༺ siete ༻

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Mientras más luchaba por correr, mis pies menos me respondían. Había pasado demasiado tiempo huyendo, no sabía cuánto pero las piernas me temblaban y dolían demasiado como para continuar. Completamente rendido me dejé caer a tierra con un golpe seco. Sabía que esas garras me atraparían pronto, pero no me importaba a esas alturas.

Primero fue el frío anunciando la presencia de ese enorme monstruo, luego fue un rugido lo que me alertó, y finalmente escuché el sonido de una espada cortando en seco el aire.

Lo siguiente fue despertar con el corazón a mil, notar la almohada empapada de sudor y maldecir al aire esa pesadilla. No había soñado nada parecido desde que era pequeño, así que por más que intenté volver a dormir la imagen de ese dragón atacaba mi mente como una broma pesada.

Cansado de dar vueltas en la cama, abrí los ojos frustrado y busqué a tientas una vela y una cerilla para encenderla e iluminarme, porque no pensaba quedarme quieto el resto de la noche, mirando al oscuro vacío.

Por suerte mi tienda estaba cerca del bosque, así que caminé en esa dirección; lo último que me apetecía era encontrarme con otro soldado o un general.

Por allí olía a naturaleza, sobretodo a flores, por supuesto con el deje de pestilencia de la guerra a metros de allí. Supe que a mí lobo le habría gustado estar por allí, en cierto modo le echaba de menos, era como perder una parte de mí, pero también me gustaba sentir y pensar por mí mismo todo el tiempo.

Con un suspiro apagué la vela. Mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad y no quería llamar la atención de algún animal, o peor, de algún Hwarang. Si no me equivocaba, estaba a la altura de las tiendas reales si salía del bosque.

Caminé a oscuras, guiándome por la luz lunar entre las hojas, alejando la pesadilla de mí, pero por desgracia ni siquiera de ese modo no conseguí mantener la paz esa noche.

Unos minutos después de apagar la vela una ráfaga de viento me asustó, porque no era natural, sino de alguien corriendo. Después escuché una rama crujir y tal y como había despertado de la pesadilla poco antes, esa vez mi corazón se aceleró al caer al suelo con un golpe seco.

──¡Eh! ──Se quejó una voz a metros de mí──. Ten más cuidado.

Me sobé la zona de cabeza que me había golpeado y bufé de mal humor.

──Eso podría decirte yo ──repliqué de mala gana, sorprendido por la poca formalidad de sus palabras.

──Identifícate ──ordenó.

Prácticamente reí ante la petición. Pese a ser un alfa, a juzgar por su voz grave y la sensación de un aroma fuerte que no percibía, no me intimidó.

──¿Por qué habría de hacerlo? ──mascullé entre dientes, levantándome al fin del suelo.

No escuché una respuesta, por lo que supuse que se habría ido o me estaría ignorando, pero sentí un fuerte golpe en mi mejilla provinente de un puño.

Me tambaleé un poco antes de gruñir y frotarme la cara. Después arremetí contra la figura, sin verle la cara, pero él me detuvo la mano con destreza. Sin rendirme, le di en la entrepierna con mi rodilla.

──¿Te crees muy listo por ser alfa? ──gruñí enojado, empujándolo al suelo aprovechando su dolor──. ¿Cómo sé que no eres un espía del norte?

Él escupió al suelo a juzgar por el sonido y mis rodillas fueron atrapadas por sus brazos de modo que volví a caer al suelo lleno de hojas otoñales.

──Maldito beta ──masculló mientras se colocaba arriba mío──. ¡¿Cómo sé que el espía no eres tú?!

Guiándome por su acción segundos atrás, le escupí en la cara para frenar su puño y aproveché para rodar y colocarme arriba, dispuesto a atizarle, pero con el movimiento llegamos al límite del bosque.

Allí, sin árboles que cubrían la luz de la Luna, pude ver su cara y mi diestra se paró en el aire, a milímetros de su mejilla.

──¿Majestad? ──susurré asustado, apartándome de él rápidamente.

Me senté en el suelo a su lado mientras él se enderezaba con una mueca enojada. Sus ojos felinos, la cicatriz, esos finos labios...

Pero contra todo pronóstico él rió.

──¿Tengo yo pinta de rey?

Conforme preguntaba, me fijé en su corto cabello negro y camisa de lino blanco con unos pantalones oscuros de baja calidad. Esa era la ropa de un esclavo.

Sin saber qué decir le vi alzarse y tenderme la mano que acepté.

──A juzgar por tu reacción me atreveré a confiar en que no eres un espía ──comentó con cierta diversión mientras me ayudaba a alzarme──. Ten cuidado soldado, si te pilla un general o un Hwarang estás muerto.

Dicho aquello se sacudió la ropa y me guiñó un ojo antes de seguir el camino que tomó antes de toparse conmigo.

Sin embargo, recordé algo.

──Pensé que ya no se fabricaba con lino del norte desde que se cortaron los suministros por la guerra ──murmuré de pronto, girándome hacia su figura adentrándose en el bosque.

Él se detuvo justo cuando creí que volvería a ponerse a correr.

──¿Crees que soy un espía o el rey?, aclárate, beta. ──Rió.

Después de rodar mis ojos caminé hasta quedar a su lado.

──Eres sospechosamente parecido al rey y llevas ropa del reino del norte, ¿tú qué pensarías de estar en mi lugar? ──cuestioné con una ceja alzada.

Claramente no se trataba del monarca, de otro modo habría estado en problemas o me habría intimidado su hermosa mirada, pero ese alfa parecía demasiado rebelde para causar ningún efecto en mí.

──Que soy extremadamente apuesto ──bromeó──. Buenas noches, beta entrometido.

Volví a gruñir frustrado al verlo volver a caminar.

Si algo me caracterizaba, a parte de ser tozudo, era ser persistente. Por eso le seguí a unos metros, sin siquiera intentar disimular lo que hacía.

──A donde voy hace frío, yo que tú me abrigaría si vas a vigilarme toda la noche ──comentó.

──Eres insoportable ──murmuré, cruzándome de brazos.

El alfa se detuvo para estar a mi altura y entonces me miró mientras caminaba.

──Pues debes ser masoquista si quieres estar conmigo ──musitó.

Volví a rodar los ojos con molestia. ¿No se cansaba de ser... así?

──Sólo te sigo por obligación, también es mi deber proteger al rey y al resto de soldados ──repliqué con un suspiro cansado.

──Vaya, cuánta lealtad.

Hubo una pizca de ironía en su voz que no me gustó, pero lo dejé pasar.

Mientras más caminábamos, menos reconocía el lugar, pero no importaba porque me negaba a dejar a ese bastardo sin vigilancia. ¿Cómo había cruzado siquiera la frontera?

Tomó un pequeño desvío y vislumbré un caballo dormido atado a un árbol.

──¿Sabes montar?, supongo que sí al estar en el ejército.

Callé.

Sabía que era uno de los requisitos, pero en casa no tenía ningún animal para practicar o aprender, eran demasiado costosos. Y de haberlo tenido habría preferido cocinarlo para alimentar a mi familia.

El alfa de nuevo rió un poco al adivinar mi respuesta por el silencio, pero no comentó nada, solamente despertó al caballo con caricias y se subió a él tras desatarlo. Entonces me tendió su zurda desde allí.

──Si aprendes a montar en esta noche responderé todas tus preguntas sin excepciones ──dijo.

Llegados a ese punto, me quedaba poca vergüenza por perder, así que tomé su mano y la usé para subirme delante de él en el caballo.

Después de acomodarnos me pasó las riendas del animal y se acercó a mí oído.

──¿Y el nombre del soldado? ──susurró.

Mientras sentía mi corazón a mil la piel se me erizó y apenas pude coordinar mis palabras.

──Me llamo... Jiming.

Entonces él puso en marcha al caballo conn un toque de su talón aún cuando yo no sabía ni siquiera dirigirlo, pero mantuvo sus manos sobre las mías en las riendas.

──¿El nombre del sospechoso? ──pregunté entonces, sin saber a dónde íbamos.

Noté su sonrisa a través de su tono de voz.

──Puedes llamarme Agust.

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