CAPÍTULO 07

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Australia estaba solo una hora por delante de Japón, así que lidiar con la diferencia horaria había sido tan sencillo como dormirse en el momento en que había subido al avión, y para cuando aterrizó en el aeropuerto de Nagoya, que era la ciudad más cercana al circuito de Suzuka, eran casi las siete de la mañana, y ella, ya bien habituada a dormir en sitos poco cómodos, estaba perfectamente descansada.

Había dormido suficiente como para que, al desactivar el modo avión en el momento en que esperaba para recoger su equipaje, no la sorprendieran demasiado la decena de llamadas perdidas y mensajes sin leer.

Tomó una captura de pantalla de las notificaciones, que seguían llegando por montones y se la envió a Allegra. De inmediato, casi como si Allegra hubiera estado esperando el mensaje, entró una llamada suya. Aceptó la llamada tan rápido como su dedo pudo alcanzar la pantalla del teléfono celular.

— ¿Estás en el aeropuerto? —preguntó Allegra, inmediatamente.

—Hola, amore. Sí, mi vuelo acaba de aterrizar. Estoy esperando mi equipaje —respondió Emma, sin apartar la vista de la banda giratoria, esperando ver su par de maletas.

—Ya voy en camino a recogerte —dijo Allegra, en el momento en que Emma alcanzó a ver sus maletas y dejó escapar una exclamación ahogada.

Emma se apresuró a tomarlas, levantarlas y depositarlas en el suelo requería más esfuerzo del que estaba habituada a realizar y el nuevo dolor punzante en su hombro le dejó claro que debía comenzar a considerar hacer ejercicio, quizá visitar un gimnasio o al menos salir a caminar.

—No es necesario. —Atinó a responder finalmente Emma, tratando de recuperar la respiración. —Puedo tomar un taxi. Es muy temprano, no necesitas venir.

—Ya voy en camino —repitió Allegra, con simplicidad, antes de soltar un suspiro—. Max me está llevando.

Emma se detuvo un instante y sujetó mejor su teléfono, más cerca de su oído.

— ¿Max te trae?

—Eso es lo que dije, sí.

—Adorable. Me retracto, definitivamente quiero que vengas a recogerme.

—Tu psicología inversa es terrible —replicó Allegra, con diversión.

—Valía la pena intentarlo —dijo Emma—. No he revisado internet todavía, solo una leída rápida a mis notificaciones. ¿Qué dicen los medios?

—Lo normal. La mitad de los sitios de noticias dicen que ustedes dos tienen un escandaloso romance prohibido al estilo Romeo y Julieta, y la otra mitad dice que fuiste a cenar con él en representación de la escudería y que ya están en una negociación avanzada.

— ¿Y las fotos?

—Buen ángulo y buena iluminación. El vestido también te queda hermoso. Podría encontrar una foto de ustedes en una revista de escándalos en Hollywood —dijo Allegra.

—Algo es algo —suspiró Emma, sentándose en una banca con sus maletas al lado—. Dios, me siento agotada, y hace diez minutos estaba perfecta después de una noche bastante decente de sueño durante el vuelo. Y esto debido a mi trabajo no oficial, todavía tengo que encargarme del trabajo oficial.

—Estoy segura de que eso puede esperar algunas horas a que vayas a tu hotel, te bañes y comas algo —replicó Allegra—. No te preocupes, ya estamos cerca, llegamos en unos cinco minutos.

— ¿Cinco minutos? ¿Cómo pueden llegar de dónde quiera que estuvieran al aeropuerto en cinco minutos? —preguntó Emma.

—Porque ya veníamos en camino, claro. Cuando me dijiste que venías a Japón, revisé los vuelos disponibles que salían de Melbourne a la hora que me dijiste que despegarías, los filtré a solo aquellos que no tenían ninguna escala, que aterrizaran en Nagoya y como todos menos un vuelo tenían escalas, no fue demasiado complicado —dijo Allegra—. A partir de ahí, estuve monitoreando el vuelo para venir por ti cuando llegaras.

— ¿Debería quererte mucho por eso o sentir miedo? —preguntó Emma, aturdida—. ¿Verstappen te escuchó decir eso y no terminó contigo inmediatamente?

—Creo que necesitaríamos estar saliendo de verdad para que pudiera terminar conmigo —replicó Allegra, con fastidio—. Y tú deberías agradecer un poco más mi buena voluntad, Emma.

Emma guardó silencio un par de segundos, confundida. Ella había estado bromeando respecto a él dejándola, pero Allegra parecía verdaderamente irritada por su comentario y su actitud aparentemente desagradecida. Ambas se conocían tan bien que a Emma le sorprendía que no hubiera identificado la broma por lo que era, pero de algún modo se las habían arreglado para terminar andando sobre terreno pantanoso y Emma estuvo inmediatamente lista para retroceder.

Ambas estuvieron en silencio un par de segundos, aunque aún podían escuchar la respiración de la otra a través de la línea, de forma en que ambas tenían claro que no se había cortado la llamada. En ese momento, su teléfono vibró, anunciando otra notificación, así que Emma apartó el teléfono para revisar de quién se trataba.

El nombre de Carlos apareció en su barra de notificaciones, justo encima de un mensaje: "Lamento lo de las fotografías. Espero que, a pesar de eso, estés dispuesta a verme cuando llegue a Japón". Ella no abrió el chat para que el mensaje no fuera a aparecerle como leído y volvió a colocarse el teléfono en el oído.

—Me siento como una mierda de persona, amore —dijo Emma, en un suspiro, intentando con todas sus fuerzas concentrarse en algo que no fuera el ardor de sus ojos.

Emma tenía la capacidad para ser una persona de cuidado, claro, podía ser muy buena fingiendo ser agradable y después apuñalarte por la espalda, también podía ser engreída y cruel si eso quería. El problema era que habitualmente ella tenía demasiada conciencia como para ser así. Por desgracia, sus problemas familiares y su necesidad de aprobación eran más grandes que su moral, y eso solo la hacía sentirse más miserable.

Era una tragedia cada vez que Carlos decía lo correcto, porque le recordaba que ella no estaba haciendo lo correcto.

Desearía ser un poco más decidida, un poco más segura de sí misma. Una persona que no estaría dispuesta a salir con alguien para manipularlo solo para así obtener algún tipo de cariño. Por desgracia, esa persona no era ella, esa persona probablemente sería Allegra, a la que poco le importaba lo que la gente opinaba de ella mientras no perjudicara sus metas, y quizá por eso siempre habían sido tan buenas amigas, no solo por complementarse bien, sino porque también en el fondo siempre habría cosas que admirarían de la otra y que no podían encontrar en sí mismas.

El tono de Allegra se había ablandado cuando le respondió, claramente movida por su estado repentinamente afligido.

—Max está estacionando. Estaré a tu lado en un minuto, Em.

Emma se encogió un poco.

—Lo sé. Gracias.

—Siempre —respondió Allegra, y Emma pudo verla cruzando las puertas para entrar al aeropuerto. Traía puesta ropa casual y se acercó a donde Emma estaba tan rápido como la vio, atrapándola en un abrazo.

Desde donde ambas estaban sujetándose la una a la otra, Emma pudo ver a Max cruzar las puertas también. Claramente Allegra se había adelantado y lo había dejado atrás.

—Tenemos que hablar —susurró Emma, y fue el turno de Allegra de soltar un pequeño resoplido.

—Lo sé —respondió en voz baja, antes de separarse de ella.

Allegra se acercó al equipaje de Emma, tomando una de las enormes maletas del asa, y Emma se apresuró a tomar la otra, pero antes de que ambas pudieran empezar a caminar a la salida, Max les quitó ambas maletas.

—Idiota —espetó Allegra, tan bajo que solo Emma y Max la escucharon en el barullo del aeropuerto.

—Se dice gracias —replicó Max, lo que a Emma le sonó bastante familiar a las palabras de Allegra durante su episodio de enfado durante la llamada.

—Sé cómo se dice, solo no quise decirlo —replicó Allegra, calmando rápidamente su irritación y sonriendo en cambio. Max apretó los labios, como si quisiera sonreír, y comenzó a empujar las maletas a la salida.

Emma se colocó rápidamente al lado de Allegra.

—A veces hasta yo me creo su relación.

—Ya. Eso es hasta que nos escuchas gritarnos, sigue un poco enfadado. ¿Qué sucedió mientras hablábamos? —preguntó Allegra, mientras ambas caminaban atrás de Max—. De repente sonaste triste.

—Carlos me envió un mensaje. Quiere vernos cuando venga —explicó Emma, y esta vez el pensamiento no la hizo sentir tan culpable, así que la infundió la esperanza de que, quizá, era solo una cuestión de acostumbrarse, y eventualmente se insensibilizaría.

—No necesitas sentirte mal porque él parezca interesado, Em, él también te está usando. No es como si él no estuviera ganando con todo, aunque sus resultados son más inmediatos que los tuyos. Te apuesto que, si algún equipo ya le había hecho una propuesta, en este momento esa propuesta debe haberse duplicado. Todos saben que tu papá tiene dinero de sobra, o no tendría una escudería, así que ahora tienen fundamento para pensar que deben competir por firmar a Sainz.

— ¿Pero no es peor lo que yo le estoy haciendo a él?

—Solo es peor si lo dejas pagar en sus citas, pero mientras todo vaya a cuenta de tu padre, diría que están suficientemente reñidos. Ahora, deberías responderle.

Emma dudó, miró a Max, algunos metros por delante de ellas, poniendo las maletas de Emma en la cajuela del auto que casi con seguridad era rentado, y se decidió. Tomó su teléfono y tecleó rápidamente.

"No te preocupes por las fotos mientras me vea bien en ellas. Me encantaría verte, tenemos una cita inconclusa y una segunda pendiente, solo avísame cuando estés en Japón".

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