Capítulo 10

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Encendí el grifo de la ducha y esperé a que el agua se calentase mientras seguía mirando mi reflejo en el espejo. Esperé a que Rina saliese del cuarto de baño para quitarme toda la ropa y cuando lo hizo, pude observar con detenimiento mi cuerpo magullado por lo que había pasado aquella noche. En el muslo derecho me había empezado a salir un moratón que adquiría un tono morado sobre unas pequeñas magulladuras. Me dolían los hombros y el costado. Mi brazo derecho estaba raspado en el codo y mis rodillas también estaban heridas. Mi pelo estaba echado hacia atrás y mi larga melena oscura caía por mi espalda de forma desordenada en pequeñas ondas.

Intenté recapacitar sobre todo lo que había ocurrido, pero mis recuerdos estaban confusos. Estaba parada frente a un espejo, en un cuarto de baño desconocido, en un lugar que no conocía, mirando unos ojos y un pelo que nunca habían sido míos. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza cuando cerré los ojos y cuando volví a abrirlos mi figura se había distorsionado a causa del vapor, por lo que decidí que debía meterme dentro de la ducha si quería empezar a encontrar respuestas a todas mis preguntas.

Agradecí la sensación del agua caliente sobre mi piel y dejé que me limpiara por completo. Permanecí inmóvil bajo el agua durante varios minutos intentando recordar exactamente lo que había ocurrido esa noche, pero todo fue en vano. Recordaba a mi madre gritando y apartándome para que alguien no se acercara a mí. También gritos y voces, pero no las caras de las personas de las que provenían. En ese momento, comenzó a dolerme la cabeza, tanto que tuve que separarme ligeramente del chorro de agua caliente y sujetarme la cabeza. Permanecí quieta en ese lugar hasta que el dolor comenzó a disiparse, justo cuando oí la voz de esa chica. Rina.

Cerré el grifo y salí para envolverme con una de las toallas que había dejado sobre el lavabo mientras que con otra más pequeñas me sequé el pelo. El agua caliente había conseguido aliviar parte del malestar que se apoderaba de mi cuerpo, aunque no del todo. Cuando me asomé a la habitación, observé que Rina sostenía un vestido sobre sus manos totalmente negro. Era sencillo y de manga corta, con pequeños detalles de bordado sobre el cuello.

—Tienes que ponértelo—me lo tendió—. Todas debéis llevar la misma ropa.

¿Todas?

Eso significaba que había más chicas como yo. 

—Gracias.

Cogí el vestido y comprobé que su textura era suave.

—Vístete. Te están esperando.

***

Me quedé sin palabras al salir de la habitación. Debíamos de estar en una especie de academia enorme y antigua. Mi habitación se encontraba al final de un largo y ancho pasillo y las demás habitaciones se extendían a lo largo de la estancia. Del techo colgaban lámparas doradas con adornos que caían hacía abajo sobre un techo adornado con pequeñas figuras florales. Las paredes eran lisas y con los mismos detalles y habían grandes ventanas que permitían que la luz inundase toda la estancia.

—Sígueme—Rina cerró la puerta a mis espaldas y comenzó a andar.

Asentí con la cabeza e hice lo que me pidió. Doblemos el pasillo y bajemos por unas grandes escaleras hasta llegar a un gran portón de madera. Todo mi vello se erizó cuando la puerta crujió y lentamente pude obtener una visión completa del lugar al que me había llevado. Era una sala enorme, como esas bibliotecas a la que siempre había querido ir. Tenía dos plantas y todas las estanterías estaban repletas de libros, aunque las largas mesas me recordaban a una sala donde se llevaban a cabo los juicios. 

—Bienvenida. Te estábamos esperando—una voz surgió del interior del lugar, pero no podía ver a nadie. 

Di un paso hacia delante y entré a aquel lugar sintiendo miles de ojos clavados en mi nuca. 

—Nina, te he esperado durante tanto tiempo que no puedo creer que estés aquí—una bruma apareció ante mi hasta tomar la forma de una mujer. Dos ojos azules, fríos como el hielo, me miraron con detenimiento. Debía tener en torno a unos cuarenta años, pero su piel era totalmente lisa y sin una sola arruga. Su pelo de color rubio estaba suelto y caía hacia atrás en suaves ondas. Sus labios estaban pintados de un rojo intenso y era alta, de al menos un metro setenta y su ajustado vestido negro realzaba su delgada figura. 

—Mi nombre es Morgan—su voz era suave, pero sus ojos me hacían pensar todo lo contrario—. Soy la Bruja Suprema y directora de esta academia—mis ojos comenzaron a moverse rápido por la sala y un escalofrío recorrió mi espalda cuando me topé con siete personas vestidas de negro y con máscaras del mismo color sentadas sobre aquellos bancos que simulaban un tribunal. Tragué saliva y volví a mirar a la mujer que tenía delante de mí. 

—No sé qué está pasando—logré decir—. Creo...creo que te has equivocado de persona. Yo...—levantó la mano para silenciarme y me dedicó una sonrisa tan fría como su mirada.

—Sé que tienes muchas preguntas, pero desde ya quiero que tengas clara una cosa—me apuntó con su dedo—.Nunca dudes de mi palabra o de mis acciones. Siempre hago algo por un motivo—mi mirada de sorpresa hizo que una comisura de sus labios se elevase—.Estás aquí porque es tu verdadero hogar. Tu aquelarre. Es el mundo en el que deberías haber permanecido—afiló su mirada—.He oído cosas, Nina, cosas que no cualquier bruja podría hacer.

—¿Bru....bruja?

—Sí—asintió—.Eres una bruja. Tu madre era una bruja y también tu abuela. Lo llevas en la sangre. Es algo de lo que no puedes huir. Forma parte de ti—posó su mano en mi brazo y me resistí al impulso de apartarme—. Es el momento de que muestres tu verdadero poder y de que opten a convertirte en la siguiente Bruja Suprema.

¿La siguiente Bruja Suprema?

Sentía que mi cabeza podría estallar en cualquier momento.

—Pero mi madre...—me tembló la voz—.Vivimos en Salem. Acabo de terminar Bachi...—levantó la mano y mis labios quedaron sellados.

—Tu madre no es Cassandra y tu padre—resopló—es mejor que no lo sepas. Cassandra aprovechó la oportunidad para apartarte de nuestro lado y poder aprovecharse de tus poderes —rodó los ojos—.Pero ahora—sonrió—estás aquí con todo tu aquelarre. 

—Pero yo...yo...—mis recuerdos cada vez estaban más confusos y la cabeza comenzaba a dolerme.

—Estás aquí porque eres una bruja y porque tú puedes convertirte en la próxima Bruja Suprema y yo—se señaló a sí misma—dirigiré las siete pruebas para que sólo una de vosotras opte a ese puesto—ante mi rostro de desconcierto, optó por seguir hablando en vez de esperar a oír mis preguntas—.La chica que has visto delante del espejo eres tú. Antes no podías ver tu verdadero aspecto porque Cassandra había colocado sobre ti un hechizo que lo impedía. Puede que dentro de poco quieras conocer tus verdaderas raíces.

Su siguiente pregunta hizo clic en mi cabeza. Ella sabía algo que yo desconocía al completo.

—¿Tienes problemas con el fuego?—mi rostro se crispó y ella sonrió complacida—. ¿Estás segura de que no sabes quién eres?

—No sé a qué te refieres.

—Oh, claro que sabes a lo que me refiero. Sólo es cuestión de tiempo que puedas recordarlo todo, pero hasta entonces deber permanecer a mi lado.

—¿Y si me niego?—las palabras se me escaparon de la boca y tardé un segundo en darme cuenta de lo que acababa de decir. 

—No tienes elección y creo que no te conviene estar en mi contra. No sabes de lo que puedo llegar a ser capaz—me advirtió—.Pero no te preocupes, aquí te sentirás como en casa. Somos tu familia—sonrió de nuevo, haciendo que mi sangre se helase—.Es hora de que conozca a sus seis compañeras.

—Sígueme, Nina—la voz de Rina surgió a mis espaldas y sin pensarlo me giré y avancé hacia ella, pero de nuevo, la voz de aquella mujer me hizo detenerme en seco.

—Nos volveremos a ver—no me molesté en mirarla—. Muy pronto.

Mientras salía de aquella Sala, me culpé a mi misma de no ser capaz de haber hablado. Ni si quiera había podido formular una pregunta. ¿Qué me estaba pasando?, ¿por qué me sentía tan confundida?, ¿dónde estaba mi madre?, ¿por qué estaba allí?

—No te tortures—dijo Rina sin mirarme mientras avanzaba por el pasillo—.Por desgracia, esto es el principio.

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