1. Cripto, el Vampiro Destripador

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El trabajo de un héroe nunca cesa, en especial cuando de su vigilia depende la sobrevivencia del mundo. Por ello Mago Universal, maestro de las artes místicas, meditaba frente a un ojo enorme de energía azul en busca de la amenaza más reciente.

Cripto, un vampiro del siglo XIX, deambulaba por Londres. Era un aristócrata, y su traje de gala con gabardina larga lo demostraba. Con su actitud egocéntrica se creía un galán, era algo que le chocaba a James Jerom, porque de cierta manera eran iguales, hasta el mismísimo autor lo sabía. Más allá de querer regresarlo a su prisión, Mago también deseaba reafirmar su lugar en la historia.

Le parecía aún verlo escapar de la grieta que surcó el espacio en esa noche siniestra. Del pequeño orificio oscuro emergió una mano, pálida cual muerto; la otra le siguió, y entre ambas expandieron la grieta para que un cuerpo emergiera de ella. Se trataba de un hombre alto y corpulento. Su piel era tan pálida como sus manos; sus ojos, tan rojos como el evento cósmico que le dio la libertad.

Lo primero que hizo Cripto fue sacudir su traje, de esos atuendos propios del pasado, y pasarse la mano hacia atrás de su cabellera blanca para reafirmar su peinado refinado.

Como Hechicero Protector de la Tierra, la misión de Mago Universal era vigilar las dimensiones y mantener alejadas del planeta a las fuerzas sobrenaturales.

Cada seiscientos sesenta y seis años, bajo la luz fría de la luna de sangre, se abre el portal entre dos dimensiones —Venían a su mente las palabras del Doctor Universal, su antecesor, ya fallecido—. La Dimensión Oscura y la Tierra nunca están tan cercanas. Recuérdalo, James, y mantente alerta, la fecha pronto llegará y yo no estaré para proteger la pequeña fisura. Puede que alguna de las criaturas escape".

Y así fue. En cuanto Cripto pisó la Tierra, el hechicero le hizo frente. Sin embargo el vampiro traía consigo polvillo de duende, cortesía de uno de los muchos enemigos de Mago Universal en la D.O., y lo usó para dejarlo inmóvil.

—Ustedes, hechiceros, siempre interfiriendo en los asuntos que no son de su incumbencia —manifestó con acento británico, severo, aunque sin perder la elegancia—. Por suerte somos más quienes deseamos erradicar con su plaga. Esperé muchas vigilias para esto —Cerró los ojos y respiró el aroma de la ciudad—. Mi querida Londres... —Abrió los ojos con ímpetu al percibir algo extraño—, ¿qué te hicieron? —cuestionó al panear la ciudad.

Mago quiso responder, pero no logró articular palabras debido al trance.

—Tú... infeliz —dijo para James, mostrando sus colmillos filosos—. De seguro tienes algo que ver en esto —Sus ojos sangre eran escalofriantes—. Pero no importa, hallaré la manera de regresar mi amada ciudad a lo que fue.

Habían pasado dos días desde aquella advertencia, Mago lo buscaba por cielo, mar y tierra. Incluso advirtió a Vigilante, su colega —que era héroe en Krimson Hill, una ciudad cercana a Londres—, en caso de que lo avistara.

Mas no había nada que escapara del Ojo Universal, un poder conferido a los Hechiceros Protectores de generación en generación, que les permitía verlo todo y así prevenir tantos eventos sobrenaturales como fueran posibles.

—Ahí estás —susurró con una sonrisa victoriosa.

El hechicero se teletransportó allí en medio de un centellar. Como consecuencia, una luz azul iluminó el callejón sucio y oscuro en el que se hallaba Cripto.

—Admito que me costó bastante encontrarte —declaró el castaño de perfecta barba juvenil—. Pero nadie escapa de mí, tarde o temprano lo encuentro, sobre todo a ti andando por ahí con ese traje ridículo.

—¿Ah, sí? —Rio en burla—. Mira quién habla, hechicero, con esa capa azul ondeándose como una bandera.

En respuesta, James preparó en sus manos dos sellos de energía, mas Cripto se movió a la velocidad de la luz y apareció frente a él para lanzarlo a rodar con un puñetazo. Luego se volvió a mover y le asestó una patada en el abdomen. El vampiro rió con gracia por los quejidos de Mago.

—Debilucho —Sacudió el polvo de su traje mientras se daba media vuelta.

—Vuelve a mirar, despistado —habló frente a él.

—¿Qué...?

El vampiro no logró articular la oración, debido al megarayo que lo aventó contra un basurero.

—Bien hecho, Mago —dijo el original, que recién aparecía.

—Siempre a la orden, Mago —contestó la copia que se hallaba en el suelo, y procedió a desaparecer entre bruma azul.

Cripto se mortificó de dolor, no apartaba las manos del estómago, donde fue golpeado. James abría un portal para enviarlo de regreso a la temida Dimensión Oscura, mas la risa desquiciada del vampiro lo desconcertó.

—Gracias, hechicero —Sonrió—, era lo que me faltaba.

El vampiro apartó al fin sus manos, mostrando la bola de energía azul que contenía. Al instante fue envuelto en una nube de oscuridad y se transformó en un mamífero de pelaje negro. Mago, totalmente confundido, lo vio perderse en la oscuridad de las calles. Levitó tras él, pero era tarde, el murciélago no era visible en las nubes. 

Bajo el tronar de los rayos en aquella calle lóbrega, Cripto posicionó cofres sobre las cuatro puntas del sello rúnico dibujado a sus pies.

—Un símbolo de inocencia al norte; uno de perversidad al sur —decía, y los cofres se iban abriendo. Centelló el corazón de un bebé y el de una prostituta, respectivamente—; un símbolo de coraje al oeste y uno de amor al este —Resplandeció la pistola de un policía que intentó detenerlo y el anillo de compromiso que arrebató a una pareja—. Sumado a la magia del Hechicero Protector —Vertió al centro el recipiente con la magia contenida de Mago Universal—. Norte, sur, este y oeste —Cada uno de los elementos resplandeció en colores diferentes: azul, naranja, amarillo y rojo—. ¡Ordeno a las leyes del tiempo girar a mi favor! Que los puntos cardinales se muevan hasta regresar todo a lo que fue. ¡Sarta opmeit le avleuv euq!

Las cuatro brumas de color giraron al sentido contrario de las manecillas del reloj sin mezclar sus tonos. El viento corrió fuerte y el suelo tembló a causa del potente hechizo que desafiaba las mismas leyes del universo. El toque final fue un vórtice dorado que se abrió en el medio, gracias a la magia de Mago Universal.

Justo en ese momento apareció James Jerom en un portal.

—¡Cripto, detente! —exclamó a todo pulmón, a causa de la fuerza con que corría el aire—. ¡Estos hechizos fueron escritos para nunca lanzarse! ¡Estás poniendo todas las dimensiones en riesgo!

—¡Demasiado tarde, hechicero! El tiempo ya retrocedió —El suelo tambaleó con más potencia—. ¡Los humanos volverán a conocer el verdadero significado del miedo con Cripto, el Destripador! ¡Cuando la noche acabe, tu mundo será dominado por la oscuridad! ¡Para ti será en un abrir y cerrar de ojos, pero para mí será lento y satisfactorio... la más placentera de las desgracias!

—¡Nooo!

El vampiro saltó al vórtice con rapidez.

Mago Universal debía actuar rápido antes de que el portal se cerrara para siempre y la alteración temporal trajera desgracia para toda la humanidad.

—En momentos como estos... solo puedo confiar en mí mismo —musitó.

Cerró sus ojos para concentrarse, y una copia se desprendió de su cuerpo.

—Cuida el Templo en mi ausencia y vigila el fuerte —ordenó a su doble antes de lanzarse al vórtice, que se cerró de inmediato. 

James Jerom abrió los ojos con pesadez, hallándose en medio de una calle lóbrega e iluminación insuficiente. Todo a su alrededor era cubierto por una niebla espesa y verdosa.

¿Dónde estoy? —se preguntó, un poco mareado por el salto temporal.

Aprovechándose de la soledad del callejón, proyectó su espíritu fuera del cuerpo y divagó por el sector. La arquitectura de las casas era rica en ornamentaciones, variadas en estilos; las extensiones en ellas abundaban, de las fachadas sobresalían porches, torres, galerías y balcones cubiertos de ventanas; la mayoría de ellas se alzaban en ladrillo; se trataba de un estilo gótico que Mago logró identificar. Su teoría la confirmó el desmesurado Big Ben del Palacio de Westminster.

—Sigo en Londres —afirmó mientras su espíritu azulado regresaba a su cuerpo.

En cuanto recuperó los sentidos, una mano sujetó su muñeca; ahora un brazalete de ramas torcidas la adornaba. Se encontró con el rostro misterioso de una hermosa mujer de sombrero escarlata; aproximadamente de su edad, era de facciones finas y rostro delicado; lo último que vio fueron sus ojos azules, antes de caer inconsciente, víctima del hechizo somnoliento de su perfume rosal.

—No otra vez... —susurró antes de que todo se tornara oscuro.

Mago abrió sus ojos con desdén al sentir el líquido gélido que impactó su rostro. Por alguna razón, refrescó la sensación sofocante que lo agobiaba; luego lo supo: se hallaba bocabajo, amarrado con látigos mágicos a una silla que levitaba sobre un lago que le resultó sorprendentemente familiar.

—Un segundo...

De repente sintió un mareo ligero, ahora se hallaba prisionero en una burbuja de energía, en un salón igual de familiar. La diferencia radicaba en los muebles de madera oscura y tallada, tapizados de un escarlata aterciopelado, decoración suntuosa y ornamentada, alfombras orientales y toques románticos de rosas y encajes bordados.

—¿Qué le hicieron a mis muebles? —cuestionó.

Una risa divertida retumbó al fondo del salón. Una mujer se hallaba sobre uno de los sillones, con sus piernas cruzadas.

—Muéstrate —exigió él.

La mujer surgió de la oscuridad, revelando su atuendo escarlata de época. Su blusa era de tono pastel, cuello alto y mangas abullonadas, sobre ella llevaba una chaqueta corta y ajustada. Por la falda extensa y acampanada que le llegaba hasta el suelo, Mago pensó que de seguro usaba enaguas. Además, la pelirroja cubría su cabeza con un sencillo sombrero pequeño, adornado con unas pocas rosas.

—Bienvenido a London de 1888, viajero —respondió ella, con un marcado acento inglés—. Soy Madame Universal, Hechicera Protect...

—Hechicera Protectora de la Tierra, maestra de las artes místicas y bla, bla, bla... no puedo creer que todos los Universales tengamos la misma presentación.

Ella arqueó una ceja y lo observó a detalle, lo que más le destacó al castaño fueron los símbolos familiares que portaba en el traje: la U con un ojo en medio.

Of course —Mostró media sonrisa—. Eres un Universal... cómo no lo noté antes. Odarebil —recitó, y los látigos y la burbuja desaparecieron.

—Muchas gracias, Madame. Lamento que nos hayamos conocido en una situación como esta. Es usted muy bella además, permítame presentarme como debería. —Su capa azul se meneó—. James Jerom, Mago Universal. —La tomó de la mano y le depositó un beso cálido—, sucesor del Doctor Universal, en paz descanse, viejo cascarrabias.

Nice to meet you, James. Es usted a cheeky man. Victoria Pembroke, encantada de conocerlo. —Tomó su falda y se inclinó un poco en forma de saludo—. Sí, Victoria, como la Reina.

—He de admitir que no esperaba un ataque sorpresa como ese, Victoria.

I'm so sorry, darling. Como Universal, usted entenderá que siempre debemos atacar primero y preguntar después, sobre todo con lo que ha pasado en Londres desde hace unos meses.

—Si fuera tan amable, bella dama, me gustaría ser conocedor de la situación.

O.K., pero no sin que antes me diga a que ha venido a esta época, darling. Ya sabe, un dato libera otro.

—Está bien, Madame.

Fancy a cuppa'?

Antes de que Mago respondiera si gustara de una taza de té o no, una sacudida ligera los llevó hasta una mesa en la que Madame Universal sirvió en dos tazas.

—Sigo a un vampiro que escapó de la Dimensión Oscura durante la luna de sangre. Se llama Cripto. Está aquí porque realizó un hechizo de viaje en el tiempo. Tuve que dejar mi línea temporal desprotegida para seguirlo antes de que el portal se cerrara.

—Pues déjeme decirle, darling, que llega tres meses tarde —dijo mientras tomaba de su taza, sorprendiéndolo—. Es lo curioso de los viajes en el tiempo, ¿sabe?, para usted han sido unos segundos de diferencia; para nosotros, meses.

—Su turno, Madame. —Dio un sorbo al té—. ¿Qué sabe de Cripto?

—Más de lo que desearía. —Su expresión se tornó seria—. Es el asesino serial más buscado en todo el Reino Unido. Se le conoce como El Destripador, ha dejado más de quince víctimas desde que llegó, todas mujeres. La mayoría de ellas presentaban indicios de violación. Supe que se trataba de un vampiro por las marcas de los colmillos que deja en el cuello de sus víctimas... el plonker también les arranca el corazón. He estado siguiéndole el rastro desde que detecté su presencia, pero es hábil para desaparecer, lo admito. He tenido pocos encuentros con él.

—Basta del té.

Mago se levantó, molesto, culpándose en sus adentros por los crímenes del vampiro. Si lo hubiera detenido antes, de seguro esas mujeres no hubieran muerto de una forma tan violenta.

—Tengo un vampiro que cazar.

Honey, no con esa pulsera inhibidora en su muñeca —manifestó mientras se levantaba—. I'm so sorry, debía tomar precauciones. Cuando detecté que se abrió una brecha temporal idéntica por la que llegó Cripto, tres meses después y en el mismo lugar, lo más prudente era suprimir sus poderes; sobre todo con una energía tan poderosa como la suya, Sir James. Además de cheeky, también puede ser a danger man.

Los dedos de la mujer de cabello rojizo resplandecieron en escarlata cuando los pasó sobre la muñeca de Mago.

Rodibihni revomer.

La pulsera de ramas cedió. James comprobó el control de su magia abriendo un portal azuloso a su lado.

—Perfecto, gracias, Victoria.

—No tan rápido, Sir James. No querrá llamar la atención con ese atuendo avanzado para nuestra época. Usted sabe, es mejor pasar desapercibido. Sobre todo en la orgullosa Londres de este siglo, donde todos gozamos de la suntuosa moda victoriana.

—Está bien. ¿Qué tienes para mí?

Madame Universal sonrió, y con un movimiento de su mano, bruma escarlata recorrió a Mago. El castaño se acercó a uno de los espejos. Por más que criticó al vampiro, ahora portaba un traje semejante, con una gabardina azul oscuro.

Mientras, la falda de Madame se rasgó con magia por un lateral hasta el muslo para otorgarle agilidad. Luego se le estiró el chaleco hasta convertírsele en gabardina.

Otra sacudida ligera los llevó al cuarto de armas del Templo Universal. Al parecer Victoria Pembroke se estaba preparando para darle un ultimátum a Cripto, lo determinó el arsenal de cazadora que guardó en su cuerpo: estacas, cuchillos y una pistola con balas de plata.

—Sir James —Victoria le entregó una ballesta—, estamos listos para la cacería de vampiros. 

Cuando el satélite nocturno centelló en el cielo, la niebla se apoderó de las calles. El fenómeno era producto de los vapores emanados del río Támesis, mezclado al humo procedente de las estufas de carbón de las fábricas y talleres repartidos por la ciudad.

La neblina lucía verduzca y pesada, por ello Katherine Pierce, que terminaba su trabajo como bailarina en uno de los bares de Londres, lo pensó en más de una ocasión para irse. El camino a casa era lóbrego, y con la leyenda de El Destripador que se narraba entre los londinenses, temía por su vida.

Por suerte su vestido con enaguas, la sombrilla y las plumas ya las había guardado en su camerino, de lo contrario llamaría mucho más la atención.

Pero necesitaba volver, su hijo pequeño la esperaba en casa; fue el motivo que la impulsó a aventurarse a las calles.

Salió por la puerta trasera y caminó tan rápido como sus piernas le permitieron. Entonces una sombra se movió en la niebla. Se volteó con rapidez, aterrada: no había nadie. De seguro era su imaginación jugándole una mala broma. Al respirar profundo, aseguró la manta que la cubría y siguió su andar.

Un rayo iluminó el cielo, y entonces lo vio por unos segundos. Cripto, a diferencia de cuando escapó de la D.O., tenía la piel más lozana y clara. Para Katherine Pierce no cabía duda de que era El Destripador. El corazón se le aceleró y temió por su vida.

Con un rugido, el vampiro enseñó sus colmillos y se abalanzó sobre ella. Sus dientes mordieron la carótida de la chica, bebió jactancioso el líquido carmesí que emanaba de ella. Luego alzó su mano para mostrar sus uñas largas y puntiagudas, con las que le abrió la caja torácica y le arrancó el corazón sin piedad alguna.

En el Templo Universal, dos ojos de energía surcaron el aire, uno era escarlata, el otro azul, pero ambos mostraban el mismo hecho: Cripto alimentándose del cuerpo de una inocente.

—Es él. Andando, Sir James.

Bajo los pies de los hechiceros se prolongó un hilo de bruma escarlata que los envolvió. Aparecieron a unos metros de distancia del hecho. Mago apuntó la ballesta y le disparó directo al hombro la flecha con punta de plata.

De inmediato el vampiro bufó con dolor. Se giró de forma abrupta para encontrarse con los responsables de su dolor.

—¡Hechiceros! —bramó, colérico—. Ustedes los Universales se multiplican como la plaga.

—Comienza a rezarle a Drácula, vampiro —amenazó Mago mientras sus ojos se tornaban oscuros—, porque no habrán resurrecciones.

Madame tendió una de sus manos, y un látigo de energía escarlata tomó a Cripto por el brazo derecho, luego otro por el izquierdo.

Mientras el chupasangre forcejeaba por escapar, Victoria abrió su gabardina, y dos estacas salieron disparadas al pecho del enemigo. Un grito de dolor se escuchó de su parte.

Arucso noisnemid —repetía James.

Cuando una grieta oscura surcó el espacio, el vampiro temió por su libertad.

—¡No me volverán a enviar allí! —amenazó con severidad.

Aun en medio de la sangre que emergía de sus heridas, Cripto usó toda su fuerza para reventar los látigos. Se movió a gran velocidad entre las sombras y apareció frente a Mago Universal. En venganza le clavó en el pecho la estaca que él le había disparado al hombro, y la brecha a la Dimensión Oscura desapareció como consecuencia.

A los segundos surgió frente a Madame Universal y la tomó por el cuello con sorprendente fuerza. Le impedía respirar y usar su magia; con otro movimiento brusco la arrojó al suelo.

Cripto arrancó las estacas de su pecho para que las heridas comenzaran a sanar. Se valió de la debilidad de sus enemigos para escapar. Pero esa vez no se transformó en un murciélago pequeño, era toda una bestia descomunal de pelaje negro e hipnotizantes ojos color sangre, aunque aún conservaba el cabello blanco.

Los hechiceros, cargados de horror, lo vieron valerse de las nubes para desaparecer.

—Sir James, el sangrado es grave —comentó Madame, al notar la gran cantidad de sangre del mago—. Permítame curarlo.

—Hazlo, por favor —murmuró con ahogo.

—Esto dolerá, darling.

Él asintió, y Madame retiró de un movimiento la flecha con punta de plata.

Arodanas aigam —recitó con sus manos sobre la herida de James.

Al instante la herida cicatrizó.

—Gracias, Victoria —le susurró con una sonrisa carismática—. Te debo una.

—Entonces téngalo presente para la ronda siguiente, honey. El vampiro sigue libre.

Madame le tendió la mano para ayudarlo a levantarse. Lo hizo despacio a causa del dolor. James pensó que, además de bella, era tan entregada a su trabajo como él.

—Se hace más fuerte con cada víctima —aseguró Mago—. Su piel ya no luce como cuando lo enfrenté la primera vez... y qué decir de su transformación, ahora es todo un monstruo.

Victoria se acercó a la víctima de Cripto, vio con pesar a la mujer tendida en el suelo.

—Descansa en paz, chica. Te aseguro que lucharé por una Londres donde las mujeres no sigan siendo víctimas de estas monstruosidades —Madame meneó la mano, y una sábana cubrió el cuerpo. Al girar notó a James acurrucado cerca al rastro de sangre de Cripto—. ¿Qué hace, darling?

—Un hechizo localizador —Su magia levitó la sangre del vampiro—. Aún no entiendo por qué les arranca los corazones a sus víctimas, pero pronto lo averiguaremos. Esta misma noche daremos caza a Cripto. No más de El Destripador en las calles. No más mujeres muertas. Solo verá oscuridad ese desgraciado.

—Así sea habla, Sir James.

La sangre se transformó en un fuego fatuo que no tardó en alzarse al aire.

—Eso es —Sonrió—. Andando, Madame, no querremos perderlo de vista.

Victoria disparó una centella de energía al cielo para llamar la atención de los londinenses, entonces ambos hechiceros levitaron para seguir el fuego fatuo.

—¿Qué acaba de hacer, Madame? —preguntó Mago.

—Una señal, para que encuentren a la chica. Merece ser velada y enterrada.

James le sonrió, y se perdieron en las nubes.

Los truenos retumbando por las paredes de su cripta fueron música para sus oídos. Cripto se paseó entre las paredes de roca de la cámara hasta llegar a un salón iluminado por las numerosas velas de los candelabros. En el centro, bajo la luz tenue que ofrecía la cúpula de cristal, se hallaba un gigantesco sello rúnico con veinte símbolos arcanos, cada uno acompañado de un cofre cerrado, solo uno permanecía abierto, esperando al corazón fresco que el vampiro traía entre manos. Todos ellos eran los órganos vitales de las víctimas del El Destripador.

—¡Bajo la luz tenue de la luna llena invoco a la brecha que separa las dos dimensiones! —exclamó desde el centro del sello—. ¡Que se abra el portal a la Dimensión Oscura! —Los cofres se abrieron con brusquedad—. Una vida por otra, ofrezco estos sacrificios a cambio de mis concubinas —Los corazones palpitaron en energía roja, más vivos que nunca—. ¡Arucso noisnemid al a latrop le arba es euq! —comenzó a repetir. Cada corazón destiló bruma oscura que giró en una misma dirección—. ¡Arucso noisnemid al a latrop le arba es euq! —El viento corrió con frenesí en el momento en el que el portal se abrió por completo—. Septa, Campanaria —susurró.

Dos corazones fueron los primeros en levitar, volaron directo al portal. Como consecuencia, dos siluetas lo atravesaron. Los ojos rojos de las dos primeras mujeres pedían sangre a gritos, así como sus colmillos. Vestían con corsets negros y faldas anchas.

—Bienvenidas a la libertad —saludó, con voz pícara.

Las concubinas se acercaron a Cripto y lo besaron con lujuria, pasaban sus manos por el pecho fornido del vampiro para excitarlo. Se hubiera tornado en todo un espectáculo de no ser por el tronar de las ventanas de la cúpula al fragmentarse.

Madame y Mago Universal aterrizaron junto al fuego fatuo que se desvaneció tras llegar a su destino.

—Los corazones son para traer a sus servidoras —reconoció James.

—Muy tarde para descubrirlo, hechicero. El portal ya está abierto, y pronto habrá más de mis vampiresas en este mundo. Septa —dijo a la pelirroja—, Campanaria —se refirió a la pelinegra—, acaben con ellos.

Las mujeres se retorcieron tras su primera transformación luego de tantos siglos de encierro. Sus ropas desaparecieron y sus pieles se tornaron tan grises como las alas que emergieron de sus costados.

De inmediato se lanzaron contra los hechiceros, mas James se les adelantó.

¡Noisluper!

Una fuerza poderosa las embistió al lado contrario.

—Encárgate de las vampiresas, tengo asuntos personales que atender con Cripto.

O.K. Suerte, darling.

Victoria Pembroke tomó el rostro barbado de James Jerom y le dio un beso apasionado al que él, en medio de su sorpresa, correspondió. Madame le guiñó el ojo antes de correr hacia las vampiresas que se levantaban.

—Hechicero, ¿vienes a morir?

—Hoy no será mi día —refutó con una sonrisa pícara que no se le borraría—. Pero no puedo decir lo mismo del tuyo.

Una flecha con punta de plata cortó el aire y se clavó en el hombro del vampiro; provenía de una de las copias de Mago que surgió a la izquierda. A la derecha apareció el otro, que también disparó la ballesta y asestó la flecha en el brazo del chupasangre.

Cripto maldijo con dolor mientras salía del círculo a toda velocidad, pues ahí era presa fácil; momento que Mago aprovechó para cerrar el portal antes de que alguien más se fugara.

¡Latrop le erreic es euq! —recitó con sellos oscuros en cada mano.

—¡Nooo! —gritó el vampiro, furioso—. ¡Pagarás lo que has hecho, hechicero!

—Lo mismo digo, animal. Tienes una lista larga que exige tu decapitación.

Mientras las copias se reincorporaron al cuerpo de Mago, Cripto se movió tan rápido como la luz y le dio un golpe al rostro, lanzándolo a rodar. Había arrancado las flechas de su cuerpo, sin embargo las heridas sanaban con lentitud debido a la plata.

No muy lejos de allí, las vampiresas volaron sobre Madame como arpías acechando a su presa. La hechicera disparaba bolas de magia escarlata, mas ellas conseguían esquivarlas. Agotada, Victoria dio un aplauso, y una onda mágica se prolongó hasta derribarlas.

Pero aquello no fue suficiente, Campanaria se levantó con rapidez y la sorprendió con un ataque directo, la embistió contra un estante de la cripta. El impacto retumbó como un trueno. Victoria no se logró componer, cuando Septa la tomó con sus patas y la llevó consigo fuera de la cúpula. Campanaria la siguió.

—¿Le temes a las alturas? —se burló Septa con risa ronca.

Surcaron el cementerio en el que se hallaba la cripta. Madame, sin miedo a nada, tomó uno de los cuchillos de su gabardina y cortó sin piedad en la pata de Septa. La vampiresa gritó, colérica, mientras la hechicera caía en giros bruscos, mas Campanaria la sobrevoló y la tomó por una pierna.

Madame ahora volaba bocabajo, la vampiresa la llevó por un árbol de ramas secas que la golpearon, pero ella, en medio de su dolor, extrajo un revolver de su gabardina y disparó. La plata en la bala hizo que Campanaria cayera como un proyectil. Victoria, por su parte, usó su magia para conseguir un aterrizaje oportuno.

Mientras tanto Septa se le acercó en medio de gritos furiosos.

Rodaexob ecuas —señaló al árbol próximo.

El árbol cobró vida y sus ramas golpearon a la vampiresa antes de que atacara. Pero no se rendían tan fácil, Campanaria aterrizó cerca y tomó forma humana.

—Por aquí, dear —habló la pelinegra, también británica.

Madame fue aventada por el superpuñetazo de su contrincante.

En la cámara, Cripto, en su forma animal, rasguñó el pecho de Mago con brutalidad. Luego lo tomó con una de sus patas y lo golpeó con todo lo que estuviera a su alcance, por último lo embistió contra una columna.

James sintió más de un hueso romperse. Se hallaba agotado, golpeado y ensangrentado, y en el fondo sabía que Madame también, pero debían vencer, por el bien de la humanidad, antes de que Cripto estableciera su reinado del terror y afectara toda la línea temporal. Si dejaba que él ganara, no habría más 2019, ni Escuadrón de Héroes, ni ningún acontecimiento importante que marcara su vida.

Animalia —conjuró James.

A su alrededor se formó un león de energía azul que afirmó su coraje como rey de la selva.

El vampiro atacó al instante, mas el león saltó sobre él y lo aplastó bajo sus patas. Con un golpe le dejó la marca de sus garras en el pecho, y con otro le hirió una de las alas.

Mago deshizo el león espiritual y aseguró su victoria atrayendo hacia él la ballesta. Con el ala lastimada, Cripto no tuvo más opción que volver a su forma humana y recurrir al combate cuerpo a cuerpo. Se movía tan rápido que era imposible esquivarlo, el último de sus puños fue el que envió a James contra la pared, dejándolo al borde del colapso físico.

—Te dije que morirías, y cumpliré mi promesa —amenazó Cripto, mostrando sus dientes filosos.

—Yo también cumplo las mías —sentenció Mago en susurro.

El hechicero atrajo nuevamente la ballesta y disparó múltiples flechas con punta de plata, que se clavaron en el cuerpo de Cripto una tras otra. El vampiro cayó, desbastado, en medio de sus gritos ahogados aún intentaba levantarse.

Una nueva copia de Mago apareció en el campo de batalla para lanzarle una estaca que el original recibió con precisión.

—Buen viaje de regreso a la Dimensión Oscura —habló con severidad.

Le clavó la estaca en todo el corazón. Cripto cayó finalmente, respirando con dificultad, al borde de la muerte.

En el cementerio, Septa y Campanaria, en su forma humana, lanzaban puños y patadas a Madame en perfecta coordinación.

La pelirroja logró detener un golpe certero con su magia; un resplandor escarlata recorrió a Septa y con un giro de sus manos, la obligó a dar una vuelta en el aire y caer.

Bruma emergió del suelo y llevó a Madame a espaldas de Campanaria, desde donde la impactó con un poderoso rayo mágico.

Justo cuando se iban a levantar otra vez, Madame se sorprendió por los descomunales tentáculos de magia negra que emergieron de la tierra y apresaron a las vampiresas. El agarre fue tan vigoroso que las arrastró de regreso a la cripta.

Victoria, llevada por la sorpresa, se teletransportó entre bruma a la cripta, donde el aire corría con ímpetu, debido a que el portal a la Dimensión Oscura yacía abierto.

Cripto fue el primero en ser arrastrado, y sus dos concubinas le siguieron. Mago se hallaba en el aire, con sellos arcanos en sus manos, tan oscuros como sus ojos.

Victoria Pembroke, como Universal, era conocedora del poder consumidor y tentador de la Dimensión Oscura. Una vez aceptado el trato con la magia negra, no había retorno. Se reconoció a sí misma en esa situación y en sus adentros rogó porque James tuviera el control.

Entonces el portal se cerró y su preocupación cesó. Mago descendió del aire, exhausto.

—¡Sir James!

Victoria lo ayudó a sostenerse.

—Lady Victoria, el vampiro mordió el ajo —respondió con una sonrisa hipnótica que provocó una risa por parte de Madame.

—Madame, nunca creí que una mujer pudiera marcarme tanto como usted lo hizo en tan solo un día de conocerla.

Darling, es usted un hombre muy pícaro y divertido. El placer en conocerlo fue mío. Quién lo diría, en un día se convirtió en todo un cazavampiros.

Los Universales se hallaban en la habitación de Madame, cubiertos por las sábanas, viéndose el uno al otro con esa mirada coqueta que los caracterizó desde el primer momento.

—Usted también, bella dama; luchaba contra las vampiresas como toda una profesional.

—De seguro ese cascarrabias que usted mencionó estaría muy orgulloso de usted, Sir James.

—Eso espero, Lady Victoria, eso espero...

—Qué agradable que haya decidido a último momento no cruzar el portal para quedarse a tomar el té, darling. Después de todo, el vórtice lo llevará al segundo exacto en el que se fue.

—Por supuesto, mi lady, el té estuvo excelente.

De repente, un ojo de energía se abrió en medio de la habitación, captando la atención de los hechiceros. El Ojo Universal mostraba criaturas mágicas difuminándose por pasado, presente y futuro, todo un desastre que debía ser detenido antes de que se alterara la línea temporal.

—No puede ser... —susurró Madame.

—Un portal fue abierto, my lady, y al parecer Cripto no fue el único que escapó.


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