III. Nunca digas que quieres té.

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Todos nos precipitamos al interior y paramos en seco, chocándonos como dominós, cuando vimos lo que sucedía. Casi caí sobre Sobe.

Berenice estaba arrodillada en el peludo, pegajoso y sucio suelo, a un lado de Philco. Él había dejado de llorar y ella le cubría los hombros con una manta roja y raída.

—Extraño a papá —susurraba él—. No lo veo desde que tenía diez.

—¿Fue entonces cuando te desterraron? —inquirió Berenice parándose de rodillas y mirándolo a los ojos.

El hombre asintió, se frotó los ojos y se tapó con la manta, se veía desamparado y desprotegido.

—Sí, me alejaron de él y no le dejaron saber a dónde me enviaban porque de otro modo me hubiera seguido. Yo sé que sí. Él era el único que confiaba en mí, decía que no era defectuoso que era demasiado divertido para ellos y que por eso no me comprendían, como cuando no entiendes un chiste. Decía que hablar conmigo era como tratar con un mundo de ideas. Lo extraño tanto, pensar en él me pone muy triste y no pensar en él me deprime porque siento que lo olvido y le fallo.

—Pero al menos pudiste conocerlo —respondió ella, su voz estaba tan cargada de empatía y cordialidad que te daban ganas de echarte de boca en el suelo y contarle tus problemas, sonrió con ternura como si fuera su amiga—, no deberías sentirte triste al recordarlo. Deberías sentirte con suerte y feliz como si hubieras ganado la lotería porque eso hiciste al tenerlo a él como papá, aunque sea por diez cortos años.

—Supongo que tienes razón ¿Tú te sientes feliz por las personas que conociste?

Ella parpadeó y se sentó en el suelo.

—Muchos te negarían estas palabras, pero sí, sí me siento muy feliz y agradecida. Escucha Phil ¿Puedo llamarte así?

—¡Pero claro! —respondió él quitándose las lágrimas de las mejillas.

—Creo que podremos ayudarnos mutuamente. Sé que estuvimos mal por meternos a tu casa sin permiso...

Él negó enérgicamente con su cabeza y aferró la manta para cubrirse con ella.

—Olvídense de eso, está bien, yo lamento haberte querido envenenar.

—Descuida, no me mordiste cuando te veías como serpiente...

—Ah, yo me refería al té.

Berenice suspiró y Philco siguió:

—Para ser sincero no me relaciono con los confronteras y los trotadores me evitan. Los únicos amigos que tenía eran los hermanos Bramson, pero ellos no pisan mucho este barrio desde que unos agentes casi los agarran en su última visita. Es un placer tenerlos aquí, quédense lo que quieran, pero váyanse antes de la cinco. Perdón por el veneno.

—No te preocupes por eso —Le quitó importancia con un gesto de mano— hay más veneno en mí del que crees, seguramente tú hubieras caído muerto al morderme —bromeó.

Phil rio.

—Eres muy amable —continuó ella apoyando las manos en el suelo y mirándolo a los ojos— no te mereces estar sólo. Por eso queremos ayudarte, si puedes decirnos qué es la Cura del Tiempo y dónde encontrarla entonces te prometo que mis amigos trotadores te llevarán a tu mundo a rencontrarte con tu padre —le dio un amigable golpecito en el brazo—. Si es como dices que es, él estará encantado de venir a este pasaje y vivir contigo en Galés. Podrían estar de vuelta juntos. Para siempre.

A pesar de la escasa iluminación de la cocina pude ver que algo en la mirada de Phil cambió, su postura se enderezó y sus ojos rezumaron de alegría.

—¿Están seguros? —inquirió con incredulidad—. Ningún trotador querría romper las reglas de otro mundo y meterse con un poder político muy importante, es verdad, expulsarme era una ley... digo, no quiero liarlos en problemas.

—Créeme que estamos hasta la coronilla metidos en problemas, un mundo más al que profanar no supone peligro. Te llevaremos —aseguró—. Sobe —lo llamó Berenice dirigiéndose hacia nosotros—. ¿Dónde queda el portal más cercano a su casa?

Sobe tardó en responder, balbuceó como si no pudiera comprender que mientras nosotros hablábamos a hurtadillas de Phil, Berenice había ideado un plan y entablado amistad con él. Me sentía como un intruso en su charla, no había podido evitar observar todo y permanecer aparte como si fuera un fantasma, por la expresión del resto supe que ellos se sentían igual. Sobe pasó el peso de su cuerpo de un pie a otro.

—Debe haber uno cerca de aquí pero el único portal que yo conozco está en Manhattan.

Me adelanté azorado un paso:

—Si nosotros prometemos traer a tu padre a este mundo ¿Tú nos dices dónde encontrar la cura?

Phil resopló divertido y alegre.

—Yo mismo los llevaría hasta allá.

Iba a decir algo más pero entonces una de las ventanas explotó. Los cristales fueron despedidos hacia Berenice y Phil, pero él protegió a ambos con la manta, abriéndola como si fueran alas rojas.

Todo sucedió rápidamente. Hubo un grito. Algo metálico que fue aventado desde el patio rebotó al interior, parecía una granada, pero era más esférica y plateada como el bromo. Petra la pateó hacia la sala de estar. Una segunda salió despedida en la misma dirección y aterrizó en los azulejos de la cocina. Sobe se inclinó y de un movimiento fugaz la aventó por donde había venido, pero en ese instante cayó inconsciente al suelo como si lo hubieran noqueado.

—Sobe —Petra lo garró antes de que tocara el suelo, pero entonces ella cerró los parpados, sus brazos perdieron fuerza y se desvaneció también.

—¡No!

Traté de sujetarlos al momento que la puerta se abrió.

Oí el sisear del fuego que provenía de la sala de estar como si fuera el eco de mi grito. Antes de que pudiera reaccionar estaba rodeado de llamas que crecían a una velocidad sorprendente, trepaban por las paredes y se lanzaban hacia nosotros.

Entonces alguien trajeado entró por la puerta.








 Bueno gente bella, subí doble capítulo porque me pareció demasiado dilatar el capítulo por un mes entero :v (y también porque me encanta que lean las actualizaciones del viernes)

En fin ¡Buen fin de semana! ¡Coman rico, vean películas o salven el semestre! ¡Besos!

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