Catorce

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—Jungkook

Su voz melosa mientras la penetró me encanta, que diga mi nombre mientras se retuerce bajo de mi en cada embestida es sublime.

—Jungkook

Araño mi espalda, sus piernas se enredaron en mi cadera. Sus gemidos iban aumentando.

—Eli, eres deliciosa.

Sus ojos perdidos en el placer, su piel frotándose bajo mío, todo este momento es perfecto.

—¿ Jungkook?

Tocaron la puerta de mi estudio, cubrí la boca de Elizabeth. Ella me miró algo molesta, me moví sobre ella se aferro a mi brazo

—Shh, si no haces ruido Jimin de irá

Me moví de nuevo, ella hizo los ojos en blanco, sentí como me apretaba, así que seguí embistiendo sin piedad, ella me golpeaba en el pecho, estaba molesta y excitada, dejaron de llamar a mi puerta y quite la mano de la boca de Elizabeth, ella se levantó tomándome de la nuca para besarme, jalo parte de mi cabello, su lengua se sentía tan bien dentro de mi boca, acaricie su muslo antes de iniciar a moverme de nuevo, ella me empujo haciendo que callera en el suelo.

—Debería de castigarte—puso su pie en mi pecho empujándome más abajo —te encanta provocarme.

—Puedes castigarme, pero tu entrepierna no miente amas esa tensión a la que te someto

Acaricie su pierna, seguí hasta arriba besando cada parte de su muslo, ella sonrió con malicia, sabe que puede destruirme cuando quiera, tiene total control sobre de mi aunque parezca lo contrario ella es la que me domina. Quito su pierna de mi pecho para poder sentarse sobre de mi, tomo mi miembro entre sus manos metiéndolo despacio, ahora ella llevando el dominio de las penetraciones, se tocaba los pechos de manera sensual, mordía sus labios cada que bajaba, yo estaba hipnotizado, quiera tocar, pero ella me daba un manotazo cada que mi mano se acercaba a su cuerpo.

—Estas castigado recuerda.

—Es un raro castigo que sigas con mi miembro dentro de ti.

—Silencio

Arqueo su cuerpo para que sus manos se apoyaran en mis muslos, dándome una vista deliciosa de como entraba y salía de ella, sin temor alguno alcance a frotar su clítoris esto provoco que se corriera sin medida, haciendo que también llegara con ella al clímax.

Después de una sesión de besos húmedos, ella se levantó para recoger su ropa, miraba su cuerpo curvilíneo, aunque su rostro es muy angelical su cuerpo lo esculpió algún demonio para causar tentación en los hombres, además tuvo el atrevimiento de tatuarse en la espalda un par de alas de mariposas una en cada omoplato, y enfrente otros dos más uno en su cadera y otro en medio de sus senos.

—¿A dónde vas?

—Tengo planes, hoy es mi día libre e iré de compras.

—¿Sola?

—No —se me acerco y me beso un par de veces —iré con unos amigos, te veo más tarde

—Detesto que no pueda salir contigo al público.

—El precio de la fama. 

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