Capítulo 76

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—¿Has recordado algo más sobre tu pasado?

Su voz me sacó del trance en el que me había sumido tras encontrar mi diario. Lo había colocado sobre el pequeño escritorio de madera, pero no había sido capaz de abrirlo. La luz de la vela titilaba e iluminaba la cubierta. No había nada especial en ella. Era un simple cuaderno de tapa dura y de color marrón, pero no pude evitar sentirme abrumada. 

—No, pero creo que esto me ayudará.

Se cruzó de brazos y le lancé una mirada rápida. Sus ojos estaban fijos en el cuaderno. A diferencia de su aparente estado de calma, mis nervios me hacían querer a abrirlo y leerlo todo, pero por otro lado, algo me lo impedía. 

¿Y si personas inocentes sufrieron por mi culpa?

¿Y si no recordar era lo mejor?

—Todos cometemos errores—comenzó a decir como si me hubiese leído la mente—.El mundo necesita un equilibrio para poder funcionar—posó sus ojos oscuros en mí y habló con calma—. No habría un presente sin un pasado y nadie va a juzgarte por el tuyo. Yo no lo haré.

Cada una de sus palabras caló hondo en mi corazón y sentí una sacudida en el pecho.

—¿Por qué eres así conmigo?—me giré ligeramente hacia él—. ¿Por qué confías ciegamente en mí?

Una de las comisuras de sus labios se elevó al escuchar mi pregunta y dejó caer los brazos a ambos lados de su cuerpo.

—Porque posees el alma más pura que he conocido en toda mi vida.

—Pero yo...—me detuve en busca de palabras que nunca llegarían.

Hubo un motivo por el que borraron mis recuerdos. Ataqué a Cassiel la noche que comenzó todo. Morgan no paraba de repetirme que no era tan inocente como creía. 

—Tienes que ser más fuerte que tus inseguridades—levantó su mano derecha y la colocó sobre mi hombro—. No hay nada que temer. Eres lo suficientemente fuerte como para afrontar todo esto. Si confías en mí, ¿por qué no lo haces en ti misma?

—Es diferente—la calidez de su mano me resultó reconfortante—. Me estás ayudando. Eso es un motivo para hacerlo.

—Lo mismo sucede contigo— deslizó su mano hacia arriba hasta que su dedos se colocaron sobre mi barbilla y me obligó a mirarlo—. Solo que además de ayudarme a mí, estás intentado salvar a todo el mundo. Te confiaría mi alma si la tuviera.

Sentí una punzada de dolor al escuchar su confesión.

—No digas eso.

—Te estoy siendo sincero, así que no te rindas ahora. 

Parpadeé con rapidez para hacer desaparecer las lágrimas y traté de fingir una sonrisa, aunque era consciente de que él sabía lo que estaba sintiendo en ese momento.

—No lo haré.

Sus hoyuelos se marcaron en sus mejillas cuando sonrió.

—¿A qué esperas para descubrir lo que escribiste hace tanto tiempo?

Movió lentamente la mano que tenía sobre mi barbilla hasta el centro de mi espalda y me dio un ligero empujón. Mi corazón latía con fuerza y mis manos temblaron cuando traté de alcanzar el cuaderno. Me repetí una y mil veces que debía tranquilizarme, pero me estaba resultando casi imposible hacerlo. Deslicé las yemas de mis dedos sobre la tapa y ésta se sintió fría contra mi piel. Respiré hondo antes de abrirlo y cuando finalmente lo hice, me encontré con un dibujo que retrataba a la perfección la entrada del pueblo.

—Salem—susurré.

—Qué precisión—apuntó.  

¿Quién lo había hecho? ¿Acaso alguien más tenía acceso a mi diario?

Pasé la hoja y observé mi antigua letra irregular.

—Uno de agosto de mil seiscientos noventa y uno—leí en voz alta—. Deja que compruebe algo—pasé las hojas hasta llegar hacia la mitad—. Febrero de mil seiscientos noventa y dos. 

Nuestras miradas se cruzaron. Estábamos pensando lo mismo.

—Dejaste de escribir cuando comenzaron los juicios.

—Sí...

Mientras volvía a la primera página, él apoyó ambas manos sobre el escritorio y se inclinó hacia delante. Leí la fecha de nuevo en mi mente con la intención de comenzar a leer en voz alta, pero Jared habló primero.

—Si crees que te sentirás mejor leyéndolo sola, hazlo. No quiero que se estés incómoda.

—No—contesté sin dudar—. Estamos juntos en esto.

Durante unos segundos, un silencio se cernió sobre nosotros. Lo miré y me di cuenta de que me observaba con atención. 

—Dilo otra vez.

Dio un pequeño paso hacia mí y me sorprendí de lo cerca que estábamos. ¿En qué momento se había movido sin que me diese cuenta?

—Estamos juntos en esto.

Las motas doradas de sus ojos vibraron y no tuve tiempo de reaccionar cuando se inclinó hacia delante y dejó un suave y ligero beso sobre mi frente.

—Perdona—susurró mientras retrocedía—. Era el único lugar en el que no te había besado. 

Moví mi cara en dirección al cuaderno mientras sentía que mis mejillas ardían de nuevo. Mi corazón martilleaba con tanta fuerza que temí que pudiera escucharlo. 

—Mira. Parece que hay otro dibujo aquí.

Pasé la hoja para comprobar lo que decía y descubrí otro dibujo con la misma técnica que el anterior, pero la fecha que aparecía en el margen superior era del siete de agosto.

—Es la fachada de la casa.

Asintió y volví a la primera hoja.

—Allá vamos—dejé salir el aire que estaba conteniendo en mis pulmones y leí las primeras líneas—. Mi nombre es Nina y tengo diez años. Antes vivía en una casa de madera a las afueras del bosque. Cassandra dice que no es un lugar seguro y ahora vivimos en Salem. No me gusta este pueblo. La gente nos señala con el dedo y habla mal de nosotras. Cassandra no me deja salir por el día, pero me ha prometido que si me porto bien, podré hacerlo por la noche. 

Continué leyendo y mi piel se erizó.

—Aunque me obligó a usar mi poder para quemarlo todo, no estoy enfadada con ella.  Mi antiguo diario y la casa entera ardió. No me gusta hacer esas cosas. Me siento mal después, pero Cassandra dice que es por nuestro bien. Creo que esa mujer nos ha seguido. Anoche me pareció verla a través de la ventana. Si salgo fuera, podré hablar con ella.

—¿A qué mujer te refieres?

—Ojalá lo supiera.

Una sensación de malestar me invadió cuando leí que me había obligado a utilizar mi habilidad para borrar nuestro rastro. Por un instante, dudé de todo. Si mi pesadilla tuvo lugar en la vida real, ¿quién provocó el fuego? ¿y si había sido yo de nuevo?

—Jared—mi voz sonó demasiado baja—. ¿Salem ardió durante los juicios?

—No que yo sepa—se giró para mirarme—. ¿Por qué lo dices?

—Porque en mis pesadillas podía oler el humo. 

—Hay partes del pueblo que se han mantenido casi intactas durante el paso de los siglos, pero no todo es igual a lo que era. Piensa que estamos en 1692. 

—Estoy segura de que algo se quemó esa noche.

—Si es así, lo averiguaremos.

Mil teorías comenzaron a circular por mi mente. Lo primero y más importante era llegar al origen de todo. ¿Qué hacíamos en el siglo XVII? ¿Cómo comenzó la noche que me acompañó durante tantos años en forma de pesadilla? ¿Qué la provocó? 

—¿Cómo te sientes?

Me incliné hacia atrás y me crucé de brazos. Suspiré y lo miré.

—No sabría cómo describirlo. No puedo evitar estar emocionada, pero me siento como un fantasma. Es como si estuviera leyendo el diario de otra persona. 

—No te preocupes. Al no reforzar el bloqueo cada cierto tiempo, se debilitará hasta que desaparezca.

 Casi dejé de respirar cuando escuché lo que acababa de decir.

—¿Cómo?

Me miró confundido.

—Si un hechizo para borrar los recuerdos no se repite, se desvanece.

No podía ser cierto.

—Eso significa que Cassandra me ha estado borrando los recuerdos desde ese entonces.

El rostro de Jared palideció cuando comprendió que había dicho algo que no debía. Mis piernas temblaron cuando di un paso hacia atrás.

—Creo que necesito sentarme.

Pasé por su lado, sintiendo que mis piernas temblaban ligeramente y me senté sobre la cama. Me llevé las manos a la frente y escondí mi rostro en ellas. Me hubiese gustado que todas esas cosas me las dijera ella en lugar de tener que descubrirlo todo por mi cuenta.  También sabía que él podía revelarme pequeñas partes de mi vida, pero ¿hasta qué punto? 

Me sentí estancada al comprender que las órdenes no las daba yo. Por mucho que corriese, no era capaz de ver el final de aquel laberinto sin salida. 

De pronto, sentí el peso de Jared cuando se sentó sobre la cama.

—Lo siento. Pensaba que lo sabías.

¿Cuándo dejaríamos de ser los títeres de otras personas?

Por un lado estaba Morgan y ahora... ¿Cassandra?

No sentía ganas de llorar. La mezcla entre la frustración y el enfado hicieron desaparecer mis lágrimas. Sin embargo, aquel vació en mi pecho pareció hacerse más grande. Faltaba un día para la tercera prueba y sólo eran siete. Cuando todo terminara, ¿Qué sería de mí? ¿Qué sería de Jared? ¿Qué sería de todos?

Retiré las manos de mi rostro y me erguí. Cerré los ojos con fuerza y cuando los abrí, lo miré. Su pierna y su brazo rozaban los míos. Su expresión reflejaba que se sentía mal por lo que había dicho. ¿Le dolía haber herido mis sentimientos?

Me giré completamente y coloqué mis manos a ambos lados de su cara. Sus mejillas se sintieron suaves contra las palmas de mis manos y deseé que no desapareciera después de lo que iba a hacer. Sus ojos emitieron un destello brillante cuando me incliné hacia delante y besé sus labios con cuidado. Permanecí en esa posición durante varios segundos hasta que colocó su mano en mi espalda con la intención de acercarme más a él. Su otro brazo me rodeó mientras que sus labios se movían con suavidad contra los míos. Respondí a todas y cada una de sus caricias, siendo consciente de lo que trataba de decirme sin palabras. Pudo pasar un minuto o una hora, hasta que finalmente coloqué mi cabeza sobre su hombro y lo rodeé con mis brazos.

—¿Quién planeó traerme aquí?

Pasaron varios segundos antes de que respondiera. Sabía que tampoco era fácil para él.

—Cassandra—susurró mientras me abrazaba con fuerza.  

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