Navidad

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Diciembre, 1999

Hace un par de semanas que no veo a Gia, me he concentrado en estar con mi madre, ella se ha obsesionado con visitar y comprar cosas y regalos, en unos días viene mi hermana mayor, Fátima.

Ella tomó toda esta ruptura de manera diferente, se metió profundamente en sus estudios, tanto tiempo en la dichosa universidad de Harvard, apenas empieza, pero ella se obsesionó y supongo que eso la ayuda con toda esta situación, estoy seguro de que será una gran empresaria.

Pero, fuera de todo eso, he estado buscando un trabajo y justo hoy me han llamado de un restaurante cercano, tengo una entrevista dentro de una hora y estoy caminando hacia el local, queda muy cerca de casa, así que puedo llegar sin problema, claro, una hora antes suena excesivo, pero algo que mi descarado padre siempre dijo y en una de las contadas cosas donde le dí la razón fue en que siempre tienes que verte y ser responsable, cosa que le quedó grande.

A unas cuadras del restaurante veo esa larga cabellera negra, siendo revuelta por el viento frío de diciembre. Gia está entrando justo al restaurante en el que tengo mi entrevista.

–Hola. –digo detrás de ella cuando ya he entrado. Voltea a verme con una expresión en su rostro de tristeza inmensa.

–Marco. –me da una sonrisa de lado mientras parpadea varias veces, supongo que para disimular todo lo que seguramente está cargando. –¿Qué haces? ¿Por qué te vistes así? –cuestiona mi vestimenta. Por supuesto, me vestí de camisa manga larga y corbata.

–Vamos, tengo una entrevista. –digo entre risas mientras me siento frente a ella. Su silencio no me resulta extraño, incluso mientras me mostraba la ciudad el otro día solía quedarse en silencio. –¿Estás bien? –pregunto aun así.

–No me hagas esa pregunta. –su tono de voz ha cambiado totalmente, esta vez es más agresiva, diferente y seca. –Deberías ir a tu entrevista, el área para los entrevistados es por allá. –señala un pasillo en la otra esquina de donde estamos.

Me quedo en silencio un momento y algo en mi cabeza hace click, será Navidad en dos días. –¿Tienes con quién pasar navidad? Puedes pasarla con nosotros, estaré rodeado de mujeres, así que una más siempre es bienvenida. –le sonrío de manera coqueta, esperando atento su respuesta.

Me mira con una expresión de total desprecio. –No te importa, ahora vete, ya no quiero verte. –me dice con un tono de voz bajo, como para que no nos escucharan.

–¿Pasa algo aquí? –un hombre alto vestido de sheriff pone una mano en el hombro de Gia la cual desvía la mirada inmediatamente y me hace una mueca para que me vaya.

–Todo está bien Ronald, él ya se iba. –Gia sostiene la mirada para mí indicando que levante mi trasero de la silla y me largue.

Me levanto del asiento y en cuanto me alejo un poco, el hombre se sienta donde yo estaba. –Ya sabes para qué te cité. –escucho decir al hombre.

–Los tres eran unos malditos hijos de puta, por lo menos ya una de ustedes no está, ¿Acaso esperan que también me suicide? Pues ¿Qué crees?, no falta mucho para eso...

Lo último que escuché decir por parte de Gia me dejó tan perturbado que enfocarme totalmente en la entrevista fue muy complicado. Sin embargo, les gustó mi perfil, me dijeron que me llamarían hasta después de las fiestas.

Dos días después.

–Mamá, sabes que no me gusta el maní. ¡Me hace engordar! –mi hermana chilla por unas galletas con decoración de chocolate con maní.

–Engordarás de igual forma, estás comiendo chocolate. –digo de la forma más seca posible.

–Jódete tú idi... –el timbre de la puerta interrumpe las maldiciones de mi hermana.

–Debe ser alguna vecina con comida. –digo mientras me levanto de la mesa para abrir la puerta, con la boca llena de galleta.

Cuando abro la puerta veo pasar mi vida por mis ojos porque estuve a punto de ahogarme con la maldita galleta.

–¿Aún soy bienvenida? –Gia está del otro lado de la puerta, con una sonrisa, un trozo de pastel de fresa en una de sus manos y un pequeño regalo en la otra, vestida con un vestido blanco y maquillada, sin duda no es la chica que saqué del lago aquel día, y mucho menos la que días antes me había enviado directo a la mierda.

–Gia. –digo aún impresionado.

–¡Hola! –aparece mi madre detrás de mí. –Tú debes ser Gia, la chica que le mostró los mejores lugares de esta ciudad a mi hijo, pasa por favor. –antes de terminar de decir todo eso, mi madre ya había metido a Gia a la casa, quien también se había puesto perfume.

Increíblemente, Gia logró integrarse a la actualización de familia que tengo, mi madre la quiere y no se diga Fátima, Gia es delgada y mi hermana ha pasado alabándola las últimas 3 horas. Por mi parte, no muy convencido de toda esta actuación de Gia, me levanto de la mesa con la excusa de ir al baño, siento cierto desprecio por ese papel que se ha montado.

Cuando estoy en el pasillo por el baño, me recuesto en la pared donde siento que al fin respiro algo que no sean actuaciones. Pero no me dura mucho tiempo.

–Siento mucho como te hablé el otro día en el restaurante. –está a mi espalda y solo puedo soltar un suspiro de cansancio.

–¿Hoy eres una niña buena? –abro la puerta del baño para entrar y por fin poder orinar. Cuando estoy a punto de cerrar la puerta, ella la toma con fuerza, me empuja dentro y cierra la puerta detrás de ella. –Creo que no tan buena. –digo en tono entre burlón y el clásico playboy con intenciones sexuales.

–Vaya que eres un idiota cuando te dispones a serlo. –dice viéndome seria.

–¿Entonces que se supone que haces aquí? Después de rechazar mi oferta y ahora ni siquiera dejarme orinar en paz. –cuando termino de hablar, ella empieza a levantar la falda de su vestido. Cuando empiezo a notar tantas marcas que no estaban en su cuerpo el día del lago. –Gia...

–Mi hermana se suicidó hace unos meses. –mi piel se estremece cuando sube su ropa hasta su pecho, veo los rasguños y mordidas, la veo preocupado y con rabia de saber qué hijo de puta sería capaz de hacer esto. –¿Crees que tu tono de intenciones sexuales me intimida? No tienes idea de lo que me intimida. –su voz es seria, pero logro encontrar un quiebre en ella.

–¿Ya has denunciado esto? –digo preocupado mientras me acerco un poco más a ella.

–¿Es que no viste quién llegó ese día? –dice viéndome, es más baja que yo, así que tiene que levantar su rostro, haciendo esto se ve aún más vulnerable.

–Pues denunciémoslo a él también. –digo firme.

Ella suelta una risa cansada. –Nadie va a escucharme.

–Mi madre es abogada, ella...

–¡No! –me interrumpe. –Me avergonzaría que ella supiera esto. –baja su cabeza y su voz se rompe aún más.

–Dime por qué viniste hoy. –digo a centímetros de ella, no para besarla, solo para abrazarla, eso es lo que quiero en este momento.

–Conseguí unas pastillas y drogué a Flavio, debe estar buscándome, pensé que este sería un lugar seguro. –sus ojos se llenan de lágrimas. –Pensé que si me sacaste del lago el otro día, tal vez podrías salvarme hoy, porque cuando vuelva, tendré que pagar las consecuencias. –vuelve a bajar su cara mientras llora.

–No volverás, te quedarás aquí. –digo determinado.

–Van a encontrarme tarde o temprano. –Gia se acerca al lavamanos y se lava la cara, por el espejo logro ver su labio partido que había sido ocultado por el labial y la herida sobre su ceja que estaba bien oculta también.

–Chicos. –me altero cuando Fátima toca y habla detrás de la puerta del baño. –Les recuerdo que es un baño, no dejen sus cochinadas ahí.

Tomo a Gia de la mano, abro rápido la puerta del baño y mi hermana me ve sorprendida, –Deja de joder, Fátima.

–¿Pero qué le pasó? –grita detrás de nosotros que también me encuentro a mi madre en el pasillo hacia las escaleras a mi cuarto.

A pesar de que casi corrimos a la habitación, ambas vieron las heridas de Gia, al menos las que fueron visibles.

–Siéntate. –le digo cuando ya he cerrado con seguro la puerta. Entre los intentos de mi madre y de mi hermana de abrir la puerta, entro al baño de mi habitación y saco el botiquín de primeros auxilios. –Supongo que no has limpiado correctamente todo esto. –digo cuando llego frente a ella y solo niega con la cabeza. Después de haber limpiado las heridas de su cara y algunos golpes que encontré, me atrevo a decirle: –¿Las que me mostraste en el baño son las únicas o hay más?

Ella se pone de pie y se quita su vestido quedando solo en ropa interior, aunque su cuerpo sea bien tonificado y ciertamente hermoso, las heridas en él hacen que mi corazón se compadezca. –Mi espalda también. –entonces se voltea y logro encontrar tantas heridas que es indescriptible mi expresión.

–Gia... te juro que si tuviera poder y dinero, los haría pagar por esto.

Ella se acuesta en mi cama exponiendo su espalda con sus heridas. –Solo sana mis heridas, por ahora. –dice con su voz aún más rota que antes.

Me dedico a sanar sus heridas, eran tantas que el algodón se había agotado, el suelo estaba lleno de envoltorios de curitas, y algodones ensangrentados, ella ni siquiera hacía gestos de dolor, con justa razón, el dolor ya lo había pasado, solo quería sanar, solo quiere que la cuiden.

–Nosotros cuidaremos de ti ahora. –digo cuando ya estoy con las heridas cerca de su pecho.

–No es necesario, solo necesitaba es...

–Lo necesitas, Gia. –la interrumpo con voz firme. –Y no me lo estás pidiendo. Yo te estoy diciendo que ahora cuidaré de ti. Y no tienes que sentirte obligada a hacer nada.

–¿Por qué haces estas cosas? –la veo por un segundo. –Sacarme del lago, curarme y obligarme a dejar que me cuides.

–Mi madre sufrió, cuando era pequeña, nadie pudo ayudarla, o nadie quiso hacerlo. –digo viéndola antes de dar un suspiro. –Lo que pasó con mi padre la destrozó aún más, él le recordó todo lo que ella vivió y que tuvo que salir de ahí sola. –me concentro en hablarle mientras sigo con las mordidas. –Mi madre casi termina con su vida.

–¿Nadie la detuvo?

-No. Estuvo en un hospital donde solo descubría más formas de poder hacerse daño, supongo que cayó en cuenta de que la única forma de poder hacer justicia, era teniendo más poder que los agresores, es la razón por la que estudió su carrera, especializándose en casos de violencia a las mujeres.

–Quisiera la fuerza que tiene tu madre.

–Hay personas que necesitan a otras que les recuerden lo fuertes que son. –la veo mientras pongo las cosas dentro del maletín. –Yo seré esa persona que necesitas. Aun si al final terminamos en puntos diferentes del mundo, es el punto en el que me necesitas.

Actualidad, 2023

Yo pensé que era yo el que te estaba ayudando a ser fuerte, supongo que en realidad los que se creen ser fuertes son los que apenas y pueden lidiar con su vida, si al final iba a ser yo el que acabara con su vida ese diciembre. Yo no te saqué de ese lago, tú me sacaste de la porquería que era mi vida. Yo no iba a ser la persona que necesitabas, eras tú la persona que faltaba para que empezara a vivir, para que empezara a querer vivir, vivir por y para alguien. Tú, amor mío, eras la más lastimada físicamente, pero tu corazón era más fuerte y lleno de vida que cualquier otro.

Era un joven realmente tonto hasta que me dí cuenta de lo mucho que podía amarte, solo había visto tu cuerpo y fue la primera vez que no quería solo cogerme a una más, descubrí que podía dar mi libertad por ti.

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