6⋆.˚ Está bien no estar bien

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Irina ꒱ 




Era completamente extraño, no podía dejar de sonreír al mismo tiempo que seguía pensando en como una simple tarde en el trabajo parecía haber remecido los muros de mi corazón.

Apago las luces de mi habitación mientras me sumerjo entre las cálidas mantas de mi cama. La luna brilla intensamente está noche y todavía sigue siendo extraño el silencio que me rodea. Yen tiene un pequeño jardín en la azotea y es particular escuchar a los grillos cantar, pero está noche no puedo oírlos. Y probablemente los estruendosos latidos de mi corazón sean la causa.

¿Qué me estaba pasando?

Es decir, la tarde fue agradable. Preparamos diversos postres y escuchamos las formas fáciles de ligar que mi querido jefe, Max el interesado, intentaba enseñarnos. Vi la sonrisa brillante de Almond, su manera de seguirnos el paso, sentí sus emociones en cada mirada y, por un instante, la soledad parecía dejar de importarme. Normalmente solo éramos nosotros dos intentando no enloquecer por la clientela o por la enemistad de Billy, el amargado panadero de la siguiente calle que odiaba a los alienígenas. Está vez, de la manera más inesperada, sonreí sin sentir ninguna presión de la sociedad.

Fue un instante, un momento en el cual desee nunca desaparecer de mi mente. Y mientras Almond se alejaba por la avenida, meneando la mano desde la ventana del taxi, la primera alerta llegó hasta mi corazón.

¿Se podría hablar de una especie de vínculo?

Respiro hondo y desbloqueo mi celular. Las teclas suenan y me aventuro a buscar alguna información sobre lo que podría estar sintiendo. Es una especie de duda, algo que me mantendrá despierta toda la noche. Y no quiero amanecer con bolsas oscuras debajo de mis ojos.

La información corre, diversas páginas intentan llamar mi atención, pero estoy dudando. ¿Cuál me dirá la verdad? Aprieto el primer enlace y una página de astronomía romántica me da la bienvenida. Habla sobre el primer caso de almas gemelas, la fotografía de ambos resalta en primera plana y el amor es comentado en cada párrafo. Y, aún así, mis nervios siguen picando.

Debe estar por aquí, algo que me diga más de lo que mi propia conciencia quiere aceptar.

¡Eso es!

El vínculo es inevitable, porque nacieron para estar juntos.

Sabía lo que significaba, sabía lo que pasaría y de todas formas tenía tanto miedo al amor. No era fácil aceptar un sentimiento de esa magnitud y tal vez no estaba lista para algo así.

Respiro hondo y vuelvo mi atención a la lectura.

El vínculo se fortalece tras el primer contacto de la pareja. Pero el vínculo está ahí y es el individuo, que porta la habilidad de encontrar a su alma gemela, quien descubre las primeras sensaciones del vínculo amoroso. El ser humano, por otro lado, comienza a disfrutar de ese dulce cosquilleo los siguientes días. Fuentes cercanas afirman que el vínculo es más fuerte cuando ambos permanecen unidos. Un claro ejemplo es nuestra pareja principal, que hace 15 años formalizó su amor en una simbólica unión. Ella dijo a través de una entrevista que él se convirtió en su mundo entero cuando entró inesperadamente en su vida.

Un romántico poeta humano describió esto en su más reciente poema "Las flores de Saturno", consolidando así cada una de nuestras teorías: que el amor es como el infinito cosmos.

Bloqueo la pantalla y suspiro. Estaba enloqueciendo.

Era claro, muy claro. El vínculo me estaba agobiando y Almond, tierno, alegre y tímido, es la primera imagen que veo al cerrar los ojos.

Cálmate, Irina.

¿Qué hay de malo con el amor?

Mi subconsciente sabe la respuesta, pero todavía me sigo ahogando en la posibilidad de no creerle a mis miedos. Digo, no es fácil cuando te rompen el corazón una y otra vez, o cuando de la forma menos inesperada te das cuenta que no naciste para ser amada. Y eso me hace preguntarme, ¿por qué ahora?, ¿por qué justamente yo?

Debería dejar mis pensamientos negativos atrás, no me hacen bien. Pero vuelven y eso es algo que no puedo evitar.

Giro en una nueva posición, me acurruco bajo las colchas y encuentro el punto cálido. Recuerdo todavía la primera vez que llegué aquí. Recuerdo a Yen sonriéndome, mi tranquilidad y lo desafortunada que me llegaba a considerar. Recuerdo la sensación del primer abrazo y su regalo de bienvenida. Fueron estás colchas color pastel. Porque ella siempre dice que debemos alegrarnos la vida y sinceramente Yen no se puede equivocar, tal vez la razón más exacta es la vida tan simple que lleva.

A pesar de ser dueña de este edificio, tener tres hijos, dos nietos, ser suegra de una alienígena y haber perdido al gran amor de su vida, Yen convirtió sus lágrimas en procesos que quiere recordar cada día. Puede ser sentimental, pero ella sabe que decir en el momento correcto.

Es cálida incluso cuando me regaña por refunfuñar con los programas de televisión.

¿Una madre suele ser así?

No tengo mucho que decir de la mía, no tengo en la memoria recuerdos felices sobre mi madre y el único sentimiento que me llega cada vez que pienso en ella es dolor, simplemente dolor. Ese pequeño vacío que me enloquece todo el tiempo. Y estoy tan cansada de sentirlo. Cierro los ojos y, tras un largo día, me permito llorar. Mi madre no solía estar en la cocina preparando galletas, permanecía al final de un largo pasillo y este se movía todo el tiempo, alejándome de ella.

Probablemente eso fue lo más triste de mi niñez.





🪐





Dormí solo unas horas, es lo que pienso. No tengo idea de la hora simplemente que mi puerta es tocada con insistencia.

¿Quién será?, ¿y por qué parece que tuve un mal sueño?

Me levanto a la fuerza y escudriño mi habitación. No encuentro el punto exacto que marca el reloj en la pared, solo sé que me siento demasiado cansada. Y ese repetitivo sonido es agobiante. Cuando finalmente alcanzó la manija me doy cuenta de que la luna sigue brillando y que estoy descalza, sintiendo el frío suelo acariciar los dedos de mis pies.

—Un momento —susurro, pero solo quiero que se calle

Al abrir la puerta y escuchar una agitada respiración en el pasillo, me despierto completamente. Era Almond quien tocaba mi puerta con insistencia, vestido con un buzo holgado, unas zapatillas blancas y el cabello desordenado. Se veía agitado como si hubiera corrido kilómetros para llegar aquí.

Un momento, ¿hizo eso?

—¿Qué hace aquí?, ¿has visto la hora?

Ni siquiera yo sabía que hora era actualmente.

—No, pero te sentí y necesitaba verte

—¿Qué?, ¿a qué te refieres con que me sentiste? —pregunto

Almond entra a mi casa y observa alrededor, estaba buscando algo.

—Tu tristeza, Irina —contesta—. ¿Qué te pasó?, ¿por qué tienes los ojos rojos?, ¿quién te hizo llorar?

—Nadie, Almond. Solo tuve una pesadilla

—No te creo —exhala con fuerza, era la primera vez que lucía enojado—. Sé que algo te preocupa y aquí, en mi pecho, lo sentí. Tu tristeza, tu dolor, era demasiado fuerte. Por favor dime la verdad, ¿qué te hizo llorar?

—Nada —mentí—. Probablemente viejos recuerdos

—¿De la persona que te lastimó?

Se acerca y yo no me alejo.

—Tal vez

—¿No estás lista para contarme?

Suspiro. Por supuesto que no lo estaba.

La verdad era difícil de decir. A veces parecía tan fácil que por un segundo quería gritarlo a los cuatro vientos y luego, simplemente, mi fuerza de voluntad se desvanecía. Y es ahí cuando el pecho me dolía, las lágrimas salían por si solas y yo me escondía en mi cama. Olvidaba mi renuente deseo de que alguien me consolará y al mirar alrededor descubría una agonizante realidad: estaba sola.

—Lo entiendo, Irina. No necesitas decirme nada, pero no quiero que te sientas así. Me duele el corazón el saber que sufres —sus manos toman las mías y mis ojos observan ese gesto, cohibida y paralizada

—¿Realmente lo sentiste?

—Sí, por eso vine rápidamente. Creí que alguien te había lastimado, pero veo que el dolor que sientes no es físico

—No lo es, Almond. Pero a veces se siente así —cierro los ojos y respiró profundamente intentando calmar mis emociones porque podría llorar en cualquier momento—. Lo siento, te hice venir por nada

—No digas eso

—¿Qué cosa?

—Que vine por nada —contesta—. Tú me importas, así que me da igual la hora siempre estaré ahí para ti

—¿Vendrías corriendo desde tu casa para verme?

—Sí, eso me hace feliz —sonríe—. Ya te lo dije, lo que siento por ti es fuerte. Muy fuerte y cada vez que necesites un hombro donde llorar, aunque prefiero que no llores, vendré rápidamente. Así llueva, caiga nieve o rayos, vendré a ti todo el tiempo

—Eso es muy dulce, me hace sentir mal

—¿Por qué? —pregunta asustado

—Porque yo no merezco ser amada, Almond

—¿No lo mereces?, ¿quién te dijo eso?

Cierro los ojos, volviendo a controlar mis lágrimas, pero se torna difícil. Están ahí, acumulándose en mis ojos, queriendo salir y brillar bajo la luz de la luna. Y simplemente no quiero que él me vea llorar, no así, no quiero lucir vulnerable.

Aunque tal vez ya lo sea y yo no me haya dado cuenta.

—Quien te dijo eso no sabe nada, es un completo idiota —comenta con los dientes apretados—. Tú mereces ser amada, Irina

—¿Realmente lo crees?

Me mira fijamente, traspasando cada rincón de mi alma.

—Por supuesto, yo te amaré —susurra—. ¿Puedes confiar en mí cuando digo que eres importante, preciosa y maravillosa, y que nadie podrá lastimarte nuevamente porque yo me encargaré de sanar tus heridas?, ¿puedes confiar, Irina? No romperé mi promesa, nunca lo haré

—Te creo, te creo

Mis palabras flotan en el viento debilitándose y me derrumbo en sus brazos. Ya no me importaba mi orgullo, necesitaba llorar y dejar salir cualquier sentimiento que afligiera mi corazón. Siento sus dedos acariciar mi cabello, su brazo rodearme para acercarme más a él y escuchó los latidos de su corazón.

Y yo le creo.







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