El cuento de un adiós

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Cumbres de Cristal era un lugar en extremo peligroso, destrás de la abrumadora belleza de los cristales rosados, había un laberinto de piedras filosas capaces de atravesar hasta el caparazón más duro, sumado a eso, el sitio estaba lleno de peligros, bichos salvajes que pululaban por el sitio buscando comida y bichos trabajadores que minaban en la eterna búsqueda de un tesoro que jamás encontrarían.

Definitivamente ese no era el sitio apropiado para una pequeña polilla frágil. Bocadillo no era imprudente, pero un error lo cometía cualquiera y su falta de cuidado al lidiar con ciertos insectos voladores lo había llevado a descubrir que no eran tan inofensivos como pensaba, su capacidad para arrojar cristales filosos que se abrían al contacto los hacía en extremo peligrosos y por culpa de ellos terminó con un ala rota.

No era una herida grave, pero el no poder volar le quitaba una de sus principales técnicas defensivas, además de que en tierra era bastante más torpe y lento, debido a esto Dareth había optado por llevarlo entre sus brazos para protegerlo.

Para la mariposa esto no era ninguna molestia, al tenerlo así de cerca ahora podía tocar libremente el collarin de pelo que tenía alrededor de su cuello, un privilegio que no muchos poseían y que la mayoría de su grupo deseaba. A menudo quienes conocían a la polilla tenían el deseo de acariciarlo como si se tratara de alguna clase de mascota, Dareth no era la excepción, pero trataba de contenerse para no frotarlo, sin embargo la polilla no tardó en darse cuenta de todo.

—Está bien, puedes tocar mi collar de pelo —Gruñó el insecto resignado.

—¿Eh? ¿De verdad?

—Sí, adelante, de todos modos el maestro solía hacer lo mismo conmigo cada vez que me tomaba en brazos... O cuando necesitaba relajarse... O cuando recien me bañaba y mi pelo estaba suave... O bueno, siempre que le daba la gana... ¡Una vez me usó de almohada!

—Oh.... Debió ser terrible....

—Pues.... No tanto la verdad, viendo en restrospectiva he pasado cosas peores, pero claro, para una orgullosa polilla que recién sale de su capullo era lo peor del mundo...

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El día que salí de mi capullo había un gran número de bichos observando, por supuesto, que un insecto pase de ser un gusano a un ser alado no es algo que se vea todos los días, además de que las larvas esconden muy bien sus crisálidas para que nadie las ataque durante su metamorfosis.

Por todo eso, en cuanto mi envoltorio comenzó a agitarse y a mostrar señales de que yo iba a salir, un bueno grupo se reunió, sin embargo, cuando ya estuve fuera, abrí mis alas y mis ojos, lo primero que vi fue la siniestra silueta del maestro. Me estremecí al verlo agacharse y tomarme, casi temí que me fuera a arrancar la cabeza de un mordisco pero... Lo primero que hizo fue frotar mi pelaje.

—Ah, era imposible de suponer que lo que había en mis dominios era la cría de un alto ser.

—¿Alto ser? —dije confundido pronunciando las primeras palabras de mi vida.

—Maravilloso, hablas. 

—Luego de su metamorfosis las polillas pueden hablar —explicó Brumm acercándose—. Antes de ser adultos no tienen esa capacidad, pero es porque sus bocas no están hechas para pronunciar palabras, aunque entienden y recuerdan todo lo que les dicen.

Las garras de Grimm se cerraron sobre mi cuerpo y apretaron tanto que respirar se hizo difícil, entonces me miró con sus ojos rojos de la forma más amenazante y horrible que alguien te puede mirar.

—Entonces has sido testigo de mis palabras y guardian de mis momentos —esto lo dijo con una voz dulce y aterradora, no me preguntes como una voz puede ser dulce y aterradora al mismo tiempo pero él lo logró.

—La-la la verdad, yo- yo no re-recuerdo mucho —mentí aterrado.

Inmediatamente aflojó su agarre sobre mi cuerpo y su expresión se suavizó tomando una actitud muy inofensiva, la de un absoluto caballero.

—Una lástima... De todos modos, bienvenido a la compañía.

Bueno... Tú sabes, a veces cuando uno está frente a un bebé o una mascota dice y hace cosas que nunca haría en público, pues eso ocurrió con Grimm. Él no sabía que las orugas recordamos nuestra vida antes de la metamorfosis y pues... Digamos que cometió bastantes indiscreciones frente a mí... Oh, conozco esa mirada, está bien , te diré algunas, pero ni se te ocurra hablar de esto Dareth, se que las posibilidades de que te encuentres con el circo del maestro son mínimas, pero si eso llega a pasar no digas nada, que el maestro me mataría.... Literalmente hablando.

El maestro a veces tarareaba canciones, quizás tenía un gran sentido artístico, sabía actuar, bailar, decorar, era bueno en manualidades y un gran orador, pero había una sola cosa que no podía hacer bien y esa era cantar.

Tenía una voz grave y rasposa que difícilmente podía hacer sonar bien, él mismo lo sabía, así que no lo intentaba, pero ya sabes cómo son las personas, siempre anhelando aquello que no tienen o no pueden hacer, así que cuando estaba solo en la intimidad Grimm cantaba, eso sí, siempre quiso hacerlo con público, así que imagínate para él tenerme, una pequeña larva supuestamente ignorante de todo que nunca recordará nada... Y así fue como me tuve que aguantar sus alaridos más de una vez.

Y pues... Lo otro que hacía era... Llorar, llorar tanto que todo su maquillaje terminaba corrido, daba pena verlo, ah... Pero eso no es algo bonito de recordar, la verdad hasta a mi me dolía verlo así, en ese tiempo no sabía por qué lloraba y ahora que lo sé... Me parece aún más terrible.

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—¿Y por qué lloraba tu maestro?

—Por el destino de su hija.

—¿Que estaba enferma o algo?

—Pues... Era algo un poco más complejo que eso...

Esta vez a Bocadillo se le hizo complejo contenerse para no hablar. Las cosas estaban ocurriendo de forma tan lenta y paulatina que casi ni se daba cuenta, se estaba encariñando con Dareth y cada vez confiaba más en él, de seguir así algún día terminaría contándole todo y en cierta forma eso le aterraba, tenía miedo de la forma en que lo vería cuando supiera la verdad, la mariposa le agradaban mucho, hacía tiempo que no se encariñaba tanto con alguien, si de pronto lo odiara... O más bien si de pronto le tuviera miedo sería algo muy doloroso de soportar.

—Pero supongo que se podría definir como un tipo se enfermedad que determinaría su destino a largo plazo —Optó por mentir, su muro de secretos aún era capaz de resistir.

—¿Esta va a ser una historia con un final triste? —Gimoteó la mariposa.

—¿Eh? No... Bueno.... No sé... Aún no acaba y hasta que no es el fin no se puede decir que algo termine mal... De todos modos ¿Acaso las vidas de todos los seres vivos no son un conjunto de tragedias y alegrías? Hasta tu misma vida tiene mucho de eso. 

Dareth lo pensó unos momentos.

—Sí, tienes razón. 

—Claro que la tengo. Quizás no he vivido tantos años pero he tenido muchas experiencias distintas, incluso en mis primeros tiempos como polilla adulta aprendí mucho...

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Cuando surgieron mis alas, cuando pude pronunciar palabras y mis extremidades fueron capaces de sujetar un lápiz, mi educación formal recién comenzó y mi vida dio un giro radical. Por primera vez desde que nací, la gente comenzó a tomarme en serio, dejé de ser esa mascota adorable a la que todos le daban comida y miraban con condescendencia, a ser un igual a quien debían respetar, como cualquiera de ellos, salvo por una diferencia, a mi nunca me hicieron usar una máscara.

¿Te mencioné que en el circo todos usaban una máscara? O en su defecto media máscara, eso de la máscara me daba la sensación que era una marca que indicaba la pertenencia a la compañía, algo así como una prueba de que eran parte de esa gran familia de bichos, una familia a la que yo estaba deseoso de pertenecer, pero a la que se le negaba la entrada. Una vez le pregunté al maestro cuándo me darían mi propia máscara, y su respuesta fue...

—Solo artistas portan máscaras ¿Por qué habrías de llevar una?

No es que llevar una máscara fuera importante realmente, pero yo creía que lo era, pensaba que esa era la prueba de mi aceptación en la compañía y las palabras de Grimm me hicieron creerlo con más fuerza. Sólo un artista podía llevar una máscara, y yo no era uno, me ponían en el acto haciendo esos ridículos bailes de gusano solo para que resultara útil de alguna manera, pero no era un acto de verdad que arrancara aplausos, así que me propuse  volverme parte del acto, ser un verdadero artista.

Y entonces comencé a practicar y a buscar mi talento, hice toda clase de cosas, malabarismo, equilibrio, practiqué danza, incluso algo de canto, la verdad no canto mal pero mi voz es muy pequeña para hacerse notar. Como sea, me esforcé por destacar y obtener un papel protagónico, pero sin importar lo que hiciera, el maestro se negaba a darme mi máscara, de hecho no me animaba a lograrlo.

—Ignora estas cuestiones y retorna a tus deberes, Scarlet necesita un compañero.

Sí... Esa era la realidad, el maestro solo me quería para que cuidara a Scarlet, que fuera su niñera, pero desde mi metamorfosis llevarme con ella ya no era tan fácil. A sus ojos su compañero de juegos pequeño y alargado se había metido en ese capúllo y había desaparecido para siempre, no le cabía en la cabeza que era yo mismo pero con otra forma y el hecho de que hablara no contribuía a eso, ahora yo era otro adulto aburrido y aunque traté de hablar con ella y llevarme bien, solo recibía su rechazo.

Ay Dareth, en serio fuiste afortunado de tener padres, la sensación de estar fuera de lugar, de no pertenecer a ningún sitio es horrible, ahora de mayor puedo decir que exageré al pensar que todos me rechazaban, no fue así, en realidad nadie fue malo conmigo ni se burló de mí, es solo que simplemente no eran mis padres y nadie te puede querer como tu familia verdadera, aunque sí se puede generar un cariño sincero en otros.

Me hace gracia recordarlo ahora.

De verdad le insistí mucho a Scarlet para que volviera a ser mi amiga, de pequeños éramos inseparables y aunque las cosas hubieran cambiado un poco, no quería perderla, así que le inisistía a diario para que jugara conmigo, supongo que con el tiempo nos acostumbramos a esa dinámica, yo la perseguía y ella huía... Hasta que un día ya no la seguí más.

Fue cosa de la edad, era ese momento en la vida de un bicho en el cual empieza a fijarse en otras personas y busca experimentar una relación romántica. Aunque por ese tiempo no tuve ninguna relación seria, sí coqueteaba con muchas chicas del público que lograba conocer, aunque honestamente no me tomaban en serio, como siempre debido a mi aspecto me veían más como... Una mascota o algo así, como esa criaturita tierna a la que solo quieres  acariciar o tener de amigo, no como un macho.

Definitivamente dejé de prestarle atención a Scarlet y ella de pronto se dio cuenta del aprecio que me tenía, comenzó a perseguirme y yo la ignoraba, me buscaba y yo me alejaba, sí, la mayor parte del tiempo nuestra relación fue complicada. Mi prioridad por esa época era conocer a alguna chica guapa con la cual pasarla bien, reconozco que fui muy irresponsable, no solo descuidé a Scarlet, también mis otros deberes, como las tareas de limpieza que todos debíamos cumplir o mis prácticas para las presentaciones y antes de que las cosas se complicaran más, Brumm habló conmigo.

—Bocadillo, ayer y hoy faltaste a los ensayos.

—Pero anteayer si fui.

—Los ensayos son todos los días, no has estado cumpliendo, tampoco has limpiado los cuartos.

—Si lo hice.

—Pasar un trapo en los muebles y nada más no cuenta.

Y ya te digo, aunque de verdad era mi culpa, mi estúpido orgullo de joven que se cree el rey del mundo me impedía reconocerlo y prefería buscar cualquier excusa para no tomar responsabilidad.

—Estaba cansado, he tenido mucho estrés estos días.

—¿Te estresa que las chicas te rechacen? —Ese comentario en serio me dolió, me indignó.

—¿Qué sabes tú de mis problemas? ¿Y a tí que te importa? No eres ni mi familia.

—No hacen falta lazos de sangre.

—¿Ahora me vas a decir que eres mi familia? ¡Yo no soy parte de este lugar! ¡No soy nada de ustedes! No tengo máscara, solo soy un extraño invitado...

—Es mejor no tenerla....

Brumm bajó la cabeza, él no me iba a explicar por qué yo no podía tener mi propia máscara, yo lo sabía y eso me hacía enfadar más, mi pelo se esponjó ante mi indignación, cosa que... Como siempre me hace lucir más tierno que aterrador, de hecho el músico se quedó mirándome. Quizás yo no podía ver su expresión por la máscara, pero la adivinaba.

—¿Es mejor no tenerla? Claro, por que así no pueden leer mis expresiones, en cambio ustedes las mantienen ocultas, deja de fingir que somos algo, a nadie le intereso.

—Scarlet no diría eso.

—A esa mocosa no le importo, quizás éramos amigos cuando yo era pequeño pero ahora solo soy un estorbo para ella, no me quiere y... A mí tampoco me interesa ella.

Y entonces empezó el llanto. 

Ni Brumm ni yo lo sabíamos pero Scarlet estaba escondida en la habitación escuchando la discusión y mis palabras la hirieron profundamente.

—Gyaaaaaaaaaaarg Bocadidoooooo gyaaaaaaaaaarg.

Ni me había dado cuenta de que en ese tiempo Scarlet ya estaba aprendiendo a comunicarse mejor. Yo sólo me limitaba a ignorarla, nunca atendí a sus balbuceos raros ni me enteré de que ya sabía decir mi nombre.

¿Cómo podría enojarme con ella? Era solo una pobre niña con un destino trágico a quien malcriaban y que no sabía nada del mundo, así que conmovido fui hacia ella y la abracé y luego de eso hicimos las pases.

Y pues.... No puedo decir que mi actitud hubiera cambiado en algo, exceptuando el hecho de que ahora sí atendía a Scarlet, en lo demás seguía siendo tan quejumbroso e irresponsable como siempre.

Seguía sin cumplir con mis tareas de limpieza adecuadamente y a los ensayos asistía solo cuando me daba la gana, de hecho fue esto último lo que precipitó algunas cosas.

Grimm la verdad se desentendia de los asuntos que se relacionaban con los ensayos, él tenía un acto en solitario y había gente encargada de hacer las coreografías y pensar en nuevos números, así que... Si yo no iba a los ensayos, no le importaba mucho, siempre y cuando rindiera en la pista, pero si uno no practica diariamente, pierde habilidad, y eso fue lo que me pasó.

El desastre ocurrió una noche en la que me tocaba realizar un acto de malabarismo aéreo. Algunos payasos realizaban malabares con bolas en el suelo mientras que yo a media altura también hacia malabares, cada tanto me tocaba intercambiar pelotas con alguno de los payasos de abajo a la vez que hacía algunas piruetas en el aire.

En circunstancias normales no era un acto muy complicado para mí, pero no había practicado mucho esa semana y.... Fallé, dejé caer un par de pelotas, uno de los bichos del suelo se tropezó con una de ellas e hizo caer a otro generando un efecto en cadena que arruinó el número e hizo que el público estallara en risas.

De todas las cosas que podrían hacer enfurecer a Grimm, arruinar un acto... Era la peor de todas. 

Alguien como él que siempre se preocupa por la estética, que busca por todos los medios dar un acto lo más elegante y hermoso posible... Esto era simplemente inaceptable, me había metido en un lío espantoso.

El tiempo que transcurrió desde ese incidente hasta que terminó el show se me hizo eterno y cada artista al salir de la pista y encontrarse conmigo solo me miraba con lástima. La angustia que soporté durante esa hora fue espantosa, solo quería correr y esconderme, pero no había donde, Grimm era el amo y señor de ese circo, nadie se movía sin que él lo supiera, estaba perdido.

Y cuando finalmente el show terminó y el público se hubo retirado, como una ráfaga se abalanzó sobre mí y me agarró por la pelusa tirándola sin cuidado alguno.

—Maldito ¡Malograste el espectáculo! Precipitaste el acto hacia un desastre carente de toda elegancia ¡Cómo has podido! Mi acto manchado por tu incompetencia, tu irresponsabilidad ¿Qué excusa patética propondrás como justificación a semejante atentado?

—Yo... Yo... 

A duras penas podía hablar, era difícil con esos ojos de fuego mirándome y esos colmillos frente a mi cara. Tenía demasiado miedo, de verdad parecía que me iba a comer y no tenía excusa alguna para justificar mi error, si hubiera asistido a las prácticas nada de esto hubiera pasado.

—Fue un error...

—En mi circo no existen los errores.

El terror me invadió, Grimm iba a comerme... Bueno, en realidad no estoy muy seguro de si hubiera sido capaz de hacerlo, yo era su alma gemela estética y una cría de alto ser, en su cabeza eran razones para perdonarme la vida, pero no se si estas tenían más peso que el haber arruinado un acto, todo lo que sé es que justo en ese momento Scarlet llegó en mi defensa.

Se abrazó a la cara de su padre mientras gritaba "no, no, no"

Esa era toda la defensa que necesitaba, Grimm jamás le negaba nada a su hija y esta no sería la excepción, prefería perdonar mi error antes que dejarla llorar y... Gracias a eso es que estoy aquí frente a ti Dareth.

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—Vaya historia —exclamó la mariposa— ¿Y qué pasó después?

—Las cosas se volvieron incómodas en el circo y eventualmente me fui de allí. Ni siquiera ese tremendo incidente me disuadió de perder el tiempo persiguiendo chicas, en el fondo que yo me fuera era lo mejor para todos. Aún así no me fui en malos términos.

—¿No?

—No, Los chicos organizaron una fiesta de despedida, Scarlet lloró porque me iba y Grimm... Bueno, él no se pronunció, de hecho no estuvo presente en la fiesta ni tampoco me habló luego de eso.

—¿No te pudiste despedir de él?

—En realidad sí, pues cuando ya me iba, antes de que abandonara el circo apareció frente a mí en una explosión de fuego...

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—El pequeño Bocadillo finalmente emprende el vuelo. —Dijo nada más verme, su rostro estaba completamente inexpresivo.

—¿Maestro? ¿Qué hace aquí?

—Decir adiós al único ser que bailó bajo el corazón de la pesadilla sin caer en sus garras. Jamás fue posible encantarte, tu aura divina te protegía.

—¿De qué habla?

—De algo que sería mejor que jamás supieras.... —dio un profundo suspiro— Tan pequeño e insignificante, tan frágil y débil pero con tal poder que doblegaría una tormenta, no sabes lo que se oculta bajo tus propias alas, nadie lo sabe, ni siquiera yo.

—No entiendo nada... —Solo sonrió ante mi respuesta y me entregó una pequeña maleta.

—Si algún día el significado de mis palabras tuviera algún sentido para ti, me haría feliz que retornaras a mi compañía para poner fin a mi canción, al fin y al cabo, tú pareces ser mejor que yo cantando.

—Ummm.... De acuerdo, no sé que quiso decir con eso pero supongo que le debo demasiado como para ignorar su petición.

Y entonces me hizo una reverencia final luego de la cual se esfumó en una explosión de fuego.

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—¿Y qué fue lo que había en la maleta que te dio tu maestro? —Preguntó Dareth.

—No muchas cosas, un poco de dinero y las cinco pelotas que usaba para mis malabares. Nunca imaginé que esos elementos serían los que me ayudarían a ganarme la vida desde entonces, normalmente trabajo como artista ambulante, ya sea haciendo malabares, bailando o cantando poemas. En el fondo, creo que me criaron bien y a pesar de que en ese tiempo no lo valoraba, mi infancia no fue mala realmente.

—Vaya... ¿Entonces nunca más volviste a ver al maestro?

—Pues... Creo que esa es una historia que mejor te cuento otro día.


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