🌹PRÓLOGO🌹

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Gotas de sangre caen una tras otras, mi cuerpo casi no puede resistir más, mis manos están lastimadas de tanto tratar de cubrirme de sus golpes, mi respiración se vuelve demasiado pesada y puedo asegurar que siento el olor de mi propia sangre y el sabor de ella en mi boca, sensaciones muy conocidas para mí.

No sé en qué momento sucedió la primera vez, no sé ni siquiera porqué o que había hecho para merecer esto de parte suya. Intento levantarme pero una punzada en mi abdomen me lo impide, la piel de mis costillas me arde y se me dificulta el respirar bien, por lo que quedo apoyado en mis manos y rodillas en el suelo mientras la sangre sigue cayendo.

Las lagrimas de dolor no se hacen esperar. La primera vez que sucedió, su agresión me dolió, no solo físicamente sino que me sentí demasiado mal, pasé llorando toda la noche hecho un desastre en mi habitación, al principio me rompía el corazón sus malos tratos, sus insultos hasta el punto de los golpes. Ya nada era igual, ya todo para mí no valía nada, incluso ni mis antidepresivos me ayudaban. Quería morir.

Después de un largo rato se fue, luego de denigrarme y humillarme de la peor forma posible, luego de por no sé cuántas veces abusar de mi cuerpo sin mi permiso, ya estaba acostumbrado a eso también, a sus violaciones, a su falta de empatía, a escuchar como gruñía mientras me penetraba sin la más mínima Piedad, mientras mi dignidad se rompía de a poco, mientras mi alma gritaba hasta desgarrar su garganta.

Ya nada tenía sentido, quería gritar y correr, pero esa estúpida barrera que rodeaba la casa me lo impedía, mi estúpida barrera de fidelidad también me lo impedía.

Recuerdo la primera vez que lo vi, desde que chocamos miradas lo supe... Él era mi alfa y yo era su omega, aunque para él no era así, ya no sé porque tomó la decisión de casarse conmigo, en otro momento hubiera preferido su desprecio, pero todavía recuerdo nuestra boda...


Mi mamá ayudaba a que mi velo no callera en el suelo para que no se estropeara. Mi traje en un blanco puro relucía y mi maquillaje intacto me hacía lucir bello, vi mi anillo de propuesta de matrimonio y le di vueltas nervioso. Al fin me casaría con el amor de mi vida, con mi Alfa.

Muchas veces soñé con este momento, el día de verme vestido de blanco caminando del brazo de mi padre para ser entregado al que sería el amor de mi vida, al padre de mis hijos.

El momento llegó, caminé del brazo de mi madre hacia las puertas de la iglesia, mis piernas temblaban y sentía que a cada paso mi lobo se encogía en gran manera del nerviosismo; sin embargo traté de calmarme y tratar de apaciguar las cosquillas en la boca de mi estómago que estaban por causarme náuseas.

—Estás hermoso... —dijo mi padre que ya estaba esperándome para entregarme a mi alfa.

—Gracias papá. —sonreí al borde de las lagrimas, pero sabía que mi madre me mataría ahí mismo si arruinaba su obra de arte, osea mi maquillaje.

—Se un buen muchacho, te deseo lo mejor en tu matrimonio hijo querido.

No respondí, las puertas se abrieron y la música empezó a sonar. Caminé del brazo de mi padre hasta el altar con todas las miradas de las personas puesta en nosotros, y ahí estaba él, el amor de mi vida de pie apunto de llorar al verme, con su hermosa sonrisa y sus bonitos ojos que lo hacían ver apuesto. En este momento aseguraba ser la envidia de cualquier omega. Y así lo era, muchas y muchos omegas me veían con envidia pero eso no me importaba en el momento en que mi alfa tomo mi mano dejando un suave beso en el dorso de mi mano. Sentí derretirme ahí mismo ante su suave toque.

—Te ves sumamente hermoso mi amor. —su sonrisa me hipnotizó y su comentario me causo un leve sonrojo que no pasó desapercibido por él.

Sentí una mirada penetrante hacia mi, miré hacia atrás y a la única que capté observandome mal era a la secretaria de mi ahora casi esposo. Quise creer en ese momento que era envidia, quise creer que solamente eran malos sentimientos. Pero que equivocado estaba.

La misa dió inicio hasta el momento del beso en el que dijimos cada uno nuestros votos y no evitamos derramar lágrimas de felicidad ante la dedicatoria de ambos.

La noche pasó espectacular, vino, champagne y la recepción era de ensueño. Una boda por todo lo alto. Nada menos para el empresario de más renombre en el país.


Todos esos recuerdos se derrumbaron como una casa de cartas. Talvez así era mi vida, una casa de cartas que con el más mínimo soplo se derrumbaba.

Termino de limpiarme, el dolor en mis costillas es agonizante al punto de costarme siquiera hacer un movimiento leve. Me dirijo hacia la cama y lentamente me dejó caer en las sábanas sin importarme mucho la sangre que aún derramaba de mi rostro.

Hace mucho ya no lloraba. Las lagrimas solo se limitaban a caer cuando un golpe certero impactaba en mi abdomen, pero ahora era diferente. Mi lobo se sentía mal, de hecho casi ya no lo sentía, su ausencia me pertirbaba y esa no era buena señal, porque eso significaría que mi lobo moría lentamente y cuando eso pasará yo lo haría con él.

Imágenes felices pasaron por mi mente y otras no tan agradables haciendo que me preguntara como llegué a permitir esto, preguntando cómo era posible llagar a este punto. Pero aún más importante la pregunta que me hacía cada noche...

Jeon, mi alfa ¿Porque me haces esto?

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