Capítulo LXXII

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No paro de dar vueltas en la cama, es la noche más larga de toda mi vida. No quiero llorar, aún no. Me prometí a mí misma y a ellos que sería fuerte.

Cojo el móvil y me pongo a jugar para distraerme un rato, a ver si con suerte me entra sueño, pero me pongo alerta al oír ruidos en el pasillo.

Abro la puerta y veo luz en las habitaciones de mis hermanos. Me acerco poco a poco y pego la oreja a la puerta, oigo cajones abriéndose y cerrándose y sonidos de cremalleras. Deben estar haciendo las maletas.

Doy media vuelta y camino lentamente a mi habitación, voy a cerrar la puerta pero oigo cómo se abre otra. Me asomo, es Sam, abre la puerta de la habitación de Tom y entra, pero no la cierra del todo.

Camino sigilosamente y me quedo en el pasillo, cerca de la puerta.

— ¿Crees que estará bien? — Pregunta Sam con la voz rota.

— Claro que sí, van a cuidar muy bien de ella.

— Se me hace tan duro, nunca nos hemos separado. Después de lo que pasó en su último instituto...

— Lo sé, Sam. Pero eso fue hace mucho tiempo, estaba en primero y quiso estudiar los dos años siguientes de manera online, pero este año quería ir a clase, volver a ser una chica normal.

— Ha crecido mucho, pero para mí siempre será nuestra hermanita.

— No te preocupes, estará bien — se le quiebra la voz. — Sam, tenemos que ser fuertes por ella. Lo está pasando muy mal con esto y no ha mostrado ninguna debilidad estos días, nosotros tenemos que hacer lo mismo. Tenemos que ser fuertes por ella, si nos ve llorando...

— La romperemos, lo sé. Mañana va a ser un día muy duro.

Ambos se callan, me asomo y veo por el hueco de la puerta que se están abrazando. Sé que están llorando, por mucho que intenten aguantar, en el silencio de la noche oigo sus sollozos.

Esto me está matando, vuelvo a mi habitación y lloro. Saco todo lo que guardo dentro de mí, me cobijo bajo la manta y lloro hasta que amanece.


Es temprano pero oigo ruido en la cocina. Mis hermanos deben haberse levantado ya, puedo quedarme aquí, mirando al techo todo el día o levantarme y darles todo mi cariño. Opto por la segunda opción. Voy al baño, me lavo la cara con agua fría y me echo un poco de maquillaje para tapar mis ojeras. Pongo mi mejor sonrisa y bajo a desayunar.

— Buenos días preciosos — digo con la mejor energía que puedo.

— Buenos días preciosa.

— Hola hermanita.

Ambos están como yo, con una sonrisa que no llega a los ojos. Ojos que Sam tiene hinchados. No quiero pensar que ha estado llorando toda la noche.

Desayunamos tostadas con un café bien cargado y me ofrezco a lavar los platos y las tazas.

— Deberíamos limpiar un poco antes de marcharnos. Para dejar la casa un poco decente — dice Tom con pocas ganas.

— Está limpia, aunque si queréis lo podemos hacer.

Con desgana, cogen el cepillo y la fregona y empiezan a limpiar.

Es mi último día con ellos en un tiempo y no quiero que sea así de triste, así que cojo el CD de Linkin Park que tanto les gusta y lo pongo a todo volumen.

Empiezo a cantar y ellos me imitan, cantamos a pleno pulmón con la fregona como micrófono y pasamos un buen rato.

Al terminar, Tom se mete a la ducha y Sam termina de recoger los documentos que necesitan. Yo aprovecho y salgo al coche, quiero llevarles al aeropuerto pero antes debo comprobar si puedo conducir. Me monto en mi coche y piso los pedales, me molesta un poco pero puedo.

Cuando vuelvo a entrar en casa, Tom ya ha salido y ahora está Sam en la ducha. Después, entro yo.

Juntos preparamos la comida, filetes de pollo empanados. Nos gusta cocinar juntos, yo mojo los filetes con el huevo, Sam los reboza en pan rallado y Tom los fríe.

Hemos limpiado en vano, porque acaba todo lleno de pan rallado, no porque Sam manche mucho, sino porque jugamos con el pan rallado que ha sobrado.

Cogemos nuestros platos y vamos al salón, ponemos la televisión y hacemos un poco de zapping, comentando los programas y series de televisión que aparecen.

Cuando termino de lavar los platos, me apoyo en la encimera y respiro hondo. Debo coger fuerzas.

Subo a la planta de arriba y voy al despacho. Tom está muy pensativo y me acerco a él.

— ¿Necesitas ayuda?

— Claro, sólo me quedan por guardar unas cosas.

Cogemos los papeles de la mesa y juntos los guardamos de manera ordenada en su maletín.

— Estaré bien — le digo cuando terminamos.

— Ya lo sé — me da un abrazo y me besa la cabeza.

Me apoyo en su pecho e inhalo su aroma.

— Es una tontería, pero, ¿me dejáis una camiseta cada uno?

Tom se ríe. — No es ninguna tontería, claro que sí, elige la que quieras.

Juntos vamos a su habitación y me da una de sus camisetas del pijama, la acerco a mi nariz y huele a él. Perfecto.

Salgo y voy a la habitación de Sam.

— ¿Me das una de tus camisetas?

Me mira un poco raro pero abre su armario y me deja escoger. Cojo otra de su pijama, la huelo y tiene su olor.

Ante ese gesto, Sam se acerca, me da un abrazo y yo hago lo mismo que con Tom. Apoyo la cabeza en su pecho e inhalo su aroma. No quiero olvidarlo nunca.

Me visto y bajo las escaleras, ya están abajo con las maletas preparadas.

— Quiero llevaros al aeropuerto.

— Está bien. Deberíamos irnos ya, son las 16h.

Su vuelo sale a las 19.30h y el aeropuerto más cercano está en Seattle, a casi dos horas de camino. Tenemos suerte y, como es día festivo, apenas hay tráfico. Llegamos al aeropuerto a las 17.40h.

Facturan las maletas y vamos al arco de metales, pero no se ponen en la cola.

Nos miramos y cuando las lágrimas amenazan con aparecer, me lanzo a sus brazos y nos fundimos en un abrazo como si fuésemos uno solo.

Aguanta Luna, aún no, aguanta por ellos.

— Volveremos antes de que te des cuenta — dice Tom.

— Hablaremos todos los días. Llámanos o escríbenos si pasa algo o si necesitas hablar, da igual la hora. ¿De acuerdo? — Dice Sam muy serio.

— De acuerdo. Estoy muy orgullosa de vosotros. Os deseo mucha suerte.

— Nosotros sí que estamos orgullosos de ti.

Volvemos a abrazarnos, nos damos unos besos y pasan por el arco.

Caminan lentamente hacia su sala de embarque.

A mitad de camino se giran, me dicen adiós con la mano y yo alzo la mía. Les lanzo un beso y continúan caminando hasta que desaparecen.

Como un zombi camino hasta una de las salas de espera para ver despegar los aviones.

Despegan cada pocos minutos y así veo el tiempo pasar.

Sobre las 19h, recibo un mensaje de Sam, es una foto de sus asientos en Business. Después recibo otra foto de ellos dos ya sentados con el símbolo de la victoria dibujado con sus dedos. Me hace gracia y sonrío.

Tom

Despegamos en breve. Te queremos, preciosa.

Luna

Aquí estaré para ver cómo os vais a cumplir vuestro sueño. Id y triunfad. Os quiero mucho a los dos.

Son los siguientes en despegar. No tardo en ver su avión recorriendo la pista. Va cogiendo velocidad y cuando despega, se me forma un nudo en el corazón que me oprime el pecho y me impide respirar.

Ahora sí me permito llorar mientras veo cómo se alejan hasta que sólo veo las luces del avión, parpadeando en el cielo oscuro.

Se han ido.

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