Capítulo 1

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—Supongo que esto será como una batalla a través del tiempo —concluyó Dante mirando a las personas que estaban observando cada paso que el muchacho hacía.

Todos los allí presentes le miraron perplejos.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Yara al chico. Este se limitó a asentir.

—¿Cuál es el plan? —preguntó Derek, el cual no había vuelto a abrir la boca, parecía el menos contento con aquello.

—Iremos a ver a unos amigos, deberemos pasar las noches donde podamos durante el camino, al igual que comer y hacer nuestras necesidades.

—¿Cómo? —preguntó Edén.

—¿Hay algún problema con eso, princesa? —pronunció Yara.

—Tengo tiendas de campaña en mi casa, está cerca de aquí, si me acompañáis, podemos tener refugio. —concluyó Edén mirando a la pelirroja.

No le agradaba nada su presencia allí, y mucho menos saber que tendrían que pasar las noches a la intemperie, pero ella había sido la que les había obligado en cierto modo a emprender ese viaje, y ya no podía negarse.

—Pues vamos —Kain comenzó a caminar en cualquier dirección.

—Es por aquí —intervino Edén caminando en dirección contraria.

El chico cambió su rumbo y todos los demás comenzaron a seguirlos.

—¿Así que así es el mundo humano? —preguntó Yara observando a los viandantes.

—No lo llames así —replicó Edén.

—¿Y cómo lo llamo? —preguntó curiosa la pelirroja.

—No lo llames, simplemente.

La pelirroja puso los ojos en blanco en señal de desaprobación. Dante, que quiso romper el silencio que se había producido tras esa pequeña conversación, fue el primero en hablar.

—¿Cuánto queda? ¿Está muy lejos? —preguntó acercándose a la chica, la cual iba la primera en el grupo.

—Estamos a dos estaciones de autobús —murmuró mientras observaba a las personas que había por allí, aunque no eran muchas, pues aún era de noche.

—¿Qué es un autobús? —preguntó curioso.

La chica le miró sorprendida.

—¿No sabes lo que es un autobús? —preguntó mirándole fijamente sin detener su paso.

—No —el chico cambio su semblante curioso a uno más serio.

—Es un medio de transporte, como el coche, el metro, el tren, el avión...

El chico la miró sorprendido como si le estuviese hablando en latín, ella negó con la cabeza y no dijo nada más.

El camino se hizo algo largo. Edén se acercó a Derek, el cual parecía bastante cansado.

—¿Estás bien? —preguntó mirando su pálida cara.

—No —afirmó él—. Estar en rango nocturno, y sin haber descansado lo suficiente me debilita muchísimo.

—¿Necesitas algo? ¿Quieres que paremos y descansas?

—No, no te preocupes, de momento aguanto —el chico parecía ido.

Ambos estuvieron caminando durante otro rato más en silencio, hasta que Derek volvió a hablar.

—Sabes que nos estas llevando a una misión suicida, ¿verdad? —preguntó con tono serio.

—¿Perdona? —A Edén no le había gustado nada la pregunta—. ¿Acaso yo puse una pistola en la sien de alguien? Yo no he obligado a nadie a venir, Derek. Ni siquiera a ti.

Derek se quedó callado y ninguno medió palabra con otro durante el camino que faltaba. Caminaron durante quince minutos. Después de aquello Edén se paró frente a una casa de color blanco con un pequeño jardín. Abrió una losa del jardín y de allí sacó una pequeña llave que guardaba para alguna ocasión en la que se le hubiesen quedado las llaves dentro y no pudiese entrar. La cogió y la miró fijamente.

—Estás segura de que no hay nadie en casa, ¿no? A ver si van a venir tus padres —preguntó Kain sin saber que ambos estaban muertos.

—Como no salgan de la tumba... —murmuró para sí, pero todos la oyeron. Puso la llave que había recogido en la ranura y la giró para abrir la puerta, no opuso ninguna resistencia.

Derek les susurró a los chicos que sus padres habían muerto, pero Edén le escuchó, y si bien no le importaba que lo hubiese dicho, pensaba que no era su asunto.

Cuando la puerta se abrió, un olor le fue familiar y suspiró, intentando no derrumbarse.

—Coged todo lo que queráis, no creo que nadie lo eche en falta —pronunció abriéndoles paso para que entraran.

Todos menos Kain entraron en la casa y comenzaron a revisar toda la estancia.

—¿Estás bien? —preguntó Kain muy cerca de ella.

Ella hizo una mueca con la cara y sonrió falsamente. Después se dirigió hacia el trastero, donde recordaba haber visto por última vez el kit de campaña. Kain la siguió de cerca sin hablar más, sabía que ella no diría nada, y no la iba a presionar.

—¿Me lo coges? —preguntó Edén mientras señalaba el estante superior.

Kain sonrió y agarró todo lo que la muchacha le pidió, cuando acabaron lo sacaron al salón y ella fue directa hacia su habitación para coger todos los ahorros que pudiese. La habitación estaba tal cual la recordaba. Las paredes seguían tan rosas como siempre y la cama tenía la misma colcha que cuando se había marchado. Se dirigió hacia su hucha y la guardó en la mochila que había cogido previamente.

Edén cogió una foto conjunta de ella y sus padres y la guardo también en la mochila, junto con el kit de campaña, alguna comida envasada y cantimploras.

—Será mejor que nos marchemos —propuso Edén mientras se situaba en el salón esperando que los demás dejaran de rebuscar en su casa.

Dante salió de la habitación de sus padres con una manta que guardó en la mochila. Derek salió del baño, sin nada en las manos. Kain simplemente observaba todo lo que había en el salón, pues no había dejado a Edén sola. Yara salió de la cocina con un montón de comida en las manos.

—¿Qué haces con todo eso? —preguntó Edén, pero la pelirroja no la contestó y guardó en la mochila todo lo que llevaba.

Todos salieron y Edén cerró la puerta y colocó la llave en el sitio donde la había encontrado. Una pequeña voz sobresaltó a todos los presentes.

—Edén, cielo, cuanto tiempo —pronunció una voz a sus espaldas.

Edén se giró para encontrarse a su antigua vecina con una regadera en la mano.

—Señora Gordon —Edén sonrió falsamente—. ¿Qué hace aquí?

—He venido a regar las plantas, tu padre me lo pidió hace poco. ¿Qué tal te va todo? Hace mucho que no te veía por aquí.

La señora Gordon examinó al grupo de amigos que acompañaba a Edén.

—Sí, he estado fuera —afirmó ella con la misma sonrisa falsa—. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con mi padre? —preguntó curiosa.

—Hace tres o cuatro días, ¿va todo bien? —preguntó mientras miraba a sus amigos.

—Claro, ya nos íbamos —la chica comenzó a caminar, pero su vecina no estaba dispuesta a terminar la conversación.

—¿Te vas a quedar ya por aquí? Para no venir a regar las plantas...

—No, no, solo vine a visitar a mi padre, pero no le he encontrado. Si le ve, dile que he venido a verle, he perdido mi teléfono móvil —La chica ya quería marcharse, pues seguir fingiendo que su padre seguía vivo, la rompía el corazón.

—Claro que si Edén, ¿A dónde os vais?

—Nos vamos de viaje, para celebrar el fin de nuestros estudios.

Todos sonrieron falsamente mientras señalaban las mochilas.

—¿Dónde os vais? ¿A Italia? ¿Grecia? —la mujer parecía que no iba a terminar nunca.

—Es un programa donde no sabes cuál es tu destino, vamos a la aventura —comenzó a decir Edén, pero antes de que volviese a preguntar algo, Edén se adelantó—. Siento dejarla así, Señora Gordon, pero si no salimos ya, vamos a perder el vuelo.

—Claro, siento haberte entretenido, espero que os lo paséis bien —añadió.

Edén se despidió de ella y comenzó a caminar, los demás le hicieron un gesto de despedida y siguieron a Edén, la cual caminaba a paso rápido.

—¿Todo el mundo es tan pesado? —preguntó Kain.

—No ha sido pesada, ha sido amable —respondió Yara.

Ambos se miraron fijamente. Dante alcanzó a Edén, la cual iba la primera, mientras Kain y Yara hablaban al fondo. Derek no decía ni una sola palabra.

—Necesito comprarme un móvil para hacer llamadas únicamente —aseguró mientras la miraba fijamente.

—Podrías haberlo dicho antes, mientras nosotros estábamos en mi casa, podrías haberlo ido a comprar.

—¿Me ves con cara de saber comprarlo? —preguntó levantando una ceja.

Edén se dio una palmada mentalmente y se dirigió a la primera tienda de electrónica que encontró. Compró un móvil por 28'99 $, fue el más barato que encontró. Podía hacer llamadas, enviar mensajes y hasta tenía cámara y linterna. También compró una tarjeta de prepago, la cual cargó con 20 $. Le dio el teléfono móvil a Dante, este sacó un papelito de su chaqueta y lo marcó. Antes de comenzar a hablar, se separó del grupo para poder hacerlo tranquilamente.

—Sí, soy yo —habló el muchacho en voz baja una vez se hubo separado lo suficiente de los demás—. Vale, vale, entiendo. Sí, ella no sospecha nada—Profirió esas palabras mientras miraba a la rubia, que estaba hablando con Derek—. Tranquilo, lo conseguiré, confía en mí.

Yara y Kain parecían estar llevándose bien. Edén observaba cómo se reían. Derek se acercó a ella y se quedó allí sin decir nada.

—¿Qué tal estás? —preguntó ella rompiendo aquel silencio.

—Estaré mejor —afirmó observando que ya había amanecido.

Ella sonrió levemente mirándole fijamente.

—Estás segura de esto, ¿no? —preguntó el muchacho mirándola.

—Derek, si no quieres estar aquí, puedes marcharte cuando quieras. —aseguró Edén con el semblante serio.

De todos los que estaban ahí, del que menos se esperaba tantas dudas era de él.

—Quiero estar contigo, pero no quiero ir a una misión suicida —afirmó.

—No vamos a ir contra el señor del tiempo, por el momento estamos siguiendo a Dante.

—¿Te fías del nocturno? —Derek miró a Dante, el cual seguía hablando por teléfono.

—Sí —concluyó seria.

Dante colgó el teléfono y se dirigió hacia ellos rápidamente.

—¿Sabes dónde está la estación de Salorna? —preguntó acercándose a ella.

Ella le miró sorprendida —¿Te han dicho si es una estación de metro? —preguntó ella.

Este asintió, pero ella se encogió de hombros. Yara y Kain se unieron al grupo.

—Vamos al metro más cercano y vemos el mapa. —afirmó Edén mientras se dirigía a la estación más cercana mientras los demás la seguían desde detrás.

Kain y Yara siguieron hablando de cosas que Edén no lograba entender, pues estaba algo alejada. Por su parte, Derek y Dante comenzaron a conversar. Pasaron cinco minutos caminando y ella llegó a la estación de metro más cercana. Bajó las escaleras y los muchachos la siguieron de cerca, esta vez el grupo se encontraba más unido. Edén se acercó al mapa de las líneas y comenzó a observarlo para detectar la estación de Salorna. Cuando la encontró la señalo con el dedo índice y calculó la ruta más rápida para acceder allí.

—Vamos, ¿por qué tardáis tanto? —preguntó Yara a sus espaldas. Edén echó una última ojeada al mapa para recordar la ruta antes de mirar a la pelirroja.

Cuando la observó, se fijó en que ya estaba detrás de las maquinas por las que se pasaba el tique, los chicos pasaron por la puerta, que abrieron sin ningún pudor y entraron. A Edén no le dio tiempo para avisarles de que esa no era la entrada, pero tras las insistencias de ellos, miró a todas partes y se coló por la puerta y comenzó a caminar rápidamente hacia las escaleras mecánicas.

—Acabamos de entrar sin pagar —afirmó sonriendo mientras miraba a los chicos.

—¿Esto se paga? —preguntó la pelirroja mientras miraba a todas partes—. ¿Por qué?


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