Salió la O y casi no volvió. No, definitivamente no volvió.

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¿Qué es vivir? ¿Qué es morir?

¿Es acaso la mera existencia o puedes vivir en la mente de las personas? Dicen que muchos están muertos en vida, debido a la espantosa monotonía de un ciclo sin fin, pero...lo cierto es...que sin importar cuántas cosas hagas, cuántos logros obtengas todos terminamos igual: en una caja de madera, a varios metros del suelo; aunque otros terminan convertidos en polvo, desapareciendo por completo, cenizas que el viento se llevará y jamás regresará.
Dicen que la vida es un parpadeo y es verdad, es increíble como una persona que está viva solo necesita de una serie de acontecimientos para dejar de estarlo. Es como un breve sueño...o una pesadilla, lleno de fantasías y delicias, pero también de pérdida y dolor, algunos tienen un hermoso sueño, una vida plena y feliz, con personas que los aman y ellos aman, un bucle interminable de belleza y felicidad, tan sublime como una nebulosa espacial, cada respiración de aquellos soñadores es como polvo de estrella, a la espera de ser uno con lo sublime del universo. Pero...otros tienen una vida llena de dolor, una pesadilla constante, un bucle interminable de gritos y llanto, de martirios y ruegos no escuchados, un ciclo...de Un Mundo Libre.

Las Señoras principales de la secta le habían enseñado a David que habían dos caminos que elegir, dos caminos en la vida: el sendero de la naturaleza — el instinto — o el sendero divino — la gracia — ; al ser escogidos por los dioses ningún camino que tomarán sería el incorrecto, mientras que aquellos, lejos de la secta o de rangos inferiores solo tenían dos caminos; unirse a la secta y dejar que su alma transcendiera a un plano espiritual de perfección, y felicidad, ya que solo la felicidad se puede hallar en la perfección, su único deber era producir la felicidad de aquellos escogidos por los dioses; pero también había otro camino...la condenación eterna.
Pero aunque prediquen mucho sobre esos dos caminos son pocos los que realmente los escogen: la gracia es desinteresada, humilde, sirve pero no se molesta si no la sirven, sabe y acepta que no es comprendida e incluso querida, acepta insultos con una sonrisa y da la otra mejilla, y sin importar los siglos sigue siendo la misma.
El instinto solo busca satisfacerse asi mismo y hace que otros lo satisfagan. 

Un mensaje completamente irónico e hipócrita por parte de la secta, pero este, al igual que muchas otras de sus enseñanzas es así: sin sentido y sin propósito; sólo son un montón de ideas al azar convertidas en doctrinas, en leyes que inocentes son forzados en obedecer.

De alguna manera estas personas siempre encuentran la desdicha, sin importar la belleza y la alegría que haya a su alrededor. Sin importar que las personas brillen en gracia a su alrededor. Así son los miembros de Un Mundo Libre, un cascarón hueco de doctrinas y dolor.

Ramírez y Tabares se inclinaron sobre los restos de las tres casas destruidas, cortesía del Bombardero, Suárez llegó poco después, con una lista de las víctimas.

— Las víctimas son: Emilio Tavira, Irvin Pacheco y Omar Preisner. Todos líderes sociales.

Suárez reprimió una carcajada.

— Ya parecemos Nueva Colombia pero la del viejo mundo, vi unos reportes de aquel entonces, ¡Mataban 80 líderes sociales al día!

Tabares observó a lo lejos a los parientes de los asesinados.

— ¿Son sus esposas e hijos? 

Ramírez asintió.

— ¿Cómo es que están vivos? Digo, ¿No estaban en la casa? 

— No Tabares, al parecer una de ellas recibió una llamada del hospital, diciendo que su madre enferma había muerto, otra fue llamada de la escuela de su hijo y la tercera de su trabajo, ninguna niñera o niñero estaban disponibles, ¿Quieres saber lo mas loco? — Tabares asintió, viendo a las mujeres gritar y abrazar a sus hijos, la oficial supuso que los policías ya les habían dicho lo que había pasado —. Ninguna llamada fue real, a puesto a que fue el Bombardero.

— Al menos no asesina niños, es decente el hijo de puta.

Dos días después se hicieron los funerales simbólicos, tres cajas de madera vacías porque sus cuerpos no pudieron ser recuperados, tres ataúdes que contenían la memoria de padres, esposos e hijos, tres ataúdes que significaban la muerte.

David decidió tomarse la semana siguiente libre, paso los días al lado de Loren, sonriendo y abrazándola. De hecho, habían convertido su oficina en un pequeño santuario: habían colocado colchones y mantas en el suelo, moviendo el escritorio a una esquina. Ambos estaban abrazados, mirándose los unos a los otros.

— Dime, ¿Qué sientes? ¿Qué piensas? ¿Qué sueñas? — David permaneció en silencio acariciando la cabeza de Loren, inconscientemente sus brazos se deslizaron por su cintura, llegando hasta su vientre, su cálido y plano vientre. Loren sonrió, extendiendo sus brazos hacia las mejillas morenas de David — ¿Cómo crees que sea? — David levantó las cejas sin comprender la pregunta, los ojos claros de Loren divagaron en la habitación, sus labios rosas se entreabrieron en un pequeña "o", dejando ver la blancura de sus dientes, a veces David extrañaba los dientes amarillos de su mujer, porque aquello le daba una apariencia más juvenil, pero gracias a un tratamiento de ortodoncia y a una serie de medicamentos su boca estaba 100% recuperada de la vitamina C. La mirada verde de Loren observo el techo sobre sus cabezas, mismo que tenía dibujado con acuarelas una nebulosa, el paraíso celestial de los miembros de Un Mundo Libre, allí, en medio de polvo de estrellas y basura cósmica se suponía que serían felices, siendo recompensados por la eternidad por sus dioses —. ¿Crees que sea blanco? ¿O morado? Me refiero al cielo — Loren sonrió de forma pícara —, ¿Sabes qué? Olvídalo.

Los ojos de Loren observaron detenidamente cada centímetro de la oficina de su novio, deteniéndose en un libro negro, uno el cual todos conocen pero pocos son quienes lo entienden.

Ella sonrió, con las comisuras de sus labios estirándose, pero no era una sonrisa de felicidad, tampoco de sarcasmo, era una tranquila...pero triste y confundida sonrisa. David amaba a Loren con todo su corazón, ella era perfecta para él, amaba su cabello negro, su flequillo, sus piercings, su singular y extravagante estilo de la moda, incluso sus cicatrices David las amaba: En la zona del vientre y el brazo izquierdo la piel de Loren estaba...como decirlo, derretida, no, la piel de esa zona no caía, en vez de ello estaba completamente arrugada, como el queso caliente empezando a derretirse, también Loren tenía dichas cicatrices rojas o moradas en algunas zonas de su cuello y dedos. Loren le contó que su antiguo padre solía quemarla, dejándole tan horribles cicatrices, aún así para David cada tramo de piel cicatrizada de Loren era hermosa, al igual que sus ojos verde aguamarina.

— Después de todo lo que nos ha pasado, ¿Aún crees en un ser divino todopoderoso?

David se encogió de hombros, sonriendo, con cuidado se deslizó sobre el cuerpo de Loren, que permaneció inmóvil, como una estatua...o un cadáver, David colocó con cuidado su oído contra el vientre de Loren, escuchando el crujir de su sistema digestivo encargándose de las ciruelas que la chica había comido, David se preguntó cómo luciría el estómago de Loren por dentro, pero descarto la idea, al darse cuenta de que sería difícil deshacerse de la sangre en la alfombra y lastimosamente David amaba esa alfombra. David escuchó un par de sonidos más y pensó en lo ruidoso que era el interior de Loren, con cuidado levantó su cabeza, apoyó su mandíbula en el estómago de su amada, ella lo observaba fijamente, con su mirada hecha de los bosques más verdes del mundo. 

David se estiró y la beso en la mejilla.

— Cuando estaba huyendo de Gondwana me sentía tan...solo, era la primera vez en toda mi existencia que lo estaba, siempre hubieron guardias de seguridad o niñeras a mi alrededor, pero ahora...estaba solo — David observó el lago, tan azul y translúcido, un poco verde por las hojas flotantes en su superficie, tan hermoso...como los ojos del Bombardero. David sacudió su cabeza tratando de apartar esos pensamientos, las manos de Loren lo sujetaron de la nuca y tiraron de él, haciendo que colocara su cabeza en el pecho de ella, escuchando el tranquilizador latido de su corazón, David casi empezó a llorar al darse cuenta de lo bendecido que era —. Siempre me enseñaron a rezar a los dioses, que ellos siempre me oirían, pero...nunca sucedió, fue por eso que decidí orar, en vez de rezar, oré para vivir...— David pasó saliva recordando lo angustioso que fue su camino por la frontera, intentando salir del país  — o al menos morir en paz — los ojos de David permanecieron en el lago, viendo a una hoja verde y llena de vida caer desde los árboles hasta el agua —, nunca tuve paz, Loren, nunca, porque sabía que cada respiración que daba era a costa de la vida de muchas otras personas, pero allí, en la soledad del campo, en medio de la noche, con nada más que la ropa que traía puesta...me sentí en paz — David contuvo la respiración un par de segundos, quería sentir lo fácil que seria morir, lo fácil que era estar vivo...pero también lo difícil que era vivir —, porque sabía que...aunque muriera habría saldado mi deuda con las personas obligadas a estar en la secta, porque moriría de una forma espantosa y dolorosa.

De repente Loren ya no estaba, ni tampoco el techo o las ventanas, tampoco era de día, mucho menos estaba de Rilindja, en aquel recuerdo David aún estaba en Gondwana, en uno de los campos entre la capital y la ciudades a su alrededor. David recordaba haberse recostado en el frío y húmedo césped, y darse cuenta que, en su vida, jamás había visto las estrellas, todo gracias al domo que cubría la capital, simulando el día o la noche, pero sin estrellas, solo con la imagen prefabricada de una luna perfecta en el centro del cielo, en medio de una absoluta oscuridad. David recordaba las brillantes esferas, parpadeando, saludándolo desde el cielo, en ese momento se dio cuenta que sus dioses de piedra no existían, en cambio había algo más, un ser celestial y omnipotente de muchos nombres que lo cuidaba. Y allí, en medio de la nada, pudo descansar, era como si no existiera nada, ni la secta, ni el mundo exterior, ni siquiera la vida o la muerte habían sido creadas, solo existían él: un joven chico de piel morena y un afro diminuto, con el conocimiento de cosas que...nadie debía saber y con el ardiente deseo de volver a nacer, y dejar atrás el dolor de una vez.

— Y Cuando llegue aquí, supe que...no podía estar vivo, a no ser que un ser celestial lo hubiera querido asi. Es imposible que haya sobrevivido por mis propios medios, alguien tuvo que ayudarme, sé que...posiblemente mi madre haya tenido algo que ver, pero aun asi, ni ella con todo su poder, ni yo con mi influencia habría logrado llegar hasta aquí con vida, alguien...lo quiso asi — David acaricio el cabello negro de Loren y sonrió, porque gracias a ese ser que lo salvo y a ella podía pensar en un futuro mejor —. Es increíble como el sol sigue brillando aunque el corazón se ahogue en desesperanza y dolor.

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