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Allan guardó su móvil en el bolsillo del hoodie que tenía puesto y ahora con las manos al rededor de su estómago, protegiéndose, observa al rededor suyo con nerviosismo. Habían un sin fin de salas, los edificios se notaban tan amplios que parecían infinitos.

— ¿Qué se supone que haga ahora? — pensó el pelirrojo.

No tenía ni la menor idea dónde quedaba la oficina del rector para que pudiese guiarlo. Mucho menos sabía cuál era su propio salón.

Intentó buscar a algún profesor para que le ayudase, o hasta un alumno, pero los pasillos estaban vacíos.

—¡Ken!


Ken, bobo como ninguno, corría con desesperación con su móvil en mano intentando escribir todo lo que pasaba en ese instante para publicarlo como tweet.

Pero, ¿recuerdan cuando sus padres les decían que jamás cruzaran la calle mirando el celular? Bueno, esto es algo parecido.

— ¡Mierda! — gritó asustado. Por ser una irresponsable con el camino, terminó empujando a Allan. En un reflejo para no hacerlo caér, logró mantenerlo en sus brazos, rodeándolo por los hombros.

Por supuesto que iba a ser Allan, vamos, pero Ken no lo había notado hasta ahora.

—¡Allan! — se calló, abriendo los ojos y sintiendo la sangre subir a sus mejillas.

¡Bendita luna! Por supuesto que fue un poco vergonzoso todo aquel escándalo, pero ya estaba junto al chico que tanto le había gustado. Y tenerlo así de cerca, percibiendo su exquisito perfume dulce, valía cada vergüenza del mundo.

Se separó del pelirrojo, su sonrisa se expandió sobre sus labios contagiando a Allan de inmediato.

— ¡Hola! Lamento el accidente, estaba buscándote y me distraje.

Allan le provocaba muchas sensaciones a Ken sin siquiera conocerle realmente, se ponía nervioso de tan solo pensar en su nombre, pero también era cierto que el rubio fue toda su vida un alma alegre, sociable y también era completamente extrovertido, así que no tenía problemas para iniciar una charla aunque fuera con el muchachito de su destino.

— Hola... — susurró, tenía una sonrisa radiante que hizo a Ken querer gritar — No te preocupes y muchas gracias por venir. Esta cosa es enorme... — habló, refiriéndose a la escuela.

Y tenía toda la razón, Mattel era la preparatoria más importante de Barbieland, por lo que inmediatamente la volvía relevante internacionalmente, así mismo, una buena arquitectura que gritara lujo era necesaria.

Si lograbas entrar era por - mucho- dinero o un promedio excelente, perfecto. Todo el grupo de Ken se encontraba ahí por la primera alternativa, porque... a ninguno le iba increíble.

Ken asumió que Allan entró de la misma manera, aunque algo le decía que también era sumamente inteligente, motivo por el cual ahora lo encontraba aún más atractivo.

— ¿No te entregaron un horario? ¿O no sabes en qué curso vas tú? Yo por ejemplo soy del Mojo Dojo Casa House Tercero — Allan lo observó con el ceño fruncido y confundido — Oh, sí. Aquí los cursos tienen nombre y número — ambos rieron. Mattel tenía una manera muy distinta de funcionar al resto de colegios.

— La verdad no tengo ni la menor idea. No me dieron un horario, solo me llegó un email con flores y un osito deseándome suerte en mi primer día — otra vez, carcajearon. Todo estaba fluyendo a la perfección para sorpresa de Allan, y es que, con lo tímido que es frente a gente nueva pensó que estaría más incómodo.

Pero, ¿cómo incomodarte teniendo al chico más dulce frente a tus ojos?

Allan comenzaba a admirar la personalidad de Kenneth Carson.

— Ven, entonces, te llevaré con el rector — el pelirrojo agradeció con una sonrisa y siguió el camino que Ken tomaba.

— Allan Sherwood, Weird House Tercero, edificio cuatro, segundo piso a mano derecha — dijo el señor, entregándole una hoja de papel — Aquí tienes tu horario y una disculpa la falta de información — Allan lo recibió con una sonrisa, diciendo que daba lo mismo — Por suerte te encontraste con Kenneth — miró al rubio brevemente — Ten cuidado porque este niñato es bastante... travieso — el mencionado rió nervioso, rogando que a Allan no le asustara el comentario de ese viejo tonto.

¡Todos en Mattel eran traviesos! Eran todos niños ricos, por favor.

Salieron de ahí y Allan soltó una risita, como la misma que escuchó la primera vez que se vieron, cuando Ditto llevó a su dueño hacia el muchachito más bonito del universo, y su futuro novio -según el-.

—¿Así que debo tener cuidado de ti, Kenneth Carson? —dijo, con una sonrisa juguetona y Ken comenzó a negar rápidamente.

— ¡Por supuesto que no! Ese señor solo quería dejarme mal porque no le agrado — entrecerró los ojos, mirando en dirección a la oficina de director.

— Está bien — se acomodó el hoodie y las manos de Ken estaban que le picaban de lo mucho que quería tomar las manos de Allan — Gracias por ayudarme y lamento haberte quitado tiempo, espero no te castiguen.

— ¡No te preocupes! Les dije una pequeñita mentira blanca para poder salir... — rió, recordando la cara de horror de su maestra al oírla decir que su cuerpo no daba más y debía ir al baño en ese mismo instante o se haría de eso ahí mismo — ¿Quieres que te lleve a tu sala? Queda al lado de la mía — ofreció y su mente comenzó a pensar en que se sentiría hermoso ir a dejarlo todos los días, tomados de las manos y despidiéndose de un tímido beso en los labios antes de dirigirse a su propio salón.

Ok, puede que deba ir al psiquiatra algún día.

—¿No te estoy molestando mucho?

—No, por supuesto que no, Al.

Al, Allan pensó que le gustaba como sonaba ese sobrenombre saliendo de los bonitos labios de Ken.

—Entonces sí, por favor.





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