Cajas, cajitas y ventanas

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—Michimeow. ¿Tu crees que con tus manos en mis caderas terminaremos a tiempo?

—Seguro que sí, si no pues ya sabes, un poco de deditos por aquí y otro poquito de deditos por allá y todo resuelto, seksa.

—Ññño. Quiero hacer esto al estilo humano, decorar nuestro hogar con nuestras propias manitas y deja de subirme el kilt, por favor.

La joven pareja había comprado una bonita casa de dos pisos en un barrio residencia a las afueras de la ciudad, ellos habían hecho una búsqueda a conciencia sobre cual sería su nuevo lugar de residencia. Eran muchos los puntos en su lista de comodidades para su nueva vida.


Cuando comenzaron a hacer su vida como supuestos terrícolas lo primero que notaron era que todo el mundo los observaba. Algunas miradas eran de curiosidad, otras de admiración pero también notaron las de desapruebo... Tardaron poco tiempo en entender que era lo que ocurría con ellos. No, no era nada malo, ni nada estrafalario o prohibido y aunque en Corea del Sur la homosexualidad ya era algo de cada día, aún la sociedad le costaba encajar ciertas situaciones. 

Si ya de por si, ver muestras de afectos en una pareja heterosexual era chocante para ellos, ya ni digamos una pareja formada por dos personas del mismo sexo.

Jimin y Yoongi entendieron el por qué de las miraditas, aún así no entendían qué tenía de malo que las personas demostraran su afecto de forma física sin pasar por unos sátiros, claro está; pero a ellos les gustaba ir de la mano, darse besitos y decirse palabritas lindas uno al otro sin importar si alguien los viera u oyera.
Por tanto ese fue uno de los puntos a revisar: buscar un lugar para vivir donde puedan ser libres de amarse sin presiones de ningún tipo.

Y lo encontraron.

Ni bien ver el barrio notaron la mayoría de parejas homo, que hacían sus vidas tan familiares como las de cualquiera, gente yendo a sus trabajos, gente limpiando los jardines frontales, gente haciendo deporte, gente siendo lo que son, familias normales pese a quien le pese.

Y cuando vieron la casa... supieron lo que era enamorarse de algo que a simple vista no tenía vista, pero ellos se encargarían de dársela.
La planta de abajo los recibía un amplio vestíbulo tanto a su derecha como izquierda se encontraban dos pequeños baños para las visitas y el servicio, más tarde averiguarían qué era el servicio, ya que no sólo contaba con un baño propio, si no que también una habitación junto a él,  las ventanas daban a la entrada donde había espacio hasta para aparcar dos coches, incluso el tal servicio contaba hasta con un patio.
Las escaleras del final pasaban por una puerta que les indicaron ser la lavandería, entraban una lavadora y una secadora con una estantería, la pequeña habitación era una ala de la cocina, grande, amplia, luminosa con ventanales que daban a un jardín arbolado. 
Ambos se imaginaban ya aprendiendo a cocinar, guerra de comidas, música de acompañamientos, desayunos, almuerzos, cenas y algún te nocturno o una rica taza de chocolate.
La cocina comunicaba con una comedor que podía albergar una gran mesa para varios comensales, una sola ventana casi tan grande como la pared entera que daba paso y salida  a un pequeño porche  además de espacio para algún que otro mueble, la pareja se miraron entre ellas cuando la chica de la inmobiliaria les daba consejos del orden de los muebles, algo que ellos agradecían al no tener mucha idea de nada, se sonrieron pesando en que quizás en poco podrían conocer gente, hacer amistades y hacer ricas y alegres cenas los viernes o almuerzos los domingos.
Del comedor podían pasar a una sala de estar, de igual manera mientras la trabajadora les comentaba el enorme sofá que cabía allí, con una tele de 72 pulgadas y ser el centro de reuniones.
Las puertas ventanas daban a un pequeño jardín que lo acompañaba el porche, se alegraron muchísimo cuando les dieron la idea de poner en un rincón una barbacoa, una pequeña cocina y una mesa con sillas. Jimin aplaudió dando pequeños saltitos siendo abrazado por detrás por su pareja mientras le dejaba un besito en la mejilla.


La escalera que los llevó a la parte de arriba la acompañaba una pared de blanco impoluto donde la joven pareja proyectaba con su imaginación las decenas de fotografías de lo que sería su propia familia de aquí en adelante.

Los recibía un entrepiso donde les comentó la muchacha que podía convertirse en un estudio de trabajo, muy luminoso. este comunicaba directo a la habitación principal, que constaba con su propio baño completo, vestidor y hasta una grandísima terraza. La habitación los maravilló, muy amplia, con el precioso ventanal que ocupaba casi todo el ancho de una pared, no sólo era la vista de una cómoda terraza si no unas preciosas vistas de las montañas en la plenitud primavera. 
Quizás para su guía, sus vecinos, el resto de los ciudadanos, era tan solo una vista más, preciosa sí, pero algo que dan por sentado que ahí estaría.
Para Jimin y Yoongi era el cuadro más hermoso que podían apreciar sus nuevas miradas, todo, cada paso, cada día, cada persona, cada ser...eran algo maravilloso de conocer y apreciar. Ellos habían elegido habitar este planeta, sus almas no se habían equivocado, aquí serías muy felices.

Escaleras más arriba, unas pocas, los recibía un pequeño armario y un baño también de pequeño tamaño, estos eran lo que recibían a una sala de estar de menor tamaño que la de abajo, pero con dos ventanales que le daba amplitud.
Dos dormitorios completaban la planta de arriba y la casa.

La casa era la primera piedra en la vida de esta original pareja...si no díganle a la muchacha que les mostraba la casa, porque no podía dejar de observar a la pareja y su outfit tan...muy....un poco...sobre todo a Jimin que...


—¡Oh! ¿Le gusta?— preguntó tomando con su mano la prenda para destacarla.

—Ahm...sí, sí, es una falta azul cuadrillé muy...bonita.

—¡No es una falda, tonta! ¡Es un kilt!— sonrió casi con orgullo el pelifucsia.

—¡Oh! ¿Tienes familia irlandesa?

—¿Eing? No, mi famil-

—Sí, sí, el bisabuelo Park y su hermana se casaron con gente islandesa.—interrumpió Yoongi.

—Irlandesa.

—Eso.

Dejó de prestar atención cuando su angelito movió el kilt para lucirlo y él derretirse de verdadera ternura y puro amor.


—¡Mira, michimeow! ¡Ya tenemos la sala de estar organizada!— Jimin daba sus típicos saltitos que hacía su flequillo bailar de felicidad.

—Te ha quedo precioso, mochipío— Yoongi abrazó a su pareja por detrás mientras ambos admiraban como había quedado todo.

—Tu también hiciste mucho, bobito.

—Tu fuiste quien más hizo, yo sólo traje las cajas y saqué las cosas.

—Michimeow.

—Dime angelito.

—Deja de tocarme el paquete.



—Puedes dejar estar de chisme, mi vida— expresó un mandato dulce un hombre de unos 27 años sentado en su sillón favorito volcado hasta segundos atrás en la lectura de uno más de sus libros de una amplia colección que lucía en la biblioteca de dos paredes de la sala de estar— Jin, que te van a ver, apártate de la venta, por favor.

—Ya están dentro, los camiones de mudanza se marcharon hace rato, así que...ya podemos ir.

—¿A dónde?

—¿Cómo que a dónde? ¡Nam! ¡Despierta! — casi gritó Jin con ambas manos en sus caderas —¡Vamos a conocer a los nuevos vecinos!


Desde que habían puesto el cartel de vendido en la casa de enfrente, Jin había estado más que curioso, bueno era el presidente de la asociación vecinal, no lo culpen, era parte de su trabajo saber quienes se mudaban en su cómodo barrio.
Allí ellos vivía muy tranquilos, era su zona de confort, donde nadie los miraba ni los juzgaba en silencio o veces no tanto.
Había parejas heterosexuales, pero con mentalidad tan abierta como para ni distinguir entre una clase de pareja y otra, solo ver dos personas que se aman y decidieron formar una familia. 
Incluso algunos habían tenido la fortuna de poder adoptar en el extranjero...ellos no había tenido esa fortuna y por problemas familiares sabían que era algo que impediría cumplir su más añorado sueño.

Cuando vio a las dos personas que se mudarían llegar de la mano sonrió ampliamente y no, no porque era una pareja gay si no porque realmente le hizo gracia tan... ¿Peculiar? ¿Pintoresca? ...bueno rara pareja.

El de pelo negro y mechas rosas que nacían desde su nuca llevaba una camiseta verde oscura con unos pantalones de jean hasta las rodillas y tiradores, sí llevaba tiradores. ¡Tiradores! Además de unas medias blancas de algodón para culminar en unas zapatillas con muchos conflictos. Eso no era cordones, era una madeja de cuerda en un calzado de negro gastado, a Jin le pareció que había mas cuerda para atar que tela de zapato.
Este chico había pasado un brazo por la cintura de la cosita más cosita que había visto en su vida, y es que llamaba agritos ser abrazado, besado, alzado y tirado por los aires, además de comprarle todos los dulces que quiera para ver como movía esa boquita y esos mofletitos. Tenía el pelo fucsia unas botas de peluche que dios mío, le daba calor solo de verlo, eran blancas con unas cintas doradas, camiseta dorada pero de un tono más suave y lo que más le llamó la atención fue que llevaba una falda roja con unas leves líneas doradas también apenas visibles salvo por el ojo clínico del vecino chismo-, digo, del vecino preocupado.
Sus nuevos, raros, vecinos le habían dado buenas vibras.

Su marido lo observaba con una sonrisa mientras venía con una bandeja de té para ambos y unas galletas que Jin había preparado la tarde anterior.

—¿Qué te tiene tan curioso, mi vida?— depositó la bandeja en una mesilla de la pequeña sala de estar que daba al porche delantero.

—Tenemos nuevos vecinos, se ven...curiosos... pero se ven lindos juntos. — Se giró yendo hacia su sillón— me gustan, se los ve felices, creo que son una pareja reciente, resplandecen amor e ilusión.— se sentó tomando su taza lanzando un besito a modo de agradecimiento.

—Bueno, nosotros llevamos ya 9 años juntos y aún tengo la ilusión o quizás más de cuando me aceptaste y no quiero sonar engreído pero, veo como me miras y me encanta.

—Yo también te amo, Namu.—Bebió un poco— Delicioso, se me ha ocurrido que cuando se muden definitivamente les llevaré algo para presentarnos.

—Está bien, mi vida.

La pareja recién mudada se sorprendió cuando alguien llamó a su puerta, ya que hasta ahora no conocían más que a las personas que le habían vendido la casa y no esperaban una vista de ellos. Aún así con una gran sonrisa Jimin animó a Yoongi a abrir mientras él terminaba de colocar unas fotos que había decidido cambiar de lugar, habían sido las primeras fotos que se sacaron con sus nuevos cuerpos, en ella se veían juntos abrazados y muy sonrientes mientras Yoongi besaba la mejilla de su chico.

Al abrir se encontró con dos personas altas a su vista, sonrientes, bien peinados y con un rico algo en la mano de uno de ellos tapado con una tela. Los estudió unos segundos casi como intentando adivinar quienes eran y qué hacían allí.


—Hola, yo soy Kim Seok Jin y él es mi esposo, Kim Namjoon, vivimos en esa casa de allí— dijo señalando— venimos a darles la bienvenida.

—¡Oh! ¡Muchas gracias!— dijo el pelirrosa desde atrás llegando en aquel momento, pero pasen, pasen, gracias por venir.


Namjoon comprendió al verlos lo que Jin quiso decirle cuando los describió, peculiares, no quería juzgar pero sus vestimentas eran más que curiosas, pero ese detalle quedó atrás cuando fueron dirigidos a la sala de estar y en sí todo lo que veían a su paso. Namjoon pensó que tenían un sentido de la moda bastante especial que compaginaba con su estilo de decoración, tenía la sensación de haber viajado en el tiempo y entrado en una ensalada de décadas, mirase donde mirase encontraba muebles y objetos de los '60, '70 y principio de los '80. Tenía la impresión que eran originales y no copias.

Se sentaron en uno de los sofás blancos, Jin dejó su presente en la mesilla del centro descubriéndola.

—Me gusta mucho cocinar y quise traerles un pastel, espero que les guste el chocolate.

—Nunca hemos probado uno, pero se ve interesante, ¿se necesita algo para comerlo o lo tomamos con las manos?— preguntó Jimin con una amplia sonrisa, Yoongi miraba el postre pesando el por qué tenía la necesidad de pasar su dedo por este.

—Bueno, unos platitos y unas cucharas vendrían bien sí.—respondió Jin algo extrañado.

—¡Ah! ¡sí! ¡Tenemos de eso! ¿Verdad, michimeow? Voy a buscarlos, ya vengo, no se muevan, que lindo, nuestras primeras visitas, estoy tan feliz.

Salió dando unos saltitos seguido por la mirada de su novio que acompañaba una sonrisa.

—Ahm y bueno... Sr...— comenzó a hablar Namjoon, porque claro, no iba a llamarlo él michimeow.

—Yoongi, soy Min Yoongi, sí, ese soy yo, siempre fui Min Yoongi, tengo 28 años y no trabajo porque tengo un fideicomiso de mi padre el señor Min, que se murió, un día, hace un tiempo y me dejó un fideicomiso.  Mi novio es Park Jimin, ¿verdad que es un nombre hermoso? tampoco tiene familia, ninguno de los dos, se murieron todos, ni uno quedó. Llevamos cinco años juntos, el tiene 26 años, nos llevamos dos años, siete meses y cuatro días de diferencia nos conocimos volando, quiero decir en un avión, sí eso y él tiene ascendencia irlandesa.

Los Kim pestañearon en cascada intentando asimilar toda la información dada en menos de treinta segundos, fueron despertados de su estupor con el regreso de Jimin con una enorme bandeja donde traía cuatro platitos de postre, cucharas, tazas más platos, azucarero, una tetera y servilletas, Jin se dijo así mismo que Jimin, de 26 años y con ascendencia irlandesa tenía mucha fuerza en esos delgaditos brazos.
Cuando el mejor dejó la bandeja en la mesilla junto al pastel y comenzó a servir, el mayor se sintió como si estuviera jugando con su hermana nuevamente a tomar te por la gracia con la que el pequeño se movía. Definitivamente un día se lo iba a comer a besos.

—Yoongi ya nos ha informado sobre ustedes así que, pues él es Namjoon como les dijimos, profesor de la universidad del centro, el profesor más joven que hubo jamás en la universidad y yo soy médico, tengo una sala privada especialista en obstetricia y pediatría y llevamos 9 años juntos, desde el instituto, hace cuatro años nos mudamos aquí. ¡Ah! y yo tengo 29 y Namu 27....así ahora mismo por lo pronto no sabría decir exactamente cuando nos llevamos...y creo que no me he dejado nada.

—Lo has dicho todo, mi amor.

—¿Quieren ser nuestros amigos?— preguntó con gran entusiasmo, Jimin.

La pareja Kim se miró entre ellos.

Ok, sí, eran rarito, sí, se vestían raritos y sí su casa era rarita.


¡Pero que monos que eran!


—Claro qué seremos sus amigos, Jimin.— les sonrió Namjoon.

—¡Bienvenidos al barrio! — exclamó Jin.


Jimin saltó de felicidad en su lugar abrazando su chico que lo recibió con besitos.




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