Epílogo.

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La fuerte tormenta había culminado dando paso a la calma y silencio. El aroma de los diferentes tipos de flores le hacían suspirar, las cuales en compañía del delicado petricor brindaban a su corazón aquella tan conocida melancolía.

Respiró profundo y decidió que ya era momento de entrar a aquel gran salón, sintiendo como los latidos de su corazón iban en aumento conforme sus pies lo llevaban de manera automática a su destino. Después de tantos años por fin se sentía con el suficiente valor de visitarlo.

Caminó por un amplio pasillo de colores blancos y grises, hasta que al cabo de unos minutos por fin pudo llegar a su destino, haciéndosele un enorme nudo en la garganta cuando sus ojos llorosos leyeron aquella inscripción.





Min Yoongi.

1985 - 2010

Recuerdo amoroso de sus familiares y amigos.




Un fuerte sollozo que no pudo ser detenido resonó por el amplio y silencioso lugar, con él iba el lamento de aquel joven ahora rubio que veía con profundo dolor la tumba de su amado. Reprochando desde el fondo de su ser el no haberlo buscado antes.

Las lágrimas que por años había estado reteniendo, todo el dolor que su corazón había estado sufriendo se desbordó como una violenta cascada causando estragos en su interior. Sus manos sostenían con fuerza aquel diario donde estaban los maravillosos recuerdos que el amor de su vida había escrito con tanto amor para él.

—Y-yoonie... —hipó en medio de su llanto incesante, sus manos dolorosas acariciando la fría superficie mientras su corazón latía doloroso ante la fotografía de un sonriente joven que había sido su todo.

Los recuerdos venían a él. Todos los años de su juventud y el amor que vivió lo atacaron como fieras espinas incrustándose en su corazón. El dolor aumentaba mientras su alma adormecida en la desdicha pedía a gritos el retorno de aquel amor puro, sincero y hermoso que había perdido en aquel oscuro y pasado doloroso.

—P-perdón m-mi amor... n-no debí irme... l-lo siento t-tanto —se lamentaba en aquel denso silencio, con su rostro envuelto en lágrimas pegado al frío mármol, queriendo sentir un calor que ya nunca jamás podría.

Estuvo desahogándose por horas, hasta que sus espasmos entumecieron por completo su cuerpo, cuando sintió secarse por completo sacó aquel hermoso diario de color blanco el cual era su mayor tesoro, y empezó a ver recuerdo por recuerdo estampado con amor a través de las letras cálidas de su hermoso ángel.

—También recuerdo cuando nos conocimos amor... —susurró, mientras sus ojos irritados veían con anhelo cada palabra escrita en aquel papel y sus temblorosas manos acariciaban con delicadeza la fotografía tomada de ese día—. Cada recuerdo que escribiste para mí, están en mi corazón incluso desde antes —sonrió tenue, en su mente escuchando la ronca y amorosa voz de su amado—. ¿Sabes por qué? —preguntó observando aquellas letras doradas impresas en la lápida a través del cristal—. Porque te encargaste de escribir primero en mi corazón y alma con cada palabra llena de amor.

Respiró un par de veces tratando de mitigar un poco sus emociones y decir todo aquello que en su momento no pudo, pero que ahora sentía que era el momento idóneo para hacerlo. Su corazón estaba listo.

—Gracias por haberme amado sin miedos y por enseñarme lo bonito de la vida —inició—. Me dijiste que estabas orgulloso de mi... yo solo puedo decir que todo lo que soy es gracias a ti —hizo una pausa, tratando de pasar el nudo de su garganta—. Mi dulce amor, no sabes cuánto te extraño creí que el tiempo me ayudaría a sobrellevarlo, pero no pude estar más equivocado... nuestro amor fue algo tan grande que no hay barrera o destino capaz de disolverlo.

Se recargó en la pared mientras cerraba los ojos. En su memoria estaba de regreso en aquellos años, sonreía y bailaba al compás del viento mientras aquella cálida mirada le abrigaba en las noches frías reconfortando su corazón rebosante de amor.

—Lo siento —dijo luego de un largo silencio. Sus ojos permanecían cerrados—. Me pediste que amara sin miedos y que ese amor se lo diera a la que había hecho mi esposa —empuñó las manos, una pequeña sonrisa naciendo de sus labios—. No pude Yoon... porque el amor verdadero solo se da una vez.

Abrió los ojos y nuevamente se posicionó frente a la inscripción, la pequeña sonrisa aún permanecía en sus labios.

—Su nombre es Jisoo —comentó—. Es una talentosa y hermosa mujer que supo entenderme, pero sobretodo supo ser una gran amiga para mí —sorbió por la nariz, su mente imaginando a su amor ahí con él mientras le escuchaba sonriente—. Ya no estamos juntos. Nos separamos meses después de habernos casado, ambos sabíamos que como pareja jamás funcionaríamos y decidimos ser solo buenos amigos.

Bajó la mirada a sus zapatos, inseguro de seguir, pero su corazón creía necesario hacerlo.

—Vine a despedirme Gigi... —susurró culpable con nuevas lágrimas adornando su rostro—. Me han ofrecido un buen trabajo en América y creo que es una buena opción irme por un tiempo —hizo un pequeño puchero, mientras sus ojos observaban el retrato de su amado—. Han pasado 10 años desde que te perdí y creo que alejarme me haría bien... después de todo, yo no soy tan valiente como tú.

Llevó ambas manos a su cuello y desató la delicada cadena que conservaba desde hace años. Por una pequeña ranura fue capaz de pasarla al interior, cayendo justamente al lado del retrato. Sonrió en grande, por primera vez en muchos años sentía un poco de paz y el calor de su amado envolverlo.

—Eres mi gran amor y siempre lo serás. Prometo vivir cada minuto y segundo que me queden al máximo, en honor a ti sonreiré y seré feliz. Para que cuando llegue el momento de reencontrarnos en otra vida... no tenga nada que lamentar.

Besó con respeto y profundo amor el lugar donde estaba su hermoso ángel. Sabiendo que lo que habían vivido juntos se había transformado en un momento efímero con un significado eterno.





































Memorias que vivirán por siempre.





















































Año 3007.

El hermoso rubio observaba entretenido aquel estanque de peces dorados que estaba en medio del parque. Sus ojitos curiosos veían como los pequeños animalitos se movían de un lado a otro con gracia y encanto.

Trataba de tocarlos, pero no tenía éxito, llevaba horas observándolos nadar y ya se comenzaba a aburrir y aceptar con resignación que no podría acariciar a uno ni por breves segundos.

Con un pequeño puchero tomó su mochila dispuesto a irse. Ya era tarde y su madre le había dicho que lo quería temprano en casa. Pero un flash a su costado derecho lo aturdió por breves segundos y al voltear fue más su confusión al observar a un chico de más o menos su edad de cabello negro y muy sonriente.

—Disculpa, pero estabas en el ángulo perfecto y no pude evitarlo —habló el chico de la cámara con una sonrisa avergonzada.

—¿Eres fotógrafo profesional? —preguntó curioso. El otro chico sonrió en grande al ver que el bonito rubio había hecho plática con él.

—No, pero me encanta fotografiar las pequeñas cosas y pequeños momentos.

El rubio sonrió mientras se sentía perder en aquellos ojos mieles, tan hermosos y cálidos. Ambos se observaron, sin saber el por qué del latir de sus corazones alocados. Solo sabiendo que aquel momento ninguna foto lo igualaría.

—¿Cómo te llamas? —preguntó el rubio al cabo de unos segundos observando al sonriente pelinegro.

—Oh... donde están mis modales -murmuró apenado—. Me llamo Park Jimin ¿Y tú? —preguntó con aquella hermosa sonrisa, mientras acomodaba la cámara alrededor del cuello.

—Min Yoongi —respondió sonriente, observando el pequeño rubor en el contrario—. Es un placer conocerte —luego observó la cámara curioso—; ¿Me has tomado una fotografía?

—Capturé un momento especial, en el lugar indicado. Así se forman los recuerdos de las pequeñas cosas que pasan desapercibidas y son espontáneas.

—Un momento efímero... —susurró sin saber por qué.

—Que duró una eternidad —completó el joven que había fotografiado al chico que lo había enamorado.



Una hermosa eternidad... que pasaría por todos los recuerdos y memorias de cada vida juntos.

















FIN.


YOONGLH.

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