part five!

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° :. ° . ✩ [ segundo acto • parte cinco! ]

❝I loved Celia, and I only shared my true self with Celia❞

— from The Seven Husbands
of Evelyn Hugo

SOUTH DAKOTA — 1986

Se estaban cumpliendo dos años desde que Ajak y Celia se mudaron juntas de Hawkins a Dakota del Sur. La casa no se parecía a ninguna en las que Celia hubiera vivido, tenía un aspecto más rudimentario, ubicada en medio de la nada, pero lo había bautizado con cariño como "su pequeño rinconcito del mundo", solo para ellas dos.

Ajak recordaba muy bien el día de su mudanza, con particular nostalgia ese día. Celia no había parado de llorar desde que empacó todo lo que había en su casa, pero siguió firme con la idea de irse, convencida de que ese lugar ya le había hecho demasiado daño.

Donó varias de las cosas de Will a la caridad, quedándose solo con una pequeña caja de aquellas cosas que tenían un valor sentimental muy grande. Fue a verlo en el cementerio cada día antes de irse, y fue una vez más junto a Ajak cuando estaban por salir del pueblo. Nunca le había gustado ir, pero al momento de despedirse se dio cuenta de cuanto extrañaría eso.

Igualmente, solía regresar con frecuencia para llevarle nuevas flores cuando salía temprano del trabajo.

Celia trabajaba en un Blockbuster que quedaba en el pueblo más cercano. Ajak había insistido con que no era necesario, la Eterna se había dedicado por completo a la agricultura y eso les generaba los ingresos necesarios, pero la humana que había pasado su vida trabajando simplemente no podía dejar aquella rutina. Lo bueno es que solía llevarle todas las películas de Kingo en cuanto las recibían.

Sus vidas habían cambiado increíblemente tras la mudanza, pero al mismo tiempo muchas cosas seguían iguales. Celia trabajaba, Ajak en ocasiones iba a visitarla y jugaban a ser solo amigas. La morena se quedaba en casa la mayoría del tiempo, trabajaba comercializando sus cosechas, y preparaba la cena para recibir a su querida humana.

Excepto ese día en particular, la castaña llegó más temprano de lo usual y le extrañó encontrar la casa vacía. Ajak no estaba en el huerto, con las gallinas, o en alguna de las habitaciones.

— ¡Ajak!, —comenzó a llamarla mientras recorría la casa.— ¡A, ya llegué!, —repitió.— ¿cariño?

La casa no era demasiado grande. La sala, cocina, tres cuartos de los cuales solo usaban uno, y un par de baños. No había mucho donde buscar, pero aun así la recorrió dos veces mientras la llamaba.

— ¿Ahora dónde se metió? —le preguntó al aire, con las manos en la cintura. Por supuesto no obtuvo respuesta, y si algo odiaba era el silencio.

Se sentó en el suelo del porche, sacó un cigarro y solo se quedó esperando por algunos minutos que apareciera, o que se le ocurriera dónde podía estar.

— ¿Ajak?

No sabía si era el resplandor del sol que no la dejaba ver bien y estaba imaginando cosas, o que de verdad la eterna venía montando a caballo en su dirección.

— Hola, amor. —saludó la morena, deteniendo el trote del caballo frente a la casa.— ¿Viste a mi nuevo amigo?

— Es difícil no verlo, cariño. —mencionó con algo de escepticismo.— ¿Notaste que aunque debes cuidar a los humanos, siempre eres más sociable con los animales? —cuestionó en broma mientras la eterna bajaba con agilidad hasta el suelo.

— Es que mi humana favorita eres tú. —respondió, acariciando su mejilla antes de besarla.— Aun no tiene nombre, pero eso no lo hace menos parte de la familia. —explicó, acariciando la cabeza del caballo negro.— Di hola.

— Hola, amiguito. —saludó la castaña, imitando el gesto de Ajak al acariciarlo, lo que el equino tomó bien.

— Se van a llevar muy bien, él es muy pacífico y cariñoso.

— Me recuerda a alguien. —mencionó con una sonrisa ladina, que hizo a la Eterna sonreír también.

— ¿Quieres dar un paseo? —ofreció en lugar de continuar el rumbo de la conversación.

— No estoy segura...

— ¿Dónde está mi Celia que se atreve a todo? —cuestionó tomándola de los hombros para transmitirle confianza.

— Nunca me he subido a un caballo, A. —admitió con una ligera mueca culpable.— Y él es como del doble de mi tamaño. —agregó por lo bajo, midiendo al caballo con su mano y luego a ella misma.

— Eres de mi estatura, vamos. —la alentó, y se acercó para mostrarle como subir.— Yo subiré primero.

Con la misma agilidad que había bajado, se volvió a subir. Por sus historias, Celia sabía que aquellos animales habían sido su transporte por siglos, por supuesto que estaba familiarizada y lo dominaba, así que eso no le quitaba la inseguridad a la humana.

— Ahora, toma mi mano, —indicó la Eterna, extendiéndole su mano.— pon tu pie allí, —señaló la montura.— y cuando yo te impulse desde aquí, sube y pasa la pierna al otro lado.

Más rápido de lo que pensó, Celia estuvo sobre el caballo, sentada detrás de Ajak, quien la felicitaba tal como a un niño que acababa de dar sus primeros pasos. No dejaba de ser una completa ternura en los momentos más inesperados.

En cuanto la Eterna tomó las riendas, Celia la rodeó con sus brazos y se aferró a ella más fuerte que nunca.

— ¡Ajak! —exclamó la castaña unos metros después, cuando la nombrada le señaló al caballo que aumentara la velocidad de su trote.

— Así se siente ir en un auto contigo al volante. —replicó con diversión, aunque la forma en la que volteaba a verla cada tanto delataba su preocupación.

— ¿Te estás vengando?

— Yo no creo en la venganza. —sentenció con su habitual serenidad, a veces a Celia le exasperaba lo calmada que podía ser.

— Siempre tan perfecta, ¿verdad? —le retó la humana, haciéndola reír.

— Solo un poco. —replicó, y la humana la abrazó más fuerte. Siempre fue perfecta para ella.— Ven.

Soltó una de sus manos de las riendas para tomar la de Celia y hacer que la castaña tomara las riendas ella misma.

— ¿Ves? Así estás mejor. —agregó, una vez estuvieron sus cuatro manos juntas tomando las riendas del caballo.

— ¿No quieres que te abrace? —cuestionó con un puchero Celia, colocando su cabeza sobre el hombro de la Eterna.

— Quisiera abrazarte toda mi vida, amor. —se giró ligeramente para verla a los ojos al mencionar esto.— Pero quiero que confíes en el caballo, y él en ti. Ahora, jala un poco y él se va a detener.

Celia asintió ante las indicaciones y lo hizo, insegura sobre que tanta fuerza debía usar, así que Ajak le tomó las manos y jaló también, hasta que el caballo comenzó a trotar más lento hasta pararse.

— Muy bien, amiguito. —lo felicitó la castaña, inclinándose un poco para acariciar al caballo.

— Ce, ¿estás bien? —intervino la Eterna de pronto, con el ceño fruncido.— Siento tu corazón a punto de salirse de tu pecho.

— Solo me cansé un poco. —le restó importancia, separando su pecho de la espalda de la morena.

— El que corre es el caballo, no tú. Ven aquí, debo verte mejor. —pidió mientras se bajaba, para luego bajar a la humana.

— Estoy bien. —aseguró, pero en cuanto sus pies tocaron el suelo perdió el equilibrio, por lo que Ajak tuvo que sujetarla.

— No, no lo estás. No es la primera vez que te falta el aire y te cansas rápido. —la acusó, mientras la ayudaba a caminar hasta un lugar donde pudiera sentarse.— Necesito que alguien me diga que te pasa.

Cada vez que bajaba y subía las escaleras hacia el sótano la encontraba sin aliento, también cuando cargaba las cestas de la cosecha hasta la casa, y ahora se había agitado por el movimiento del caballo. Siempre que esto pasaba su corazón se aceleraba por la respiración irregular, y terminaba en el suelo intentando recomponerse.

— Nada está mal conmigo. Solo es vejez, cariño. —insistió, dándole una sonrisa forzada.

— Entonces voy a tener que cuidarte mejor. —replicó la Eterna, parándose detrás de ella para recogerle el cabello en una coleta.— Quiero que un médico te revise.

— No quiero sonar como una niña, pero realmente odio los hospitales. Me traen malos recuerdos de cuando Will enfermó.

— Voy a estar contigo en cada momento, ¿está bien? —Ajak se sentó a su lado y la tomó de la mano.

— Lo pensaré. Ahora, ¿podemos solo ver el atardecer? —pidió, recostando su cabeza en el hombro de la morena.

— Podemos hacer todo lo que quieras, amor. —dijo antes de darle un beso en la frente.— Voy a cuidarte.

Esa era la nueva promesa que se esforzaría toda su vida por cumplir.

🔹️  🌟  🔹️

— ¿Crees que sospeche algo? —preguntó Celia en un susurro, señalando a ambas, indicando que se refería a su relación.

— No te preocupes. —aseguró la morena, tomándole la mano por unos segundos bajo el escritorio.

No podía decir que la doctora no había notado nada raro en que la acompañante de Celia fuera su presunta mejor amiga y en su insistencia para que la dejara pasar con ella, pero le preocupaba más lo mucho que estaba tardando en regresar tras terminar de examinarla.

— Bien, señora Heathers. —la doctora volvió a entrar y tomó asiento frente a ambas.— Le indicaré algunas pruebas que debe realizarse para llegar a un diagnóstico concreto, pero por el momento lamento decirle que no tengo buenas noticias para usted.

Celia había soltado la mano de Ajak en cuanto la tercera mujer apareció, pero sin importar esto, la morena volvió a tomarla tras la última frase. Ambas necesitaban apoyo en ese momento.

— ¿Qué ha notado hasta ahora, doctora? —fue la Eterna quien se atrevió a preguntar.

— Tiene daños graves en los pulmones, —soltó, encendiendo la lámpara que les permitiría ver la radiografía.— no puedo ponerle un nombre hasta no haber hecho más estudios, pero es algo que debe tratarse lo más pronto posible.

Silencio. Celia nunca se quedaba callada, pero solo había silencio.

— Mi hijo murió por una enfermedad respiratoria. —admitió la castaña, sin apartar su vista de la radiografía.

Ajak tragó grueso. Aquella frase había salido de sus labios sin ningún tipo de emoción. Jamás la había escuchado decir la palabra muerte, siempre hablaba de pérdida. Ella seguía sintiéndose perdida sin él.

— ¿Qué tipo de enfermedad? —interrogó la doctora, sacando de nuevo el expediente que había escrito para Celia.

— Tenía una obstrucción crónica en los pulmones.

— Es una enfermedad hereditaria. Esto le da un giro a su historia.

— ¿Qué escribe? —cuestionó con algo de confusión, pero también enojo.

— Debemos realizar un par de estudios más para descartar que se trate de la misma enfermedad. —explicó, mientras Ajak seguía muy callada, y la mente de Celia comenzaba a atormentarse.

— ¿Qué me está queriendo decir? —exigió saber, inclinándose sobre el escritorio con los brazos cruzados. Estaba llegando a su límite y sus pensamientos corrían a toda velocidad.

— Es algo hereditario, por lo que es probable que usted sea quien se la haya transmitido. —soltó la doctora sin ningún tipo de anestesia.

Y ese fue el punto de quiebre.

— No, yo no, —se negó, sentándose de golpe de nuevo.— siempre pensé que venía de la familia de su padre, él desapareció en cuanto le dije que enfermó y...

— Usted puede haber tenido la enfermedad desde antes, —la interrumpió.— pero no se había activado ya que tiene un sistema inmune más fuerte. Lo que más le ha afectado son los cigarros.

Por primera vez en varios minutos, Celia volteó hacia Ajak, quien le dio una sonrisa ligera, con la intención de proponerle que dejar de fumar sería un buen comienzo. Pero la humana se le adelantó poniéndose de pie entre murmullos.

— No puedo con esto.

La doctora vio con asombro a Ajak, sin saber exactamente que hacer, ambas se vieron por unos segundos, ahora ambas culpables del desastre que habían desatado.

— ¿Podría darme las recetas, por favor? —pidió la morena poniéndose de pie también.— Me encargaré de que se haga las pruebas. —aseguró, saliendo apresurada mientras verificaba los papeles también.— Que tenga buen día.

La Eterna salió del consultorio, encontrándose con los rostros perplejos de las personas en la sala de espera. Explicó que ya el siguiente paciente podía pasar y fue tras Celia que estaba saliendo del hospital, empujando la puerta con desesperación.

— Celia, —la llamó por lo bajo, intentando evitar hacer una escena.— Celia, por favor, escúchame. —pidió, una vez se detuvo junto al auto y logró alcanzarla.— Por un momento no escuches a tu cabeza, escucha mi voz.

— No, te diré lo que no deja de repetirse en mi cabeza para que entiendas porque tiene razón. —sentenció y Ajak supo que no habría manera de calmarla pronto.— Will murió por mi culpa, siempre lo fue porque no lo traté a tiempo, —explicó, siendo la primera vez en 5 años que decía que era lo que había pasado.— ahora resulta que yo también le dí esa enfermedad, así que lo mínimo que me merezco es morir como él.

— No. —la detuvo la morena.— No voy a dejar que eso pase.

Ajak había sido creada para ser guiada por un destino, su instinto siempre era buscar un objetivo, mientras Celia en cada desilusión iba perdiendo la poca fe que tenía en que algo bueno ocurriría, en su lugar, creía que todo era un efecto de todos sus errores, por eso se lo merecía.

Pero si había algo en lo que ambas creían era en la verdad, hasta que las verdades de la nueva vida de Ajak se volvieron más difíciles de manejar que los secretos que una vez tanto le molestaron.

...

Nuevo capítulo, nueva temporada y un nuevo trailer en el apartado "side b" 👀 para que se hagan una idea de lo que se viene...

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