lxvi. nowhere is safe

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lxvi.
ningún lugar es seguro








Acostumbrarse a la convivencia con Harry, Ron y Hermione no fue complicado, incluso cuando los dos últimos aún parecían tener ciertas diferencias que solucionar. Brigid, que había sido recibida con un fuerte abrazo de Hermione a la mañana siguiente de su llegada, era sin duda la que menos conflictos causaba. De hecho, ya se temía que acabaría haciendo de mediadora en un futuro no muy lejano.

Harry trataba de no ponerse en medio de sus dos amigos, dejando a Hermione descargar su mal humor y a Ron actuar extremadamente arrepentido para ver si así conseguía su perdón. Lo cierto era que Harry tenía mayores preocupaciones; Brigid no necesitaba ser experta en Legeremancia para saber que no dejaba de pensar en Nova. Le dolía haber tenido que ser ella quien le llevara aquellas noticias, pero sabía también que merecía estar al tanto de lo sucedido.

Algo similar le sucedió con Hermione, cuando ésta le preguntó por Prim. Ya solo con la expresión que puso Brigid, la otra chica se inquietó, pero no estaba preparada para escuchar que no sabían nada de ella desde hacía meses. Ningún mensaje, ninguna pista, nada. Indudablemente, se había ocultado como tantos otros hijos de muggles, pero no podía decirle dónde porque no tenía idea.

También informó a Harry sobre cómo estaba su familia. Todos bien, al menos físicamente. El secuestro de Nova no estaba siendo fácil, Brigid lo sabía incluso cuando apenas había pasado tiempo fuera de su habitación en Navidad. No había visto a Sirius, James y Remus más que una vez y parecían desolados. Brigid sabía que, en su momento, Aura Potter también había sido secuestrada por los mortífagos. No debía ser fácil para ellos estar reviviendo la situación con Nova.

También le habló de Mary, que había abandonado el país, antes de que Harry le explicara brevemente que él mismo le había pedido que lo hiciera, tras irrumpir en el Ministerio usando poción multijugos. Brigid le dijo que las últimas noticias que habían llegado de ella y los niños era que estaban bien, y supo que respiraba algo más tranquilo con eso.

—¿Y Felicity? —preguntó Brigid en un momento dado, una vez hubo terminado de informarle. Ambos se hallaban sentados bajo un árbol, recostados uno contra el otro, tratando de ignorar el frío intenso de la mañana.

El rostro de Harry se ensombreció.

—Apenas la veo. Vuelve, a veces. No sé qué hace ni dónde va. Pensaba que estaría contigo, si te soy sincero.

—¿Crees que habrá estado con Malfoy? —cuestionó Brigid, frunciendo el ceño—. Yo no la he visto en ningún momento, pero...

—Espero que no —cortó Harry, furioso—. Aún tengo asuntos pendientes con él.

Brigid sabía a qué se refería. Había sido por Malfoy, después de todo, que Brigid había terminado en San Mungo durante meses el curso anterior. Él había llevado aquel colgante encantado a Hogsmeade y había lanzado la maldición imperius a Rosmerta, que después había hecho lo propio con Brigid para luego entregarle el collar y encargarle que lo llevara a Dumbledore. Había estado a punto de morir por aquel plan fallido de Malfoy. Harry aún no le perdonaba, ni probablemente lo hiciera nunca.

—Fue él quien me advirtió, ¿sabes? —comentó—. Quien me dijo que no volviera a Hogwarts, que me usarían contra ti. También... No me dejó meterme en el duelo de Nova contra los mortífagos. No me dejó ayudarle —explicó Brigid con amargura—. Me atacó por la espalda para evitar que me acercara. Dice que está en deuda conmigo.

No lo quiso explicar mejor. No quiso decir que le había salvado incluso cuando, de haberlo dejado morir, se hubiera asegurado de que Vega no perdería la vida.

—Que se joda —espetó Harry, apretando la mandíbula con rabia—. Que no se acerque a ti, no más. Podría haberte matado.

—Ya, lo sé —suspiró Brigid—. Y yo a él.

—¿Qué? —preguntó él, desconcertado.

—Cuando le lanzaste el sectumsempra. Pude haberle dejado morir. Pude no haber hecho nada.

Harry dejó escapar una risa suave.

—Bree, como si tú fueras capaz de dejar morir a alguien.

—Bueno, mira a Crouch.

Un breve silencio siguió a aquellas palabras. Brigid miró a Harry fijamente, muy seria. Éste carraspeó.

—Se lo merecía —se limitó a decir.

Brigid se encogió de hombros.

—¿Sabes? Creo que hay algo de lo que estamos evitando hablar. —Él asintió tras unos segundos—. No es que me haga falta aclarar nada, pero, bueno, se supone que lo hemos dejado.

—Ya, ya, lo sé —masculló Harry. Esbozó una débil sonrisa—. Creo que puedo considerarme culpable de eso.

—Sí, sin duda —replicó Brigid, correspondiendo a su gesto sin apenas darse cuenta—. Sabes que no ha funcionado, ¿no? Para evitar que vinieran a por mí.

Harry agachó la cabeza, con una mueca en el rostro. Brigid aguardó.

—Me hubiera gustado que funcionara, pero sabía que era pedir mucho —admitió tras unos segundos—. Realmente, no tengo mucho que decir, Bree. Solo quise hacerlo más fácil, de algún modo. Sobretodo para ti. Puede que me equivocara. No lo sé. Todo lo que puedo decirte es que no ha cambiado nada en el modo en que te veo, Bree. Te he echado de menos cada día. Me he planteado ir a buscarte cientos de veces, aunque supera que no podía. Y me dolerá cuando te marches, pero...

—Pero tiene que pasar, sí —masculló ella—. Para que podáis terminar con esto. Para salvar el mundo.

—Ojalá pudiera mandar el mundo a la mierda —admitió Harry, acariciando suavemente su muslo. Brigid asintió lentamente—. Si no hubiera tantas personas en él que me importaran...

Brigid apoyó la cabeza en su hombro y dejó escapar un suspiro.

—Habrá un final. Siempre llega. Ya solo quedan la mitad de los Horrocruxes.

—Sí, y solo ha sido cosa nuestra uno —respondió Harry—. Me da miedo cuánto podremos tardar.

—Algo me dice que será más rápido a partir de ahora. —Brigid buscó su mano y acarició el dorso de ésta con cariño—. Todo irá llegando, Harry. Poco a poco. Ya habéis hecho mucho más que cualquiera antes.

—No vale de nada hacer mucho si no es suficiente, Bree —suspiró él, besándole en la cabeza—. Solo servirá si tenemos éxito.

—Lo tendréis —aseguró ella—. Ya lo verás.


























La visita a casa de Xenophilius Lovegood no entusiasmaba a Brigid por un simple motivo: habían acordado que ella no debía ir. Había dos razones que, aunque tenían sentido, no evitaban que se sintiera ligeramente ofendida al verse fuera.

La primera era que ella había estado presente cuando los mortífagos se habían llevado a Luna y Vega. Xenophilius lo sabía. Le había visto en el andén nueve y tres cuartos y, aunque no recordaba demasiado de aquellos momentos, estaba bastante segura de que había hablado con el padre de Luna. Quizá fuera mejor no hacerle recordar esa experiencia al ver a Brigid en su casa, porque podría cerrarse a hablar sobre el extraño símbolo que Hermione había encontrado en las páginas de Los cuentos de Beedle el Bardo.

La segunda era que Harry no quería que ella tuviera nada que ver con su búsqueda. «Cuando vuelvas —le había dicho—, preferiría que no hubiera nada que te uniera a lo que nosotros tres estamos haciendo, Bree. Si los mortífagos o Vol... Quien-tú-sabes se enteran de que has estado con nosotros, solo te pondrá más en peligro.»

Brigid había terminado por aceptar. Tampoco podía negarse, no después de que los otros tres se mostraran de acuerdo. Le dijeron que podría acompañarles, bajo la capa invisible, pero terminó rechazándolo.

—No sabemos cuánto tardaréis con Xenophilius. Podrían ser horas. —Aunque esperaba que no—. Encontraré qué hacer. Quién sabe, igual hasta les hago una visita a Amos y Charlotte. Fui vecina de los Lovegood, ya sabéis.

—¿Lo dices en serio? —cuestionó Ron, sorprendido.

Brigid dejó escapar una carcajada seca y negó.

—No hay nada ni nadie en esa casa a quien me interese ver —aseguró con rotundidad—. No, me mantendré cuanto menos alejada de los Diggory. Encontraré algo que hacer, no os preocupéis.

Como consideraron que era más prudente que el trío llevara la capa invisible, en caso de que algo sucediera, terminaron por decidir que se Aparecerían por separado. Dejaron el lugar donde se reunirían fijado. Brigid dijo que le avisaran cuando estuvieran y llegaría allí antes de que Hermione colocara los hechizos de protección. Mientras tanto, ella iría a ver a su padre.

—¿Crees que es lo mejor que vayas a verle ahora? —preguntó Ron.

—Mi padre trató de acabar con el Horrocrux que has destruido, Ron —le recordó Brigid—. Quiero que lo sepa. Y, ahora que ha recordado, quiero preguntarle si sabe más del resto de Horrocruxes. No le pregunté en su momento porque... Bueno, pensaba que no os vería. Pero ahora...

—Ve —asintió Harry, tras reflexionar unos instantes—. Igual Regulus puede ayudarnos. Pero, Bree... —Su mirada se apagó—. Si ves a mis padres, Vega, Susan... No les digas que has estado conmigo. Le dije a tío Remus y Sirius que no me pondría en contacto con ellos si no fuera muy necesario. No sé cómo reaccionarán si saben que he estado contigo. No quiero preocuparles más.

Brigid asintió despacio.

—Está bien. Id con cuidado con Lovegood —advirtió Brigid—. No sé cómo estará llevando lo de Luna, pero no podemos fiarnos, por desgracia.

—Estaremos atentos —prometió Hermione—. Ten cuidado tú también, Brigid.

—Lo tendré —prometió, intercambiando una rápida mirada con Harry.

Tras aquello, con todo ya recogido y listos para abandonar el bosque, se Desaparecieron. Harry, Ron y Hermione con destino a la casa de Xenophilius Lovegood. Brigid, esperando que su padre estuviera allí, llegó a la propiedad de la familia Black en la que había pasado buena parte del verano.

Sabía que existía la posibilidad de que Regulus siguiera en la casa donde se habían reunido para las Navidades —los Black tenían decenas de propiedades por todo el Reino Unido—, pero conocía lo suficientemente bien el carácter esquivo de su padre como para saber que era bastante probable que le encontrara allí, en especial sabiendo que ella se había marchado.

Brigid permaneció en la entrada, dudando. Podía ver a través de los hechizos protectores, ya que había estado allí cuando su padre los había levantado. Aún no se había decidido a entrar cuando, a su izquierda, sonó un «¡crac!» que anunciaba que alguien acababa de Aparecerse.

—¡Ama Brigid! ¡El ama Brigid ha vuelto!

Brigid formó una sonrisa antes de volverse hacia Kreacher, que la contemplaba con una sonrisa que resultaba casi grotesca en su rostro usualmente gruñón.

—Hola, Kreacher —saludó, inclinándose hacia el elfo doméstico—. He venido a hacer una visita. ¿Está aquí mi padre?

—El amo Regulus llegó ayer, ama —asintió la criatura—. Está ahora en la biblioteca.

—Bien, gracias, Kreacher.

Habían pasado tan solo tres días desde que Brigid se había marchado en busca de Ron a El Refugio, pero sintió que habían sido muchos más cuando se adentró en el vestíbulo, seguida de Kreacher. El elfo le preguntó si llevaba algo de equipaje, pero Brigid negó: la mochila con las pocas pertenencias que había llevado cuando ella y Ron se marcharon a buscar a Harry y Hermione la llevaba esta última, guardada en su bolso.

Sin embargo, viendo que Kreacher estaba deseoso por ayudar en algo, le entregó su abrigo y bufanda, aunque sentía frío pese a estar en el interior de la casa. Trató de entrar en calor frotándose las palmas de las manos, sin mucho éxito. Aquel gesto le hizo llevar la mirada por unos instantes al anillo que llevaba, el que Harry le había regalado hacía ya cuatro Navidades. Suspiró y echó a andar resueltamente hacia la biblioteca.

La puerta estaba entreabierta, como Regulus siempre la dejaba. Brigid no se dejó vacilar cuando empujó la hoja y atravesó el umbral. Recorrió con la mirada la estancia, extrañamente vacía. La chimenea estaba encendida y el escritorio de su padre desordenado, como si acabara de levantarse. Mientras trabajaba en él, siempre era un caos, pero Regulus lo ordenaba pulcramente una vez terminaba. Era extraño.

Fue entonces cuando sintió la punta de la varita colocarse sobre su nuca.

—Date la vuelta muy despacio. —La orden de Regulus Black fue fría y severa—. Y que pueda verte bien las manos.

Brigid obedeció lentamente, levantando ligeramente los brazos para que su padre viera que no sostenía varita alguna. Le dedicó una débil sonrisa.

—Hola, papá —saludó tímidamente.

Regulus no bajó la varita, examinando su rostro con atención.

—Vas a tener que demostrarme que eres Brigid —comentó con tranquilidad. Ésta asintió.

—Vale, no es que sorprenda. —Dudó por unos instantes antes de decir—: Para empezar, creo que nunca antes me has llamado Brigid. Para ti, soy Deneb. El nombre que mamá eligió para mí y que tú no podías olvidar cuando te traje de vuelta, a través del Velo de la Muerte. Hace solo tres días me marché de casa sin dar ninguna explicación, dejando solo una nota que decía: «Lo siento, esto es importante. Tengo que irme. Estoy bien. No intentéis buscarme, yo volveré en cuanto pueda.» Cuando moriste, tratabas de destruir uno de los Horrocruxes de Voldemort, el guardapelo de Slytherin. Dejaste una nota firmada como R.A.B. y llevaste a Kreacher contigo... ¿Es suficiente? —Regulus asintió al de unos segundos y bajó la varita—. Bien, porque vengo a decirte que el Horrocrux ha sido destruido.

No dejó que su padre digiriera la información; se adelantó y le abrazó con fuerza, pillándole por sorpresa. Entre las noticias que acababa de recibir y aquel gesto inesperado, Regulus tardó unos segundos en estrechar a su hija entre sus brazos, pero cuando lo hizo, fue con fuerza, como si temiera que fuera a irse en ese mismo instante.

—Siento haberme marchado así. Sé que no estuvo bien, pero no me sentía preparada para bajar y deciros a todos que me iba, además porque sabía que tardaría demasiado. —Y porque Ron le había pedido que no se lo dijera a nadie—. Solo he venido a verte un rato, papá. Lo siento, pero voy a irme otra vez, solo...

—No pasa nada —susurró Regulus, acariciando su espalda—. Por ahora, solo me alegro de que estás aquí y estás bien, Deneb. Pasé mucho miedo.

—Lo siento —repitió ella, arrepentida—. Lo siento mucho, papá. ¿Cómo están los demás?

—Susan va a volver a Hogwarts. —De la sorpresa, Brigid retrocedió, separándose del abrazo. Regulus asintió, con expresión sombría—. Dice que, sin Nova, Luna y tú, no puede dejar solos a Neville y Ginny. Hemos encontrado un modo de comunicarnos, algo parecido a los espejos que tenían Sirius y James, pero más pequeños. Están bastante preocupados, pero ella ha insistido.

Brigid se sintió horriblemente mal al instante. Ella era culpable en gran parte de aquello. Se había marchado sin dar ninguna explicación, dejando a Susan sola después de haber estado apoyándose la una en la otra durante meses. ¿Y si ahora volvía y le sucedía algo horrible? Brigid no quería ni pensar en ello.

—Sirius, bueno... —Regulus bajó la mirada—. Es un desastre ahora mismo. Fuma bastante más y apenas se puede hablar con él. Se está repitiendo lo que pasó con Aura. Remus tampoco está mejor. Ambos pasan la mayor parte del tiempo juntos y solos. James intenta ser de algún tipo de ayuda, incluso cuando él mismo es un desastre. —Su padre negó con la cabeza—. Y Ariadne, bueno, da igual cómo de mal vaya todo, siempre va a intentar solucionarlo. Está tratando de encontrar el sitio, no deja de rodear lugares en un mapa. Quiere ir a investigarlos, aunque hemos decidido esperar un poco. Ella es así, tiene que hacer cosas o se vuelve loca. —Tras un momento de duda, añadió—: Empiezan a temerse que esté en Azkaban.

Aquel pensamiento hizo encogerse en corazón de Brigid. ¿Nova y Luna, en Azkaban, rodeadas de dementores? No, era una imagen espeluznante. No podían estar allí. Debían haberlas llevado a otro lugar. Querrían vigilarlas de cerca, ¿no? En caso de querer usar a Nova para atraer a Harry.

—¿Y Vega y Jess? —preguntó Brigid.

—No han pasado por la casa —suspiró Regulus.

—¿Noticias de Mary?

—Ninguna.

—¿Y de la Orden?

—Tan dispersa como antes. Ahora está el programa de Jordan y los Weasley, Pottervigilancia, que está ayudando en algo, pero no hay demasiados avances. Desde que Kinsgley tuvo que darse a la fuga y ocultarse como nosotros, no hay nada organizado.

Brigid asintió lentamente. No había cambiado mucho la cosa, entonces. Tampoco era que creyera que en tres días se podría.

—¿Y tú, Deneb? —quiso saber Regulus. Era su turno de hacer preguntas—. ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo grave estos días?

—Hemos destruido el Horrocrux, pero nada más que eso —respondió ella, decidiendo omitir la parte en la que le habían poseído—. Fue Ron. Pero aún nos quedan más por encontrar. Venía para preguntarte si tú sabrías algo, lo que fuera, sobre los otros Horrocruxes.

La expresión de Regulus se ensombreció. Negó con la cabeza.

—Sabía que debía haber más, aparte del guardapelo, porque la codicia del Señor Tenebroso es infinita, pero no hubiera descubierto siquiera el paradero del guardapelo si no hubiera sido por Kreacher. No pude investigar mucho más antes de ir a la cueva a buscarlo.

Brigid asintió lentamente. Lo cierto era que no esperaba descubrir mucho de su padre, pero había querido ir a verle pese a ello.

—Al menos, sabes que ya está destruido —comentó. Regulus asintió—. ¿Y tú, papá? ¿Por qué has vuelto aquí?

—Resultaba algo deprimente estar allí, como podrás imaginar. —Su padre le dirigió una mirada triste—. Y la principal razón por la que fui fue para verte. Sin ti allí, sinceramente, no tenía motivos para quedarme. Seguiré visitándoles, claro, para ver cómo están, pero no tenía sentido seguir viviendo con ellos. Hace ya mucho que no comparto techo con Sirius, no creo que ninguno necesite repetir la experiencia.

—Pero habéis solucionado todo, ¿no? —quiso saber Brigid, preocupada.

Su padre sonrió débilmente.

—Uno no arregla todo de la noche a la mañana, Deneb. Sí, Sirius y yo somos hermanos. Me preocupo por él, pero hay demasiados años de peleas y enfados que aún nos separan. Incluso cuando ahora nos entendemos mucho mejor, es mejor darnos algo de espacio de vez en cuando. Estamos mejor así.

Si él lo decía, tendría que aceptarlo. Brigid pasó la mirada por la estancia, tratando de decidir qué diría a continuación.

—¿Cuánto puedes quedarte? —quiso saber Regulus.

—No lo sé, aunque no creo que demasiado —admitió Brigid—. Y, papá, no puedes decirle a nadie que me has visto. Mucho menos a los padres de Harry o los de Ron.

—No lo haré —asintió Regulus—. ¿Te quedarás con ellos hasta que acaben con esto, Deneb?

Ella se encontró negando.

—No es bueno mezclar los Horrocruxes con mi magia. Hemos decidido que les acompañaré temporalmente, probablemente hasta que encontremos el siguiente. Luego, me iré otra vez. Vendré aquí, seguramente.

—La casa estará abierta para ti siempre que lo necesites —asintió Regulus—. Es tuya, después de todo.

—Habría que solucionar el asunto de la herencia cuando esto acabe —masculló Brigid—. Solo soy heredera porque tú estabas muerto, pero ahora que no lo estás... Y también querría repartirlo con Sirius, Vega y Nova. No sé cuánto querrán tener que ver con el apellido, pero siguen siendo de la familia.

—He de admitir que me gusta la nueva generación de la familia Black —opinó Regulus—. Vega, Nova y tú habéis conseguido volver a unir un apellido que va más unido a la discordia que a otra cosa. Habéis aprendido de los errores anteriores.

—Bueno, realmente empezamos a ser amigas antes de que yo supiera que era Black —respondió inocentemente Brigid. Su padre sonrió—. Igual es eso lo que ha ayudado. No sé cómo hubiera sido mi vida si hubiera creciendo sabiendo que era tu hija.

Regulus asintió pensativamente. Brigid nunca había expuesto aquella idea en voz alta, aunque había tratado de imaginarlo alguna que otra vez. Ni siquiera hubiera sido llamada Brigid Diggory, sino Deneb Black. ¿Cómo hubiera sido su relación con Cedric, quien hubiera sido su primo en vez de su hermano? ¿Y con Vega y Nova? ¿La hubieran señalado en Hogwarts, igual que estas dos? Indudablemente. ¿Hubiera sido más segura o más tímida, viéndose en la mira de todos? No podría saberlo.

—No sé cómo de distinta hubiera sido —dijo Regulus, poniendo la mano en su hombro—. Pero estoy seguro de que no hubiera cambiado la persona que eres, Deneb. Ni lo orgulloso que estoy de ti.

Aquellas palabras resultaron enormemente inesperadas para Brigid. Se quedó mirando fijamente a su padre, sin saber qué responder. La sorpresa le había dejado muda. Una fugaz idea atravesó su mente. «Amos y Charlotte nunca le hubieran dicho algo así.» Pero la dejó a un lado. Ellos ya no eran importantes. Regulus, sí.

Tras unos instantes, le abrazó con fuerza. Su padre rio suavemente, acariciándole la espalda con cariño.

—¿Nunca antes te había dicho algo así? —cuestionó, divertido.

—Ahora mismo, no lo sé —admitió Brigid—. Puede que no me acuerde. Pero gracias, papá.

Pudo pasar aún un rato más con su padre, charlando tranquilamente sobre todo lo que podían no relacionar con la guerra. Cuando llegó el mensaje, mediante un patronus de Hermione, de que Brigid debía marcharse ya, abrazó una última vez a su padre, con más fuerza incluso que las anteriores.

—No creo que tarde mucho en volver —le prometió—. Su misión no es la mía, solo les acompaño. Estaré de vuelta.

—Aquí te esperaré —aseguró Regulus—. Ten mucho cuidado, Deneb.

—Lo tendré —prometió ella—. Tú también, papá. Si pasara algo grave... Avísame, por favor. Si no hay noticias, asumiré que todo va bien.

—Lo haré —aseguró él—. Esperemos que no haga falta.

Brigid asintió, dirigiéndole una última sonrisa.

—Esperemos.

Pensó que recibiría buenas noticias al reunirse con los otros tres: se equivocó. Lo supo tan pronto vio sus rostros sombríos. Las malas noticias no tardaron en llegar: Xenophilius Lovegood había tratado de entregarles a los mortífagos, pensando que así podría recuperar a Luna. La casa había quedado parcialmente destruida en su escape y no sabían qué destino le aguardaría a Xenophilius ahora. Además de ello, todo lo que habían aprendido aparentemente era inútil. Una vieja fábula sobre las Reliquias de la Muerte, inspirada en el relato de los tres hermanos de Los cuentos de Beedle el Bardo.

Al menos, así lo consideraba Hermione. Pero Brigid pudo ver en los ojos de Harry que para él no resultaba tan absurdo.

—Así que —le dijo más tarde, mientras ambos se acomodaban en la litera. Ron y Hermione hacían guardia fuera—, pretendes reunir las reliquias.

—Puede que ya tenga dos —respondió Harry, en voz baja—. Puede que por eso Dumbledore me dejara la snitch, para tener ya ambas. Si soy descendiente de los hermanos Peverell... Podría conseguir la Varita de Saúco, con las tres podría...

—¿No sería mejor centrarnos en los Horrocruxes, Harry? —cuestionó Brigid suavemente—. Tienes la capa, e incluso sin ella, tendrías tu don de la ilusión. Podemos conseguirte una varita nueva, una que de verdad sea tuya, que te elija. Y si quieres resucitar a los muertos, bueno, algo podría hacer yo. No necesitas ser el Maestro de la Muerte para ganar a Vol... Quien-tú-sabes. —Se corrigió inmediatamente, recordando las consecuencias que podía tener pronunciar el nombre del Señor Tenebroso—. Puedes tener todo el poder que las reliquias te dan sin tenerlas realmente. Pero para acabar con él, sí que necesitas destruir los Horrocruxes.

Harry guardó silencio unos instantes. Brigid no podía verle el rostro, puesto que él la abrazaba desde atrás, pero escuchaba su respiración lenta. El aire que expulsaba por la nariz le hacía cosquillas en la oreja.

—Harry... —insistió, viendo que no respondía.

—Dumbledore dejaría la pista por algo —acabó diciendo él—. Por eso me dio la snitch. Igual quería que encontrara tanto las reliquias como los Horrocruxes. Sea lo que sea, podemos buscar las dos cosas a la vez.

A Brigid se le escapó un suspiro, pero decidió no insistir por el momento. Cerrando los ojos, susurró:

—Buenas noches, Harry.

Sintió como él dejaba un beso en su nuca con suavidad y la acercaba un poco más a él, antes de decirle:

—Buenas noches, Bree.














yo tampoco entiendo lo de haber actualizado 3 veces en una semana después de más de un mes sin conseguir escribir nada (encima cuando ahora supuestamente estoy estudiando para recus de septiembre) pero bueno disfrutadlo jsjsja <3

ale.

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