Capítulo 63

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El resultado de la segunda prueba había dejado a su paso un torrente de sensaciones que oscilaban entre la incertidumbre, pues cada vez estábamos más cerca de ponerle fin a una competición que haría que una de nosotras se convirtiese en la siguiente Bruja Suprema, haciendo que tuviese más presente la pregunta de qué pasaría con el resto, así como una extraña inquietud por lo que había sucedido con Phoebe. Ella había sido la única de las seis que no había logrado superarla, a pesar de que tampoco la había realizado en las mismas condiciones que nosotras, sin olvidar el hecho de que Morgan había tenido algo que ver con el resultado que podría haber resultado fatal, tanto para ella, como para Eric y Asher.

También estaba convencida de que no era la única persona que se sentía así.

Después de que Kai desapareciese de aquel lugar con el cuerpo inmóvil de Phoebe entre sus brazos, el resto de chicos lo siguieron, dejándonos a solas con Morgan. La atmósfera que rodeaba aquel ambiente frío y nublado hacía que pareciese que la tensión podría cortarse con un cuchillo, sin olvidar el hecho de que realmente Morgan podría clavarnos uno en el pecho sin sentir a penas un ápice de remordimiento. No me cabía ninguna duda de que sería capaz de hacerlo. No después de haber hecho que Kai casi me estrangulase y tras haber presenciado sus palabras y su actos en esa segunda prueba. 

Tres personas de carne y hueso con un pasado que ella conocía podrían haber muerto. ¿Le habría importado lo más mínimo?

—Que sea la última vez que alguien interfiere en una de las pruebas cuando no es su turno—nos advirtió, a pesar de que sabía que la amenaza iba dirigida a mí—. Antes de actuar, paraos a pensar si la persona que se encuentra en esa situación os daría la mano o si os empujaría para hacer más rápida la caída. ¿Queda claro?

Ninguna respondió con un sí alto y claro, sino que todas asentimos en respuesta a su pregunta. 

—Cada persona que pasa por vuestras vidas viene con una fecha de caducidad. Tarde o temprano se irá, así que no insistáis en aferraros a algo tan efímero.

¿Qué es preferible, valorar cada instante que compartas con ella o martirizarte por si mañana no está?

Tras esas palabras que no supe muy bien cómo interpretar, Morgan recitó el hechizo que nos hizo materializarnos en el centro de la Sala del Consejo en a penas cinco segundo. Parpadeé un par de veces para hacer desaparecer la sensación de aturdimiento que el pequeño viaje había dejado tras de sí y eché un vistazo rápido a todas mis compañeras. Observé que todas estaban serias y tenían la mirada fija en cualquier punto que no fuese el frente, es decir, ninguna se atrevía a mirar a Morgan, así que cuando yo lo hice, me topé con su mirada fría y calculadora.

—Quería daros mi enhorabuena. Habéis logrado superar la segunda prueba, pero no por ello debéis confiaros con la tercera—afiló su mirada pero no rompí el contacto visual—Adivinación—esbozó una sonrisa que no llegó a sus ojos—. Es la habilidad de predecir, intuir y obtener información sobre un objeto, persona, lugar o evento, más allá de los cinco sentidos.

—¿Nos dirás algo más al respecto?—preguntó Moira. Desvié la mirada hacia ella, que parecía nerviosa y se apretaba ligeramente las manos.

—Por supuesto, cielo—su voz sonaba divertida. ¿Qué verdades y qué mentiras se esconderían detrás de sus palabras?—. La tercera prueba será el viernes 13, es decir, dentro de tres días—colocó los tres dedos frente a nosotras, mostrándonos su manicura roja perfecta— y esta vez lo haréis entre vosotras.

Una exclamación de sorpresa surgió al unísono. Teníamos que adivinar información personal de las demás, sin especificar el qué ni el cómo. Durante un instante pensé que podría ser una oportunidad para recordar, pero ¿y si lo que recordaba era algo que prefería mantener enterrado para siempre?, ¿cabía la posibilidad de que algo sobre lo que estaba haciendo a espaldas de Morgan saliese a la luz?, ¿qué sucedería si alguna de ellas descubría que tenía un trato con un Ángel de la Muerte?

Traté de mantener la calma y de que no pareciese que la idea de que alguna de ellas descubriese algo que podría ponernos en peligro, tanto a mi, como a las personas que estaba arrastrando conmigo, me estaba haciendo temblar. Estaba claro que a Morgan no le gustaba la idea de que entre nosotras pudiese surgir la amistad, o como mínimo, que nos ayudásemos mutuamente. Quería que la rivalidad ocupase ese lugar e iría hasta el final para conseguirlo, o al menos, lo intentaría. 

—No os podéis ni imaginar la cantidad de secretos que puede una llegar a descubrir con esta habilidad—sonó como si estuviese hablando desde su propia experiencia—. Es la forma más eficaz de asegurarte de que si la persona que tienes al lado está tratando de acabar contigo, si te está engañando o si alguna vez lo ha hecho. 

El sonido de las puertas de madera al crujir cuando las abrían me sobresaltó y Morgan, que pareció captar mi movimiento, emitió una pequeña risa de satisfacción. Sentí que el ambiente se congelaba de nuevo cuando las figuras encapuchadas y enmascaradas comenzaron acceder a la Sala del Consejo. Mi mirada se dirigió sin ser realmente consciente de que lo hacía, hacia aquella persona con la máscara dorada. El aire se quedó atascado en mi garganta cuando sentí que tenía los ojos fijos en mí, a pesar de que no podía verlos.

—Una vez fui como vosotras—dijo volviendo a captar mi atención—. Joven e ingenua—su rostro no mostraba ni una ápice de emoción—. Pensaba que las personas que tenía a mi lado me ayudarían si alguna vez me encontraba entre la vida o la muerte, pero por suerte o por desgracia, cuando llegó el momento de la verdad, eligieron la opción de empujarme hacia ese agujero sin retorno—el único sonido que se oía eran los pasos de aquellas personas golpeando el suelo al mismo tiempo y en pocos segundos rodearon a Morgan, haciendo que permanecer en ese espacio resultase asfixiante—. A partir de ese día juré vengarme de esas personas y destruir cualquier cosa que las hiciera felices. ¿Una persona?, ¿un animal?, ¿un lugar?—mientras hablaba, unas sombras oscuras se dibujaron bajo sus ojos—. Lo reduciría todo a cenizas y les haría suplicar por su vida—fijó los ojos en mí, como si aquellas palabras tuvieran relación conmigo. Ella no lo sabía, pero yo ya había descubierto que Iria, Cassandra y Morgana eran las personas a las que se refería, a pesar de que todavía me faltaba conocer qué sucedió para que ellas tres huyeran de la Academia y tratasen de mantenerme oculta hasta el punto de arriesgar sus vidas por mí—. Quizás en la siguiente prueba descubráis que las apariencias engañan y quien te tiende la mano, en realidad lo hace para apuñalarte más de cerca.

Dicho eso, retrocedió un par de pasos y nos dio la espalda, quedándose sumida en la oscuridad junto a aquellas personas vestidas de negro.

—Nos veremos un día antes de la tercera prueba. Hasta ese entonces, practicad con vuestras respectivas parejas y recordad—hizo sonar aquellas palabras como una advertencia—. Todos los traidores, fueron antes aduladores. 

***

Cuando llegué a mi habitación tras ese pequeño discurso de Morgan, sentí el estómago tan revuelto que no pude comer nada. ¿Era una especie de indirecta?, ¿cómo debía sentirme al respecto?

Estaba buscando la forma de enfrentarnos y si seguía haciendo esas cosas acabaría consiguiéndolo. Sin embargo, para calmar mis nervios, traté de pensar una y otra vez que ellas no eran como Morgan. Pero, ¿cuántas cosas desconocíamos de las demás?, ¿qué pasaría si descubríamos un secreto que estaba poniendo a otra persona en peligro?, ¿y sí alguna de ellas estaba tratando de herir a las demás y yo era la única que lo sabía?, ¿diría algo al respecto?

Pero... ¿y si estaba yendo demasiado lejos con la tercera prueba? Quizás sólo teníamos que adivinar algo banal, como su color favorito. Me aferré a ese pensamiento y crucé los dedos para que fuera algo de ese estilo, pero mi interior me decía que estaba equivocada.

Otro pétalo se había instalado en el fondo de la cúpula de cristal. Dos yacían en el fondo y los otros cinco seguían intactos en aquella rosa roja. 

Después de ducharme con agua caliente—muy caliente—coloqué la nota que había escrito en el cesto de la ropa sucia. Me puse el vestido granate aterciopelado, las medias negras y los zapatos del mismo color. Sequé mi pelo y me tumbé sobre la cama esperando que fuera la hora. Por mucho que mantuviese los ojos cerrados y tratase de que mi cabeza se quedase en blanco, era imposible después de lo que había pasado. El cuerpo inerte de Phoebe entre mis brazos me provocaba una sensación difícil de describir. Se encontraba en una situación tan vulnerable que me hacía sentir culpable por haberle hablado mal en ocasiones anteriores, a pesar de que su trato hacia mi nunca fue el mejor.

Yo no soy ella.

Yo había tomado la decisión de actuar así en esa situación y no me arrepentía de ello. No me iba a quedar de brazos cruzados mientras se precipitaba hacia un abismo ¿Qué sanción le aplicaría Morgan?

No sólo el recuerdo de Phoebe rondaba mi cabeza, sino que también lo hacía el de Jared. ¿Había sido él consciente de que me había adentrado en sus recuerdos?, ¿cómo reaccionaría al verlo la próxima vez?, ¿me estaría esperando esa noche?

Mi corazón comenzó a martillear con fuerza contra mis costillas cuando alguien tocó a mi puerta. Me levanté con rapidez y me dirigí hacia ella. Giré el pomo y allí estaba Gwen, que había optado por un vestido azul marino que contrastaba con su pelo.  

—Hola, Gwen—sonreí.

—Hola... ¿Te encuentras bien?—preguntó mientras cerraba la puerta a mi espalda—. Pareces agitada.

—Sí...bueno, no se si seré la única que...

—Se siente extraña—terminó por mí.

Me lanzó una mirada cargada de comprensión y yo asentí, dándole la razón. Avancemos por el pasillo iluminado por las luces de las grandes lámparas en dirección a la habitación del primer piso donde nos esperaban los demás. La verdad era que deseaba que esas dos horas pasasen lo más rápido posible, porque por un lado, sentía que no había nada que celebrar, y por otro, estaba ansiosa por poder hablar con Gwen a solas.

Mis ojos se toparon con la estatua de aquella mujer con los ojos vendados y volvió a despertar mi curiosidad, así que le pregunté para saber si ella conocía su historia. 

—¿Quién es ella?

—¿Ella?—preguntó siguiendo mi mirada—. Ah, ella. Es la fundadora de la Academia.

—¿En serio?—su respuesta me pilló por sorpresa—. Debió ser una bruja muy poderosa.

—Para nada—se detuvo frente a ella y me miró—. Ella no era una bruja.

—¿Me estás diciendo que la fundadora de esta Academia no era una bruja?—miré la estatua con detenimiento y la precisión de sus detalles—. ¿Cómo es eso posible?

—La Academia MON, Maestros de la Oscuridad y la Noche, se erigió para acoger a sus hijos, es decir, brujos y demonios principalmente. Fue con el paso del tiempo y las artimañas de una persona que tu y yo conocemos, lo que provocó que la Academia acogiera únicamente a las brujas y a los brujos.

—Debo suponer que los demonios no le caen muy bien.

—Exacto. Es más, los detesta. 

Y yo era la hija de un demonio. Genial.

—¿Sabes por qué los odia?

—Todos aquí lo sabemos. La verdad es que no entiendo por qué tarda tanto en contártelo. 

—¿Cuál es el motivo, Gwen?

Pareció dudar y por un instante me hizo pensar que no me lo diría, pero finalmente habló.

—La mujer que tienes delante es Lilith, la madre de todos los demonios. Aunque siempre se la ha descrito como una mujer cruel y tosca, es todo lo contrario. Siempre ha sido defensora de la vida y de la justicia—mientras hablaba, la miraba o más bien, la admiraba—. Su castigo por negarse a yacer con Adán fue ser expulsada del Edén y que cada bebé que creciese en su vientre, nacería sin vida. Fue así como acabó dando a luz a los primeros demonios—en ese momento, giró su cabeza hacia mí y yo la miré—. Un día, uno de sus hijos, Abbadón, decidió visitar la Academia que su madre había fundado y lo último que esperaba ese demonio, también conocido como El Destructor, era encontrar a su alma gemela.

—¿Y cuál es su relación con Morgan?

Gwen sonrió ante mi pregunta.

—Que Morgan no fue la chica que le robó el corazón.

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