras me escurría por el pequeño pasillo.

Una vez en el baño, por fin pude asearme. El espejo me devolvía un reflejo habitual y extraño a la vez. Como si, en solo un par de semanas, hubiera crecido y madurado un par de años. Me peiné el cabello con suavidad y me lavé la cara con agua fría.

Sabía que algo había cambiado dentro de mí, pero no podía señalar exactamente qué era.

Cuando salí del baño, aún en pijama, Hunter había tomado uno de los libros de Emma de la estantería y lo ojeaba con una mezcla de desinterés y frustración en su rostro.

—Todo esto parece una película.

—Una película de terror —añadí yo, después me senté a su lado, provocando que el colchón crujiera ligeramente bajo mi peso—. ¿Crees que Emma sabía qué era lo que estaba sucediendo?

Hunter apretó los labios y después me miró con seriedad.

—Creo que Emma lo descubrió —contestó—, y creo que por eso se la llevaron.

Tardé unos instantes en asentir con la cabeza. Tenía razón, toda la razón.

Maldición, si yo hubiera sido capaz de recordar lo sucedido la noche de la fiesta... si al menos hubiera podido saber cómo se había marchado Emma...

Hunter cerró el libro y bajó la vista durante unos segundos. Sus ojos azules parecían pensativos.

—El día que nos separaron, Emma me juró que me encontraría —comenzó a decir él—. Éramos niños, apenas teníamos siete u ocho años. A ella la llevaron a Inglaterra y yo comencé a experimentar una montaña rusa por varios países: casas de acogida, padres adoptivos y hermanos extraños a los que veía durante un año y con los que no volvía a encontrarme jamás.

Tragué saliva y nuestras miradas se unieron un instante.

—Tuvo que ser muy duro para ti... —susurré—. ¿Cuántas familias tuviste?

Me sentí estúpida al preguntar eso. La respuesta, a juzgar por lo que acababa de contarme, era simple: ninguna.

—Siete —respondió Hunter—. Y cada una fue peor que la anterior.

En sus ojos pude ver que, con dolorosa exactitud, estaba recordando cada uno de los momentos que había pasado cuando aún era un niño solo y perdido, sin sentirse como en casa en ningún lugar.

—No tenemos por qué hablar de esto.

Hunter se encogió de hombros.

—Puedo con ello. Puedo con ello porque lo he dejado atrás —contestó.

A veces, cuando lo escuchaba hablar, me daba la impresión de ser increíblemente maduro. Como si hubiera vivido mil vidas. Nada que ver con el muchacho borde y arrogante con el que me había encontrado al principio, al conocerlo.

—¿Guardas algún recuerdo bueno de esa época? —pregunté.

No sabía por qué, pero Hunter me inspiraba tana curiosidad...

En sus labios se dibujó una sonrisa sarcástica.

—La mejor parte era marcharme, salir de esos hogares. Te juro que no eran familias, eran demonios, Pandora —susurró—, y no eran casas en las que tenía que vivir, eran infiernos. Viví con padres que me maltrataban, a mí y a otros niños, otros que ni siquiera nos daban de comer, familias que no se preocupaban de absolutamente nada que tuviera que ver con el bienestar de quienes se suponía que eran sus hijos. Era como estar completamente solo.

Se me partía el corazón al escucharlo hablar así.

—¿Y tu familia actual?

Su sonrisa cambió de pronto. Dejó de ser sarcástica, se convirtió en un gesto natural, tranquilo.

—Los Alexandre son buenas personas. Me recogieron de un orfanato en Praga, ni siquiera sé cómo había llegado hasta allí; yo venía de una familia fanática, completamente inestable en la que me hacían aprenderme páginas y páginas de la Biblia y me castigaban si me equivocaba con una sola palabra. —Hunter apretó los labios un momento, como si ese recuerdo aún lo perturbara. Recordé que en más de una ocasión él había demostrado tener muchos más conocimientos que yo en los documentos y libros que Emma había dejado en nuestro cuarto—. Mis padres son mayores, no querían tener que enfrentarse a educar a un niño pequeño y yo, con catorce años y después de haber pasado por siete familias diferentes sin haberme quedado con ninguna, ya no iba a tener más oportunidades de ser adoptado antes de cumplir los dieciocho. —Suspiró, como si aún se sintiera resignado a una realidad que, por suerte, ya no tenía que vivir—. Pero ellos vieron algo en mí. No sé el qué, a veces pienso que fueron mis ángeles de la guarda y que me habían estado buscando, o algo así. Me adoptaron, me mudé a Oslo con ellos y por primera vez tuve un hogar. Un hogar muy feliz.

Me mordí el labio, controlando el deseo de abrazarlo. Me controlé lo suficiente y, con timidez, estreché su mano entre las mías. Él apretó mis dedos con calidez.

—¿Sabes? Hasta me olvidé de Emma, de mi madre, de todo. Me olvidé porque habían pasado tantos años que ya no tenía claro de dónde había salido, todos los momentos felices habían quedado opacados por el resto. A veces creía que ni siquiera habían sido reales.

Lo entendía. Escuchar cómo hablaba Hunter me hacía sentir desagradecida por el modo en el que yo veía la vida. No era cercana con mi familia, eso estaba claro, pero ellos nunca me habían tratado mal. No podía quejarme, en realidad.

—¿Y cómo fue volver a verla?

Hunter apretó los labios.

—Un shock. Te lo puedes imaginar: Emma se plantó aquí de un día para otro. La había adoptado una familia británica y todos llevaban unos años viviendo en España. Simplemente rastreó qué había pasado conmigo, averiguó que acudía a este colegio y... bum. Hace un año apareció aquí, se me acercó el primer día de clases, se plantó frente a mí y me dijo: He cumplido mi juramento. —Hunter dejó escapar una pequeña risa, como si todavía le sorprendiera recordar esa historia—. Me quedé pasmado. Como si hubiera visto un fantasma. Y en realidad lo era: un fantasma que provenía de otra vida.

—¿No te alegró verla? —pregunté.

—En ese momento no. Nunca se lo dije en voz alta, pero creo que lo primero que sentí fue miedo y enfado. Sentía que tenerla aquí era como regresar a los momentos más duros y difíciles de mi vida. Pero no tardé en cambiar de idea, en darme cuenta de que simplemente se me estaba dando una nueva oportunidad: como si por fin pudiéramos volver a empezar.

Hunter era fascinante. A su lado, sentí que mi vida era tan simple y llana como un cuaderno vacío, mientras la suya era un libro de aventuras.

—Me duele la espalda —comentó él, dejando escapar un suspiro de dolor contenido.

Me puse en pie y agarré una sudadera granate con el escudo de la Academia bordado en la espalda. Me la puse encima de mi camiseta y me calcé mis botas Martens. La realidad era que no me importaba en absoluto mi aspecto en ese momento, eso no era lo prioritario.

—Iré a buscar comida. También para ti. —Hunter abrió la boca, a punto de discutir mis últimas palabras, yo me adelanté y hablé de nuevo—. Necesitas comer algo.

Se quedó callado y, finalmente, asintió con la cabeza.

Antes de salir de la habitación, me giré hacia Hunter una última vez. Él alzó la mirada hacia mí y, durante un instante, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa. Una sonrisa de esperanza, quizás. Una sonrisa de alivio al saber que, al menos, después de tantos infiernos, Hunter ya no estaba solo.

⚜︎

¡Hola! Gracias por pasar a leerme :)
Este capítulo me gusta especialmente porque por fin conocemos un poco más la historia de Hunter. ¿Qué os ha parecido?

Nos vemos en el siguiente capítulo.

Mil besos

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