I. Glitch

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Cuando lo mejor de escapar es que volverás.

Siempre me he considerado un emigrante eterno.

Cada hueso que habita en mi cuerpo se niega con extrema ferocidad a la sola idea de tener que asentarse en un mismo sitio por mucho tiempo. De hecho, ni siquiera recuerdo haber permanecido en un mismo lugar por más de un mes en todo lo que van de estos últimos años, lo que ciertamente no es una actitud que pueda resultar del todo normal viéndolo desde el punto de vista de una persona común y corriente. Y estoy seguro de que si alguien me conociera en realidad, pensaría que estoy siendo perseguido por la policía o que estoy metido en negocios muy turbios de los que estoy intentando escapar, pero no existe nada más alejado de la realidad que eso. De hecho, es hasta reconfortante que nadie repare demasiado en mi presencia ya que admitir que el verdadero trasfondo de mi situación es el simple hecho de que mi estabilidad económica es de lo peor, sería de lo más vergonzoso.

Incluso hasta me atrevería a decir que la palabra "estabilidad" es algo que no forma parte de mi vocabulario desde hace un largo tiempo.

Pero decir que no tengo lugar ni para caerme muerto no suena tan poético como darme a mi mismo el nombre de "emigrante eterno", por lo que pienso mantenerlo de ese modo por al menos un tiempo más.

Aunque, si debo ser del todo sincero, incluso con todo el desequilibrio que rodea mi vida y toda esta persecución interminable en la que parezco obligarme a mí mismo a participar, nunca creí que volvería a poner un pie por estos lados.

Seúl.

O "La Gran Ciudad" como la conocen algunos.

Crecí aquí los primeros años de mi vida e incluso aunque esté empeñado en olvidar todo lo que he vivido en este lugar, la verdad es que me apena un poco pensar lo mucho que han cambiado las cosas por aquí. Aunque aún hay muchas de ellas que todavía conservan cierto aire acogedor que logra conmoverme hasta lo más profundo.

Me rodean calles oscuras donde antes residía la luz, casas viejas demolidas por la necesidad de más espacio que se transformaron en grandes e imponentes edificios, rostros que me resultan familiares pero que es muy probable que no lo sean, rincones nuevos repletos de acogedor y cálido bienestar que me transportan hacia antiguos escondites llenos de misterio y que cargan consigo un profundo miedo a los fantasmas.

Viéndolo así, parece ser que el mundo realmente es un lugar muy pequeño.

Sin importar cuánto intente escapar de alguna manera todos los caminos me conducen hacia aquí nuevamente.

Aunque no tengo en mente quedarme más que un par de días, los necesarios como para recargar algo de energía y poder emprender viaje hacia Gimpo o seguir camino hasta llegar a Paju. Siendo honesto, no tengo muy en claro hacia dónde voy a parar, pero sí sé que mantenerme en Seúl no es una opción factible.

De solo pensar que me encuentro dentro del mismo distrito en donde ocurrió todo siento ganas de vomitar.

El recuerdo de haber huido de aquí hace estremecer mi cuerpo. Todo se sentía demasiado inmenso y amenazador en aquel entonces, aunque esas emociones son algo normal cuando eres un pequeño e indefenso niño suelto por una ciudad que en su corta vida no había tenido la oportunidad de conocer.

Ahora todo había cambiado, pero la sensación de sentirme como si fuera la cosa más diminuta e insignificante del mundo no había desaparecido en lo más mínimo.

No importa qué tanto pueda llegar a crecer o qué tan invencible pueda creerme, este lugar logra paralizarme de una forma inimaginable.

Hasta el aire que corría se sentía más denso. Aunque eso probablemente se debiera a la gran cantidad de automóviles que llenaban las calles grises de esta gran ciudad, y que iban de un lado hacia otro esparciendo todos esos gases dañinos que terminarían por pasarnos factura en un futuro.

Todo el mundo parecía moverse a una velocidad exorbitante, como si estuvieran totalmente desesperados por llegar a su destino de la forma más rápida posible, siendo impulsados por toda esa energía exhausta que se cargan.

Hasta creo que su ansiedad podría estar pegándoseme un poco y eso que llegué aquí ayer.

Ugh ¿Quién podía entender a estas personas?

Detuve mis pasos justo delante de una senda peatonal escuchando el leve pitido que sonaba desde uno de los semáforos, advirtiéndole a cada uno de los transeúntes allí presentes que aún no era seguro cruzar por la avenida. Observé la luz roja con impaciencia esperando que cambiara a verde rápidamente y me cediera el paso de una vez, pero mi vista se desvió hacia el cielo casi de forma automática.

El clima de hoy parecía complementar la ciudad a la perfección.

Nubes grises decoraban nuestras cabezas desde temprano y el sol no parecía dar indicios de querer pasar a saludar este día, otorgándole a la ciudad un aspecto mucho más frío y lúgubre del que ya cargaba consigo desde un principio. Y, aunque la temperatura no se encontraba tan baja como uno esperaría, aún así podías sentir el frío seco característico del fin del otoño abriéndose paso a través de tus huesos.

Lanzando un suspiro, me abracé más a mi mismo intentando darme un poco más de calor dentro de la fina campera que cubría mi cuerpo.

La cabeza me estaba matando.

Tal vez por eso he estado tan fastidioso todo el día.

No he comido nada hoy y eso parece estar empezando a pasarme factura. A decir verdad ni siquiera logro recordar la última comida contundente que he tenido en los últimos días, pero uno pensaría que después de tanto llevar este estilo de vida el cuerpo termina por acostumbrarse en algún momento. Pero no es así.

Cerré los ojos masajeando mi sien como si el dolor fuera a desaparecer por arte de magia.

—¡Cuidado!

Un fuerte grito se escuchó a mis espaldas logrando alejarme de mis pensamientos y que de esa forma fuera más consciente de mi alrededor.

Abrí los ojos extrañado, alejando la mano de mi rostro y finalmente comprendiendo el porqué de tanto alboroto.

Lo primero que escuché fueron los incesables bocinazos que se sentían cada vez más cerca y luego fui capaz de visualizar el auto que se aproximaba hacia donde yo me encontraba parado en ese preciso momento a toda velocidad.

Un nudo se formó en mi garganta y el oxígeno ya no parecía querer entrar a mi sistema dejando mi cuerpo totalmente inmóvil, tanto así que hasta parecía haberse congelado en su sitio.

Sentí el roce de una mano tocar mi antebrazo, obligándome a desviar la mirada del vehículo que tenía a pocos metros de mí para posarla sobre el agarre gentil pero a su vez firme que envolvía mi brazo. La presión sobre mi piel se hizo más fuerte y finalmente la persona que mantenía su agarre tiró de mí atrayendo mi cuerpo hacia atrás de forma violenta, con toda la intención de que mi destino no fuera morir arrollado por un lunático detrás de un volante.

Aún así, cerré los ojos esperando lo peor.

Sentí un aire caliente envolverme entero, como si la temperatura se me hubiera subido de golpe y pudiera sentir su furia arrasando desde la punta de mis cabellos hasta los dedos de mis pies, logrando que me sintiera mareado de inmediato.

Y luego...

Silencio absoluto.

Abrí ambos ojos rápidamente, soltando el aire retenido y sintiendo mi pulso ir a mil por hora.

Un temblor carcomió mi cuerpo por completo y escaneé mi alrededor con angustia.

¿Qué demonios?

Todo lo que antes se movía con la rapidez frenética que caracterizaba a la ciudad ahora se encontraba petrificado, como si estuviera viendo una maqueta tamaño real de lo que estaba sucediendo justo en ese momento, pero que carecía de vida propia.

Dirigí la mirada hacia el auto que antes parecía listo para estrellarse contra mí, notando que ahora se encontraba completamente detenido a menos de tres centímetros de mi cuerpo.

Di un paso hacia atrás de la impresión, chocando con algo duro que se encontraba a mis espaldas.

Pestañeé rápidamente, intentando regular la respiración que se empeñaba en estancarse en mi pecho.

Tomé el valor necesario para voltear la cabeza y poder observar lo que se encontraba detrás de mí, pero las expresiones de pánico de las demás personas que se encontraban en el cruce peatonal no me permitieron terminar esa acción. Sus rostros inmóviles se encontraron con mis ojos de forma instantánea, como si de simples muñecos de cera se trataran.

Era como si el tiempo se hubiera detenido.

Boqueé intentando encontrar mi voz que hasta ese momento parecía perdida, cuando de pronto el agarre en mi brazo volvió a tomar lugar en escena forzándome a girar hacia la persona que lo mantenía firme sobre mí, tambaleando un poco mi cuerpo por la rudeza que empleó para lograr que quedáramos cara a cara. Y es en ese momento, cuando pude observar de frente los ojos más intrigantes que probablemente iba a conocer en toda mi vida, notando como él me devolvía la mirada con la misma sorpresa que de seguro se debía de ver plasmada en mi rostro. El tipo delante de mí debía de sacarme una cabeza de altura y su contextura se veía mucho más fuerte que la mía, por lo que de seguro a su lado yo debía de parecer un simple e inservible insecto.

Tragué saliva sin entender lo que estaba pasando.

—¿Cómo es que puedes moverte? — cuestionó asombrado y sin indicios de querer soltar mi brazo por el momento.

Su voz sonaba pesada en mis oídos, pero estaba seguro de que la impresión del momento no le permitía ser más suave tampoco.

Fruncí el ceño sin entender del todo lo que estaba preguntándome, y él pareció comprender el desconcierto que se plasmaba en mi rostro.

—No tendrías que poder moverte — respondió simple, como si eso pudiera aclarar mi mente y eliminar cada duda que rondara por mi cabeza.

Abrí la boca dispuesto a soltarle cada improperio que se me ocurriera en menos de un segundo, cuando una sensación extraña despertó desde lo profundo de mi pecho. Sentía como si una pequeña corriente eléctrica recorriera la punta de mis dedos hasta llegar a mi brazo, que temblaba suavemente bajo el toque cálido de la mano ajena. Regresé la mirada hacia arriba visualizando el momento exacto en el que los ojos del pelinegro se despegaban del agarre que mantenía sobre mi piel para clavarlos sobre mí, dándome a entender que él  también había sentido la pequeña descarga.

La extraña corriente fue extendiéndose por nuestros brazos dejando a su paso una estela púrpura brillante que marcaba su camino y que parecía tomar más color a medida que avanzaba.

Sin saber muy bien qué hacer en realidad, intenté romper el agarre de lleno buscando de alguna manera detener esa sensación, pero fue completamente inútil. Y al verme algo desesperado, el pelinegro también comenzó a tirar de su propia mano con fiereza intentando soltarme, teniendo como resultado exactamente lo mismo. Era como si nuestras palmas se encontraran unidas por completo o se hubieran mimetizado de alguna manera y no hubiera forma alguna de alejarlas.

Con la respiración acelerada, observé cómo la pequeña línea púrpura subía por mi brazo hasta lograr perderla dentro de mi ropa, aunque aún podía sentirla recorrerme entero. Podía sentirla abriéndose paso a través de mi estómago, dibujando un pequeño círculo alrededor de mi ombligo, logrando ponerme los pelos de punta.

El pelinegro delante mío se encontraba igual de paralizado que yo, y fruncía cada vez más el ceño a medida que la corriente iba recorriendo cada parte de su cuerpo.

La corriente llegó hasta nuestros pies y luego, como si de un detonador se tratara, comenzó a subir lentamente, haciendo el mismo recorrido pero en reversa. De ambos muslos pasó al estómago y de allí siguió hacia el torso, dejándose entrever por el cuello de nuestra ropa y bajando levemente hasta mantenerse inmóvil sobre la parte izquierda de nuestro pecho, desprendiendo destellos de electricidad que podían verse a través de la tela que nos cubría.

Esto es... extrañamente similar a lo de aquella vez.

Con la advertencia de peligro sonando al máximo dentro de mi cabeza, observé al pelinegro e intenté encontrar dentro de sus ojos la misma emoción que me estaba consumiendo a mí en este momento: terror. Pero él no me miraba en lo absoluto.

El recuerdo de sus últimas palabras me asaltó de repente y no había forma de que me dejara tranquilo, repitiendo la misma frase una y otra y otra vez dentro de mi cabeza con esa voz capaz de revolverme el estómago de tan solo pensarla.

El pánico reinaba en mi cuerpo.

Pero en el fondo algo me decía que así es como todo debía de terminar, que sobre mí reinaba un maleficio y era inútil intentar romperlo porque él se había encargado de dejarlo grabado en cada trozo de mi piel, y cada resquicio de esperanza al que yo decidiera aferrarme iba a ser destruido con la misma facilidad en que un ser humano consigue aplastar una simple hormiga.

Un pequeño ardor comenzó a extenderse por mi pecho como si miles de descargas eléctricas estuvieran dándose en ese lugar, extendiéndose lentamente y aumentando a su vez la presión.

Ahogué un grito intentando con todas mis fuerzas detener o de alguna manera controlar lo que estaba pasando, pero era en vano.

Nunca había aprendido a controlar mi poder porque usarlo era lo mismo que cavar mi propia tumba. No tenía idea de lo que estaba ocurriendo o porqué razón parecía haberse activado ahora. Pero aún así, viendo el rostro acongojado del tipo delante mío y escuchando sus alaridos de dolor, no podía simplemente quedarme de brazos cruzados esperando que la tragedia no decidiera pasarse por aquí en estos momentos.

Tenía que concentrarme.

Tomé una respiración profunda que salió temblorosa de entre mis labios e intenté recordar lo que mi madre decía cuando era tan solo un niño.

No debía de pensar en mi poder como algo que podía ocasionar una catástrofe, sino que tenía que pensar en él como si se tratara de un simple pedazo de lana que tengo que ir enrollando y enrollando sobre sí mismo hasta obtener un ovillo.

Debía visualizar mi poder para poder contenerlo.

Claro que la situación sería mucho más sencilla si no sintiera que la vida de otra persona podría estar en peligro por mi culpa.

La garganta comenzó a cerrárseme cuando el dolor se multiplicó y desde nuestros pechos se fueron desprendiendo de a poco unas pequeñas esferas púrpuras que aún se mantenían unidas a nosotros a través de una corriente eléctrica que parecía ir llenando más y más dichas esferas.

Sentía como si me estuvieran arrancando el aire lentamente.

Con cada segundo que pasaba y a medida que las esferas iban multiplicando su tamaño, el dolor se volvía más insoportable. Tanto así, que ambos caímos de rodillas sobre la acera, aún con nuestras manos unidas sobre el pavimento.

Esto es todo.

Así terminaría.

Después de tanto tiempo intentando evitarlo, finalmente conseguiría que mi propia fuerza espiritual termine con mi vida, llevándome conmigo a una persona completamente ajena a todo este problema y que tan solo quería ayudarme minutos atrás.

Si tan solo aquel día no hubiera ocurrido jamás.

Sin ser capaz de contenerlo más, mis ojos le dieron pie a las lágrimas que recorrieron mis mejillas rápidamente, alimentadas por la impotencia de verme totalmente desprotegido en esta situación.

—Perdóname. — balbuceé hacia el pelinegro con todo el dolor que esa acción conllevaba.

Él levantó la mirada hacia mí luciendo igual de consternado que yo, con la desesperación nublando sus sentidos. Intentó soltarme de su agarre nuevamente sacudiendo su brazo de un lado hacia otro, pero nada sucedió.

Dejé que mi cabeza se balanceara sobre mis hombros, sintiendo como se me nublaba la vista por la falta de aire y estando completamente seguro de que probablemente este sería mi último respiro sobre la faz de la tierra.

Pestañeé una vez más, antes de sentir mis párpados demasiado pesados como para lograr abrirlos nuevamente.

Podía sentir al pelinegro moverme despacio con la mano que aún tenía libre, buscando mantenerme despierto.

Y soltando finalmente el aire que tenía retenido...

Me sentí desvanecer.

Pero súbitamente, como si de una explosión se tratara, mi cuerpo fue alejado del pelinegro con una fuerza casi desgarradora, mientras nos cubría una especie de aro de luz que se expandía a nuestro alrededor.

Boqueé por aire desesperado y llevé ambas manos hacia mi pecho sintiendo el dolor de haber sido expulsado de tal manera sobre la acera. Me retorcí sobre mí mismo intentando dar vuelto mi cuerpo para poder tener más estabilidad, apoyando los codos sobre el pavimento y luego bajando una mano hacia el suelo para poder levantar mi torso y lograr ver lo que ocurría a mi alrededor.

Un grito volvió a escucharse.

Y el auto que antes se encontraba completamente inmóvil a un costado de la calle, ahora pasaba a toda velocidad a centímetros de mi rostro.

Las voces de las demás personas que se encontraban en la senda peatonal se escucharon más fuertes y estridentes que nunca, haciendo que me den ganas de taparme los oídos o arrancármelos de cuajo directamente.

Respiré agitado, sintiendo como mis sentidos comenzaban a recuperarse de a poco y escuchando un leve pitido que comenzaba a atormentarme en ese momento. Llevé una mano hacia mi cabeza, esperando que estalle en cualquier momento a causa del punzante dolor que sentía en ella.

Giré mi cuerpo nuevamente, sentándome de forma descuidada sobre la acera.

Necesitaba ver al otro tipo.

Y la verdad era que su estado no era mucho mejor que el mío. Mantenía una de sus rodillas apoyadas sobre el suelo buscando tener el equilibrio suficiente como para poder ponerse de pie, pero jadeaba en busca de que el aire llegara a sus pulmones al mismo tiempo. Sus ojos oscuros se encontraron con los míos al instante, frunciendo el ceño en mi dirección y con el sudor cubriendo parte de su frente y pegando alguno de sus cabellos a su rostro.

—Qué mierda... — balbuceó entre dientes.

Lo observé aliviado por un par de segundos antes de dejar caer mi cuerpo sobre la acera, mientras intentaba regular mi respiración.

Glitch: Error o suceso fuera de lo previsto.

¿Qué les pareció el primer capítulo?🌌💖 Ya empieza con drama y casi se mueren los protas, pero en mi opinión quedó bueno, ¿a quién no le gusta un poco de drama para ir tanteando terreno? ¿Solo a mí? Ok. Los primeros capítulos van a ser así de estresantes, sepan entender; pero todo tiene una razón en esta vida, pipol.

¡Esperen por el próximo capítulo!

-Amets🌌

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro