CAPÍTULO 2

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Alex abría la puerta lentamente, pero cada pequeño movimiento que hacía, la puerta respondía lanzando un espantoso chirrido. Nuevamente abrió más la puerta, y cada vez más fuerte se escuchaba.
De golpe entró en su hogar, encontrando una sala de estar vacía y completamente en penumbras. Hasta que se encendió la luz, y su madre lo recibió con un rostro de enojo y preocupación.

—Estúpida puerta, solo haces ruido cuando te combiene. —Comentó intentando que la tensión en el lugar bajara, cosa que no logró.

—¡¿Tienes idea de qué hora es?! ¡Te llamé cientos de veces y... santo Dios ¿qué te ocurrió?! —exaltada se acercó y contempló su cara repleta de golpes.

—¡Auch! Duele —. Su madre no dejaba de tocar su rostro buscando heridas más graves. Rápidamente tomó un trapo de la mesa de la cocina y le colocó unos hielos, y sin más, lo pegó en su rostro.

—¿Qué te pasó? —inquirió alarmada.

—Nada... me-me caí.

—¿Te caiste? ¿Tú esperas que me crea eso? —respondió enojada y alarmada.

—Es mejor que decir que me arrolló un autobús —.Respondió en tono de burla, a lo cual su madre presionó la herida con los hielos.— ¡Ay, ya basta!—exclamó al sentir dolor—. Estoy bien, mamá, en serio, solo necesito descansar.

Su madre buscó que decir en respuesta, pero Alex se mostraba sorpresivamente indiferente ante sus heridas. Suspiró y asintió.

—Muy bien, ve a dormir, ¡pero mañana hablaremos de esto!

—Está bien —subió las escaleras, y al llegar a su habitación y ver su cama, cayó rendido ante el cansancio.

A la mañana siguente, Alex despertó de manera diferente, aquella paliza le había hecho dormir como un cadáver, ni siquiera recordó haber tenido alguna pesadilla, por lo cual despertó de muy buen ánimo. Inclusive el ver sus heridas, más que un mal recuerdo, le hacía sonreír.

Al igual que todos los días se bañó y vistió con rapidez, luego bajó a la cocina, encontrando sobre la mesa una pequeña nota.

Alex tuve que cubrir a Karen en su turno, preparé el desayuno, por favor no quemes la casa, nos vemos en la noche.
Att Mamá.

—Bueno, creo que tengo tiempo de hacer el ensayo para el señor Rob —. Se dijo a sí mismo con una sonrisa y se puso a trabajar. Esta vez el trayecto a la escuela fue más calmado, fue como si el antiguo Alex hubiese desaparecido para dejar paso a un nuevo y mucho más alegre versión de él.

Llegó a la escuela y tras dejar sus cosas en el casillero y llevarse más de alguna mirada de intriga al verlo tan golpeado, se fue a su salón, con una gran sonrisa, se sentó y esperó a que la clase comenzara.

—¿Qué pasa, princesa? —exclamó Milton a sus espaldas, y al ver su rostro se sorprendió bastante—. Mierda, Alex, ¿te sientes bien?

—Sí, ¿por qué lo preguntas? —respondió tranquilo. Milton apuntó a su rostro.

—Tu cara, está un poco hecha mierda, ¿te pasó algo?

—Solo me caí.

—Pues el golpe debió afectarte,
por lo regular eres ''soy Alex y estoy siempre triste'' —enunció con voz chistosa y hasta él se rió—. Pero hoy... te ves diferente, relajado.

—Creo... que me siento diferente, me siento... bien, supongo —se encogió en hombros.

—Pues deberías sentirte así más seguido, creo que tu sonrisa atrae miradas curiosas —mencionó a la par que analizaba si era por eso o por su cara llena de golpes.

—¿Qué? —respondió confundido.
Milton señaló en una esquina del salón, y ahí un grupo de chicas no dejaban de mirarlo y murmurar.
Después de la clase, regresó a dejar algunas cosas en su casillero, cuando contempló a Rebecca Bennet acercándose a él.
Abrió los ojos y con disimulo trató de guardar la calma.

—Hola, Alex —saludó aquella atractiva morena de cabellera castaña.

—Ho-hola, Rebecca —respondió él con un nervio que incluso parecería un niño.

—Becca, puedes decirme Becca —dijo nuevamente, sonrió.

—Oh, claro, Becca.

—Sabes planeaba hacer una fiesta esta semana y quería preguntarte ¿si te gustaría ir? —se encogió en hombros y sonrió de nueva cuenta.

Al percatarse de la situación, Milton se acercó lentamente a ellos dos y prestó atención, y al ver que lo invitó no pudo evitar saltar y festejar, obviamente en silencio.

—¿Una fiesta?

—Sí, todo mundo irá. —Milton comenzó a apuntarse frenéticamente.

—Puedo, ¿puedo llevar a Milton?

—¿Tu amigo? Claro, porque no —él alzo los braxis en victoria—. ¿Entonces te veo en la fiesta?

—S-seguro —respondió sin mostrar toda la emoción que sentía en aquellos instantes.

—Entonces nos vemos. Oh, se me olvidaba. —Tomó una pluma y en su brazo escribió su número telefónico.—. Yo te aviso dónde y cuándo empieza —sonrió y acabó por alejarse, y rápido Milton llegó y lo abrazó.

—¡Gracias, gracias, gracias!, ¡Eres el mejor amigo del mundo! Si pudiera te besaría, bueno ya estamos aquí —levantó los labios y Alex estalló en risas.

—¡Eres un idiota! —lo alejó mientras se reía sin parar.

—Muy bien, galán, yo me largo, ¿quieres que te espere?

—No, aún tengo que entregarle mi proyecto al señor Rob.

—Bueno, ¡nos vemos, galán! —. Se fue saltando mientras cantaba una canción.

Alex pasó casi una hora buscando a su profesor por toda la escuela, pero no lo encontraba, así que decidió irse pues comenzaba a anochecer. Caminó por el estacionamiento de la escuela con toda la intención de irse y fue cuando nuevamente todo se vino abajo.
Los tres asaltantes de la noche anterior lo estaban esperando.

—¡Mira, ahí está! —alertó uno, y rápido el de la nariz rota corrió hacia él.

Preso del miedo, Alex corrió como nunca de vuelta a la escuela, pero no logró evitar ser alcanzado por el asaltante.

—¡Ahora no está tu héroe para protegerte! —. Lo estrelló contra los casilleros y alzó su puño.

—Deja ir al niño, ahora. —dijo el señor Rob al ver todo a pocos metros desde el mismo pasillo.

—¡Mejor lárgate, hombre, si no quieres acabar lastimado! —advirtió otro de los pandilleros.

—¡Por favor señor, huya! —imploró Alex. Pero el maestro no hizo nada más que mirar a los asaltantes con un rostro lleno de indiferencia.

—¡Muy bien, amigo, te lo advertí! —. Se acercó precipitadamente hacia él con el puño en alto. Entonces, en una fracción de segundo el señor Rob lanzó su portafolio directo al rostro del asaltante, éste lo interceptó sin problema y fue entonces cuando el maestro de escuela lanzó una patada voladora directa al rostro de aquel sujeto, derribándolo en seguida. Todos se quedaron atónitos ante la escena, pero no se rindieron ahí, el otro sujeto intentó arremeter contra el profesor y como si se anticipara a los golpes, Robert esquivó todos. Después en el último intento por golpearlo, detuvo el puño del asaltante, volteó todo su brazo y acto seguido le propinó un golpe que le quebró la extremidad por completo.

El asaltante se arrodilló sujetando su brazo sin dejar de llorar, entonces el profesor lo acabó con un puñetazo. El último asaltante no dejaba de temblar y de mirar atónito, no sabía que hacer, y en un impulso, corrió con navaja en mano, y tras intentar cortar su rostro, Rob lo noqueó, golpeando su estómago, y derribándolo con un golpe de codo justo en la nuca.
Después de haber derrotado a los tres maleantes, tomó su portafolio, y con suma tranquilidad se acercó a Alex, se inclinó un poco pues éste ya estaba sobre el suelo.

—¿Qué no te había dicho que dejaras de hacer estupideces? —preguntó al adolecente, y después de verse un par de segundos, Alex se desmayó.— Genial, lo que faltaba.

—¡Papá!

—¡Alejáte! Alex!

—¡Papá!, ¡Papá!

Despertó abruptamente, pero esta vez no estaba en su habitación, estaba en un sofá completamente ajeno, perteneciente a una casa  desconocida. Se levantó asustado y fue cuando encontró a su profesor observándolo desde una silla.

—¿Así te despiertas cada día? Debe ser horrible para tu madre. — Comentó mirándolo mientras tomaba una taza de café.

—¿Tú? ¿Tú me salvaste? —se tocó la cabeza—. No puede ser, tú... ¡sí, tú le diste una paliza a esos tres sujetos!

El señor Rob le dio un trago a su bebida y después suspiró. Se levantó y miró a Alex.

—Muy bien, hora de irse.

—No, alto, ¿en verdad esperas que vuelva a casa y finja que nada de esto ocurrió?

—Sería preferible, sí —concedió. Alex negó rotundamente.

—La forma en que acabaste con ellos, ni-ni siquiera parpadeabas. ¿Qué clase de maestro es usted? O mejor dicho... ¿quién es usted?

La mirada del señor Rob se clavó profusamente en él.

—¿En verdad quieres saber?

—Sí —respondió, estando más seguro que nunca.

—Sígueme —dijo sin más, empezó a caminar por la casa. Alex se levantó de aquel sillón y observó ligeramente el lugar, encontrando sobre las paredes múltiples fotografías en las cuales aparecía él y una chica que conocía de la escuela.

—¿Pero qué...? ¿Zoey Derickson es tu hija? En verdad estás lleno de sorpresas —. Rob se detuvo sin decir nada, movió ligeramente una lámpara, y entonces, lo que parecía ser una pared común se movió mostrando una entrada secreta. Al abrirse completamente, se podían ver unas escaleras que conducían a algo un piso abajo, ambos bajaron las escaleras.

—¡No puede ser! —exclamó al ver el lugar.
Todo el sitio era un cuartel, había decenas de computadoras y máquinas sofisticadas. Había un gran arsenal de armas y dispositivos extraños que solo se podrían ver en una película, al igual que una amplia gama de planos y bocetos de de futuros instrumentos. Pero lo que más resaltaba en ese lugar, era un traje oscuro, que contenía un arco y una carcaj lleno de de flechas.— ¡Lo sabía! Después de verte pelear así solo podías ser una persona...

—Niño, te traje aquí por una razón, durante mucho tiempo he estado buscando... a alguien que estuviera cansado de todo el desorden que hay ahí afuera. Alguien que dejara de tener los brazos cruzados y se decidiera a pelear —pasó a mirarlo detenidamente—. Y creo que finalmente lo encontré

—¿Qué tratas de decir?

—Alex, durante un tiempo estuve buscando a la persona indicada, a alguien que me ayudara a combatir con la injusticia que cubre las calles —lo tomó firmemente del hombro—. Alex, quiero que tú te conviertas en un vigilante, alguien que ayude a las personas, un guardián, un... protector.

Se quedó pasamado, tantas cosas habían ocurrido en tan poco tiempo que no estaba del todo seguro si seguía dormido. No era así, todo eso estaba pasando en realidad. El señor Rob le entregó entonces un antifaz negro, él tembló.

—¿Qué dices?

—Yo... acepto, lo haré —lo miró con decisión. Rob mostró una pequeña sonrisa.

—Pero algo tienes que saber, al aceptar ser un protector, deberás dejar atrás todo, dejarás de ser un simple adolecente, pondrás tu vida en riesgo, pero para eso es la máscara, para proteger a los que amas, de ahora en adelante, habrá dos caras en la moneda, una llamada Alex, y la otra... bueno, ya pensarás en un buen nombre, después de haberte dicho esto, ¿deseas seguir?

—Por supuesto.

—Entonces, Alex, ¿cuándo quieres comenzar el entrenamiento?











_________________________________________

Si te gustó por favor deja un voto y un comentario.

En verdad te lo agradecería.
Y si te gustan mis historias por favor sígueme.

Gracias por leer.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro