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Te amo, ¿Sabes?

—...

—Déjame adivinar, ¿Un café sin azúcar y espuma no?—Preguntó el español con una sonrisa burlona.

—Ah... ¿Te casas conmigo?—Dijo Rúben con una mirada de estrellitas maravillada.

—Pff jajaja, lo siento, los mujeriegos no son mi tipo.—Dijo Pablo riendo.

—Oh vamos, por ti dejaría todo.

—Awww, bonitas palabras, ¿Cuántas veces las  has dicho hoy?

Rúben rió, estaba en el nuevo café cerca de su club, lo habían abierto hace un par de semanas, Bernardo no paraba de decir maravillas del local, y bueno, él quiso probar.

No sabe que le gustaba más, el café, o el chico del café, Pablo Gavira, o como ha escuchado que le llaman, "Gavi" era un español, que decidió abrir una cafetería en Mánchester con dos amigos más, Fermín y Pedri.

Los tres vivían en un departamento, y digamos que él no era el único interesado en los españoles, su compañero de equipo, Ferran, parecía un tiburón rondando el local también, y eso que a el valenciano no le gustaba el café... A menos que sea de Canarias.

Pero bueno, volviendo al tema, Rúben no va a negar que es un ojo alegre, siempre lo ha sido, porque, ¿Es mejor disfrutar y buscar en todos lados hasta encontrar al indicado no? Y al parecer lo había hecho.

Pablo era... Era simplemente maravilloso, la primera vez que lo vio, quedó como tres minutos en el mismo lugar sin decir nada, la sonrisa del sevillano lo había secuestrado, su mente dijo "Gus vais amigo".

—Ya en serio Pablo, ¿Cuándo será el día en que aceptes al menos tomar un café conmigo?

—Mmmmh... Tal vez... Cuando los tiburones vuelen.

—Per..-

Un estridente ruido los hizo sobresaltar a los dos, para luego ver como Ferran caía de las pequeñas escaleras de metal al suelo.

El muy inútil había querido colgar un letrero por Pedri, pero sus patotas se salieron de las escaleras, haciendo que cayera al suelo, con estilo...

—Ni se te ocur..-

—¡Listo! Paso por ti a las siete, nos vemos.—Dijo el portugués para salir del local con la sonrisa más grande de todas.

Pablo se quedó mirando la puerta mientras Rúben desaparecía, sintiendo una mezcla extraña de emociones revolviéndose en su pecho.

Sonrió, pero luego la sonrisa se fue desvaneciendo lentamente.

¿De verdad he aceptado salir con él? Pensó mientras se apoyaba en el mostrador. No podía evitar sentir que estaba entrando en terreno peligroso.

—¿Qué me pasa?—Murmuró para sí mismo, observando el lugar donde Rúben se había marchado.

Era imposible ignorar lo bien que se sentía cuando Rúben le hablaba, cuando le hacía bromas o, como en este caso, lo invitaba a salir.

Pero, ¿Era sincero o simplemente sería uno más de los muchos chicos que Rúben probablemente había conquistado en su vida? La reputación del portugués lo precedía.

Pablo sonrió amargamente, sintiéndose algo tonto por dejar que la emoción lo alcanzara tan rápido.

—Seguro que mañana ni se acuerda.—Se dijo mientras su mente divagaba, imaginando cómo sería la cita.

Su corazón latía fuerte, pero la duda seguía allí, como una sombra. No quería ser "Uno más".

Mientras tanto, Ferran, quien seguía en el suelo después de su ridícula caída, se levantaba con torpeza, frotándose la espalda adolorida. A pesar del golpe, no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente.

—¡Pedri! ¡Hey!—Llamó mientras el canario se acercaba con una mezcla de diversión y preocupación en el rostro.

—Ferran, ¿Estás bien?—Preguntó Pedri, mientras le extendía la mano para ayudarlo a levantarse.

—Sí, sí... todo bien—Respondió Ferran, tratando de quitarle importancia a su caída con una risa nerviosa, aunque el rubor en sus mejillas lo delataba.

—Escucha, Pedri... Quería decirte algo desde hace tiempo. ¿Te gustaría salir conmigo? Ya sabes, a cenar o algo así...—Ferran soltó todo de golpe, con su corazón en la garganta.

Lo había ensayado mil veces, pero ahora que lo estaba diciendo, su nerviosismo lo estaba traicionando.

Pedri lo miró con una ceja levantada, confundido por la súbita declaración.

—¿Salir... Conmigo?—Repitió, como si las palabras no tuvieran sentido.

—Sí, ya sabes... Como una cita—Añadió Ferran, ansioso por la respuesta.

—Ferran...—Pedri suspiró, cruzando los brazos.

—¿Perdiste alguna apuesta? Porque si es eso, prefiero que me lo digas directamente. No tienes que inventarte una cita solo para cumplir con alguna broma de los chicos.

La expresión de Ferran se descompuso en un segundo, sus ojos se abrieron con incredulidad.

—¡No, no, Pedri! No es eso, te lo juro.—Hizo una pausa, buscando las palabras

—Esto es de verdad.

Pedri lo miró un momento, pero su rostro seguía mostrando dudas.

—Mira, Ferran, si esto es parte de un juego o una broma, prefiero que lo dejemos aquí. No quiero malos entendidos ni lastimarte ni que me lastimen.

Ferran quedó paralizado, su corazón cayendo hasta el suelo. No había esperado que Pedri lo malinterpretara de esa manera, pero ahora se daba cuenta de que, desde fuera, todo podría parecer una tontería.

—No es una broma.—Insistió Ferran, con la voz apagada.

—Pero lo entiendo... Si no me crees.

Pedri lo observó un momento más antes de suspirar y caminar hacia la barra.

—Hablamos después, ¿Vale?—Dijo sin mirarlo, mientras Ferran se quedaba solo, sintiéndose como un completo idiota.

Gavi estaba a punto de apagar las luces del local y echar el cerrojo cuando, de repente, la puerta se abrió con un estruendo.

Rúben entró corriendo, respirando de forma entrecortada, su cabello mojado pegado a la frente, y los pantalones rotos a la altura de las rodillas.

Pero lo que más llamó la atención de Gavi fue el ramo de tulipanes que, milagrosamente, había sobrevivido a lo que parecía una odisea.

—¡Ya llegué! ¡Lo siento, lo siento mucho!—Exclamó Rúben, con la voz agitada.

—Mi coche se pinchó a mitad de camino, y cuando me di cuenta de que no tenía mi móvil, ya estaba lloviendo... Así que corrí hasta aquí, pero en algún momento un grupo de perros me empezó a seguir y... Bueno, caí de rodillas.—Rúben levantó el ramo con una sonrisa triunfal.

—Te traje tulipanes, sé que te gustan.

Gavi lo miraba incrédulo, las palabras de Rúben pasaban de largo en su cabeza mientras procesaba la imagen frente a él.

Estaba a punto de explotar de risa o de emoción, no sabía qué sentir.

Había pasado los últimos 30 minutos maldiciendo su ingenuidad, convencido de que había caído en el viejo truco de ser uno más en la lista de Rúben. Sin embargo, aquí estaba, con los pantalones destrozados, empapado, sin móvil, y habiendo sobrevivido a una persecución canina.

—No puedo creerlo.—Murmuró Gavi mientras tomaba las flores entre sus manos, aún en shock por la escena que acababa de presenciar. Las flores, aunque mojadas, seguían siendo perfectas.

—¿Estás... bien?—Preguntó finalmente, mirando las rodillas de Rúben que estaban raspadas y sucias.

Rúben se encogió de hombros, mostrando una sonrisa cansada pero sincera.

—He pasado por cosas peores... Aunque debo admitir que los perros casi me dejan sin pantalones enteros.

Gavi no pudo contenerse más y soltó una carcajada, el sonido llenando el local vacío.

—¡Dios mío, Rúben! ¿Quién te persigue, la mafia chihuahua de Manchester?—

Rúben también comenzó a reír, limpiándose una gota de agua que caía por su rostro.

—Créeme, estos perros eran más rápidos que algunos defensores que conozco—Dijo entre risas, señalando sus rodillas

—Pero al menos los tulipanes están a salvo, eso es lo que importa, ¿No?

Gavi sacudió la cabeza, aún sin poder creer lo que estaba pasando. Se acercó un poco más para observar mejor las heridas.

—¿Qué importa el ramo? Tienes las rodillas hechas mierda—Dijo, mientras dejaba las flores en el mostrador y se apresuraba a buscar un botiquín de primeros auxilios detrás del mostrador.

Rúben lo observó, sonriendo mientras Gavi abría el pequeño botiquín y comenzaba a sacar gasas, alcohol y tiritas.

—¿Estás jugando a ser mi enfermero personal? Porque si es así, creo que deberíamos hacer esto más seguido.—Dijo en tono coqueto, aunque su cara de dolor no ayudaba mucho.

Gavi le lanzó una mirada fulminante.

—Cállate, o la próxima vez que te persigan los perros, no voy a curarte.—Dijo, arrodillándose frente a Rúben para examinar los raspones.

Rúben, divertido, observó cómo el español limpiaba sus heridas con un cuidado sorprendente.

—Si sabía que las caídas iban a tener este resultado, me habría caído más seguido.—Dijo con una sonrisa maliciosa.

Gavi bufó mientras seguía trabajando en las rodillas de Rúben, aplicando alcohol sin piedad.

—¿Ah, sí? Pues no lo hagas. La próxima vez, te dejo en manos de los perros.—Respondió, aunque una sonrisa pequeña empezaba a asomarse en sus labios.

Rúben fingió una mueca de dolor cuando el alcohol tocó sus heridas, pero no pudo dejar de bromear.

—Tú lo dices ahora, pero si ves mi cara en las noticias, siendo atacado por una jauría de perros, ¿Cómo vas a sentirte?—Preguntó con un tono dramático, tratando de parecer trágico, aunque era evidente que estaba disfrutando la atención.

Gavi se detuvo un momento, mirándolo de reojo.

—Supongo que podrías ser el primer jugador de la Premier en tener que usar protector de rodillas por culpa de unos chihuahuas.—Soltó en tono sarcástico, y ambos comenzaron a reír de nuevo.

Cuando terminó de limpiar las heridas y colocar las tiritas, Gavi se puso de pie y miró a Rúben, que lo observaba con una expresión agradecida.

—Listo. Ya puedes seguir con tu plan de ser un héroe romántico con las rodillas intactas.—Dijo con una sonrisa burlona.

Rúben se levantó despacio, aún sintiendo las heridas frescas.

—Te debo una—Dijo mientras tomaba las flores que Gavi había dejado en el mostrado.
ofreciéndole el ramo nuevamente.

Gavi, finalmente sonriendo de verdad, aceptó las flores una vez más, su corazón latiendo un poco más rápido de lo que le gustaría admitir.

—No te preocupes—Dijo, sacudiendo la cabeza con una mezcla de diversión.

—Supongo que con esto quedamos a mano... por ahora.

Rúben la miró con una mirada juguetona y cómplice.

—¿Por ahora? Entonces tendré que asegurarme de que haya una próxima vez, ¿No?

Ferran estaba empapado de pies a cabeza, parado frente al edificio donde vivía Pedri con Gavi y Fermín.

Las gotas de lluvia caían a cántaros, pero a Ferran no le importaba. Ya había intentado de todo; regalos, indirectas, bromas, pero nada parecía llegarle a Pedri de la manera que él esperaba.

Así que, sin más opción, decidió lanzarse al último recurso desesperado. Se plantó bajo la ventana del departamento y, como si fuera una escena de película, comenzó a cantar.

No estaba seguro de qué canción estaba cantando, pero ahí estaba él, desafinando mientras el agua le goteaba por la cara, esperando que Pedri apareciera.

Después de unos minutos, una de las ventanas finalmente se abrió. "¡Por fin!", pensó Ferran con emoción. Entonces, sin perder el tiempo, gritó.

—¡Te amo!—Su voz resonó en la calle vacía. Pero, en lugar de recibir una respuesta cálida, escuchó una carcajada. Ferran sintió como si le hubieran lanzado un cubo de agua fría —aunque ya estaba empapado—, y levantó la vista.

Ahí, asomado por la ventana, no estaba Pedri, sino Iñigo Martínez, su compañero de equipo.


—¿Ferran?—Dijo Iñigo con una sonrisa burlona.

—¿Qué diablos haces cantando y diciendo "te amo" fuera del departamento de mi novio?

Ferran parpadeó, incrédulo.

—¿Tu qué? ¡¿Cómo que novio?!—Exclamó, casi sin poder contener su sorpresa. La expresión en su rostro era de incredulidad. Su mente trataba de procesar lo que acababa de escuchar.

—¡Iñigo, deja de ser chismoso!—Interrumpió Fermín, apareciendo detrás de Iñigo y tirándole de la oreja.

—Hola, Ferran. Pedri fue a comprar pan, ya vuelve. Tú sigue cantando, no te preocupes.—Dijo con una sonrisa amable, como si todo esto fuera lo más normal del mundo.

Ferran abrió la boca para decir algo, pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta.

El sonido de pasos acercándose lo sacó de su trance. Era Pedri, con una bolsa de pan bajo el brazo, caminando por la acera, también mojado pero no tanto como Ferran.

Pedri levantó la vista y frunció el ceño al ver a su amigo parado bajo la lluvia.

—¿Ferran? ¿Qué haces aquí?—Preguntó, claramente preocupado por el estado en el que se encontraba el valenciano.

Antes de que Pedri pudiera seguir hablando, Ferran levantó una mano, deteniéndolo. No le iba a dar la oportunidad de que le pidiera una explicación o, peor aún, de que rechazara lo que venía a decir.

El valenciano respiró hondo y, dio un paso hacia él.

—Pedri, cállate un segundo, por favor. Déjame hablar.—Empezó Ferran, la voz temblándole un poco por los nervios.

—Te amo, y no te imagino con nadie más que conmigo. He intentado decirte de mil formas, pero tú... Tú no lo ves o no lo quieres ver. No sé cuántas veces más voy a tener que intentarlo, pero lo voy a hacer, porque no voy a rendirme. Tú eres la persona con la que quiero estar, siempre. Y si tengo que cantar bajo la lluvia todos los días, lo haré. Pero lo que no puedo hacer es seguir guardándome esto. No voy a dejar que sigas pensando que esto es una broma, o que estoy jugando. Te amo, Pedri.

Pedri lo miraba boquiabierto. El valenciano no le había dejado ni espacio para reaccionar. Las palabras de Ferran parecían haber calado profundo en él, haciéndole ver algo que, hasta ese momento, se había negado a creer.

Ferran lo miró con desesperación en los ojos.

—Y si no me crees... Bueno, eso ya es cosa tuya, pero te lo digo en serio. Esto no es por una apuesta, ni un juego. Es porque estoy loco por ti.

Pedri abrió la boca para responder, pero Ferran no lo dejó.

—Ni se te ocurra decirme que esto es una tontería, Pedri. Porque no lo es. Si necesitas pruebas, te puedo seguir cantando, o decirte "te amo" hasta que te hartes de escucharlo, pero no voy a parar hasta que me creas.

Pedri, empapado bajo la lluvia, observó a Ferran por un largo momento, antes de que una sonrisa apareciera en su rostro. Sus ojos brillaban, como si finalmente todo hubiera hecho clic en su mente.

—Eres un idiota, Ferran.—Dijo, acercándose a él, y antes de que Ferran pudiera decir algo más, Pedri lo abrazó con fuerza, sin importarle la lluvia que los empapaba a ambos.

Ferran, sorprendido, lo rodeó con sus brazos, sin saber si reír o llorar. Pero una cosa era segura; no había más dudas.

Pedri se apartó un poco y lo miró a los ojos, todavía sonriendo.

—Vale, ahora te creo. Pero, por favor, la próxima vez no cantes bajo la lluvia. Me vas a matar de la risa.—Bromeó.

Ferran soltó una risa nerviosa.

—Bueno, al menos me salió bien, ¿No?—Pedri asintió.

—Sí, sí. Pero ahora entra, que te vas a enfermar, idiota.

La cita entre Rúben y Gavi había sido más que excelente. Desde el primer momento, las risas fluían como si se conocieran de toda la vida, y a pesar de los nervios iniciales de Gavi, Rúben lo hizo sentir cómodo con su encanto natural y su humor.

Habían cenado en un restaurante pequeño y acogedor, uno de esos lugares tranquilos en los que Rúben solía escapar del ajetreo de la ciudad. La conversación fue ligera al principio; anécdotas de sus vidas, comentarios sobre el fútbol y alguna que otra broma sobre los clientes habituales de la cafetería de Gavi.

Sin embargo, mientras caminaban bajo la luz tenue de las farolas, con la brisa suave envolviéndolos, la atmósfera se volvió más íntima.

Rúben sabía que no podía dejar pasar esta oportunidad. Cada momento con Gavi lo convencía más de que no quería que esta fuera una cita más, una de tantas.

No, Gavi era diferente. Lo sentía en su corazón, en su mente, en la forma en que se sonrojaba cuando reía o cómo sus ojos brillaban con cada pequeña broma. Rúben había decidido que no iba a dejar que sus historias pasadas interfirieran en lo que sentía por el sevillano.

Mientras caminaban por el parque cercano, Rúben tomó aire, decidido a abrirse, a decir lo que realmente sentía.

—Gavi.—Dijo, deteniéndose bajo un árbol grande que los protegía de la luz directa

—Sé que... Mi reputación, o mejor dicho, mi lista...

Gavi soltó una risa corta, entre nerviosa y burlona.

—Una laaaaaaaarga lista.—Lo corrigió, arqueando una ceja.

Rúben sonrió con una mezcla de resignación y vergüenza.

—Sí, bueno... Una larga lista de parejas...—Su tono era más serio, sus ojos fijos en los de Gavi.

—Y estoy seguro de que eso te hace pensar que no soy la mejor opción para ti. Lo sé, entiendo que dudes.

Gavi desvió la mirada por un momento, sintiendo cómo su pecho se apretaba un poco. Claro que lo entendía, y por eso precisamente estaba dudando. ¿Qué le garantizaba a él que no sería uno más en la lista de conquistas del portugués?

Rúben, viendo esa reacción, dio un paso más cerca de él.

—Pero lo que quiero que sepas.—Continuó, su voz más suave pero cargada de sinceridad.

—Es que de verdad... De verdad estoy enamorado de ti, Gavi. No es una broma ni un capricho. Cada vez que te veo, cada vez que hablo contigo, me doy cuenta de que no quiero a nadie más en mi vida. Eres tú. Y aunque no me creas ahora, aunque pienses que esto es solo otra aventura, te lo juro, quiero una oportunidad para demostrarte que lo que siento es real.

Gavi lo miró de nuevo, y en sus ojos había una mezcla esperanza y miedo. ¿Cómo saber si era verdad? Había escuchado historias de las aventuras de Rúben, y aunque le costaba admitirlo, él también se había enamorado.

Pero ese miedo a ser uno más en su lista, a ser otra persona que sería olvidada en cuestión de semanas, lo frenaba.

—Rúben—Suspiró Gavi, cruzándose de brazos como si intentara protegerse de lo que venía

—Entiendo lo que dices, pero es difícil confiar cuando tienes ese historial. No quiero ser uno más...

Rúben negó rápidamente, su expresión mostrando desesperación.

—No serás uno más. Te lo juro, Gavi, eres el único que me importa. No quiero a nadie más. Sé que no tengo un buen pasado en este aspecto, pero estoy aquí, pidiéndote una oportunidad, una sola. Y te prometo que no te voy a fallar.

Gavi se mordió el labio, pensando. Sabía que Rúben hablaba en serio, pero también sabía lo fácil que era dejarse llevar por palabras bonitas.

Es demasiado arriesgado, pensó. Sin embargo, cuando lo miró a los ojos, vio algo que no había visto antes en él, un brillito, de esos que solo aparecen una vez, que le decía que, quizás, esta vez las cosas eran diferentes.

Finalmente, Gavi respiró hondo y asintió lentamente.

—Está bien.—Dijo, con una pequeña sonrisa irónica.

—Te voy a dar una oportunidad. Pero solo una, ¿Entendido? Si me fallas, si me haces daño... Te juro que yo mismo te romperé las piernas, ¿Estamos?

Rúben soltó una carcajada nerviosa, aunque claramente aliviada.

—De acuerdo, trato hecho.—Dijo, levantando las manos en señal de rendición.

—Pero no tendrás que romperme nada, porque no te voy a fallar.

Gavi lo miró fijamente durante unos segundos más antes de devolverle una sonrisa sincera, aunque con una advertencia en sus ojos.

—Eso espero, porque si lo haces, no tendrás donde esconderte, Rúben Dias.

Rúben dio un paso hacia él, acortando la distancia que los separaba. Con suavidad, tomó la mano de Gavi, entrelazando sus dedos.

—No lo haré.—Murmuró con una sonrisa segura.

—Te lo prometo, Gavi. Estoy aquí para quedarme, si me lo permites.

El corazón de Gavi latía rápido, y aunque aún tenía sus reservas, no pudo evitar sentir una chispa de esperanza. Quizás, solo quizás, Rúben estaba diciendo la verdad. Quizás merecía darle una oportunidad.

¡He vuelto perras!

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