✧ Capítulo 9 ✧

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«You're really all alone and it's a dark world». Lonely Road. Naits.


PANDORA

Abrí los ojos en mitad de la noche. Me sentía tensa, rígida, y me dolía el pecho. Logré girar cabeza ligeramente y mis ojos se fijaron en la cama vacía de Emma.

No podía moverme. Mi cuerpo no respondía. Dejé escapar el aire de mis pulmones con lentitud. No era la primera vez que me sucedía algo así: parálisis del sueño. Solo necesitaba relajarme, cerrar los ojos y pronto lograría moverme.

Sabía cómo funcionaba, al menos en teoría: mi cerebro se había despertado antes que mi cuerpo y por eso no podía hacer ningún movimiento más allá de abrir los ojos y, de forma dolorosa, intentar moverme.

Oí un ruido a mi lado, pero no podía moverme. Apreté los ojos con más fuerza y traté de respirar. Todo iba bien... todo iba bien.

Una voz se alzó, un susurro que me resultó casi imposible descifrar.

«Vete. Fuera de aquí».

Ni siquiera estuve segura de si eso era una voz o si, simplemente, estaba dentro de mi cabeza. Oí golpes, como si algo se moviera cerca de mí. El ruido se oyó a solo unos centímetros. A veces veía cosas cuando me encontraba en esa incómoda situación: sombras, figuras oscuras...

Intenté moverme de nuevo y no lograr hacerlo me resultó doloroso, tan difícil como levantar a pulso un edificio.

El ruido regresó. Eran pasos. Como si alguien estuviera en mi habitación... pero sabía que no podía ser así. Emma no había regresado, de eso estaba segura, y Hunter ya no tenía la llave.

Hunter. Hunter era una clave en ese puzle sin resolver, era la causa y la consecuencia a la vez. Hunter ocultaba algo y a mí me convenía que no se cruzara en mi camino, pero a la vez parecía resultarme imposible que no termináramos juntándonos a cada momento.

Los pasos se alejaron y yo abrí los ojos una vez más. Quise gritar, frustrada, levantarme por fin y asegurarme de que yo era la única persona en la habitación. Con los ojos abiertos y todas mis extremidades aún congeladas, observé algo flotando en el techo de forma tenue. Se trataba de... ¿humo? Era negro, no podía ser humo de cigarro, era algo más, algo como...

Me desperté de golpe y mi cuerpo se incorporó en la cama de manera casi instintiva. Mi respiración estaba agitada y sentía mi pecho recubierto por gruesas gotas de sudor frío. Estaba temblando y ni siquiera me había dado cuenta, ni siquiera lo sabía. Me fijé en la cama de Emma, vacía, como de costumbre. Estaba sola, no había nadie más en esa habitación y no quedaba ya ni rastro de ese humo que había flotado sobre mi cabeza.

Me puse en pie. Necesitaba despejarme, necesitaba quitarme todo eso de la cabeza, aunque solo fuera durante unos minutos. Encendí la luz de la habitación, que hasta entonces solo quedaba alumbrada por la luz de la luna que entraba desde la ventana. La bombilla se iluminó un segundo, pero comenzó a parpadear al instante. Yo suspiré.

—Menuda maldita película de terror... —susurré para mí misma.

No sabía qué hacer. Era mi último año de instituto, desde luego que no quería cambiarme de centro en mitad del curso, pero tampoco quería permanecer en un lugar que parecía el castillo de Drácula, un lugar en el que mi compañera de habitación había desaparecido sin dejar ningún rastro y donde nadie parecía especialmente interesado en buscarla. Tan solo Santos estaba verdaderamente preocupada por su amiga e incluso ella parecía esconder algo, de eso estaba segura.

Me puse mi sudadera granate y larga y agarré una de las faldas del uniforme, sin siquiera fijarme en cómo quedaría ese conjunto. Tomé mis botas Martens negras y desgastadas. Aun hacía calor en la calle, a pesar de ser las... ¿tres? ¿Las cuatro de la mañana? Toqué la pantalla de mi móvil y la pantalla se iluminó: las 3:33. Salí de la habitación con solo las llaves y mi móvil en la mano.

Una parte de mí me decía que me quedara en la habitación, que podía pasarme algo y desaparecer como lo había hecho Emma. Otra parte, mucho más insistente que la otra, me pedía que saliera a buscar aire fresco, que solo sería un momento. Necesitaba salir, sentir que mis pies pisaban tierra firme y que la realidad seguía siendo estable y tangible.

Sabía que las puertas principales de la Academia estarían cerradas, sería imposible salir por ellas, pero en el piso de abajo del edificio había infinidad de ventanas bajas que daban directamente a la calle y a los jardines del hermoso e inmenso edificio. El silencio era total cuando recorrí los pasillos vacíos, algo que no habría sucedido en un viernes o un sábado por la noche.

La ventana estaba cerrada, pero no fue complicado para mí levantar el cristal. Al instante, el aire cálido y húmedo llegó a mí y el olor a vegetación del jardín inundó mi nariz. Era agradable, me ayudaba a aclarar mi mente. Salí por la ventana con cuidado. Sabía que, si alguien me encontraba haciendo eso, si cualquiera de los profesores aparecía, podría acabar expulsada. También era consciente de que ser expulsada de la Academia podía no ser lo peor que me sucediera ahí esa noche.

Dejé la ventana entreabierta después de pasar las piernas por ella. Salté un par de metros y mis pies aterrizaron en el suelo.

Quizás yo también podía irme. Llamar a mi hermana y decirle que estaba harta de ese lugar, que necesitaba salir de ahí. ¿Qué hora sería en esos momentos en Chicago? Probablemente no demasiado tarde. Hacía meses que no hablaba con mi hermana, como si algo nos separara, como si ya no viviéramos en el mismo mundo. ¿Quién de las dos había cambiado tanto como para no lograr entender a la otra?

Tomé mi teléfono móvil y me debatí durante unos segundos. ¿Y si lo hacía de verdad? ¿Y si llamaba a mi hermana y mandaba ese lugar a tomar viento? Quise hacerlo durante un momento, pero me di cuenta, una vez más, de que no había línea ni tampoco internet.

Bienvenidos a la Academia, bienvenidos al Medievo.

Suspiré y guardé mi móvil dentro de mi sudadera. Solo entonces comencé a caminar, sin saber muy bien a dónde iba, sin saber qué estaba buscando. Buscaba estar sola, al aire libre. Caminar, correr, sin que nadie me controlara, sin que nadie me mirara. Eso sería suficiente: un poco de libertad.

Pero apenas había dado un par de pasos cuando lo vi.

Por mucho que yo hubiera hecho todo lo posible por estar allí sola, por tener un momento para mí misma, parecía imposible. Como si un imán nos atrajera, nos impidiera permanecer separados el uno del otro durante los últimos tres días, yo me quedé parada en mitad de los jardines.

Podría haber salido corriendo, en realidad casi quería hacerlo, pero me quedé parada, congelada. No tenía miedo. Sabía que Hunter Alexandre escondía algo en la desaparición de Emma Harlow, pero no creía que fuera el culpable.

Y en ese justo momento, Hunter levantó la cabeza y se percató de que yo también estaba allí.


⚜︎

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Mil besos

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