El dolor es insoportable,
sin dudas,
incomparable.

Este dolor que sin piedad
me marchita,
me desgasta.

Un dolor que me grita,
que de ti,
no me queda nada.

Un dolor que me hace trizas,
noche tras noche;
a cada mañana.

No es el dolor físico
el que me mata,
ni tu mirada, la que me daña.

El dolor que perdura
y que no renuncia
tampoco es una fractura.

El dolor es el del alma;
la que no tiene cura,
y la que me desarma.

El dolor es el que me agoniza,
al recordar aquel beso
que fue lento y sin prisa.

También es tu sonrisa
la mayor,
de las reliquias.