Capítulo XX

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


— Tú también estás muy guapo — le respondo, en voz bajita, ya que estoy tan impactada que apenas me sale voz.

Él sonríe, me tiende el brazo, se lo agarro y juntos caminamos hacia el coche. Me abre la puerta, entro, él rodea el coche y se sienta en el asiento del conductor, arranca y nos perdemos en la oscuridad de la noche.

Le observo mientras conduce, está arrebatador y a mí va a darme un infarto de los nervios que tengo.

Tiene la radio del coche muy bajita, como si fuera música ambiente y me gusta.

Pasamos un rato en silencio hasta que ya no puedo más y le pregunto.

— ¿Dónde vamos?

— Ten paciencia, está un poco retirado del pueblo pero merece la pena.

— Vale, pero no tenías por qué tomarte tantas molestias.

— Sí, sí tengo que hacerlo. Me has ayudado mucho, gracias a ti estoy conservando mi puesto en el equipo. Este año no toleran ningún suspenso y yo, viendo mis notas del año pasado, estaba al límite.

— Es un placer ayudarte, he descubierto que me gusta enseñar.

— Y lo haces muy bien, además, estás muy guapa cuando estás concentrada leyendo. — ¿Qué? — Y te brillan los ojos mientras explicas, se nota que te apasiona la historia.

— Sí, es una de mis pasiones. Estoy pensando además en hacer un doble grado de paleontología y arqueología. Las civilizaciones y culturas antiguas me parecen increíbles y apasionantes.

— Suena muy bien, y muy lejano también. — Le miro sin entender — lejano en el sentido de que si estudiases eso, te irías a trabajar muy lejos.

— ¿Eso estaría mal?

— No, claro que no. Si te apasiona tu trabajo y es tu sueño debes hacerlo. Pero me daría mucha pena que te fueras.

Le miro atónita, no sé muy bien que responder.

— Quizá a mi también me de pena irme, al final le estoy cogiendo un poco de cariño a este pueblo — sonrío — aunque nuestros caminos iban a separarse de todas formas. — Me mira y levanta una ceja —. Por la universidad. Salvo que los dos estudiemos en la misma, nuestros caminos iban a separarse igualmente. Y también nos separamos de Alan, Katy y Justin.

— No lo había pensado.

Su expresión cambia. Estaba muy feliz y al mencionarle que quizá dejemos de vernos antes de lo previsto no le ha gustado. Pero es la verdad. Este pueblo no tiene universidad, tendríamos que ir a la universidad de la ciudad, a Seattle. Quizá sea una posibilidad pero aún no he mirado qué carreras y programas tienen. Primero quiero tenerlo claro y esforzarme en sacar buenas notas. Cuando sea la feria de universidades en el instituto me informaré bien de todo.

Intento romper el silencio incómodo que se ha instalado en el coche.

— Tus padres me caen muy bien, son un encanto.

— Te adoran, si pudieran te adoptaban, seguro. Están encantados de que pases tiempo con nosotros y también te están muy agradecidos por todo lo que haces por Katy y por mí.

— Tampoco hago nada especial. Sólo te ayudo con las clases.

— Eso es mucho, teniendo en cuenta lo duro que es el último año. Y tu amistad le ha hecho mucho bien a Katy, está más feliz y risueña desde que te conoce.

— ¿Seguro que es por mí y no por Alan?

— Ese tema no sé si tocarlo.

Vale pues no lo tocamos, así que me quedo callada y subo un poco el volumen de la radio.

Pocos minutos después aparcamos. Es un restaurante muy bonito y no hay mucha gente.

— Buenas noches, tenemos una reserva para dos a nombre de Derek Jones.

— Por aquí, por favor.

¿Ha reservado? Esto parece más serio de lo que es, seguro que sólo quiere ser amable y quedar bien.

La chica nos guía a través de un salón muy bonito, abre una cristalera y salimos a una terraza con vistas al mar. Está tan cerca que se oyen las olas y hasta puedo olerlo. Le miro impresionada.

— Esto es demasiado Derek, no tenías por qué hacerlo, de verdad.

Se acerca a mí, me acaricia un brazo y retira la silla para que me siente. — Te lo mereces Luna. — Me aprieta un hombro y arrima mi silla. Rodea la mesa y se acomoda enfrente mía. — Entonces, ¿te gusta este sitio? — Pregunta nervioso.

— Me encanta, es precioso. Muchas gracias.

— Deja de agradecérmelo Luna, te lo mereces todo. — Me dice mientras una camarera nos trae la carta.

— ¿Puedo tomar nota de sus bebidas? — Dice sonriendo.

— ¿Luna? — Pregunta Derek.

— Sí, por mi sí. Quiero una coca-cola, por favor.

— Lo mismo.

— Enseguida se lo traigo.

Me escondo tras la carta y oigo que se ríe en bajito. Estoy demasiado nerviosa y necesito tranquilizarme. Respiro hondo varias veces y me centro en estudiar la carta. Tiene de todo, carne, pasta, pescado, ensaladas.... Aunque los precios son un poco caros. Imagino que será por la ubicación.

— Creo que voy a pedirme los raviolis.

Miro la parte de pasta. Suena todo muy rico.

— Creo que yo también. — Digo, y bajo la carta para volver a mirarle a la cara.

La camarera vuelve con nuestras bebidas y Derek le pide la cena. Nos dice que enseguida estará lista y se retira con los menús.

— Oye Derek, ¿puedo hacerte una pregunta?

— Claro.

— ¿Tú tienes... algún problema con que Alan y tu hermana...?

Resopla. — A ver, problema lo que se dice problema, no. Alan es un buen tío, es mi mejor amigo, pero Katy es mi hermana pequeña, siempre será mi hermanita pequeña y verla crecer tan rápido y que de un día para otro se haya interesado en los chicos pues... No quiero que le hagan daño.

— Si Alan es un buen chico no tiene por qué hacerle daño, ¿no?

— Touché. De todas formas vaya ojo tiene. Con la cantidad de chicos que hay en el pueblo y tiene que interesarse justo por él.

— Mejor, ¿no?, ya le conoces. Además, siempre puedes amenazarle de muerte para evitar que le haga daño.

— Oye señorita, ¿tienes que tener razón en todo? — Dice riendo.

— Normalmente sí, lo siento, es una virtud. O más bien un defecto, depende desde qué lado se mire.

— Tú no tienes defectos.

Le miro y de nuevo no sé qué responder. Últimamente me deja sin palabras, sus halagos, sus cumplidos me tienen sorprendida. Sus ojos azules brillan bajo la luz de la luna, es guapísimo. Sé que estoy mirándole embobada pero no puedo retirar la mirada.

Menos mal que la camarera cumple su palabra y viene con la cena, antes de que me muera de vergüenza.

— Que aproveche — nos dice con una sonrisa.

— Muchas gracias — contestamos los dos a la vez.

No pierdo más tiempo y doy el primer bocado. Dios mío, nunca había probado unos raviolis tan buenos. Debo tener cara de placer porque le oigo susurrar «bien, acerté.»

Él también empieza a comer y piensa lo mismo que yo porque su expresión cambia.

Es un sitio tan relajante, apenas hay gente, estamos prácticamente solos en la terraza y sólo se oye el sonido de las olas.

Tardamos apenas unos minutos en terminar nuestros platos. La camarera, muy atenta, se acerca enseguida a retirarlos y nos pregunta si queremos la carta de postres.

— Por mí no, gracias, voy a reventar. Estaba todo buenísimo.

— Tráela, por favor.

La lleva en el delantal así que se la da y él la pone encima de la mesa, entre los dos.

— Luna, ¿te apetece algo para compartir?

— No es necesario de verdad.

— Mira, hay tarta de chocolate. Por favor, un trozo de tarta de chocolate con dos cucharillas.

— Marchando — dice la camarera y se va rápidamente. Vuelve al par de minutos. Pone el plato encima de la mesa y nos da una cucharilla a cada uno.

Derek coge la suya, parte un trocito y extiende la cuchara hacia mí.

— Toma, prueba. Tiene muy buena pinta.

Obediente tomo lo que me ofrece, la verdad es que está buenísima. Él sonríe satisfecho, parte otro trocito para él y se la come. Asiente con gusto. Yo cojo mi cucharilla y parto otro trozo.

— ¿Por qué no querías pedir postre? Está buenísimo.

— Porque en ese momento no me apetecía.

— ¿Y ahora?

— Bueno ahora sí. Está muy buena.

— Que nunca te de vergüenza pedir o comer lo que quieras. Es un gusto verte disfrutar.

Le sonrío en respuesta y continuamos comiendo. Al terminar, la camarera nos pregunta si queremos café o una copa y respondemos que no. Derek pide la cuenta.

Me siento un poco decepcionada, si pide la cuenta ya es porque se quiere ir. Se me ha hecho muy corta la noche.

La chica trae la cuenta, voy a cogerla cuando se adelanta y la esconde.

— Derek, por favor, déjame pagar mi parte.

— Ni hablar, te dije que te invitaba yo.

— He visto los precios — bajo la voz — es caro, por favor paguemos a medias.

— Lo siento, pero no. Yo te invité y yo pago. ¿Te ha gustado la cena? ¿Has cenado bien?

— Sí, estaba todo buenísimo pero...

— Eso es lo que me importa. Con tarjeta, por favor.

La camarera saca un datáfono, pasa la tarjeta, le da el recibo, nos da las gracias y nos desea una buena noche.

Vamos a salir del restaurante y voy camino del coche cuando me coge de la mano y me detiene.

— Aún es pronto, ¿te apetece dar un paseo?

— Claro. — Creo que mi sonrisa ahora es tan grande que se puede ver desde la otra punta del país.

Juntos caminamos alrededor del restaurante y le dejo dirigir la marcha. Nos dirigimos a la playa. Me paro en seco y él me mira.

— ¿Qué pasa? ¿No te apetece?

— Sí, sí me apetece, pero arena y estos zapatos no son compatibles. — Me desabrocho las tiras , cojo las sandalias en una mano y continúo caminando. — Mucho mejor.

Sonríe divertido y continuamos caminando.

— Me encanta la playa — le digo. — Hace unos años estuve con mis hermanos viviendo en Hawaii.

— ¿En serio?

— ¡Sí! Estuvieron haciendo un curso en la universidad que duró varios meses. Tengo muy buenos recuerdos, salíamos mucho en barco y hacíamos snorkel. Además aprendí a bucear.

— Allí hay muchos tiburones.

— Sí, nos hemos encontrado con algunos y dan bastante miedo. Pero cuando los delfines te siguen con el barco o se te acerca alguno cuando estás en alta mar buceando, es una sensación maravillosa.

— Aquí también se ven delfines y ballenas de vez en cuando. Podríamos ir algún día a buscarlas.

— Suena genial.

Es un plan perfecto, y seguro que lo hará, pero no conmigo. Mi ánimo decae de golpe y el calor que sentía hace un rato se ha convertido en frío, me da un escalofrío y tiemblo.

Derek se percata y me toca los brazos. — Estás helada, toma, ponte mi chaqueta. — Se la quita y me la pone sobre los hombros.

Quiero vivir todas esas aventuras con él, pero sé que no es para mí. No puede ser. Ha sido una noche bonita pero en eso se va a quedar.

Estoy divagando cuando le veo delante mía, es muy alto y me mira fijamente, le devuelvo la mirada.

— Tienes unos ojos preciosos — dice, y me acaricia la mejilla.

Bajo la mirada y pasa sus dedos por mi barbilla para levantarme la cabeza.

— Nunca bajes la mirada, nunca te avergüences. Eres preciosa y debes creértelo.

Coloca un mechón de pelo detrás de mi oreja y me atrae hacia él.

— Derek no... No podemos.

— Sí podemos...

— Derek...

— No la quiero.

Se acerca él y me besa. Primero suave, junta sus labios con los míos, los separa un momento y los vuelve a juntar. Yo le devuelvo el beso y con su lengua pide permiso para entrar y yo, ansiosa por tener más de él, le doy acceso.

Pasa su brazo por mi espalda y con la otra mano me sujeta la cabeza, yo le paso mis brazos por su espalda y le acaricio. Es perfecto.

Su beso es suave, profundo y enciende cosas en mí que nunca antes había sentido. Ahora tengo mucho calor y no quiero parar. Sabe a chocolate y huele de maravilla. Nunca olvidaré ese olor, el olor de Derek.

Desearía quedarme aquí para siempre, con él. Ojalá el tiempo se parara y me dejara disfrutar siempre de este momento.

Pero lo bueno siempre termina. Nos separamos cuando oímos un trueno.

Me mira, está sonriendo.

— Ven, volvamos al coche.

Me coge de la mano, me guía fuera de la playa y al salir vuelvo a ponerme las sandalias.

Nos montamos en el coche y ponemos rumbo a casa.

No puedo creerme lo que acaba de pasar. Ha sido maravilloso. Espera, ¿ha dicho que no la quiere? Entonces la conversación del otro día, ¿lo han dejado?

Tengo muchas preguntas pero creo que ahora no es el momento, no quiero estropearlo.

Estamos en silencio pero es un silencio agradable, un silencio que por sí sólo lo dice todo.

Sé que me mira de reojo así que giro la cabeza y le miro.

Me sonríe, pone su mano en mi muslo, me lo aprieta y yo le acaricio su mano.

Estamos así hasta que llegamos a mi casa.

Aún no ha empezado a llover pero no creo que tarde mucho.

Bajamos del coche y me acompaña a la puerta.

— ¿Seguro que no quieres dormir en mi casa?

— Seguro. Creo que hoy es mejor que duerma aquí. Además es bueno que vean luz y movimiento de vez en cuando.

— Puedo quedarme contigo, si quieres. — Sonríe de manera pícara.

— Creo que no es una buena idea — Le digo sonriendo yo también.

Está acariciando mi mejilla cuando vuelve a hablar.

— ¿Por qué no merecía tu beso? — Le miro sin entender — En la fiesta, ¿por qué no lo merecía?

— Porque eras un capullo.

Se ríe. — ¿Y ahora?

— Un poco menos capullo.

Se ríe a carcajadas.

— No te rías, es la verdad. Además has hecho trampa, me has besado tú. — Me río mientras le señalo con el dedo.

— Tienes razón, soy un tramposo y te advierto que voy a hacer trampa otra vez. — Se acerca y vuelve a besarme. No he besado a muchos chicos pero sí reconozco que él es el mejor. Lo suave y despacio que va hace que me encienda entera, me aprieta más contra él y yo creo que voy a morir incendiada.

Cuando se separa, junta su frente con la mía, se muerde el labio inferior y acaricia el mío con su dedo.

Me da un beso en la frente y se despide.

Entro en casa, cierro con llave y me asomo a la ventana. Me dice adiós con la mano, se monta en el coche y se va.

Y yo no sé si reír, llorar, saltar, así que hago lo que el cuerpo me pide, gritar. Grito como si no hubiera un mañana y río como una loca.

Me quito las sandalias y corro escaleras arriba, me miro en el espejo del baño y veo que estoy roja como un tomate, pero me da igual.

Me doy cuenta de que no he mirado el móvil en toda la noche, Derek no ha recibido ninguna llamada así que intuyo que Katy está bien. No tengo noticias suyas, mañana cuando me levante la llamo.

Me quito el maquillaje, me pongo el pijama y me tumbo en la cama. Estoy pletórica, emocionada y me duele la cara de tanto sonreír.

Oigo que empieza a llover, cierro los ojos y disfruto como nunca de oír el agua. Vuelvo a estar en la playa, en brazos de Derek y aún recuerdo su sabor.

Tengo un problema, y uno muy gordo. Me he enamorado de él.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro