Capítulo 45

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—¿De verdad te encuentras bien?

Era la segunda vez que Kai me lo preguntaba. No me sentía bien, pero ¿qué podía decirle?

—Solo son nervios.

Mi mente seguía reproduciendo en bucle lo que acababa de suceder en mi habitación. Era incapaz de dejar de pensar en el recuerdo que había recuperado. Morgan tenía razón. Era peligrosa. Acabé con la vida de un ser humano y de pensarlo me entraban náuseas. Su vida se esfumó en un segundo, tal y como había sucedido con Ruby.

Pensar en ella me provocó un pinchazo en el corazón. No podía creer que no volvería a verla. Su muerte carecía de sentido porque ella superó la primera prueba sin problemas. Me llevé la mano izquierda a la muñeca derecha y deslicé mis dedos sobre lo que se convertiría en un gran hematoma. Debí de golpearme esa zona mientras estaba en la ducha, pero no me di cuenta hasta que me cambié de ropa. El ambiente también se volvió más frío, pues el sol se escondió entre las nubes y el color oscuro de las mismas presagiaba tormenta. Al pasar junto a la habitación de Ruby me estremecí al pensar si los encapuchados seguían allí dentro.

Hicimos el trayecto en silencio y cuando llegué a las puertas de la Sala del Consejo, todos estaban allí. Sus rostros me recordaron a los de las personas con las que soñé la noche anterior. Parecía un velatorio. Labios fruncidos, ojos rojos e hinchados y expresiones de desconcierto. Estaba acercándome a Gwen cuando las puertas se abrieron y una de las personas encapuchadas nos invitó a pasar haciendo un ademán con la mano.

—Tranquila—dijo Kai mientras me daba un ligero apretón en el brazo—. Todo saldrá bien. Cuando te pregunte, di todo lo que sabes.

Lo miré y asentí.

—Gracias.

Comencé a alejarme de él y rocé los dedos de Gwen mientras el resto de mis compañeras estaba en la sala. Ella se giró y me respondió con una pequeña sonrisa tranquilizadora que no le llegó a los ojos. Unos ojos demasiado tristes que siguieron con detenimiento el movimiento del encapuchado cuando cerró la puerta a nuestras espadas.

La Sala del Consejo estaba en silencio y sumida en la penumbra. Cuando la visité por primera vez, me recordó más a un lugar en el que se realizaban juicios. Dirigí mi mirada hacia la palestra, donde seis de los siete encapuchados estaban en pie con sus rostros impasibles fijos en el frente. En el asiento central que hasta ese momento estaba vacío, se materializó una figura menuda con una túnica granate que le cubría el cuerpo y el rostro.

—Agradezco que todas hayáis acudido a mi llamada tras lo acontecido con vuestra compañera—la voz de Morgan me hizo estremecer. Era plana. Carente de emoción.

Miré a mis compañeras. Phoebe se frotaba las manos, nerviosa. Moira, Cleo y Cora tenían los ojos fijos en el suelo y sus brazos colgaban a ambos lados de sus costados. A mi lado, Gwen miraba a Morgan con las manos cerradas en puños. La luz de la lámpara titiló y un instante después, un relámpago iluminó toda la sala. Cerré los ojos y me preparé para el sonido estrepitoso del trueno que estalló en el cielo un segundo después y entonces, la lluvia comenzó a caer con fuerza.

—Lamento profundamente la pérdida de una de mis siete maravillas—se detuvo y carraspeó—. Antes de comentar lo sucedido, necesito hacer una prueba para comprobar que todo está en orden.

—Morgan—dijo Moira con voz temblorosa—¿Qué ha pasado?.

—Silencio. Ya hablaremos de eso más adelante—la frialdad de su voz me heló la sangre. ¿Por qué se escondía tras una túnica? Por un momento, pensé que lo hizo para ocultar lo afectada que estaba, pero me equivoqué—. La noche de la prueba inicial probé vuestra validez, pues cuando la sangre de una bruja entra en contacto con la piedra de luna—mostró la estrella de cinco puntas que tuvimos que buscar—ésta hierve, pero si tiene el alma corrompida, la misma permanece impoluta. Pues bien, su sangre no reaccionó a la piedra la última vez que lo comprobé, es decir, ha muerto a causa de la magia negra que ella misma ha empleado en vuestra contra.

—Ruby nunca haría eso—susurró Phoebe.

—Eso es porque no la conoces. Es más, ninguna de vosotras os conocéis realmente. Su sangre se corrompió en el momento que usó la magia negra para ir un paso por delante. ¿Alguna ha sufrido recientemente mareos, dolores de cabeza, náuseas o un aumento de las pesadillas?—Morgan siguió hablando, pues ninguna de nosotras respondió—. Después de la primera prueba me reuní con ella y confirmé mis sospechas. Siento deciros que ella misma se ha cavado su propia tumba.

—No, me niego a creer algo así—dijo Moira.

—Lo creas o no es la realidad. La segunda prueba será dentro de tres días y no me gustaría descubrir que alguna de vosotras está haciendo algo a mis espaldas.

En ese instante, la figura encapuchada que nos abrió la puerta se dirigió hacia ella y le entregó una daga de color negro decorada con dos piedras blancas en forma de media luna y un ópalo blanco en el centro.

—Ha llegado el momento de comprobar que todo sigue en orden. 

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