𝐗𝐕

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"Y espero nunca perderte, espero que esto nunca termine"

"Ese es el tipo de corazón roto que el tiempo nunca podría reparar"


Cornelia Street - TAYLOR SWIFT. 

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Descifrar la actitud de una mujer era el enigma más grande del universo y el error de James fue creer que tenía experiencia. Ahora se daba cuenta de que en todos esos años que pasó coqueteando con lindas enfermeras y jóvenes aspirantes a actrices no había sido más que una pérdida de tiempo y ni de cerca se asemejaba al estereotipo de mujer actual.

Era cierto que él siempre optó por las más suaves y agradables, mientras que Steve prefería a las de carácter indomable; pero no creyó que se interesaría en seguir los pasos de Steve. Ni siquiera sabía a ciencia cierta cuánto interés tenía en ello hasta que se supo a sí mismo sentado en el sofá meditando con esa tonta revista adolescente en la mano que Wanda había desechado. Por supuesto, ahora que descubrió que le había pertenecido a ella.

Esa muchacha era compleja como un cubo de Rubik; conectaba los colores en un lado y por el otro era una mezcla sin manera de arreglar. La actitud de Wanda iba de no matar una mosca a querer arrojarle el objeto más cercano a la cabeza y disfrutar de ver cómo se desangraba inconsciente en el suelo; lo veía en sus ojos. «A lo mejor ella pasaba demasiado tiempo con Romanoff».

¿Pero esa guía estúpida? Le costaba creer que ella lo hubiese considerado útil, y solo para estar seguro de que no había dejado escapar nada y que llevaba bien la relación entre la extraña actitud de Wanda y los terribles consejos resaltados en letras de colores estridentes, estaba leyendo nuevamente el punto número tres: "Cambio de imagen". «Y, maldito infierno, ese cambio fue radical. ¿Pero solo para gustarle a alguien? ¡Pura basura! Totalmente sin sentido».

—¡Oye, tranquilo, cyborg!—Sam esquivó la revista que estaba a punto de golpearlo, sentándose frente a Barnes—¿Cuál es el daño que te ha hecho esa revista? ¿Es muy grave?—elevó una ceja y sonrió con burla.

James gruñó con molestia y desvió la mirada.

—Alguien no está de humor...

—Sin bromas, Wilson.

—¿Qué hacías con eso?¿Se averiaron tus circuitos y ahora quieres ser el nuevo Justin Bieber? Tal vez hace falta algo de aceite en tus engranajes. Si es el caso, te recomendaría una de las revistas de Stark; Barton encontró unas buenas bajo su cama, aunque un poco viejas... ¿O es que en serio planeas conquistar adolescentes?

—Cierra la boca—le dirigió una mirada fulminante—. Sé que escuchas a Taylor Swift encerrado en tu habitación mientras lloras y te atragantas con helado de pistacho. Que bajo...

—¡Con la niña no, Barnes!—Sam lo apuntó y Barnes elevó una ceja, cuestionándolo en silencio—. Con la niña no... Es la industria musical, lo dijo Bárbara Walters. Además, te vi bailar Shake it off  la otra vez, y no entraré en detalles con respecto a lo que opino de tu voz...

—¡Es pegadiza! Y lo decía por helado de pistacho, todos saben que el de frutos rojos es el mejor.

—¡Patrañas! Ahora dime, ¿Que rayos hacías con eso?

Barnes bufó, resignado a compartir sus dudas con Sam Wilson en vista de que Steve estaba lo suficientemente ocupado con sus propios asuntos. Si existiera un modo de expresar como se sentía sin hacer evidente su masculinidad hecha añicos, diría que su curiosidad e incertidumbre por lo que sea que planeaba Wanda Maximoff era equivalente a la de una adolescente de diecisiete años preocupada de si Elena finalmente elegirá a Damon o volverá con Stefan. De hecho, eso iba en la portada de la revista que llevaba en manos y vaya que le apostaba a Damon. Tenía encanto...

—Pues...Encontré eso hace unos días en el tacho de la cocina— se encogió de hombros—. Solo quise ver de qué se trataba y ya.— contestó tajante.

— Pues dudo mucho que sea de Natasha— frunció el ceño—, es un poco raro, de hecho. Aunque nunca supe si a Wanda le gustaban.

—Quizá podrías considerar esa opción, la chica Maximoff ha estado actuando raro...—suspiró, perdido en la idea de ella saliendo de la cocina.

—Entonces, quieres decir que la pequeña Wanda es dueña de eso—señaló—. Pues menos mal y lo desechó.

—Solo deduzco— se encogió de hombros—. Tú, por casualidad ¿La has visto salir con alguien?

— No. ¿Y por qué habría de interesarnos?— rodó los ojos como si fuera obvio—. Barnes, quizá ya lo sepas, pero las mujeres están locas. ¡Hacen de todo por llamar la atención! No negaré que a veces... Ya sabes, funciona. Tienen encanto. Pero que no te extrañe si empiezan acercarse a tí con poses raras o su lenguaje seductor. Siempre lo hacen. A veces, incluso, suelen verse más llamativas— ladeó la cabeza de izquierda a derecha—. Pero aquí saben lo que hacen ¿Ya viste a Romanoff? Es demasiado despreocupada, ni siquiera se esfuerza porque sabe que trae a Steve, y a más de la mitad del complejo, por los cojones. Sobre todo a Steve. No nos hagamos los tontos, tú lo sabes y yo lo sé. Ahora, si quieres hablar de las chicas de la planta baja...ellas sí son algo intensas. En especial Candy. Esa tipa necesita terapia intensiva.  En cuanto a Wanda y Hill, no tendrías que pensarlo dos veces, son personas serias.

«Sí, claro, tan seria que necesitaba una revista para adolescentes».

Bucky lo pensó muy bien, concentrado en la pared del fondo con una mirada aguda. Solo tenía que unir un punto aquí y otro allá. ¡Y bingo! Sam podía mantenerse escéptico todo lo que quisiera; pero solo él había visto a Wanda Máximoff tratando de llamar su atención.

Pensar en la posibilidad era, definitivamente, una locura. Incluso si le soltara sus dudas en la cara a la propia Wanda, ella podría desintegrarlo con un movimiento de su dedo por decir barbaridades. Y, aún así, no lo eran. No hasta que probara lo contrario. Un experimento simple en el que él saldría ganador, solo debía comprobarlo. Ya tenía una prueba...

De pronto se puso de pie con mejor ánimo, a lo que Sam, extrañado por la sonrisa macabra cubriéndole el rostro, levantó una ceja interrogándolo en silencio.

Barnes solo le palmeó el hombro como si Sam fuera capaz de comprender una mínima parte de sus intenciones. Y luego, sin más, solo desapareció rumbo a su habitación dejándolo con la duda.

Sam contempló la espalda de Barnes durante lo que parecieron cinco eternos segundos hasta que se retiró de su campo de visión. Automáticamente, frunció el ceño.

Recapitulando; había tenido una misión suicida de la que se salvó por el último cabello que quedaba sobre la cabeza de Fury. (Sí, todavía tenía una mínima cantidad de esperanza), acababa de despertar, sin embargo, con humor renovado. ¡¿Qué carajo le pasaba a todos que de pronto parecían ser adolescenten con el período?! No había nada más sinsentido que ese día. Excepto, tal vez, Hill...A quien, por cierto, no había visitado aún.

No se desgastaría tratando de comprender lo que no tenía lógica, ¡¿Quién rayos podría entenderlos?!

Así que se levantó y dio vuelta en dirección contraria. Claramente iría a alterar la paz de María Hill. 

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Natasha jamás se había visto sometida a una mirada tan gélida viniendo de Steve; en el fondo, siempre encontraba cariño...aprecio. Su corazón se detuvo en cuanto su rostro quedó frente al de ella una vez que paró con brusquedad y el latido se hacía cada vez más fuerte, se concentró solo en el sonido de su propia respiración tratando calmarse.

Él estaba furioso y decepcionado, Natasha lo sabía, su cercanía parecía interrumpida por una pared en medio de ambos y ella simplemente negó, como si Steve pudiera ver realmente lo que había en su mente. Steve siempre era un mundo aparte, siempre, en algún momento del día parecía que había desconectado de la realidad; más nunca con ella. Y entonces, de pronto, activó una barrera para echarla fuera.

—Tengo una explicación.

—Lo sé.

—Esto es ridículo. Sabes que yo no persigo a nadie, sin embargo, estoy aquí, Steve. Por ti, porque necesito hacerlo y salvar esto de...

—¿Esto? ¿Salvarlo de qué, Nat? Nunca hubo nada. No me persigas si no es lo que acostumbras, es más, no tendrías por qué estar haciéndolo. Tu vida no me pertenece, creo que las explicaciones sobran a partir de ahí...

—¿Y qué hay de nuestra amistad?—espetó dura, sin poder creer todavía que sea Steve quien estuviera hablándole.

—No se ha ido. Simplemente...necesito estar solo por ahora.

—No te quiero dejar solo.

—Hicimos las cosas mal, Natasha. Tú y yo necesitamos tiempo para pensar, cada quien por separado.

—¡Es que no hay nada que pensar, él me besó!

—¡Nunca dejaste de pensar en él..!—suspiró apenas sacó eso de su sistema; no por ello sentía más alivio—Natasha, no podemos seguir haciéndonos esto. Todo estaba tan bien y ahora...Ahora solo me arrepiento de haber iniciado todo ese día en la sala de juntas.

—¿Entonces piensas que fue un error?

Algo se rompió dentro de ella al decirlo en voz alta. Steve no hacía más que contemplarla. Quizá traía el rostro desencajado, quizá, por una vez, el reflejo de lo que realmente sentía se hacía presente en su expresión.

Pero ellos tenían un trato, ¿No? Los términos fueron claros: Lo dejarían si había alguien más.

Y aunque esa no fuera la realidad para Natasha, lo era, aparentemente, a los ojos de Steve. No había modo de quitárselo de la cabeza, no por el momento.

El silencio hizo que ella reaccionara.

—Así que decides creer en algo que no existe, pero no en mí. Creí que confiábamos, Steve...el uno en el otro.

—No mezcles las cosas, confío en ti. Pero no estoy ciego, tampoco soy idiota, conozco bien lo que sentías por Banner. Estuve a tu lado todas esas veces que no pudiste dormir a su causa—negó para sí mismo, ignorando el dolor en su pecho—. Así que por favor, olvidémoslo. En un tiempo verás que las cosas volverán a la normalidad y lo habremos superado. Esto no será más que...un recuerdo, tal vez.

—¿Y pretendes que se esfume así como así? Vaya, Rogers, creí que significó algo para ti.

—¿Lo fue para ti?

Natasha parpadeó con rapidez hasta dispersar las lágrimas que se acumulaban en el borde de sus ojos antes de endurecer su expresión. Sabía perfectamente cuál era la respuesta.

—Justo ahora, no lo sé.

—Pues, justo ahora, lo que quiero es que las cosas sean como antes. Quiero cerrar mis ojos y al abrirlos hacer como si nada de esto hubiera sucedido. Quisiera que seamos solo tú y yo un sábado en el sofá de la sala viendo algo ridículo en televisión, hablar de cualquier cosa sin sentir que algo está pasándome... Pero cada vez que cierro los ojos es...es demasiado. Estas en todas partes, y yo necesito estar solo.

—Entonces lo admites. No son ideas mías, esto está sucediendo.

—Tal vez, pero la peor parte es que solo a mí. ¿O es que me estoy equivocando y vas a decirme que te pasa lo mismo?

Le dio un segundo. Fue demasiado tiempo para una respuesta tan simple y aun así se sentía un idiota por preguntárselo. ¿Pero cómo podía pedirle que lo mire a los ojos y le confesara si sentía o no lo mismo? Cuando ni siquiera él podía expresarlo en palabras concretas.

Solo bastó ver su rostro cubierto de desolación para dar fin a esa discusión; ambos habían perdido.

—¿Lo ves? No tenía sentido. Fue un privilegio para el que no estábamos listos, no entre nosotros. Quizá esas películas donde uno de los amigos pierde la noción de las cosas, en la peor de las circunstancias, tengan algo de cierto y no me refiero para nada el final feliz, algo así no termina bien...

Steve no soportaba tenerla frente a él otro segundo más, por dentro se estaba cayendo a pedazos y dolía como una patada. Así que, en lugar de quedarse inmóvil, por última vez la acercó por los hombros con la poca fuerza que fue capaz de reunir; acariciándolos con delicadeza y retirando el cabello que caía sobre estos, sus pulgares le rozaron las mejillas y los labios. Pensó que podía, verla tan tentadora lo hizo creer que podía mandar todo al demonio y besarla; pero su orgullo no lo permitía.

Depositó suavemente un casto beso sobre la frente de Natasha, sintiendo su ceño fruncido y como este temblaba, como cuando estaba a punto de romper a llorar.

Era momento de alejarse. ¿Cómo cobarde? Tal vez. Pero no estaba dispuesto a dejar que se causara más daño entre ambos cuando los restos de su amistad bailaban sobre una desgastada cuerda floja. Si aún podía salvarlos...lo haría.

—Prometimos que tú y yo no seríamos iguales.

Se aferró a su camiseta e intentó retenerlo y acercarlo a sus labios mientras el corazón se le caía a los pies.

Con voluntad frágil, Steve retiró sus manos despacio y se separó sin más, pegando media vuelta para adentrarse en su habitación, dejándola sola en medio del pasillo, dónde Natasha, finalmente, pudo derramar una lágrima amarga.

Steve seguía tras la puerta, aguardando a oír sus pasos al alejarse.

—Fallamos. —respondió en un susurro.

Su habitación se sentía fría, estaba a oscuras y la cama se veía bastante lejana. No le apetecía recostarse, se quedó ahí sobre el suelo, apoyando la cabeza contra la puerta. Respirar le costaba, siendo consciente de que las cosas de Natasha todavía permanecían ahí. Su olor aún se filtraba en el aire.

Afligido y molesto pasó las manos por su cabello, tirando de los mechones con frustración.

«Por un carajo... ¡¿Qué clase de imbécil se enamora de su mejor amiga?!»

Se reprendió el mismo, sin éxito. Se había dado cuenta tarde de ese hecho, o no lo dijo por una mera cuestión de inseguridad. Su mente no ayudaba creando escenarios cada vez peores en donde solo se oían negativas.

No podría pensar con claridad siendo consciente de que tendría el recuerdo latente de hace un par de horas dando vueltas en su cabeza; tenerla entre sus brazos durante toda la noche, escucharla llamarlo entre jadeos necesitados, entregándose ambos por completo a sus deseos más profundos.

Apretó los labios y cerró los ojos con fuerza, dirigiéndose hacia la cama a pasos pesados arrancó las sábanas del colchón y lanzó las almohadas lejos de ahí, dejando que una impactara contra una lámpara.

Nada de eso funcionó, tampoco el agua se llevó su enfado cuando se quedó de pie bajo el chorro de la ducha. El paso de los segundos no logró la diferencia, de hecho, cada que pasaban uno era peor que el anterior.

La imaginaba apoyándose contra las baldosas, en la tina, e incluso en la encimera del lavabo; no pudo mirarse al espejo sin ver el reflejo de ambos en él.

Se dio cuenta de que estaba perdido, se sentía solo y el vacío que se empezaba a formarse en su interior tardaría en llenarse nuevamente.

Lo que le hacía falta era una distracción.

Se sintió mal en cuanto lo pensó. No le gustaba la idea de utilizar a alguien, sea quien sea. De igual forma, su móvil tenía su número agendado... Cuando lo vio, no tan abajo en su lista de contactos, la idea no sonaba tan mal.

Necesitaba quitarse de la cabeza a Natasha por una noche, esa noche. Necesitaba despejar su mente.

Espero paciente a que cesara el tono y la voz del otro lado le respondiera; siempre alegre y siempre dispuesta. No importaba cuántas veces eso fuera a suceder, seguía sin causar más que nada.

—¿Steve? ¡Vaya!—se escuchó la risa cantarina de Sharon— No pensé que fueras a llamar, es toda una sorpresa.

—Una agradable, espero.

—Sabes que lo es. Siempre es agradable saber de ti. ¿Sucedió algo? ¿Necesitas platicas o..?

—En realidad me gustaría saber si hay un espacio libre en tu agenda. Podríamos ir por ese café del que me hablaste...

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—¡Alto ahí, Maximoff!

Los ojos verdes de Natasha se encontraron con el rostro asustado de Wanda cuando tenía las manos en la masa, o debería decir, en su ropa.

Sin siquiera prestar la mínima atención a su alrededor, Wanda irrumpió en su habitación pasándola de largo y fue directo al closet. Natasha, silenciosa, aguardó de pie a unos metros de ella.

—¿Qué tratas de hacer y a donde llevas mis camisones de seda? No pienso obsequiarte todos si es lo que estás pensando.

Wanda dejó que todo el montón de ropa cayera de sus manos, sintiéndose inexplicablemente torpe.

—Lo siento, Nat. Creí que estabas con Steve y...—paró en seco cuando Natasha hizo una mueca. De un momento a otro, su rostro se ensombreció y se veía tan triste como nunca antes—. ¿Qué sucedió?— se aproximó hacia ella con preocupación.

Los hombros de Natasha cayeron hacia adelante, estaba exhausta y sus ganas de explicarse eran mínimas. Volvió sobre sus pasos, aun Wanda pisándole los talones, hasta que logró sentarse sobre la cama.

—No me cambies de tema, yo pregunté primero. ¿A dónde llevabas mi ropa?

—Es parte de un plan que te comentaré luego, entraré en detalles si me dices que sucede con Steve. Te lo mencioné y parece que acabara de morir alguien.

—Lo único que ha muerto ha sido lo que sea que él y yo tuvimos, supongo—jugar con sus manos parecía más interesante que enfrentar la curiosidad de Wanda—. Bruce me besó, él nos vio, no hubo manera de explicarme. Fin.

—¡¿Qué Banner hizo qué?!

—No fue consentido, fue...No supe cómo quitármelo de encima, Wanda, fue tan rápido que apenas tuve tiempo de reaccionar. Y me sentí tan mal por Steve—suspiró pesado—. Traté de alejarlo, tenía que explicarle a Steve que no había significado nada. Para colmo de males ahora tengo más preguntas que antes y no soy capaz de respondérmelas ni a mí misma, es que él y yo...siento que es algo más que solo pasar la noche, ¿Sabes? Sé que está ahí, pero decírselo resulta tan complicado y mi cabeza se vuelve un caos. Al final, eso ya no importa, todo se ha terminado yendo a la mierda. Se acabó, no pensé que me sentiría como una estúpida y aquí estoy...Es como si me odiara, Wanda.

La mirada cristalina de Natasha hizo que Wanda sintiera la ira crecer dentro de ella hirviendo como la lava ardiente. A pesar de ello, Wanda contestó serena y con una sonrisa cuidadosa, reservando su ira para más tarde cuando ajustara cuentas con Banner, ahora quien necesitaba su atención era Natasha.

—Nat, dale tiempo, quizá esto es temporal. Steve volverá, tarde o temprano tendrá que escuchar toda tu versión, ahora está lo bastante dolido como para hacerlo; pero lo conoces, es imposible que te odie.

—No. Debiste haberlo visto, Wanda, él no va a cambiar de opinión. Puedo jurarlo.

—Pues darte por vencida no es algo que se oiga motivador...

—No necesito motivarme, es una causa por la que no tendría que luchar. Esto debería darme igual.

—¿Y no te sorprende que sea todo lo contrario? Quizá sea eso lo que debes replantearte, puede que responderte esa pregunta sea más motivador de lo que crees.

—¿En verdad?—se reflejó en ella un ligero atisbo de esperanza.

—Claro. Pero tomar decisiones con el estómago vacío no lo recomiendo. Anda ya, no te he visto en toda la mañana, ni siquiera bajaste a almorzar. Sam cree que todos se volvieron locos y ahora anda preguntando por cada uno.— rodó los ojos.

Natasha asintió con una sonrisa leve y siguió a Wanda a la cocina mientras esta le comentaba parte de su extraño plan, esperando internamente que diera resultado.

Al menos, Wanda había logrado sacarle un par de carcajadas a Natasha con todas esas ideas locas de conquista.

—Entonces él era tu hombre misterioso—concluyó entre risas—. Tiene mucho sentido.

—Pero no lo digas en voz alta—susurró, espiando sobre su hombro por si las dudas y con las mejillas rojas—, podría escucharte. Después de mi humillación de hoy, no pienso pasar por otro momento vergonzoso.

—Bueno, si es por una buena causa, supongo que puedes tomar lo que necesites de mi armario. Solo evita que tus ganas se resuelvan aceptando un trato estúpido, ya ves cómo termina luego.

—Deja de reprocharte por eso, Nat, solo dale tiempo y verás que...Mierda.

Wanda no tenía idea de qué hacer a continuación, no había nada en su repertorio para tratar una situación tan delicada como aquella. Su cerebro dejó de funcionar de un momento a otro y un par de insultos más se quedaron atrapados a medio camino cuando transitaban por su garganta. De lo único de lo que Wanda era plenamente consciente, era del sonido del corazón de Natasha haciéndose añicos en cuanto vio como Steve y Sharon compartían un beso.

Ni siquiera se tomó la molestia de suponer como llegaron a ese punto; bastaba con ver la mano de él en la cintura de ella, o como ella enredaba los brazos alrededor del cuello de él. Solo quiso sacar a su amiga de ahí, rápido.

A diferencia de Wanda, para Natasha todo sucedió en cámara lenta. Se sintió aturdida, apenas reaccionó cuando ellos dos se adentraron al elevador.

Steve podía estar muy lejos de la escena en ese instante, viajaba a años luz tratando de no pensar en que la mujer que estaba besando no era, ni se sentía como Natasha. Aun así, Sharon sabía a la perfección lo que estaba haciendo; en cuanto vio a Natasha, le sonrió tal y como lo haría una persona que se sabe ganadora.

Natasha se mantuvo impasible, cuando Wanda quiso llevarla de regreso a su habitación, ella no la dejó. Avanzó a paso firme pasándolos de largo como si ninguno importara.

En solo unas horas parecía que todo lo que habían avanzado durante años los llevaba al principio, dónde lo único que mantenían era la cordialidad, y dolía, terriblemente...

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¡Ah, caray! He cambiado casi todo...Con eso me refiero a los diálogos, el tema del capítulo sigue igual. Un día me levanté y dije: Nicole, hoy haremos la historia más cliché que se te pueda ocurrir y la agregarás a tu repertorio. Y así salió esto que ustedes andan leyendo. 

¿Honestamente? Me he sentido de la mrd pensando en esta historia hace un par de años. Decía, ¿Pero WHY? ¿Qué de interesante tiene? NADA. y aún así, es de mis historias más leídas. 

La fórmula funciona, supongo. Ahora me siento muy feliz con todo el apoyo que recibe. Soy como esa película del diario de bridget Jones; cliché, personajes mamones, pero con encanto.

A las personas nuevas que andan leyendo; esos tiempos eran bien oscuros como para ser fan de Sharon Carter. Ahora la amo, cabe resaltar.  

También, originalmente, la canción de este capítulo era la del capítulo anterior: "Feels like we only go backwards" de Tame Impala. Pero decidí cambiarla por "Cornelia Street" de Tay, porque es exactamente como se sienten, tanto Natasha como Steve , por la sensación de miedo por perderse el uno al otro ANTES de verse envueltos en esta situación. 

Así que gracias por leer y hacerme sentir feliz con lo que escribo. Aun si es más de lo mismo, de lo mismo, de lo mismo...Gracias por no abandonarlo <3 


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