Capítulo 82

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Una gota de agua fría golpeó mi rostro. Después otra y otra, pero no me moví. Mis pies se habían quedado anclados al suelo. Mis ojos estaban fijos en el color rojizo que salpicaba las piedras que se encontraban a escasos centímetros de mí. Los gritos sólo habían aumentado. Cassandra, Jared y todas aquellas personas alzaban sus voces al unísono. La miré con el corazón en un puño y no pude evitar llorar, a pesar de que de mi garganta no brotaba ningún sonido. Alargué la mano hacia ellos, aunque era consciente de que no podían verme. Aun así, quise abrazarla, quise decirle que no fue culpa suya. Quise decirle que había dado su vida por ellos y también que la echaba de menos. Tanto que aunque fuera egoísta por mi parte, deseé permanecer en ese recuerdo durante un rato más. Sólo para recordar su voz, sus gestos, su mirada. La forma en la que protegía la vida que tenía entre sus brazos me recordó a cómo era conmigo, por ese motivo, cuando logró ponerse en pie y apartó ligeramente la manta que cubría a Jared, sentí una opresión en el pecho. 

Sus ojos se centraron completamente en el bebé, que había dejado de llorar y únicamente gimoteaba. Él lo había perdido todo y si no hubiese sido por ellas, no habría sobrevivido. El caos reinaba, pero nadie se atrevió a golpearlos. Parecía como si una especie de barrera los estuviera protegiendo. En las mejillas de ella, las lágrimas, el hollín y los rasguños eran un todo en uno, pero cuando apartó la manta azulada y el gimoteo cesó, sus lágrimas también lo hicieron. 

Di un paso hacia ellos y me acerqué tanto que temí volverme visible en cualquier momento. El cuerpo de Cassandra se sacudía ligeramente mientras que él no emitía ningún sonido. Me tambaleé y sentí que mi alrededor comenzaba a dar vueltas. Me froté los ojos con fuerza y al abrirlos, observé cómo los ojos dorados de Jared estaban fijos en el rostro de la mujer que lo había salvado, mientras que su diminuta mano ensangrentada se aferraba al dedo índice de ella.

—¡Cassandra!

Me giré al mismo tiempo que ella y vi a una chica que trataba de abrirse paso entre la gente. Cassandra comenzó a llorar y volvió a aferrarse con fuerza a Jared.

—Ella no ha...no he podido.

Un escalofrío recorrió mi columna cuando me di cuenta de quién era.

Morgan

—Hanon...

¿Hanon?

Entonces, ella era su hermana. La diferencia era casi imperceptible. Incluso el tono de voz era similar.

Hanon llegó a su lado y colocó los brazos alrededor de ella, estrechándola con fuerza.

—Cálmate—palmeó su espalda y fijó sus ojos en la fachada destrozada de la casa que había a sus espadas—¿Qué ha pasado?—su mano se detuvo al ver la sangre—¿Dónde está...?

—¡Cassandra!—una voz que reconocí al instante las hizo girarse a ambas—¡Hanon!

Morgana. 

En cuestión de segundos, llegó hasta ellas. Observó todo lo que había a su alrededor y a medida que comprendió lo que había pasado, arrebató a Jared de los brazos de Cassandra y éste comenzó a llorar. 

—¿Y sus padres?

Cassandra volvió a negar con la cabeza. 

—Taira...—su voz amenazaba con romperse en cualquier segundo—. Ella nos ha salvado. 

Hanon comenzó a llorar y Morgana cerró los ojos con fuerza. 

—Tenemos que irnos de aquí—dijo con una voz carente de emoción mientras acunaba a Jared y hacía que su llanto cesase—. Nos ha encontrado. 

Hanon las miró y se llevó ambas manos al rostro.

—Todo es culpa mía. Lo siento, si no fuera por mí, nada de esto habría sucedido. 

—Aquí sólo hay una culpable.

Las tres se miraron, pero ninguna dijo nada.

—¿Qué haremos con el bebé?—la voz de Hanon fue a penas un susurro.

Morgana lo miró y tras unos segundos, habló.

—Encontraremos una familia que se haga cargo de él y después nos iremos de ésta época. No podemos seguir aquí. 

Un grito ensordecedor provocó que las tres se giraran en su dirección en el instante que la fachada de otra casa se derrumbó. Ninguna se movió y mi corazón latió desbocado cuando, entre toda la multitud, reconocí el rostro de mi madre bañado en lágrimas.

Articulé su nombre, pero no fui capaz de hablar. Traté de andar hacia ella, pero no pude. Aunque intenté mantener los ojos abiertos, mis párpados comenzaron a pesar y todo a mi alrededor se sumió en la más profunda oscuridad. Los gritos y los llantos cesaron, como si nunca hubiesen estado allí, y un instante después, sentí el calor del pecho de Jared contra el mío. Nuestras respiraciones estaban agitadas y mi oído estaba posado justo encima de su corazón, el cual latía desbocado. Comencé a notar la presión de las palmas de sus manos contra mi espaldas y fui consciente de que mi cuerpo estaba sobre el suyo. 

Pasaron varios minutos sin que ninguno de los dos dijese nada. El sonido de su respiración volviendo a la normalidad provocó una sensación de calma en mi interior y esperé a que el nudo de mi garganta desapareciera antes de volver a hablar. Su mano no abandonó mi espalda en ningún momento, sino que comenzó a deslizarse con suavidad sobre ella. 

—Lo siento—fue lo único que salió de mi boca. 

Su mano se detuvo y la colocó sobre mi omoplato.

—No lo sientas. Sólo quería que supieras que Cassandra no es una mala persona.

Posó ambas manos en mis hombros y comenzó a separarme de él, haciendo que nuestros ojos volvieran a encontrarse y provocando que un revoloteo sacudiera mi pecho. 

—¿Entonces tu familia...?

En otros recuerdos había visto que lo maltrataban. Aquel hombre que creía que era su padre había causado las heridas que tenía en la espada. Sólo entonces comprendí que aquellas personas no eran nada más que su familia adoptiva. Mi corazón se encogió al ser consciente de que de una forma u otra, la muerte lo había acompañado desde que era un bebé.

—Murieron en el incendio y después, otra me adoptó. 

Su tono de voz era neutral y su mirada me atravesó. Me incliné hacia a atrás y volví a quedarme sentada sobre él.

—Sé lo que te hicieron.

La expresión de su rostro no cambió, pero entonces, fue él quién levantó la mano y volvió a colocarla sobre mi mejilla. Se enderezó hacia delante y colocó el brazo que tenía libre a mi alrededor. Inspiré su olor y apoyé mi cabeza en su hombro.

—Siento que tuvieras que verlo, pero no te preocupes por mí. Hace tiempo que todo esto me dejó de doler. 

Lo abracé con fuerza. 

—¿Estás nerviosa?

Jared trató de cambiar el tema de la conversación y en parte, se lo agradecí. Sentía demasiado en ese momento. 

—¿Por la tercera prueba?—susurré—. Sí.

—La superarás con los ojos cerrados.

Lo dijo con total tranquilidad. 

—¿Y si una de ellas descubre lo que hago contigo?

Transcurrió un segundo y después, su risa me envolvió. 

—¿Y qué se supone que haces conmigo?

Me separé y lo miré a los ojos. No era el momento de bromear.

—Nuestro trato. Todo. Estaremos perdidos. 

La sonrisa desapareció de sus labios, pero su rostro no mostraba preocupación.

—Tranquila. No estás sola allí dentro. 

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que hay personas que te están ayudando. No creas que todos están al servicio de Morgan. Además, es algo que has ido descubriendo con el tiempo, ¿no? 

Llevé mis manos a sus hombros y ejercí una ligera presión sobre ellos.

El momento había llegado y cuando él lo comprendió, los hoyuelos se marcaron en sus mejillas al sonreír. 

—¿Por qué Morgan quiere descubrir quién será la próxima Bruja Suprema?

Su respuesta fue contundente y ni si quiera titubeó.

—Para matarla, así que más te vale estar atenta a cualquier cosa extraña que veas o percibas a tu alrededor. Debes informarme de todo, ¿está bien?

Me puse rígida y él debió notarlo, porque cuando acarició mis mejillas, su delicadeza me hizo cerras los ojos y un instante después, me besó. Una sensación cálida y reconfortante me sacudió de la cabeza a los pies. Una de sus manos se hundió en mi pelo mientras nuestros labios se movían sin apenas separarse. No aflojé mi agarre a su alrededor, sino que lo acerqué más a mí.

—Te desearía suerte para mañana, pero no la necesitas, porque eres increíble.

Sus labios volvieron a cubrir los míos y quise perderme en él. 

Una noche más. 

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