Capítulo XXV

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Me lavo los dientes, me pongo el pijama y me meto en la cama. Estoy a oscuras bajo la sábana cuando llaman a la puerta.

— Preciosa, tienes visita.

— Que se vaya, me encuentro mal. — Digo sin salir de debajo de la sábana.

— Insiste en verte.

Asomo la cabeza y le veo parado en el marco de la puerta.

— Vale, ya bajo.

Me levanto de la cama y bajo las escaleras tras Tom. Me quedo petrificada en el último escalón. Es Derek.

— Os dejo solos — dice Tom y me guiña un ojo antes de desaparecer en su estudio.

Le hago una señal para que me siga escaleras arriba y entramos en mi habitación, enciendo la lámpara del escritorio y  le miro.

— ¿Qué haces aquí?

— Disculparme por el numerito de antes. Y también quería ver cómo estabas.

— No tienes que disculparte Derek, es tu novia y es normal que esté celosa y enfadada.

— No lo es. Realmente nunca lo fue, y ahora menos. Lo que dije antes es verdad, no quiero volver a saber nada de ella.

— Ella parece que no lo ve así.

— Se lo he dejado claro.

Le miro fijamente. Obviamente le creo, yo estaba delante cuando se lo dijo y la cara de Mary era demasiado clara para ser un numerito. Eso no quiere decir que ella no siga insistiendo, no es una persona de las que se da por vencido y yo lo último que quiero son problemas.

Joder, quiero estar con Derek, pero mientras ella esté por medio, esto no saldrá bien.

— ¿Tú estás bien?

— ¿Por qué iba a estar mal?

— Eres muy expresiva, ¿sabes?

Me cruzo de brazos, levanto una ceja y me miro.

Él acorta la distancia que nos separa y se pone enfrente mía.

— Cuando te fuiste tenías mala cara y ahora te he oído decirle a tu hermano que te encuentras mal.

— Me ha bajado la regla. — Le digo sin más. Es el motivo principal aunque hay otros, o más bien otra.

— ¿Qué te duele?

— ¿Por qué quieres saberlo?

— Dímelo.

— La cabeza y la tripa.

— Ven aquí.

Me coge de la mano, se sienta en la cama con la espalda apoyada en la pared y me dice que me siente entre sus piernas.

— Recuéstate sobre mí.

¿Qué? Empieza a temblarme todo el cuerpo, no sé si de nervios, excitación...

Sus ojos azules están clavados en mí y no soy capaz de reaccionar.

— Confía en mí.

Esas tres palabras, dichas de esa forma, tan... bajito, de manera tan seductora, pueden conmigo. Me siento entre sus piernas y me recuesto sobre su torso.

Se acomoda debajo mía y con sus grandes manos empieza a masajearme la sien y yo me pongo rígida.

Sólo es un masaje, ¿por qué me pongo tan rígida? Piensa Luna... quizá... porque... ¿no estás acostumbrada al contacto humano? Suena mal, lo sé. Pero después de la experiencia que tuve... no quise que nadie me volviera a tocar. 

Esta vez es diferente. Derek es diferente.

— Relájate, estás muy tensa. — ¡Cómo no voy a estarlo! Estoy, literalmente, encima suya.

Respira Luna, respira profundamente.

— Cierra los ojos. — Me susurra bajito al oído.

Le hago caso, cierro los ojos y me centro en sus habilidosos dedos masajeando mi cabeza. Al poco rato empiezo a sentir alivio y noto mi cara totalmente relajada, al igual que mi cuerpo.

¡Qué manos tiene!

Noto que mi cuerpo cada vez va pesando menos y es porque cada vez me relajo más y más, y ya tengo todo mi peso apoyado sobre él. No parece quejarse, al contrario. Noto su respiración relajada debajo de mí.

Se ha ido completamente el dolor de cabeza.

— ¿Cómo estas? — Me pregunta.

— En la gloria — le contesto medio adormilada.

— Me alegro — aunque no pueda verle sé que está sonriendo — ahora voy con la tripa.

Pone una mano en mis lumbares y la otra en mi tripa y empieza a masajear.

Reconozco que lo hace muy bien y me alivia el dolor pero estoy un poco nerviosa ahora. Está en una zona... digamos que peligrosa.

Este momento de intimidad no me incomoda pero sí me parece raro.

Tengo que relajarme. Está aquí intentando ayudarme, intentando que me sienta mejor y yo lo estoy estropeando dándole vueltas a la cabeza.

Relájate y disfruta por una vez Luna.

Y eso hago, hasta que noto contacto directo con su piel. Ha metido sus manos bajo mi camiseta, una en mis espalda y la otra en el bajo vientre, la tiene justo al comienzo de mi pantalón. Noto su aliento en mi cuello y me tenso entera.

— Tranquila pequeña, yo nunca te haría daño. Confía en mí — susurra en mi oído y yo me derrito entera.

¿Cómo puedo estar tensa y derretirme a la vez? Así soy yo, una especie rara.

Sus manos están calientes y me alivia mucho la espalda y el bajo vientre, estoy muy a gusto, apoyo mi cabeza en la curvatura de su cuello y me dejo hacer.

— Así me gusta.

Siento que mi cuerpo cada vez es menos mío, me siento ligera como una pluma y no siento ningún dolor.

Oigo golpes en la puerta y abro los ojos alarmada. ¿Qué ha pasado? ¡Mierda, me he quedado dormida!

Sigo recostada contra Derek y me está abrazando, o más bien sujetando con sus fuertes brazos.

Le miro y me sonríe. Esa sonrisa me tiene enamorada.

— La cena estará enseguida — dice Tom abriendo la puerta. Nos mira, sonríe y vuelve a cerrarla.

Me levanto y salgo corriendo de la habitación. Necesito explicarle que no es lo que parece.

— ¡Tom, espera! — Le alcanzo en las escaleras. — Perdóname de verdad, me encontraba mal y se ofreció a darme un masaje y yo me dormí y... creo que lo estoy empeorando — le digo mirándole con ojos arrepentidos.

Pone sus manos en mis hombros y me sonríe. — Luna, cariño, no tienes que darme explicaciones. Cierto es que nunca has traído a ningún chico a casa pero ha venido él. Si lo ha hecho es porque le importas, además, no os he pillado haciendo nada malo, sólo estabais abrazados en la cama. No pasa nada, de verdad.

Estábamos abrazados en la cama, suena bien, ¿verdad?

Me le como, de verdad, es tan bueno conmigo que le doy un abrazo y un beso.

— Si quieres puedes invitarle a cenar — me dice antes de bajar hacia la cocina.

Vuelvo a mi habitación y le veo sentado en la cama mirando a la puerta.

— Espero no haberte metido en problemas. Te dormiste y me dio pena despertarte. Después de todo lo que has pasado y lo tensa que estabas...

— Tranquilo, no pasa nada. ¿Te... te gustaría quedarte a cenar?

Su sonrisa es la mejor respuesta posible.

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