༺ catorce ༻

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Cuando comenzaron a repartir las porciones de cena para el resto de soldados yo me encaminé a la tienda del rey. De haber tenido otras circunstancias quizá me habría arreglado, porque por mucho que lo detestase tenía un poco de decencia, pero solamente podía llevar el uniforme rojo del ejército.

Ningún guardia me detuvo o siquiera miró, así que supuse que el rey me estaría esperando, y cuando atravesé la tela lo comprobé. Parecía algo más informal, pero a la vez arreglado con aspecto de monarca, solo que el recogido esa vez era solamente una cola y el hanbok era sustituido por toda una pieza negra.

Me incliné respetuosamente y él me observó tras la mesa decorada con velas y alguna flor que me recordaba al aroma primaveral.

──Adelante, siéntate. ──Me invitó mientras apartaba una silla de madera.

Sin decir nada me acerqué y tomé asiento allí mismo. Se sentía extraño pasar de ser nadie a que el mismísimo rey ajustase mi silla en una cena.

──No te importa que me dirija a tí de este modo, ¿verdad? ──Tanteó.

Yo negué. Lo cierto era que sólo quería comer, tenía hambre y pocas ganas de hablar, así que no me importaba si me tuteaba o cualquier otra cosa.

Él se sentó a mi lado, en el otro costado de la mesa cuadrada. Allí tomó una campanita de la superficie y la agitó para llamar a los sirvientes que segundos después entraron con bandejas en las manos.

Me fijé en la cubertería de plata y la calidad de la carne o la verdura cuando destaparon los platos. Aquello era como un pedacito de palacio real y seguía sin creer que estuviese allí para presenciarlo. Precisamente esa era la pregunta que me rondó toda la noche; ¿por qué yo?

──Parecías muy hablador esas veces que nos topamos ──comentó mientras cortaba un trozo de carne.

La boca se me hizo agua con la cena frente a mí, pero no podía evitar sentirme incómodo cuando los sirvientes esperaban tras nosotros órdenes, seguramente hambrientos y con un sueldo pobre, mientras nosotros disfrutábamos de aquello con vajilla de plata. Por no hablar de que no había visto ni a un omega entre el personal.

──No tengo nada que decir ──susurré con la vista en el plato.

El rey dejó de comer por un momento para mirarme, a lo que me sentí aún más inquieto.

──¿Hay algo que no es de tu agrado? ──preguntó.

Me encogí de hombros, pero al volver a mirar al personal de reojo tuve que pensarlo mejor.

──¿Podríamos...? ──Suspiré──. No me malinterprete, pero preferiría hablar en privado.

Él asintió en seguida y realizó un gesto con el mentón que les indicó que saliesen, cosa que no tardaron en hacer. Una vez solos, me relajé un poco más, así que mi estómago rugió.

──Deberías comer ──sugirió con una sonrisa leve.

Completamente avergonzado me tragué el orgullo y ataqué la carne. En cuanto lo probé supe que no era de la misma calidad que se le repartía a los soldados, y eso me molestó un poco.

──Ya que no estás hablador, te explicaré uno de los motivos por los que te pedí una cena ──comentó de forma casual, mirando el plato──. Estuve dándole vueltas a todas las cosas que me soltaste frente al dragón.

──Se llama Red ──respondí como un instinto──. Y... Perdone, normalmente suelo ser más prudente, no fue la mejor forma de decírselo ──murmuré.

Sabía que había sido impulsivo por culpa de la frustración del momento, porque si algo ponía por delante era la prudencia. Muchas veces me tenía que morder la lengua con tal de seguir junto a mi familia.

──No te disculpes, me regalaste un golpe de realidad y lo aprecio en cierto modo ──explicó, mirándome esa vez──. Pero aún quiero aclarar algunas cosas, porque tienes razón; muestro una imagen al mundo, pero no es del todo real.

Después de tener su mirada por tanto tiempo subí la mira y me sonrojé un poco. No sabía cómo afrontar eso, él mismo había sugerido la idea de un cortejo, pero no eran mis intenciones.

──Con el debido respeto, majestad, no me debe explicaciones ──aclaré.

──Pero quiero dártelas ──replicó al momento──. No importa si no me correspondes, no quiero que el beta que miro con buenos ojos me mire a mí como si fuese un monstruo.

Aquella confesión indirecta me hizo sonrojar aún más. Nunca había tenido pretendientes, la mayoría de alfas o betas de mi pueblo me huían por "tener demasiado temperamento para un omega" y no me gustaba la idea de emparejarme con otro omega.
Simplemente no pensaba en el amor, no tenía tiempo ni energías para eso, me casaría por conveniencia.

El rey era, sin duda, una buena opción, pero en el ejército tenía objetivos más importantes por cumplir. Y si conseguía matar al dragón y llevarme la gran recompensa ni siquiera necesitaría casarme, cosa que prefería.

──Majestad... ──enfoqué la vista en el plato para calmar mi respiración. No me convenía mostrar lo nervioso que me ponía esa solemne mirada suya──. En mi vida no hay espacio para el amor ahora mismo ──murmuré.

Él rey alargó su mano y me obligó a subir la mirada de nuevo.

──Tampoco intento convencerte ──Sonrió con cierta ironía mientras colocaba tras mi oreja un mechón de pelo, haciéndome cosquillas──. Sólo quiero dejarte claro que no te protejo para ganar la guerra, ni tampoco me he fijado en tí o me he acercado a tí por interés. ──Acarició mi mejilla con su pulgar.

En tanto le escuchaba se me formó un nudo en el estómago. Me gustaba su atención de alguna forma, no podía negarlo, era hermoso y su voz podría haberme derretido.

──Sólo lo hago porque me pareces un hombre increíble y un soldado excelente ──aclaró.

Aparté la mirada y parpadeé varias veces para aclararme, luchando por no dejarme llevar por sus encantos y centrarme en lo que sabía de él; aún habían cosas que odiar.

──¿Qué hay de Agust? ──pregunté en un murmullo, sintiendo una pizca de culpabilidad por la innecesaria distancia que había tomado con él──. Él arriesga su vida, llegó a mi tienda herido y aún así sigue espiando para usted.

El rey apartó la mano, dejándola sobre la mía en la mesa para acariciar mi piel con suavidad. Se me erizó la piel.

──Él es adulto, sabe lo que hace y puede dejar de hacerlo cuando quiera; espía por voluntad propia ──replicó, esa vez algo más serio y distante.

Con cuidado aparté la mano de debajo de la suya, demasiado ofuscado por la conversación. Aunque cuando le vi mirar el gesto y retirar la suya lentamente me sentí mal.

──¿Sabe cómo se encuentra?, hace unos días que no lo veo ──susurré casi avergonzado.

──Está perfectamente, con suerte podría verlo esta noche ──comentó, volviendo a probar de la cena.

Copié su acción y tomé un poco de verdura, que me supo a gloria pura con el hambre que tenía encima. Pero entonces recordé algo.

──¿Qué hay de los omegas? ──murmuré después de tragar──. ¿Cómo puede justificar todo lo que sufren por su culpa?

Él se limpió los labios con un pañuelo y se aclaró la garganta bebiendo un poco de vino. Yo nunca había tomado alcohol pero pensé que si le daba un trago no pasaría nada, así que lo copié. Sin embargo tuve que aguantarme una mueca porque era más ácido de lo que esperaba.

──Eso es un tema político más serio, no es tan sencillo. ──Suspiró──. Pero soy consciente de las desventajas laborales y sociales hacia los omegas, descuida.

Lejos de dejar la copa, di otro trago al escucharlo.

──¿Y ya está? ──espeté.

Él chasqueó la lengua y paseó la mirada por la tienda mientras pensaba.

──Es algo que lleva impuesto por siglos en el país, no puedo simplemente despertar un día y decidir cambiar la cultura de un reino entero ──explicó, igual de incrédulo que yo──. No creas que antes de conocerte no veía las injusticias que sufrían, pero sigo trabajando en ello ──gruñó.

Sin poder evitarlo bajé la mirada al plato y me estremecí, cosa que me asustó porque aquella reacción no era normal siendo beta. Como pude disimulé al tomar un poco de carne de la cena.

──No puedo tolerar a alguien que odia a los omegas, toda mi familia lo son y daría literalmente mi vida por ellos ──susurré.

El rey soltó una sonrisa irónica.

──No odio a los omegas, mi propia abuela lo fue. ──Rodó los ojos──. Son asuntos confidenciales pero te prometo que el reino no permanecerá indiferente por siempre.

Aquella vez tras escucharlo permanecí impasible. Sólo eran promesas vacías de un monarca que lo tenía todo con sólo agitar una campana, mientras yo había anulado a mi lobo y había arriesgado mi vida por hacer un cambio. Por mucho que consiguiera robarme el aliento seguíamos siendo muy distintos.

Sin responder nada más probé un poco más de la verdura y bebí otro trago de vino para calmar la ola de sentimientos encontrados dentro de mí. Por desgracia un leve mareo no tardó en aparecer.

──¿Podemos mantener una conversación sin que termine en disputa? ──murmuró el rey──. Realmente quiero disfrutar de la única cena que compartiré contigo.

Me aguanté las ganas de salir huyendo de allí para simplemente asentir.

El resto de la velada me preguntó por mi familia y me dediqué a explicar buenos recuerdos, incluidos de un Jimin ficticio en el que yo era mi propio sobrino. También, sin saber cómo, terminé preguntándole por su familia pero al no recibir información sobre su vínculo con Agust me decepcioné.

Mientras tanto, mi copa se vació y la tienda comenzaba a darme vueltas, pero no podía quejarme porque era mejor que pensar en la conversación. Aún así el rey pareció notarlo.

──¿Hace cuánto no bebes alcohol? ──Se burló.

──Nunca he bebido n-nada ──farfullé.

Mi rostro estaba rojo y sentía que podía caerme de la silla, de hecho sentí que me resbalaba hasta que me percaté que era real, pero por suerte el rey me alcanzó primero.

──Podrías haberlo dicho, has bebido demasiado para ser la primera vez. ──Se quejó mientras me tomaba en brazos con sorprendente facilidad──. ¿Quieres dormir en mi tienda?

En ese momento sólo pude pensar en lo bien que debería sentirse la cama del rey, quizá sería cálida, así que asentí con los ojos cerrados.

No noté cuándo me dejó sobre el colchón, estaba exhausto, pero sí que fui en parte consciente del beso en mi frente antes de caer rendido en un sueño profundo.

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