Fantasma de la opera

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Mayo 2019, Teatro Municipal de Valencia.

-Sofía, te quedan diez minutos para salir a escena.- dijo la directora de vestuario.

-No encuentro mi collar, ¿lo has visto?
- Sofía estaba desesperada.

-¿Te traigo tu bolso? Me pareció que en él tenías uno con un diamante azul.

La directora de vestuario fue corriendo por el bolso de Sofía, encontrando el collar del cual pendía un diamante azul con forma de corazón; era imponente y brillante. Entre nervios y premura la directora de vestuario le colocó el collar a Sofía para luego ver en el espejo que lucía espléndida, envolviéndola en un halo casi sublime.

-¿Preparada para besar al chico guapo de El fantasma de la Ópera?

-¡Sí! -respondió sonrojada.

El primer acto de la obra conmovió al público, los actores consiguieron que cada diálogo los introdujera más y más en la trama; incluso la orquesta situó a los espectadores dentro de la tensión vivida en las escenas al punto de erizarle la piel a muchos.

Sofía disfrutó interpretar el personaje de Christine, quien se debatía entre el amor de Raoul y el fantasma de la ópera, su ángel de la música. Cantó cada nota a la perfección y lució su hermoso vestido blanco junto con aquel collar, que parecía quemarle la piel durante las notas agudas, al percibir esto Sofía continúo actuando sin poder sacarse de la mente la extraña sensación. Intentó quitárselo en pleno escenario pero no pudo, así que aguantó el dolor leve que le producía y justo al terminar el primer acto, salió corriendo a los camerinos, evadiendo a todos, para poder desabrochar aquella extraña prenda que ya estaba a temperatura normal, le desesperaba pensar que pudiera calentarse un poco más y hacerle más daño.

Se encontró a la directora de vestuario, y la tomó con fuerza por las muñecas llevándola a su camerino. Una vez dentro, ella también intentó quitárselo pero no pudo, estaba trabado. Sin embargo, Diego, su compañero actor que interpretaba al fantasma de la ópera, llegó al camerino, preocupado porque ella había salido corriendo sin decir nada.

-¿Qué sucede? -preguntó mientras entendía la situación. Al ver la piel del cuello de Sofía enrojecida, se adelantó a ayudar.

-No logro quitárselo, ¡está atorado! -dijo la directora de vestuario abriendo los ojos para enfatizar el problema-. Es inútil, buscaré algo para cortarlo. -Salió del camerino a toda prisa, mientras Sofía gritaba con desesperación.

-¡Quítamelo! -Sofía se notaba bastante angustiada, no recordaba que antes hubiese ocurrido algo similar usando ese collar, mientras en el fondo el Director gritaba que casi era tiempo de volver a escena.

-Hago lo que puedo, Sofía -replicó Diego, quien intentaba con sus propias manos romper el broche del collar-. Tengo unas tijeras en mi camerino, iré por ellas

-¡No me dejes sola! -gritó, pero ya él había salido del camerino. Cerró los ojos y se llevó las manos a la cara para respirar y tranquilizarse un poco mientras Diego volvía con las tijeras, pero en ese momento, sintió el diamante deslizarse por su piel y chocar contra el suelo, resonando el "click" al caer, luego unas manos dulces acariciaron sus mejillas y su cuello donde el diamante reposaba. Por instinto abrió los ojos, dándose cuenta de que estaba sola.

-¿Diego? -Se levantó de la silla. Estaba sola en el camerino. Recorrió todo el lugar con la vista mientras se tocaba el cuello hasta que una gran pluma negra cayó justo frente al espejo, al tomarla, observó una marca en su muñeca izquierda en forma de "S", dibujada en tinta roja. La pluma se empezó a desteñir, cayendo la tinta negra sobre sus manos, tornándose blanca, y luego al subir la mirada al espejo, vio unas manos en medio de la oscuridad del camerino tomar sus hombros aunque en el espejo no veía otra persona. Enseguida se volteó asustada.

-¡Sofía!, Ya dieron sala. ¿Lista? -dijo la directora de vestuario como si nada hubiera pasado. Había salido unos minutos antes para buscar algo con qué abrir el collar, pero no traía nada. Ni siquiera se había percatado de que Sofía ya no tenía el collar.

-¿Has visto a Diego? -Se veía aturdida, todo aquello era muy extraño. Tocó sus hombros, ¿quién la había tocado? ¿Lo había imaginado?, demasiadas preguntas y ya era hora de volver a las tablas, miró sus manos y su muñeca: no tenía nada, ni siquiera la pluma.

-Está en su camerino, ¿por qué? -Y luego de unos segundos añadió de forma apacible- ¿Cómo lograste quitarte el collar?

Al salir a escena de nuevo, no dejaba de pensar en aquel evento. Se miraba las manos de forma constante, ¿estaba delirando por estrés?, luego se sorprendió al ver como Diego en escena también actuaba como si nada hubiera pasado, con su máscara, representando al fantasma de la ópera, sin embargo, continuó su actuación, al ritmo de la música y con la afinación perfecta al cantar.

Como parte de la obra, intentó correr del fantasma e intentar salvar de la muerte a su amado Raoul, pero las luces se apagaron sin previo aviso. Aquello no estaba escrito en el guion, ni estaba planificado. Sofía no supo adónde dirigirse, y antes de poder decidir, alguien la tomó de las manos y la guio justo al centro de la tarima.

-¡Mi hermosa Christine, serás mía por siempre! -gritó el chico que la había tomado de las manos.

-Diego... ¿Qué haces?, esto no está en el guion -susurró. Pero él no le hizo caso, en su lugar, le colocó el collar de diamante que se había retirado en el camerino y que sorpresivamente se encontraba intacto, luego apretó su cuerpo contra el suyo y la besó de forma apasionada, explorando sus labios carnosos. Acto seguido las luces se encendieron y ahí estaba ella, respirando de forma entrecortada en aquella tarima.

Miró a Diego tras bastidores, amarrado a una silla y con la boca cubierta con cinta adhesiva, y a su derecha, observó a Leonel, que interpretaba a Raoul, después se fijó en el público, que dio por terminada la obra y llenó el teatro de aplausos y gritos de emoción. Apenas el telón cayó por completo, Sofía caminó con paso firme hacia Diego, temiendo que sus sospechas fueran ciertas, de que tal vez, solo tal vez, la obra estuviera cobrando vida, y todo aquello que había pasado, tanto en el camerino, el collar con el diamante azul, y aquella escena del beso, fuera realmente el fantasma de ópera.

-¡Diego! ¿Estás bien?, ¿quién te hizo esto? -Leonel empezó a ayudar dándose cuenta de que alrededor de Diego había plumas negras y blancas. Al quitarle el adhesivo de la boca dijo:

-¡El fantasma de la ópera me atrapó! Me tomó del brazo y me amordazó, atándome a esta silla. ¡Has estado con él, Sofía! -gritó, pero el público ensordecedor aclamaba a los protagonistas para que fueran a saludar una vez más.

-¿Han visto estas plumas, chicos? No recuerdo que en la obra original describieran plumas, ¿de dónde han salido? -preguntó Leonel justo antes de que la directora de vestuario los incentivara a salir junto al elenco completo para el saludo final.

Sofía no sabía el significado de aquellas plumas ni de dónde provenían, pero sí sabía que corría peligro. Podía sentirlo. Se mordió los labios recordando el beso con su fantasma, y recordó aquellos ojos azules penetrantes. El público lanzaba flores mientras Diego y Leonel la sacaban de sus pensamientos al tomarle ambas manos para hacer la reverencia. Nadie, excepto ellos, parecía haber percibido aquel acontecimiento. Ni siquiera notaron que amordazaron a Diego. Giró la cabeza hacia donde estaban las plumas, y ya no estaban, mientras el público seguía aplaudiendo, una voz llamó su nombre.

«Sofía...»

Justo en la oscuridad de la sala, una silueta de un hombre alto con capa, como la del fantasma de la ópera, salía por la puerta principal, dejando a Sofía con la incógnita de un beso anónimo y el corazón acelerado entre adrenalina y angustia, y unos acontecimientos que no podía explicar.





Nota:

Hola!! ¿Les gusta el fantasma de la opera?, a mi me encanta.

Gracias por leer, comenten si les gusta este tipo de historias

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