lxix. ready for it?

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng








lxix.
¿preparada para ello?








Brigid trataba de buscar la calma allá donde estuviera. No era fácil, pero entre todos intentaban crearse esa falsa ilusión de tranquilizarse que sabían que, muy pronto, se desmoronaría.

Desde el momento en que llegaron a Sword Cottage, después de pasar la noche en la casa de Muriel, con la amplia mayoría de la familia Weasley con ellos, se descubría jugueteando nerviosamente con su collar o anillo, si no era mordisqueándose el interior de la mejilla o palpándose distraídamente la cicatriz que Bellatrix Lestrange le había dejado de recuerdo en la mejilla.

Los Weasley habían tenido diversas reacciones al vérsela. Ginny se había quedado sin habla, mientras que George había comentado que podían empezar un club y la señora Weasley le había abrazado y se había echado a llorar. Aquello último había resultado infinitamente incómodo para Brigid.

Jessica la recibió con entusiasmo y obvió por completo la marca en su rostro, cosa que Brigid agradeció infinitamente. El señor Weasley y Charlie la saludaron educadamente, para luego el primero llevarse a su mujer a otra habitación, puesto que parecía incapaz de dejar de llorar. Jessica le susurró que la señora Weasley llevaba excesivamente alterada desde que tuvieron que refugiarse en casa de Muriel.

—Puedes quedarte en mi dormitorio, Brigid. —Vega se acercó, con Teddy en brazos. La niña estaba completamente dormida—. Muriel insiste en que tengamos habitaciones individuales, pero duermo siempre con Fred, así que no lo he usado.

—Le ofrecería el mío a Nova —comentó Jessica—. Pero algo me dice que no lo va a usar.

Dirigió una mirada a Nova y Ginny, que susurraban con las manos entrelazadas a cierta distancia. Brigid bajó la mirada a sus manos, mientras giraba distraídamente el anillo que Harry le había regalado hacía ya tanto tiempo.

Era sorprendente cuán rápido podía echarle de menos.

—Mañana iremos a Sword Cottage —comunicó Vega—. Tu padre está allí también, Bree.

—¿Y eso? —se extrañó ella.

Vega esbozó una mueca.

—Los mortífagos fueron a hacerle una visita. Escapó ileso —se apresuró a decir, viendo su expresión—, pero hemos creído que es mejor que se quede protegido con el encantamiento Fidelio, igual que el resto.

—¿Cómo lo llevan Sirius y él?

—Mejor. Ya sabes, han aprendido a entenderse. Y creo que tu ausencia y la de Nova les ha unido. —Vega le dirigió una débil sonrisa—. Además, tía Aria es una gran mediadora.

Alargaron el tiempo en casa de Muriel hasta media mañana, principalmente para darle a Nova y Ginny algo de tiempo juntas. Vega avisó a Sword Cottage de que llegarían antes de comer. Brigid se entretuvo con Vega, Jessica y Teddy, que ya empezaba a decir frases completas, mientras Fred y George, al otro lado del salón, se encargaban de las entregas vía correo por lechuza de Sortilegios Weasley.

—¿Cómo va el negocio? —quiso saber Brigid.

—La gente tiene ganas de reírse —explicó George—. Por eso, funciona.

—¡Papá! —Teddy levantó los brazos, agitando el peluche que llevaba en la mano—. ¡Mira!

—Precioso, peque. —Fred se levantó, dejando a su hermano con toda la correspondencia—. Déjame verlo mejor.

La niña corrió a su encuentro, emocionada. Vega dirigió una mirada de reojo a Brigid, preocupada. Ésta se apresuró a quitarle importancia.

—No pasa nada, Vee. De verdad —aseguró. Contempló con una sonrisa a Fred, que levantaba a Teddy en brazos—. Ya te lo he dicho alguna vez.

—Ya le he hablado de Cedric, ¿sabes? —susurró Vega. Discretamente, Jessica se puso en pie y fue hacia George—. Sabe que tiene otro papá. Aún no entiende mucho, pero...

—Está bien. —Brigid asintió—. Vega, sé que nadie respetará la memoria de Cedric más que tú. Teddy es pequeña. Hay mucho que no entiende. Pero crecerá para comprenderlo todo. Hay tiempo.

Fue por la mueca de Vega que supo que justamente era tiempo lo que, tal vez, no tenían.

—He tenido que hacer varios trámites para asegurarme de que ella estará bien si las cosas no salen como queremos. —Vega bajó la mirada—. Jessica será su tutora. Mi padre y ella se encargarán de ella. —Hubo un breve silencio—. Amos y Charlotte renunciaron a su posible custodia en caso de que algo me sucediera.

—¿Qué sabes de ellos?

—No mucho, pero están bien. La Orden les puso vigilancia en caso de que fueran a por ellos para llegar a ti, pero no ha habido incidentes.

—Gracias —susurró Brigid. Tal vez no sintiera demasiado afecto por ellos, pero tampoco quería que les torturaran.

Se trasladaron a Sword Cottage un par de horas después, tras despedirse de los Weasley y prometer volver pronto. Vega y Jessica les acompañaron, llevando a Teddy con ellas.

—¡Papá!

Brigid no pudo contener una sonrisa cuando Nova corrió a los brazos de Sirius, que la sujetó como si le diera miedo que fuera a marcharse de un momento a otro. Apartó la mirada cuando vio que las lágrimas se escapaban de los ojos de Sirius. Vega se acercó a ellos, con Teddy en brazos. Susan fue hasta Brigid y la abrazó con fuerza.

—Hola —susurró ésta—. Perdón.

—¿Ellos está bien?

—Sí —respondió Brigid—. Están bien. Encontramos a Prim. Están todos bien.

James, Ariadne y Remus la abrazaron también. Les preguntaron una y otra vez si estaban bien. Nadie comentó sobre su cicatriz, para alivio de Brigid. Les aseguraron que Harry, Ron y Hermione estaban perfectamente. Ellas también preguntaron sobre lo sucedido aquellos meses.

—¿Y mi padre? —quiso saber finalmente Brigid.

—Arriba, seguramente —dijo Ariadne, sonriéndole—. Prefiere estar solo, no sé...

—¡Deneb!

Brigid vio la expresión de Ariadne sorprendida de Ariadne transformarse en una sonrisa, antes de volver los ojos a su padre, que entraba directo hacia ella.

—¡Papá! —no pudo evitar exclamar, yendo a su encuentro y abrazándole.

Regulus la envolvió en sus brazos temblorosos y la estrechó con fuerza. Brigid levantó la cabeza, formando una sonrisa tranquilizadora.

—Estoy bien —prometió.

Regulus entrecerró los ojos. Ella supo que estaba contemplando la marca de su rostro. Dejó escapar un suspiro.

—La tía Bella manda recuerdos.

Su padre tensó la mandíbula. Brigid pudo ver por el rabillo del ojo a Sirius tener una reacción similar.

—¿Ella...?

—Podría haber sido peor —masculló Brigid—. Podría estar muerta.

Nova arqueó las cejas. Brigid se encogió de hombros.

—Estoy bien —prometió.

No obstante, fue bastante consciente de que la mirada que Ariadne le dirigió era una promesa de que, pronto, mantendrían una conversación. ¿Sospecharía de algo? Siempre parecía que sabía todo. Puede que viera en ella los restos de la maldición asesina. Puede que, simplemente, algo no le convenciera.

Fuera lo que fuera, se dijo que podía esperar. Sonrió a su padre, mientras James proponía ir a comer y dejar que las recién llegadas llevaran los baúles a sus dormitorios.

Después de todo, no tenían mucho que hacer por el momento.


























—¿Qué lees, Brigid?

La nombrada dirigió una mirada a Ariadne, que se asomaba por el umbral de su dormitorio.

—Un manuscrito de Bathilda Bagshot —explicó brevemente—. Lo rescataron de su casa, antes de que ella...

Ariadne simplemente asintió, ensombreciendo la expresión.

—¿Puedo pasar?

—Claro.

Ariadne se sentó en la cama, mientras Brigid giraba en el taburete para darle la cara. La madre de Harry le sonrió.

—Sabías que iba a venir, ¿no? —comentó, dirigiéndole una mirada cómplice.

—Lo sospechaba desde que llegué —asintió Brigid, divertida—. Había algo que no te convencía.

—Tengo la sensación de que hay algo distinto en ti, Brigid —explicó la mujer—. Desde el momento en que Vega os trajo... Y cuando le dijiste a tu padre lo de Bellatrix... No sé explicarlo, pero supe que había pasado algo más. ¿Puedo preguntar qué fue?

—Claro. Me sorprende que no lo hayas preguntad antes —comentó Brigid, dejando escapar un suspiro—. No tiene mucho sentido irse por las ramas: Bellatrix me torturó. Luego, me lanzó la maldición asesina.

Los ojos de Ariadne se oscurecieron. El azul de su mirada se volvió sombrío. Asintió una única vez.

—Puede que lo notara porque yo misma la he recibido antes. ¿Morrigan te trajo de vuelta?

—Aún me necesita. Me quiere aquí cuando Quien-tú-sabes muera.

Ariadne volvió a asentir. Agachó ligeramente la cabeza: mechones de pelo rojo oscuro le cubrieron el rostro. Se los apartó con impaciencia.

—Brigid, ¿Harry alguna vez te ha hablado de mi padre?

Brigid parpadeó, sorprendida. No esperaba aquella pregunta.

—No.

Ariadne esbozó una sonrisa irónica.

—Lo suponía. Él mismo nunca ha hablado del tema conmigo, más allá de cuando se lo dije. —Contempló a la lejanía, pensativa—. Decidió que no le importaba en absoluto. Que no cambiaba nada. Y sé que es así, pero aún así consideré que era justo que lo supiera. Y que lo sepas tú también. —Había apretado el puño—. Solo James y Harry lo saben, Brigid. No es algo que me guste ir contando. ¿Sabes que a mí también me criaron mis tíos, como a ti, haciéndome creer que era su hija, que mis primos eran mis hermanos?

Brigid no podía imaginar a dónde llegaría aquello, pero se limitó a negar con la cabeza. Casi pareció que Ariadne ni lo advertía.

—Durante años, pensé que era hija de Septimus y Cedrella Weasley. Y luego, de un momento a otro, descubrí que era realmente hija de Nerissa, la hermana de quien creí que era mi padre. Ella había fallecido al poco de nacer yo. Su marido, Rupert Thorne, no quiso hacerse cargo de mí, porque yo no era su hija, sino producto de una infidelidad de mi madre. Por eso, mis tíos me acogieron. —Le dirigió una mirada sombría a Brigid—. Por esa infidelidad, yo nací maldita. Lo mismo le sucedió a tu madre, incluso cuando sus padres contrajeron matrimonio luego. El incumplimiento de las leyes mágicas y las mezclas de legados da lugar a consecuencias peligrosas.

»Mi madre nunca amó a Thorne. Su primer y único amor fue uno de sus compañeros de Hogwarts. —Ariadne le miró con pesar—. Su nombre era Tom Riddle.

Brigid ahogó un grito de sorpresa.

—¿Tu padre...?

—Si así se le puede llamar, sí. —Ariadne le dedicó una sonrisa amarga—. Lo descubrí antes de entrar en Hogwarts. Me avisó Nerissa, en un sueño. Falsifiqué mi ceremonia de selección con una ilusión, la primera verdaderamente poderosa que hice en mi vida. El sombrero me envió a Slytherin; yo hice creer a todos que fui a Hufflepuff. Pasé toda mi vida tratando de ocultarme de él. Y, sin embargo, llegó un punto en que lo descubrió. Y fue entonces cuando decidió que la profecía que hablaba del niño que acabaría con el Señor Tenebroso se refería a Harry. Porque creía que solo alguien de su propia sangre sería capaz de acabar con él.

—¿Y crees que es así?

—Lo que es innegable es que Harry está metido hasta el cuello —suspiró Ariadne—. Y no hay nada que podamos hacer para cambiar eso. Quien-tú-sabes no descansará hasta verle muerto. Sé que no lo hará.

Brigid asintió lentamente.

—¿Por qué me cuentas esto ahora?

—Porque Morrigan quiere que intervengas y creo que, de un modo u otro, participarás en el final de Quien-tú-sabes. —Ariadne bajó la vista—. Morrigan es poderosa. No deja el trabajo a medias. Si cree que Harry pueda tener... —Se interrumpió. Dejó escapar un suspiro—. La magia de Harry y Quien-tú-sabes es similar. La profecía no deja claro que ambos sobrevivirán. Uno morirá a manos del otro, pero puede que el otro caiga después. Si Morrigan cree que Harry puede hacer más bien muerto que vivo...

—¡No! —jadeó Brigid—. ¡No, no hará eso!

Pero ¿podía estar segura? No sabía mucho de Morrigan. Había salvado su vida. Había velado por ella. Era su heredera. Pero había cierta oscuridad en ella. Después de todo, había sido la primera gran nigromante. Había jugado con magia oscura. Una tan oscura que había manchado su linaje para siempre.

—Sé que no le dejarías morir, Brigid —susurró Ariadne, dejando caer los hombros—. Lo sé. Pero... Pero creo que es más prudente que vayas sobre aviso. Por si Morrigan... Por si ella decide...

—No le dejaré —cortó Brigid—. No le dejaré matar a Harry.

—¿Podrás controlarla? —Ariadne le contempló con mirada sombría.

Brigid no titubeó.

—Se trata de Harry. —Por el rabillo del ojo, pudo verse reflejada de perfil en el espejo de la pared. Vio su grotesca cicatriz y su mirada decidida. No pudo evitar pensar en cuánto había crecido. Años atrás, hubiera dudado de ser capaz de hacer nada útil, pero en ese entonces, no vaciló ni un instante mientras decía—: Moriría antes de dejar que nada le pasara.

Brigid acababa de sellar su propio destino. Lo sentía en sus huesos. La cuenta atrás estaba en marcha. Morrigan lo había dictaminado. Voldemort caería. Y Brigid no dejaría que se llevara a Harry con él.


























El momento que tanto llevaban esperando, sabiendo que podía suceder cualquier día, terminó por llegar.

Habían ido de visita a casa de Muriel. Brigid, Nova y Susan habían comenzado a frecuentarla desde que Prim, Luna y Dean se trasladaron allí, junto a Bill y Fleur, pocos días después de que ellas se marcharan a Sword Cottage y Harry, Ron, Hermione y Griphook abandonaran El Refugio.

George y Jessica respondían a los encargos de Sortilegios Weasley, mientras Vega, Fred y Lee discutían el próximo programa de «Pottervigilancia». Susan, Luna y Brigid entretenían a Teddy, y Prim y Dean charlaban de quidditch a poca distancia. Brigid estaba considerando unirse a ellos cuando la puerta de la sala de estar se abrió bruscamente.

Nova apareció en el umbral, con los ojos muy abiertos y un objeto brillante en la mano que Brigid reconoció como un galeón.

—¿Lo habéis visto? —preguntó. El silencio le sirvió como respuesta—. ¡Harry está en Hogwarts!

Brigid se puso en pie de un salto y buscó su galeón falso en el bolsillo. Le habían pedido a Neville que les avisara si tenía noticias de Harry, Ron y Hermione. No esperaba que tardaran tan solo un par de semanas en recibirlas. Lo último que había oído de ellos habían sido rumores de un asalto a Gringotts y algo de una huida en dragón...

—Tenemos que ir. —Ginny apareció, jadeante, tras Nova—. Algo tiene que estar pasando.

Prim y Luna también se habían levantado. Susan las imitó, tomando a Teddy en brazos.

—¿Deberíamos de avisar a la Orden? —cuestionó Jessica—. Si algo va a pasar en Hogwarts...

—Puede que no sea nada peligroso —dudó Prim, aunque no parecía convencida—. Si vamos...

—Yo me quedo. —Todos se volvieron hacia Vega, que se encogió de hombros. No parecía especialmente convencida—. No puedo dejar a Teddy, la llevaré a casa de Andromeda. Avisaré a la Orden. Iré cuanto antes, pero será mejor que vosotros no tardéis, por si acaso.

—Me quedo contigo —se apresuró a decir Fred. Vega negó.

—Avisaré a tus padres y hermanos, y también a mi padre y mis tíos. No necesito ayuda para eso. Id. Puede que a vosotros sí que os necesiten.

Susan se acercó para pasarle a Teddy. Brigid veía la duda escrita en el rostro de todos.

—No sabremos qué está pasando si no vamos, ¿no? —intervino Dean.

—Tiene razón —asintió Vega—. Marchaos. Yo voy enseguida.

—Tenemos que aparecernos directamente en Cabeza de Puerco —dijo Nova finalmente, avanzando hacia ella—. Díselo a los demás.

—Lo haré.

Brigid intercambió una rápida mirada con Luna.

—Os esperamos fuera —dijo la rubia con dulzura, haciendo un gesto a Prim y Dean para que la siguieran. Mirando a Brigid, susurró—: Puede que necesiten un momento para despedirse de la niña.

Brigid vio a Fred tomando en brazos a Teddy y asintió. Dudó unos instantes, pero terminó acercándose al pequeño grupo que se había formado en torno a la niña y su madre, mientras Luna y los otros salían en silencio. Teddy pasaba de unos brazos a otros, siendo cubierta de besos. La pequeña no lo entendía, pero no dejaba de reírse.

¡Igid! —exclamó cuando Brigid la tomó en brazos, y ésta no pudo contener una sonrisa.

—Adiós, peque —susurró, dándole un beso en la coronilla—. Nos vemos pronto.

Dirigió una rápida mirada a la sala. Siempre estaba la posibilidad. ¿Y si alguno no volvía? No sabían qué estaba pasando ni qué podía pasar, pero todos podían hacerse a una idea de lo que se avecinaba.

Abandonó la sala poco después, acompañada de Lee y George. Ginny, Luna, Dean y Prim les esperaban fuera.

—Aberforth Dumbledore nos está esperando —explicó la menor de los Weasley brevemente—. Nos dirá cómo llegar a Hogwarts.

—En cuanto estemos todos, bajamos —asintió George, dirigiendo una rápida mirada a la puerta cerrada.

Tan solo tardaron un minuto más. Las Bones salieron primero, seguidas de Fred y Nova. Jessica hizo un gesto para que fueran hacia las escaleras y todos obedecieron.

—Vega avisará a los demás, no tenemos que parar a decirles nada.

Tenían que salir de la casa y alejarse lo suficiente para que las protecciones les permitieran desaparecerse. Tuvieron la suerte de no encontrar a nadie, aunque teniendo en cuenta que era bastante tarde, no era tan raro.

—Vale —empezó George, cuando finalmente consideraron que estaban lo suficientemente lejos—, antes que nada, Gin, tú aún tienes dieciséis...

—Como se te ocurra decir que no puedo ir, George... —empezó ésta, frunciendo el ceño al instante—. Ya he estado en dos batallas. Sea lo que sea que vaya a pasar...

Los gemelos intercambiaron una tensa mirada.

—Ve con cuidado —terminó diciendo Fred a regañadientes—. Id todos con cuidado, más bien. Venga, daos las manos. Vámonos ya.

Se intercalaron aquellos que habían aprobado el examen de aparición con los que no. Brigid, que había pasado en San Mungo buena parte del año anterior, no lo tenía. Por ello, acabó entre Susan y Prim.

—¿Listos? —preguntó Lee—. Vámonos.

Se escuchó un estruendo y un grito cuando se aparecieron en el Cabeza de Puerco. Brigid tosió cuando una nube de polvo se levantó.

—¿Se puede saber...? —exclamó una voz enfadada.

—¡Perdón! —gritó Susan.

—¡Michael! —chilló Nova.

Brigid reconoció a Michael Nott, acompañado de Cho Chang y un anciano que debía ser Aberforth Dumbledore. El parecido con su hermano era remarcable. Nova abrazaba al que fue su capitán de quidditch, Susan se acercó a ambos a toda prisa.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntó Jessica, sorprendida—. ¿Os han avisado también?

—Mi hermano —explicó Michael, sonriendo por encima de la cabeza de Nova—. Hola. Chang y yo acabamos de llegar, nos hemos encontrado aquí.

—A mí me ha avisado Michael Corner —aclaró está—. ¿Es verdad? ¿Harry está en el castillo?

—Eso parece. —Brigid se volvió hacia el hombre, que los observaba con aspecto huraño—. Usted debe de ser Aberforth.

—Neville no me avisó de que vendríais tantos —gruñó éste—. Iba a dormir.

Brigid intercambió una rápida mirada con Jessica.

—Esto... —La rubia carraspeó—. Puede que lleguen más. Hemos avisado a la Orden.

—Fantástico —suspiró el anciano, negando descontento con la cabeza—. Pasad ya, antes de que empiece a acumularse más gente aquí. ¡Será posible...!

—Perdón —sintió la necesidad de decir Brigid, mientras Aberforth les hacía un gesto brusco para que le siguieran.

—Hay un túnel, a Hogwarts —explicó el tabernero, mientras les conducía hasta las escaleras y les indicaba que subieran tras él—. Os llevará hasta Longbottom, Potter y demás.

Llegaron a una salita pequeña. Brigid rápidamente llevó la atención al cuadro que colgaba en la pared, que mostraba a una niña que sonreía dulcemente. Ante un gesto de Aberforth, el lienzo osciló y se abrió, como si de una puerta se tratara. Había un túnel tras él.

—¿Cómo de largo es? —quiso saber Susan.

—No lo sé. Nunca lo he usado. —Aberforth se encogió de hombros—. Es estrecho, tendréis que ir de dos en dos. No sé más. ¿Quién va?

Brigid vaciló. No era que el túnel no le convenciera, pero sintió de pronto una oleada de magia que le hizo quedarse inmóvil. Entornó los ojos. No era una sensación desconocida. Sabía quién estaba acechando.

Casi podía ver a Morrigan sonreírle, preguntarle si estaba preparada para lo que se venía...

—Está bien —resolvió Luna, siendo la primera en avanzar—. Dean, ven conmigo. Gracias, señor Aberforth.

Dean la siguió tras dudar un momento. Prim se encogió de hombros y fue tras ellos, acompañada de Susan. Nova y Ginny fueron las siguientes. Jessica, Fred, George, Lee...

—¿A qué esperas? —le preguntó Aberforth. Brigid esbozó una mueca.

—Pasa tú, Chang —intervino Michael—. Black y yo iremos los últimos.

Cho siguió a Lee. Michael hizo un gesto a Brigid y ésta soltó un suspiro y asintió. Él la ayudó a pasar por el hueco, cerrando ambos la marcha. Brigid sacó la varita para iluminarse mientras caminaban. El grupo se mantuvo silencioso la mayor parte del tiempo, con algún que otro cuchicheo a ratos, pero poco más.

—¿Todo bien?

Brigid le dirigió una mirada a Michael y se encogió de hombros.

—¿Dónde has estado todo este tiempo?

—Escondido, con mi padre —suspiró él—. Ya sabes, los mortífagos traidores no caen muy bien. Supongo que a tu padre le pasará lo mismo.

—Fueron a por él, pero está bien —asintió Brigid—. ¿Y Theo?

—He estado en contacto con él. No le ha pasado nada, pero ha tenido que esconderse, como Longbottom. Están todos en la Sala de los Menesteres. No sé mucho más. Supongo que ahora les veremos. —Michael carraspeó—. ¿Sabes algo de Ron?

Brigid le dirigió una pequeña sonrisa.

—Bien, la última vez que le vi. Estoy segura de que tiene muchas ganas de verte.

El trayecto se le hizo insoportablemente largo, en especial porque el ir a la cola le hacía tener que detenerse a cada tropiezo o parada de los demás. Sentía la presencia de Morrigan, siguiéndola. No le gustaba lo que eso podía significar.

¿Qué podía estar esperándoles en Hogwarts? ¿Qué podía haber llevado a Harry, Ron y Hermione hasta allí? No podían haber encontrado todos los Horrocruxes, no aún. Y, en caso de que lo hubieran hecho, ¿por qué ir al castillo? No conseguía comprender la situación.

—¡Hemos recibido tu mensaje, Neville! —escuchó finalmente gritar a Luna, al principio del grupo, después de lo que parecieron horas en mitad de la oscuridad y la humedad—. ¡Hola, chicos! ¡Ya me imaginé que os encontraría aquí! —Escuchó un grito de alegría de alguien que no pudo reconocer—. ¡Hola a todos! ¡Qué contenta estoy de haber vuelto!

—¡Luna! —Brigid supo al momento que aquella era la voz de Harry. Realmente estaba ahí. No pudo evitar desear que todos los que estaban delante de ella desaparecieran en ese mismo instante, para poder llegar hasta él antes—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has...?

—Yo la he llamado —explicó Neville—. Les prometí a Ginny, Nova, Susan y ella que si volvías les avisaría. Todos creíamos que si regresabas sería para hacer la revolución. Suponíamos que íbamos a derrocar a Snape y los Carrow.

Y aunque a Brigid le encantaría que aquello se hiciera realidad, dudaba que eso fuera lo que hubiera llevado a Harry a volver.

—Pues claro que eso es lo que vamos a hacer —dijo Luna alegremente—, ¿verdad, Harry? Los vamos a echar de Hogwarts, ¿no?

—Escuchad —respondió él, y Brigid detectó fácilmente el nerviosismo en su voz—. Lo siento, pero no hemos vuelto para eso. Tenemos que hacer algo, y luego...

—¿Y eso es? —Aquella era Prim—. Hola, chicos.

—¡Sue! —exclamó Harry.

—¿Nos vas a dejar tirados? —preguntó otra voz.

—¡No! —Ese era Ron. Brigid vio cómo la expresión de Michael cambiaba tan pronto como la escuchaba—. Lo que vamos a hacer os acabará beneficiando a todos, al fin y al cabo es para librarmos de Quien-tú-sabes...

—¡Entonces dejadnos ayudar! —insistió Neville—. ¡Queremos participar!

—No habremos venido para nada, ¿no? —dijo entonces Nova—. Hola a todos.

Brigid veía el final del túnel. Jessica y los gemelos habían salido ya, seguidos por Lee.

—Aberforth está un poco mosqueado —fue el saludo de Fred—. Quería echar una cabezadita, pero su bar se ha convertido en una estación de ferrocarril.

Cho acababa de salir. Michael indicó a Brigid que fuera ella detrás. Ésta se llevó una buena sorpresa al ver dónde habían terminado. Suponía que aquella era la Sala de los Menesteres, que ahora se había convertido en una especie de campamento. Por todos lados, había hamacas colgadas y banderines de las cuatro casas adornando la estancia. Un numeroso grupo de alumnos esperaban allí sentados: los miembros del Ejército de Potter, que saludaban alegremente a los recién llegados. Su mirada recayó en Harry, rodeado por Nova, Susan y Jessica, que se había quedado mirándola fijamente. Le dirigió una sonrisa, al igual que a Ron y Hermione. Prim estaba junto a ellos también.

—Hola —saludó, algo cortada—. Qué bien tenéis esto.

—¡Michael!

Theodore Nott se puso en pie a toda prisa y corrió a abrazar a su hermano mayor. Brigid vio cómo Ron se quedaba con la boca abierta y contuvo una sonrisa.

—¡Por Merlín, Neville! —exclamó Brigid, mientras le abrazaba. Él rió: estaba cubierto de heridas.

—Estamos empatados —se justificó él, haciendo referencia a su cicatriz. Brigid suspiró y tuvo que darle la razón.

—Bueno, ¿qué plan tienes, Harry? —preguntó George.

—No tengo ningún plan —protestó éste. Parecía confundido. Su mirada iba hacia Brigid una y otra vez.

—Ah, entonces improvisaremos, ¿no? —comentó Fred—. ¡Me encanta! Vega llegará dentro de nada, por cierto.

—¡Tienes que hacer algo para detener esto! —le dijo Harry a Neville—. ¿Por qué les has pedido a todos que volvieran? ¡Es una locura!

—Vamos a luchar, ¿no? —intervino Dean, sacando su galeón falso—. El mensaje decía que Harry había vuelto y que íbamos a pelear. Pero tendré que conseguir una varita mágica...

—Sí, yo también —suspiró Prim.

—¿No tenéis varita? —preguntó Seamus Finnigan, frunciendo el ceño. Rodeaba con el brazo los hombros de su mejor amigo, en una posición un tanto cómica por la notable diferencia de altura entre ambos.

Ron se inclinó para susurrar algo a Harry y Hermione. La sala entera se llenó de murmullos casi instantáneamente. Brigid aprovechó para saludar a varios de sus antiguos compañeros de casa que allí estaban, como Ernie Macmillan, Hannah Abbot o Justin Finch-Fletchley. Blaise Zabini también se acercó a saludarla, después de abrazar a Michael. Tomó asiento junto a Nova, que estaba poniéndose al día entre susurros con Astoria Greengrass. Fred y George contaban chistes a los que tenían más cerca.

—Está bien, escuchad... —dijo entonces Harry. El silencio regresó casi al momento. Todos le contemplaron con emoción—. Estamos buscando una cosa, una cosa que nos ayudará a derrocar a Quien-vosotros-sabéis. Está aquí, en Hogwarts, pero no sabemos dónde exactamente. ¿Alguien ha oído hablar de un objeto que perteneciera a la fundadora de la casa, o ha visto alguna vez un objeto con el águila dibujada, por ejemplo?

—Bueno, está la diadema perdida —comentó Luna—. Ya te hablé de ella, ¿lo recuerdas, Harry? La diadema perdida de Ravenclaw. Mi padre está intentando hacer una copia.

—Sí, pero la diadema perdida —intervino Michael Corner— se perdió, Luna. Ése es el quid de la cuestión.

—¿Cuándo se perdió? —quiso saber Harry.

—Dicen que hace siglos —respondió Cho, sentada junto a Corner—. El profesor Flitwick dice que la diadema se esfumó cuando desapareció la propia Rowena. Mucha gente la ha buscado, pero nadie ha encontrado nunca ni rastro de ella, ¿no? —Miró a sus compañeros de Ravenclaw, buscando su apoyo. Todos negaron con la cabeza.

—Perdón, pero ¿qué es una diadema? —preguntó Ron. Brigid escuchó a Michael Nott soltando un resoplido y riendo débilmente.

—Es una especie de corona —explicó Terry Boot—. Dicen que la de Ravenclaw tenía poderes mágicos, como el de aumentar la sabiduría de quien la llevara puesta.

—Sí, los sifones de torposoplo de mi padre...

—¿Y nadie ha visto nunca nada parecido? —cuestionó Harry, interrumpiendo a Luna.

Nada. Harry, Ron y Hermione intercambiaron miradas desalentadas. Brigid, que ya había adivinado hacía rato que aquello tenía que ver con un Horrocrux, no pudo evitar preguntarse qué harían si nunca lo encontraban.

—Si quieres saber cómo era esa diadema —intervino Cho Chang—, puedo llevarte a nuestra sala común para enseñártela, Harry. La estatua de Ravenclaw la lleva puesta.

Brigid vio a Harry disimular una mueca de dolor. Se puso en pie tras un momento de duda y fue directa hacia él, Ron y Hermione.

—Hola —susurró. Dirigió la mirada a Harry—. ¿Es la cicatriz?

—Quien-tú-sabes ha descubierto que estamos buscando los Horrocruxes —explicó Hermione por él—. Tenemos aquí uno; nos falta otro, que sabemos que está en Hogwarts. Harry dice que él viene para aquí...

Así que aquella era la magia que sentía en el túnel, el rastro de magia de muerte que había seguido desde Cabeza de Puerco. Por eso Morrigan le había advertido de que faltaba poco. Solo quedaban dos Horrocruxes por destruir.

—Se ha puesto en marcha —añadió él—. Escuchad, ya sé que no es una pista muy buena, pero voy a subir a ver esa estatua; al menos sabré cómo es la diadema. Esperadme aquí y guardad bien... el otro. —Llevó la mirada a Brigid—. Tú... no sientes ninguno aquí, ¿no?

—Además del que lleváis... no.

Harry asintió lentamente.

—No pasa nada. Lo encontraremos. —Tras vacilar, añadió—: Me alegro de verte, Bree.

Ella sonrió débilmente.

—Sí, yo también.

Cho ya se había puesto de pie, pero entonces Nova dijo, en voz muy alta:

—Luna, ¿por qué no acompañas a Harry?

—Será un placer —respondió ella, poniéndose en pie alegremente.

Brigid vio a Cho sentarse, algo desilusionada. Nova le dirigió un guiño y tuvo que contener la risa.

—¿Cómo se sale de aquí? —le preguntó Harry a Neville.

—Ven.

—Un momento.

Harry se volvió una última vez hacia Brigid y, sin previo aviso, la tomó por el rostro y la besó. Se le escapó una sonrisa. Por el rabillo del ojo, alcanzó a ver a Nova dirigiéndole un pulgar hacia arriba y empezando a aplaudir. Varios la siguieron. Brigid se apartó azorada, pero dejando escapar una carcajada.

—Ahora te veo —prometió Harry, también sonriendo.

—Ten cuidado.

—¿Cuándo no lo tengo?

Brigid le vio marchar junto a Neville y Luna con una sonrisa en el rostro. Nova se puso de pie de un salto.

—¡Menos mal que lo ha hecho! —suspiró, mientras iba hacia ella—. Se le notaba con ganas desde que apareciste.

—¿Y a qué ha venido lo de Chang? —preguntó Brigid, divertida.

Nova se encogió de hombros. El resto de alumnos se había puesto de pie también, empezando a organizarse para lo que pudiera suceder. Ron masculló algo ininteligible y fue directo hacia Michael. Prim se acercó también a ellos, apoyando la barbilla en el hombro de Hermione y rodeándola por la cintura.

—¿Qué creéis que pasará? —preguntó, echando un vistazo a la sala—. ¿Qué planeáis, Herms?

—Ahora mismo, me temo, estamos improvisando —suspiró ésta. Se veía que la idea no la emocionaba demasiado—. Ya veremos qué pasa cuando vuelvan Harry y Luna.

La espera se les hizo larga. Vega llegó al rato, acompañada por Regulus, Ariadne, James, Sirius y Remus. Brigid corrió al encuentro de su padre; no había estado segura de si vendría, pero éste le dedicó una sonrisa tensa y dijo:

—Será mejor que no te deje sola con esto, ¿no?

Samuel Nott llegó poco después, igual que Tonks, Kingsley Shackelbolt, los señores Weasley, Bill y Fleur, Carla Valverde, Rupert Thorne, Oliver Wood, Katie Bell, Angelina Johnson y Alicia Spinnet. Brigid se llevó una buena sorpresa al ver a Linette Carrow, que le saludó con cierta timidez. Hubo abrazos y lágrimas ante los reencuentros. Era una suerte que la Sala de los Menesteres tuviera espacio para todos.

—¿Y las niñas? —preguntó Brigid, acercándose a Ariadne.

—Con Andromeda. —Intercambió una mirada tensa con James, que le puso la mano en el hombro—. Estarán bien. Pero hemos avisado a Mary, en caso de que algo pasara.

Brigid asintió sombría.

—Todo irá bien —susurró, aunque no sonaba demasiado convencida.

—Estoy seguro de que sí —asintió James. Él sí sonaba como si se lo creyera. Brigid trató de contagiarse de aquel sentimiento.

Harry y Luna aparecieron corriendo poco después, muy alterados y llevándose una gran sorpresa al ver la sala mucho más abarrotada de lo que la habían dejado.

—¿Qué ha pasado, Harry? —cuestionó Remus, esperándole al pie de la escalera.

—Voldemort está en camino, y aquí están fortificando el colegio. Snape ha huido. Pero... ¿qué hacéis vosotros aquí? ¿Cómo lo habéis sabido?

—Enviamos mensajes a los restantes componentes del Ejército de Diggory —explicó Fred—. Perdón, Ejército de Potter. No habría estado bien privarlos del espectáculo, Harry. Y el Ejército de Potter lo comunicó a la Orden del Fénix, y la reacción ha sido imparable.

—¿Por dónde empezamos, Harry? —quiso saber George—. ¿Qué está pasando?

—Están evacuando a los alumnos más jóvenes, y van a reunirse todos en el Gran Comedor para organizarse. ¡Vamos a presentar batalla!

Hubo un gran clamor. Todos se apresuraron a la escalera. Brigid vio a Harry pegarse a la pared, para dejar paso. Tonks dirigió un guiño a Brigid, antes de seguir a Linette y Carla. La multitud fue desapareciendo, quedando solo un grupo reducido al final. Brigid, junto a su padre, Ariadne y James, dirigió la mirada a la señora Weasley, que discutía con Ginny. El señor Weasley, Remus, Fred, George, Bill y Fleur las rodeaban. Vega, Nova y Sirius se acercaron, al igual que Jessica y Susan. Brigid intercambió una mirada con Harry.

—¡Eres menor de edad! —gritaba Molly Weasley—. ¡No lo permitiré! ¡Los chicos sí, pero tú tienes que irte a casa!

—¡No quiero! —Ginny se soltó de su madre, que la sujetaba por el brazo—. ¡Soy del Ejército de Potter y...!

—¡Una panda de adolescentes!

—¡Una panda de adolescentes que se dispone a plantarle cara a Quien-tú-sabes, cosa que hasta ahora nadie se ha atrevido a hacer! —intervino Fred.

—¡Sólo tiene dieciséis años! ¡Todavía es una niña! ¿Cómo se os ha ocurrido traerla con vosotros? —les recriminó la señora Weasley a los gemelos, que parecían algo arrepentidos.

—Mamá tiene razón, Ginny —intervino Bill. Su hermana menor le dirigió una mirada, mientras las lágrimas de rabia se deslizaban por sus mejillas—. No puedes participar en esta lucha. Todos los menores de edad tendrán que marcharse. Es justo que así sea.

—¡No puedo irme! —gritó ella, desesperada—. ¡Toda mi familia está aquí, no soporto quedarme esperando en casa, sola, sin enterarme de lo que pasa...!

Nova avanzó entonces, abriéndose paso entre los Weasley. Abrazó a la pelirroja, que sollozó sobre su hombro.

—Por favor... —susurró Ginny—. Nov, diles... No podéis quedaros todos sin mí...

Nova no tuvo tiempo de responder, porque entonces se escucharon pasos y un golpe. Brigid llevó la mirada a la salida del túnel, donde alguien acababa de tropezar.

—¿Llego tarde? —Todos miraron con la boca abierta a Percy Weasley—. ¿Ha empezado ya? Acabo de enterarme y... y...

Se calló bruscamente al ver que gran parte de su familia estaba ahí reunida. Susan le hizo un rápido gesto a Brigid y ambas decidieron a la vez que era buen momento para marcharse. Los Weasley merecían algo de intimidad. Regulus y Sirius las siguieron.

—Espero que lo solucionen rápido —masculló Susan—. No es buen momento para estar peleados, si es que va a haber una batalla.

—No, desde luego que no —opinó Sirius—, ¿no crees, Reg?

Brigid no se volvió, por miedo a tropezar en la estrecha escalera, pero pudo imaginarse a su padre sonriendo al decir:

—Me temo que tengo que estar de acuerdo contigo en eso.

—¿Y Ron y Hermione? —preguntó entonces Brigid, mirando a Susan.

—Han dicho algo de unos lavabos, antes de marcharse a toda prisa —explicó ésta, frunciendo el ceño.

Brigid frunció el ceño.

—¿Lavabos?

—Han ido a la Cámara de los Secretos.

Brigid casi perdió el equilibrio al escuchar aquella voz. Su mirada fue hacia Felicity, que la contemplaba muy seria. Tragó saliva.

—Creo que sé dónde están. Voy a buscarles; id vosotros al Gran Comedor. Vuelvo enseguida.

Salió corriendo al llegar al final de las escaleras, ignorando el grito de su padre. Felicity suspiró.

—Hola. Siento haber tardado tanto en venir.

Brigid giró la esquina y encontró el pasillo desierto. Se detuvo, jadeante, y preguntó:

—¿Qué haces aquí? ¿No estabas con Malfoy?

Felicity le contempló sombría.

—Tiene un don parecido al tuyo. No podía... No me dejaba marcharme, Bree. Por eso estaba con él. No quería... —Se le rompió la voz—. Lo siento. Cuando tú... Cuando Bellatrix te mató y Morrigan te trajo de vuelta, en lugar de matar a Draco, me liberó. He pasado las últimas semanas siguiéndoos a Harry y a ti, pero no sabía cómo acercarme. Lo siento.

Brigid asintió lentamente.

—No pasa nada, Fely —terminó por decir—. Pero puede que debas hablar con Harry, también.

—Lo sé. Pero no he venido a hablar contigo solo de esto. —Felicity agachó la cabeza, su pelo rojo fuego iluminando en mitad de la noche y sus ojos azules destellando como dos zafiros—. Nosotros también estamos preparados para la batalla, Bree. Necesitamos que nos des instrucciones.

—¿Quiénes?

—Todos nosotros. —Selena apareció entonces. Brigid dejó escapar un jadeo de sorpresa. Lily y Melina estaban a su lado—. Los que llamaste la noche que Dumbledore murió, los que llamaste en la Batalla de los Ocho Potters, y más. Llevamos semanas escuchando susurros. Sabíamos que este momento llegaría. Pero eres tú quien nos dirigirá.

Thea se acercó, con expresión solemne. Aura Potter también estaba allí, acompañada de Jason y Amelia Bones. Brigid los sentía, sentía sus almas, sus vidas arrebatadas. El pasillo estaba lleno y lleno de espíritus. Y aún quedaban más.

—Has vivido la Muerte, Deneb. —Brigid contempló a su madre con un nudo en la garganta—. Has caminado en nuestro lado. Gracias a eso, hoy nos dejarás caminar en el vuestro, una vez más. No solo asustaremos. Podremos luchar. Igual no como magos, pero podemos hacer algo más que simplemente inquietar a los mortífagos.

—Y queremos luchar. —Hacía tanto tiempo que no escuchaba la voz de Jason Bones que casi le resultó desconocida, aunque familiar a un mismo tiempo. Se preguntó cómo reaccionarían Harry, Vega, Nova, Susan y Jessica si le vieran—. Aquí están nuestras familias, nuestros amigos.

—Si todo va a terminar hoy —asintió Aura, dirigiéndole una sonrisa—, queremos estar aquí.

Brigid asintió con lentitud. Veía la preocupación en sus rostros. El miedo por aquellos a los que amaban. Brigid lo compartía.

—Vale —dijo—, entonces...

Brigid se calló bruscamente cuando una voz se hizo oír. Una que no provenía de ninguno de los fantasmas que había frente a ella, sino que venía de lejos, de fuera del castillo, pero que resonaba dentro de éste como si proviniera de las propias paredes. Sintió el impulso de cubrirse los oídos y se giró a toda prisa, casi esperando encontrar a lord Voldemort a su espalda. No había nadie.

—Sé que os estáis preparando para luchar. —La voz del Señor Tenebroso le hizo estremecerse hasta la médula—. Pero vuestros esfuerzos son inútiles; no podéis combatirme. No obstante, no quiero mataros. Siento mucho respeto por los profesores de Hogwarts y no pretendo derramar sangre mágica.

El silencio que siguió a aquellas palabras fue casi peor. Brigid tenía que recordarse el respirar, mientras aguardaba a que Voldemort siguiera hablando. Fuera lo que fuera que siguiera a esas palabras, no sería bueno.

—Entregadme a Harry Potter y nadie sufrirá ningún daño. —Brigid se estremeció—. Entregadme a Harry Potter y dejaré el colegio intacto. Entregadme a Harry Potter y seréis recompensados. Tenéis tiempo hasta medianoche.

Brigid no lo pensó siquiera: echó a correr, en dirección al Gran Comedor, donde sabía que estarían los demás alumnos. No entregarían a Harry. Sabía que no lo harían. Pero ¿y si...?

Tropezó y sintió como si cayera por un precipicio. Brigid chilló y, al levantar la vista, encontró a Morrigan. La hechicera la miraba más seria de lo que nunca antes había presenciado.

—Ten cuidado con lo que planeas —le advirtió—. Hoy se decide todo. Yo lo decido todo.

Su silueta tembló, como si de humo se tratara. Entonces, era Cassiopeia quien estaba frente a ella. Luego, Atlas. Y después la propia Brigid. «Un error y todo se destruirá. Los universos son frágiles. Id con precaución.»

Era la voz de Morrigan, pero a la vez no lo era. Brigid quiso chillar de la propia frustración. Se puso en pie con dificultad y volvió a correr. Los pasillos desiertos se vieron de repente inundados por alumnos menores. Los evacuados, comprendió Brigid. Se abrió paso entre ellos, mientras les escuchaba decir:

—¡Es Brigid Black!

—¡La novia de Potter!

—¿Qué le ha pasado en la cara?

—¿Dónde va con tanta prisa?

Brigid no se detuvo. Tenía que llegar al Gran Comedor. Tenía que ver a Harry y... ¿Qué? No le iban a entregar. El hecho de que estuvieran evacuando a los alumnos se lo confirmaba. Harry tenía que ocuparse del Horrocrux. Y Brigid tenía sus propios asuntos.

Frenó, jadeante, tratando de contener el pánico a raya. Había terminado en otro pasillo vacío, después de rehuir a los alumnos que abandonaban la escuela. Al volverse, vio nuevamente a Felicity.

—Que vengan todos —dijo, con voz ahogada. «Un error y todo se destruirá»—. Vamos a hacer esto. —«Hoy se decide todo»—. ¿Necesitaréis que yo esté todo el rato haciendo algo o...?

Felicity le dirigió una débil sonrisa.

—No te preocupes, médium, podrás luchar. Nosotros solo estaremos aquí.

—Vale. —Brigid tomó aire con lentitud—. Las entradas de los pasadizos. Todas las puertas por las que puedan acceder al castillo. Los jardines. Los quiero protegidos. Que los mortífagos se encuentren con un buen montón de fantasmas antes de entrar. —Echó un vistazo a su alrededor—. Una vez estén dentro, todos aquellos que tengan seres queridos aquí, pueden acompañarles. Quiero a cada combatiente protegido por al menos uno de los muertos. Evitemos las bajas.

—Nos ocuparemos —prometió Felicity, con ojos brillantes—. Te lo prometo, Bree.

—Y quiero a alguien que me informe de si Harry esté bien —añadió—. Cuanto antes.

Felicity asintió, antes de darse la vuelta y alejarse a toda prisa.

—¡Deneb!

Brigid se volvió hacia su padre, que iba directo hacia ella corriendo. Regulus la tomó por los hombros tan pronto la alcanzó.

—¿Dónde te habías metido? —exclamó. Se le veía furioso—. ¡Has desaparecido! ¡Pensaba...! ¡Creía...! —Regulus tomó aire con dificultad—. No saben dónde está Maya Carrow, Deneb. Por un momento, había pensado...

—Tenía... —Brigid dudó—. Tenía que dar órdenes. Lo siento, papá. Necesitaba estar sola. Estoy tratando de proteger Hogwarts. Ha sido un momento, ya...

Regulus se echó hacia atrás y, dejando caer los hombros, negó con la cabeza.

—Perdona. De verdad creí... —Dejó escapar un jadeo—. No tendría que haberme puesto así, lo siento. Otros también te están buscando. Deberíamos... —De pronto, Regulus se quedó completamente inmóvil.

Brigid vio cómo su boca se abría para pronunciar un nombre, pero solo movió los labios, sin emitir sonido alguno. No necesitó volverse para saber a quién estaba viendo su padre.

—Regulus. —Gwen le dirigió una sonrisa llena de pena—. Hola.

El hombre no respondió. Gwen volvió la mirada a su hija.

—Harry está bien. Hablando con la Dama Gris, el fantasma de Ravenclaw. Iba a negarse a decirle nada, hasta que le he dicho que tú estás involucrada. —Brigid asintió—. Ya sabe dónde está el último Horrocrux. El otro ha sido destruido.

¿Habría sido eso lo que le había hecho ver a Morrigan, los rostros difuminados de Cassiopeia y Atlas, escuchar las advertencias? Brigid no podía saberlo.

—¿Están cubriendo ya las entradas y los jardines? —quiso saber.

—Sí. Estamos preparados. Quedan veinte minutos para medianoche.

—Esperaremos, entonces. —Brigid le dirigió una mirada a Regulus. Cualquiera hubiera dicho que reunirse finalmente con sus padres a un mismo tiempo sería más emotivo, pero no en medio de aquella situación—. Tenemos que ir con los otros, papá. Ayudarles.

Regulus tensó la mandíbula y finalmente apartó la mirada de Gwen. Brigid tuvo la impresión de que tenía mucho que decirle. Pero no era el momento. Su padre asintió y, juntos, corrieron en busca de los demás. Los mortífagos no tardarían en atacar. Tendrían que estar preparados para ello.














chillando porque quedan DOS capítulos

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro