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Jungkook tenía 7 u 8 años -no lo recuerda-, cuando conoció el asilo donde enviaron a su abuela un par de años después de su nacimiento. Según había escuchado por los pasillos de su casa, era un sitio sumamente costoso y elegante, sin embargo la mujer que le dio la vida estaba dispuesta a pagar el precio pues había sido la decisión tomada por su madre. Jungkook tenía muy~ vagos recuerdos sobre ella, la mayoría de ellos eran fotografías que su madre guardaba celosamente en un cajón al final del armario. Y esta era su primera vez de visita, y él se sentía orgulloso por tal concedimiento pues era sinónimo de que sus progenitores les consideraban maduro para tal evento.

Cuando llegaron, las geriatrías los recibieron con una gran sonrisa, guiándolos hasta el gran salón donde los mayores pasaban la tarde. Jungkook recuerda a una elegante mujer con vestido estampado en flores, quien estaba sentada al fondo con un libro de poesía entre sus huesudas manos. Él no le habría reconocido si no fuese por su madre avanzando hacia ella con emoción, para terminar por fundirse en un caluroso abrazo. Él supo en ese momento que era momento de darle el regalo que había llevado para ella, y se sintió cálido cuando fue estrechado entre sus brazos. Aún recuerda el aroma a manzana-canela y galletas de gengibre que desprendía a la que más tarde se acostumbro a llamar abuela.

ㅡHijo, ¿por qué no vas a jugar mientras hablamos con la abuela?ㅡ sugirió su madre, a lo que él asintió tras recibir una dulce sonrisa de aquella a quien habían visitado.

Jungkook descubrió el jardín trasero, un enorme terreno abierto que parecía interminable ante sus ojos. En primera instancia pudo apreciar rosales y arbustos, así como a todos los ancianos que tomaban el sol mientras conversaban entre si o leían alguna revista. El pequeño azabache se abrió paso entre los esponjosos arbustos, buscando algo que lograse llamar su atención. Y entonces le escuchó, una dulce voz cantarina que recitaba un algo.

"Llegas a ser parte de mis gestos,
causa de mis sonrisas,
motivo de mis silencios...
no es solo mirarte, tocarte, o besarte,
es que hablarte, escucharte o pensarte,
motiva el sentido de mis verdades...

Emociones compartidas,
que iluminan nuestras vidas...
que es verdad, que no es un cuento,
que te llevo muy adentro
pues no sólo son pasiones,
también son sentimientos,

Sentimientos encontrados, que gritan extasiados,
que dos almas gemelas se han enamorado..."

Una ronda de aplausos sonó cuando esa voz terminó lo que Jungkook más tarde reconoció como poesía. El azabache fue cuidadoso de no ser descubierto, sintiéndose alguna especie de ninja a punto de salvar a la princesa en apuros.

ㅡHas mejorado mucho, cariño. Sabes que nos encanta que vengas aquí a leer pero...ㅡ el azabache distinguió la voz de una mujer mayor. ㅡ¿No crees que deberías estar jugando por ahí con niños de tu edad?ㅡ pareció curiosa, mientras tamborileaba sus dedos sobre su regazo o quizás era el parkinson.

ㅡNo se preocupe, señorita Im. A mi me encanta leer y que mejor que hacerlo con ustedes

El pequeño azabache ninja sintió su corazón correr a una velocidad peligrosa, sin entender porque aquella voz le parecía el sonido más hermoso de la Tierra. No no no no, del universo.

ㅡ¡Jungkook! ¡Ven, cariño!ㅡ sus latidos se vieron interrumpidos por el llamar de su madre, quien enfocaba su vista entre los arbustos tratando de encontrarle.

Fracasando como ninja y sin importarle demasiado ser descubierto, corrió hasta su madre quien lo abrazó apenas llegó a ella. El castaño que antes leía a los ancianos, miró sorprendido a su compañero de clase salir de entre los arbustos como si se tratase de una ardilla siendo perseguida por un cazador.

¿Qué hacía el azabache ahí?

3/6

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