Mi final

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¡Hey, querido lector! ¡Tanto tiempo!

Yo comencé narrando esta historia. Sería justo que yo, Callie Morgan, la termine, ¿no? 

Antes que todo, permítanme comentarles que he estado algo ocupada vigilando a cada uno de estos idiotas y la verdad es que me tienen harta. ¡Es que parece que fueran estúpidos! Vale, vale, que donde estoy, me aburro un poco y no me queda de otra que estar constantemente pendientes de ellos.

Son mi familia, debo estar pendiente, ¿no?

Además, soy media chismosa (ustedes ya me conocen).

Para que entiendan a lo que me refiero, démosle un vistazo a Chris, a mi querido Chris.

Es su último día de rehabilitación..., y como tiene ese pequeñito problema con hacer una cosa y abandonarla a los segundos después porque se aburre, reprobó un examen de literatura. Sí, le ofrecieron un taller que dejó a medias y ahora dice que lo de él son las artes marciales.

Dios, es que yo ya le hubiera mandado una patada por el culo.

¿Qué sigue? ¿Ser un monje tibetano? 

Está tomando sus cosas para largarse. Agradezco que siempre cargue una foto mía en su bolso; también agradezco que haya podido asistir a rehabilitación después de ir a verme a mi tumba. Sentí mucha alegría cuando supe que tendría la fortaleza suficiente para abandonar todo lo que a mí me hizo daño. ¡Es que me daban ganas de abrazarlo y no soltarlo jamás!

Mi Chris, mi misterioso y melancólico Chris, sé que no me puedes escuchar, pero también te debo una enorme disculpa. La vida no fue justa contigo, ni yo tampoco. Jugué un poco con tus sentimientos y te regalé ilusiones que no estaba dispuesta a dar. 

Sin embargo, sé que cuando salgas de rehabilitación las cosas van a cambiar y tú serás feliz como no tienes idea. Te lo mereces, pelinegro. 

Chris toma su maleta y le sonríe a la enfermera. La chiquilla es joven, buena moza, guapetona. Como siempre, Chris la hechizó. Ella le había estado tirando más o menos la onda desde hace un tiempo, pero ustedes comprenderán que los hombres son medio idiotas cuando se trata de captar indirectas, así que simplemente ella se resignó.

Me gustaba ella para él. Pero bueno. 

—Aquí está tu carpeta y... tu celular. Dejé mi número por si tienes algún... ya sabes, alguna duda.

—Gracias Tory, fuiste una gran amiga todo este tiempo.

Golpeé mi frente. ¡Cómo se te ocurre, hombre! 

Chris le marca a un Uber mientras que la pobre chiquilla se queda a su lado, esperando, aferrándose a la pequeña posibilidad de que él la invitara a salir. 

Aunque... Espera... Alguien está detrás de Chris. 

—¿Qué haces? ¿A quién llamas? —pregunta la enfermera. 

—Llamo a un Uber para que me venga a buscar.

—De qué hablas, hay alguien esperándote. 

—¿Eh?

La enfermera le sonríe. La brisa de viento afuera del centro es conmovedora. Lentamente el pelinegro se da la vuelta y Javiera aparece, luminosa, limpia, hermosa... ¡Llena de vida!

Chris al verla irradia una sonrisa genuina. Esa sonrisa siempre estaba cuando ella aparecía, y hoy la está viendo nuevamente de la misma manera. Se querían, siempre lo hicieron. Tal vez no de una manera romántica como pensaban en un principio, solo sabían que estarían juntos en las buenas y en las malas. 

Definitivamente hay cosas que nunca cambian. 

Javiera corre a abrazarle, ambos lo hacen. Siempre estuve segura de que su amor es incondicional, estando juntos o no. Ella es lo más especial que él tiene y viceversa. 

¿Quieres hablar de cómo me siento después de que Javiera le disparó a Dylan? Vale, se sintió majestuoso. Yo le debo el universo a esa chica. Javiera es de la clase de mujer que todos necesitamos. Tan jodidamente independiente, valiente y capaz de comerse al mundo. Merece toda la felicidad, toda la alegría y sé que lo conseguirá por sus propios medios.

Vale, en este momento, se subieron al auto y se fueron a casa y, como yo tengo el poder aquí porque es mi jodida historia, me trasladaré hacia un bar, donde John anda coqueteándole a una mesera. 

Creo no estar algo celosa. 

John va semana por medio a limpiar mi tumba. La decora y queda realmente hermosa. Me siento a su lado y le converso sobre lo hermosa que es Caroline, la mesera. Y sí, a él claramente le gusta; pero no se atreve a dar el primer paso.

Lamentablemente mientras la besaba, John susurró mi nombre. 

Sé que me extraña. ¿Les cuento un secreto? Yo también lo hago. Y mucho. 

Y si quiero que esté con una chica que considero que es buena para él, es porque lo amo tanto que solo quiero que sea feliz...

Así que cada vez que va hacia mi tumba y se sienta, me posiciono a su lado y no paro de mirarlo. Él, aunque no lo sepa, escucho cada palabra que sale de su boca con atención. 

Y lo haría una y mil veces.

Volviendo al bar, John se sienta en el taburete algo arrepentido y le pregunta a ella cómo está. La respuesta de Caroline es un poco seca y la entiendo, está ilusionada con John y él aún no me deja ir. 

—¿Qué vas a tomar hoy? —pregunta sin siquiera mirarlo a los ojos. 

—¿Podemos conversar? —John intenta hacer contacto visual, pero parece una opción lejana. 

—No tenemos nada de qué conversar.

—Caroline, escucha... Tienes que saber que me gustas, ¿sí? Me gustas mucho. Es solo que ella fue muy importante para mí, jodidamente importante y siempre lo será, pero... pero es tiempo de avanzar... ella... ella ya no está y no puedo hacer nada para evitarlo. Han pasado cuatro años desde que ella murió y si bien jamás lo olvidaré, no significa que no sea capaz de avanzar...

—John... Es que cada vez que hablas de ella... te brillan los ojos... ¿Realmente la olvidaste?

—Lo que vivimos fue demasiado fuerte para ser tan pasajero, ¿vale? Yo jamás la voy a olvidar..., pero... —John miró hacia abajo con los labios entreabiertos tratando de que alguna palabra saliera de su boca—, Yo logré dejarla ir. 

Caroline se quedó dubitativa. Y pese a que siguieron haciéndose un montón de preguntas sobre sus sentimientos, John logró convencerla para que le aceptara una salida. 

—Me gustas, John —dijo ella—, y quiero algo serio. 

John asintió con una pequeña sonrisita donde mostró sus hoyuelos que tanto me fascinaban. 

¡Bien! Joder, esa era la indicada.

¡Al fin! 

Al fin logras continuar, John... 

Vale, supongo que también están ansiosos por escuchar lo que pasó con Alex, ¿no? Bien, las cosas para él no han andado muy bien. La gente lo detesta, en serio. Los fans lo hostigan, lo acosan e incluso ha recibido una que otra amenaza de muerte. Es triste la verdad, sobre todo para mí, que no lo culpo por lo que pasó.

Les cuento: en el momento en el cual yo estaba tendida en mi cama y prácticamente inconsciente, supe que era él. ¡La mirada! Siempre traté de decirles que Alex había acabado con mi vida porque sus ojos lo delataban. Infección ocular + antibióticos ¿Les hace ruido?

Pero el punto principal es que lo vi tan vulnerable, tan nervioso y tan fuera de foco que me resigné a que acabaría con mi vida. No estaba pensando, estaba desesperado como yo por culpa de la abstinencia. Como todos decían, Feedback era una bomba autodestructiva. Una banda de rock inglesa destinada al caos. 

Alex era fácil de manejar, un blanco perfecto para que Marcos lo manipulara. ¿Y cómo no? Si Alex sufrió probablemente de la misma manera que todos sufrimos... era obvio que su mente reaccionaría de esa forma. No lo culpo. Yo pasé por lo mismo que él. La abstinencia daba paso a que hiciera cualquier cosa por sentir el mágico, pero corto efecto de las drogas.

No te culpo, Alex.

Tú también fuiste una víctima. Sé que ese día no quisiste dispararme, fue un accidente. 

Y ¡Joder! Me duele no poder decirte que no sientas cargo de consciencia. Haz sufrido mucho y no lo mereces. ¡Ninguno de nosotros lo merece! 

Ahora está acostado mirando el techo. No quiere ir a una ceremonia donde se reunirá con Chris y John. Espero que mi presencia le haga ruido para que se levante ya de una buena vez; que ordene su habitación, que tome una ducha y abra las cortinas de su casa. 

Además... hay un muchacho de cabello azul que se puso guapo para verte... 

Creo que aprendí que es complicado manejar el dolor cuando uno se quiebra constantemente. Lo que me pasó a mí fue como hundirme en un pozo sin una cuerda para subir. ¿Cómo podía salir de ahí? No estoy completamente segura si alguna vez salí, pero lo intenté. 

Lo intenté pese al daño que me hizo mi propia familia. 

No quiero hablar de él, porque ya tiene su merecido. Yo ahora estoy feliz e intentando dejar atrás todo lo malo, todo lo oscuro. 

Solo quiero que la banda esté bien. Al fin y al cabo, ellos fueron mi familia. 

Y cómo siempre me estoy asegurando de que eso pase y que no se manden una que otra cagada, los acompañé. Ahora mismo, estoy al lado de ellos, en medio de Alex y Chris. No me ven, no me sienten, pero ahí estoy. 

El viento de la playa es gélido, fuerte. Las olas danzan al mismo ritmo que los pétalos de rosas blancas se ciernen por los aires. Todos estamos de blanco, listos para el matrimonio. 

Chris días atrás había perdonado a Alex. Hoy por hoy, están inseparables. Limpios. Caroline no ha parado de conversar con Javiera. Ambas están iniciando un proyecto para generar dinero y pagar los gastos de su universidad. Son grandes amigas y por eso la chica me agrada.

Y John... John está mirando el mar. Su cabello ondulado se mueve junto a la brisa que lo rodea. Sus ojos pardos se iluminan dejando destellos ámbar sobre su iris. Luce hermoso, como siempre. 

Me aproximo a él y me mantengo a su lado, contemplando lo sereno de las olas. 

—A mí también me gusta el mar. Me gusta su transparencia, su potencial, su... impredecibilidad. Se parecen a ti. —dije, mirándolo hacia arriba. 

John había crecido. Ya no era el chiquillo de diecinueve años caótico y sarcástico. Aunque, para ser sincera, su esencia permanecía intacta. 

—Ve, John, ve y sé feliz. Y no lo hagas por mí, hazlo por ti —me tomé una pequeña pausa para que mis palabras salieran de mi boca con cuidado, con sutileza—. Sé que no me puedes escuchar, pero en serio, necesito que me dejes ir... 

Él traga fuerte. La manzana de adán se desplaza hacia arriba con algo de tensión. Él sabe que yo estoy aquí. Joder, espero que lo sepa.

—Gracias por todo lo que hiciste por mí. Mi corazón siempre, pero siempre, John, será tuyo. Jamás te olvides de eso, por favor. 

Él agachó su cabeza. Sus rulos se movieron junto con el viento. Se limitó a exhalar sutilmente para después dar la media vuelta.

Nos fuimos caminando hasta encontrarnos con Alex, Chris y Javiera. Esperamos y miramos a la novia. Clara Freedman nos deleitaba con un vestido blanco, largo, elegante. Su semblante era otro; ya no era la mujer cuyo marido golpeaba, era una renovada, una que se había separado y que eligió al correcto.

Aplaudimos cuando la vimos pasar. El novio se había emocionado a tal nivel que una lágrima bordeaba por su mejilla.

Oliver se asomó hacia nuestro grupo y Alex sutilmente entrelazó su brazo con el de él, sin que los demás se dieran cuenta. Sonrieron, ambos.

John rodeó su brazo con el cuello de Caroline y Chris entrelazó su brazo con el de Javiera. 

Joder, estaban felices.

Y si ellos lo estaban, yo descansaría en paz.

—Sí, acepto.

Estaba tan ensimismada mirándolos que no me di cuenta cuando Clara lo dijo y que la gente había comenzado a aplaudirles. El arroz volaba por los aires y los novios corrían por el sendero de arena, aflorando la sonrisa de todos en el lugar. 

Aplaudí con una enorme sonrisa. 

Eso sí, Chris y John aún no habían perdonado del todo a su madre; pero prometieron estar ahí para darle una segunda oportunidad. Si está bien o está mal, no lo sé, solo son personas dispuestas a dejar todo atrás. Son humanos que cometen errores, que caen, que aprenden y que se levantan. 

Supongo que de eso se trata la vida, pero juzgamos mucho, ¿no? 

Después de unos instantes, la gente comenzó a correr hacia el mar para darse un chapuzón. Los chicos no fueron la excepción; sobre todo Alex, quién se lanzó primero. 

Se sentían libres, limpios, amados. Y de cierta manera, yo también me sentía así. Quería que ellos estuvieran bien y lo conseguí. ¡Conseguí que pudieran sanar!

Querido lector, como notarás, ya logré mi objetivo, ya logré descansar en paz. 

—¡Hey, espérenme! —grité—. ¡El agua está muy helada! ¡John, deja de ahogar a Javiera! ¡Dios! ¡Están locos! 

Mi voz se fue esparciendo por todo el lugar como un eco que iba en sintonía perfecta con el equilibrio entre la vida y la muerte. Me di la oportunidad de jugar y de sentirme libre. Mi risa aún prevalecía entre todos ellos. Necesitaba eso, necesita saber que estuvieran bien, a salvo. 

Pasó el día y recayó el atardecer. Con esa puesta de sol tan magnifica, cálida y sublime, me liberé, reí y dejé de sufrir.

Era hora de partir. 

 Estaré bien, querido lector. 

Te agradezco una y mil veces por haberme acompañado en este viaje. 


FIN

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