El Hangar.

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Peli caminó despreocupadamente por el hangar, haciendo una observación rápida del lugar. Tuvo que salir durante unos días para recoger una pieza que faltaba, quiso la casualidad que el mandaloriano pasó por ahí para una revisión de la nueva nave, por lo que después de llevarla a cabo él se ofreció a vigilar la zona a cambio de una reparación gratis y poder quedarse en una habitación pequeña y destartalada que se situaba en la parte trasera del edificio mientras tanto, lo cual le resultó rentable, incluso teniendo en cuenta que ella volvió antes de lo previsto.

Lo primero que le resultó extraño a la mecánica fue el completo silencio, lo segundo la ausencia del individuo envuelto en Beskar. De pronto un ruido sordo proveniente del fondo del negocio la puso en alerta, por lo que se hizo con un arma y despacio se encaminó hacia la fuente del sonido. Cuanto más se acercaba más clara resultaban las voces y lo que parecían risas.

Abrió la puerta de una patada y apuntó al hombre que tenía enfrente. Como un resorte y mostrando unos llamativos reflejos el sujeto ya la estaba apuntando a ella.

-¿Quién demonios eres y que haces en mi propiedad? (Gritó con autoridad).

-Yo soy...(el desconocido casi comenzó a tartamudear, sus ojos abiertos como si estuviera en shock).

Dejando de lado su confianza inicial, el individuo se había congelado en el sitio con el arma levantada, lo que la mujer no observó al principio era que su ropa brillaba por su completa ausencia. En una segunda mirada la mecánica se fijó en sus rasgos, se trataba de un hombre alto y de piel bronceada, sus hombros y pecho eran amplios, brazos y piernas fuertes, se observaba que el sujeto casi había llegado a la mediana edad por la leve suavidad en su vientre, no era especialmente musculoso pero desde luego estaba en buena forma física. Su desordenado cabello era oscuro y rizado, acompañado de barba de varios días y ojos grandes y marrones además de una nariz prominente y ganchuda. Acto seguido vio una mano mecánica extenderse con desdén desde detrás de una cómoda usada para guardar trastos y la tercera persona habló.

-Suelten los dos las armas, estamos entre amigos (la mujer no pudo ver al sujeto, pero notó que se trataba de un hombre con acento de los alrededores).

El desconocido hizo caso mientras trataba de taparse con una especie de sábana, aunque sin mucho éxito. Al segundo siguiente su vista se demoró en un casco plateado que reposaba en el suelo al lado del individuo antes armado y su mente se puso al día, haciendo que casi emitiera un grito de asombro.

-¡Por dios! Son unos desvergonzados...(dijo con una mueca que se deslizaba entre el humor y el escarnio).

Peli salió corriendo de la habitación cerrando la puerta, con la certeza de que bien podría dejarse la tarde libre.

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Cobb comenzó a reír de forma descontrolada mientras Din se sentaba a su lado intentado taparse la cara con la sabana como si esta pudiera ocultarlo del mundo.

-No hace ninguna gracia (dijo el mandaloriano levemente sonrojado).

-¡Vamos! Si que la tiene, siempre pensé que no me gustaría ser una de tus recompensas, pero si me apuntas con un arma en ese estado puede que me lo replantee (exclamó el mariscal con una sonrisa depredadora).

Se acercó al cazarrecompensas apartando la tela de su rostro para darle un beso hambriento, acto seguido tiró de él para que Din se colocara en su regazo.

-¿De verdad? ¿Aún tienes ganas? (dijo el mandaloriano rodando los ojos).

-¿Qué? Ella tardará en volver...además parece que tu también (expresó el mariscal con sorna).

El cazarrecompensas había comenzado a mover sus caderas inconscientemente contra su pareja, notando como su hombría volvía a endurecerse. Cobb emitió un imperceptible gemido. Din colocó suavemente su frente contra la de su compañero.

-Somos incorregibles...

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