01: ¡Los 21 están aquí!

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¡Los 21 están aquí!
Lillie Torres

—¡CUMPLEEEEAÑOS FEEEELIZ! —canturreó Candace.

Y algo pesado cayó a mi lado. Oí suspiros y algunas risas rebosantes de alegria.
¿Es que la gente no sabía que eran las 7:59 de la mañana?

—¡Lillie, es por fin tu día! —chillo Candace.

Con un ojo entreabierto y el otro cerrado observé la situación. Candace tenía un pastel de cumpleaños en sus manos y Amanda un silbato.

—¡Feliz cumpleaños, perra! —deseo la última, luego soplo el silbato con tanta fuerza que me levante.

Al menos lo intenté porque mis pies no habían despertado del todo.

—¡Auch! —me quejé en el frío y duro piso de la habitación.

—¡Amanda! —Candace reto a su hermana—. Te dije que ese silbato no es el adecuado a estas horas.

—Lo siento, cumpleañera —se disculpó Amanda asomando su cabeza por la cama.

Yo seguía en el piso tratando de actualizar mi cerebro.
Amanda y Candace felices con un pastel y con gorros de cumpleaños.

DIOS SANTO.

Me levante torpemente, pero al menos logre levantarme.

—Lo había olvidado —susurré—. No lo puedo creer.

Y Amanda se paró en la cama.

—Hoy es tu día, es tu iniciación en el mundo de los negocios. ¡EN EL MUNDO DE LOS RICOS! —chilló con alegría.

—Bájate de la cama antes de que te baje yo de un jalón de mechas.

—Es muy temprano para empezar con tanta agresividad —aclaró Amanda.

Pero al final bajo de mi cama, porque sabía que Candace como hermana mayor podía ser ruda, claro que solía salírsele el demonio cuando su hermana no acataba las órdenes.

—¿Y qué haremos primero? —preguntó Amanda.

—Tu ordenarás la casa —dictaminó su hermana— y tu y yo iremos al spa.

Claro que sonreí ante la deliciosa y relajante propuesta. Es mi cumpleaños por supuesto que iba a celebrarme.

—Yo también iré con ustedes —Amanda se coló.

Amanda tiene 17 y por ende era entendible que estuviera en su edad de locura, lo hablaba la voz de la experiencia.

—Ya tienes planes.

—No, lo cancelaré por ustedes.

—No puedes cancelar la limpieza de la semana, que justamente es tuya.

Y Amanda me observo a mi. Ella sabía que su hermana podía cambiar de opinión solo si yo me metía en la conversación.

—Lillie, vamos, es tu momento de intervenir con la justicia divina.

Yo retrocedí.

—Me acabas de tirar de la cama, por supuesto que no habrá más justicia que esta.

Candace sonrió con malicia y me entregó el pastel para que sople las velas, velas que justamente estaban por acabarse.

—Pide un deseo, Lillie —aconsejo mi amiga.

Yo no creía en los deseos, o al menos había dejado de pedirlos hace ya varios años, pero esta vez no me sentía como años atrás, hoy sentía que la vida, que mi vida estaba tomando un rumbo diferente, estaba iniciando con buenas vibras y no pensaba arriesgarme a perder el deseo de este año.

Cerré los ojos, concentrada en pedir algo que si pueda llegar, no como la última vez que pedí un deseo... las cosas terminaron mal.

"Dios, deseo..."

—Pide un Mercedes o mejor un audi, no, no, mejor pide un galán apuesto que posea ambos autos.

Y si, Amanda se ganó un golpe en la cabeza.

Yo reí y entonces sople, si porque perdí el hilo de mi gran deseo de cumpleaños.

—Ahora muerde la torta para que tu deseo se haga realidad —Candace pidió emocionada.

Yo las observé con los ojos entrecerrados, con mucha precaución decidí morder el pastel, pero si, la endemoniada de Amanda intentó tirarme la torta en la cara, gracias al cielo no era mi día, sino el de Amanda, quien se cayó al resbalarse y por supuesto, mi torta le cayó encima.

—Y tendrás que limpiar esto muy bien, donde yo encuentre una hormiga, te la verás, lo juro Amanda.

—¡No, esto es abuso de poder! —le reprochaba a su hermana.

Yo estaba muerta de la risa más con la torta que no pude comer.

—Déjala, nosotras iremos al spa —la moleste.

Amanda se quedó limpiando el departamento, no estaba tan sucio, pero sabiendo lo lenta que Amanda era al limpiar, de seguro llegaba navidad y ella aún barría y trapeaba como una cenicienta.

Después de masajes increíblemente relajantes y baño con espuma, salimos como nuevas y relucientes.

—Señorita, felicidades —me deseo una de las trabajadoras del spa— que su ascenso esté lleno de proyectos exitosos, como lo fue con Mila.

Si, mi reputación había crecido, no tanto como yo, pero el punto es que todos sabían de mi por Mila.

"La gran heredera del trono de Mila"

Algunas personas se portaban increíbles, pero de hecho podía jurar que el triple de esas personas me odiaban, al menos me detestaban por haber heredado algo de Mila, porque al parecer Mila era toda una empresaria alabada y reconocida en Paris y algunos –por no decir muchos– deseaban lo que ella había dejado.

—Gracias —me limite a decir.

Es que el tema de tomar el control de la empresa de Mila, el solo pensarlo me hacía retorcer el estómago. Habían pasado tres años, tres años y aún me mataba la cabeza pensando cuál sería la razón por la que Mila dejó esta gran responsabilidad sobre mis hombros.

—Lucirás como una reina en ese trono —Candace me animó—. Además, hoy por fin es tu ritual de iniciación. Me pregunto si habrán rituales y sacrificios a media noche? ¿Tu que crees?¿Johnson será capaz?

Yo sonreí.

—Si Johnson estuviera relacionado con la magia negra, de seguro que estaría haciendo sacrificios y rituales, pero para que me de un patatús en media fiesta, así se libra de mi.

Zac es la persona que más me odia en el mundo, seguramente es mi primer hater, claro que él estaría en el primer lugar si supiera qué hay un puesto libre. Y no, no era el papacito de Zac Efron, lastimosamente me refería a Zac, pero al Zac Johnson, el socio mayoritario de Mila. De hecho, fue gracias al señor Johnson que no pude acceder a mi herencia cuando cumplí la mayoría de edad, estuvo tanto tiempo impidiendo mi reinado, que logró aplazarlo hasta que yo cumpliera 21.

¡Hey, Zack, estoy cumpliendo 21!

De seguro él creía que para este tiempo yo estaría en la cárcel por delincuente. Él no confía en mi, pero adivinen, yo tampoco confío en él.

—No hablemos de él en tu día —Candace recapacitó—. Debemos ir a recoger nuestros vestidos.

Yo me negué, recordando que tenía que hacer algo antes.

—No puedo —se me salió un gallito de lo rápido que hablé—. Channel llega hoy y me pidió, más bien, me exigió visitarla.

—Lo haremos mañana.

—Sabes que me buscará hasta por debajo de las piedras si falto.

—Okey —aceptó Candace— tú ve con ella y yo recojo nuestros vestidos. Nos vemos en casa.

Acepté y agarré un taxi.

Llegue al lujoso departamento de Channel, quien me recibió en la puerta.

—Eres tan lenta como una tortuga, quiero esta tela para ayer —y cuando me miró, dejando de lado la cinta métrica, sonrió—. Creí que eras la incompetente de Mary.

—Juro que no soy la incompetente de Mary.

—Voy a despedirla antes de que llegue navidad, será su regalo de nochebuena.

—Recordaré no aceptar ningún regalo de dudosa procedencia.

Ambas nos reímos y pasamos a la sala principal. Ya había visitado este departamento muchas veces y como era costumbre iba a tomar asiento en el mueble, pero Channel me advirtió.

—No pongas tu trasero en ese mueble —chilló como si en vez de mueble hubiera bomba— esta mañana perdí dos agujas, seguramente están en ese mueble... o tal vez en la cocina, no se, ¿tal vez los dejé en el baño? ¿Sabes qué? Siéntate con confianza.

Y decidí quedarme parada.

—No seré yo quien encuentre esas agujas, este trasero no está apto para la misión.

Y así fue como salvé mi trasero de agujas perdidas.

—Concuerdo, debes cuidar ese trasero rompecorazones.

Yo reí ante el comentario de Channel.

—Y se puede saber porque estás tan arrebatada y apresurada con tantas telas y agujas y... —pregunté al ver todo hecho un lío—. Dios, ¿cómo conseguiste esa destreza para pasar el hilo por la aguja cerrando los ojos?

—Años de prácticas —comentó Jenny.

Jenny entró y cerró la puerta con el pie, porque traía tubos con telas, eran tres tubos y metros y metros de tela.

—No sabía que estarías aquí —dije saltando hacia mi amiga.

A Jenny se le soltaron las telas, pero antes de que estas tocaran el piso, Channel ya estaba agarrándolas.

—¿Dónde está Mary? —preguntó Channel a su hija.

—Mm, no creo que quieras saber dónde está Mary, mamá.

Ambas nos miramos, curiosas.

—Bueno, tampoco quiero saber de Mary —comentó Channel.

Y con eso nos reemplazó por sus preciadas telas.
Jenny me observó en cuanto su madre se olvido de nosotras.

—Así que por fin 21 —comentó sonriente.

Sonreí.

No veía a Jenny desde hace un año y medio, Channel y ella se la pasaban metidas en Nueva York, trabajando en sus diseños para las futuras colecciones.

—No quiero hablar de la dura responsabilidad que tengo desde hoy.

—Pues estoy de acuerdo —dijo— desearía haberme quedado para siempre en los 17 cuando me preocupaba mi padre y el odio que sentía por Daniel.

—Dani... ustedes...—y yo no quería meterme tanto en sus problemas personales, no cuando su ex, es familiar mío.

Ella sonrió con pena, aunque trataba de mostrar fortaleza.
Pamela me había contado por videollamada sobre la ruptura de Dani y Jenny. Ellos habían terminado abruptamente y hasta el día de hoy se sabía la razón. Obviamente me moría por saber la razón, pero también sabía por experiencia propia que a veces es difícil decir las cosas y seguramente lo estaba siendo para Jenny.

—No, no hemos regresado y para ser sincera, no creo que hayan posibilidades para un "nosotros", de nuevo. ¿Sabes? estoy tan ocupada y entregada a esto —dijo mirando todo el desastre que había en la sala— que no he tenido tiempo de pensar en lo que sucederá... aunque también sería un mar de lagrimas si me detuviera diez minutos a pensar en ello.

Sonrió, esta vez segura de si misma.

—Estoy disfrutando el tiempo conmigo misma, al menos lo intento mucho —y cambio sus tacones por zapatillas—. Sin duda, fue difícil salir de una relación de tantos años.

—No todas podemos ser como Lillie —añadió Channel—. Terminar una relación sin mirar atrás.

El estómago se me revolvió porque pensar en mi última relación seria no era un bonito recuerdo, al menos el final de ella no fue bueno, fue doloroso.

—Bueno, no hablemos de hombres. Mejor, pueden comentarme cuál es la urgente razón por la que estoy aquí.

Y Channel sonrió de oreja a oreja, compartiendo miradas con su hija.

—Mamá y yo te tenemos un regalo —soltó Jenny.

—Jenny, trae aquí a ese maniquí.

Y Jenny corrió al cuarto de costura.

—Nos ha tomado dos días —comentaba Channel, satisfecha con el resultado

—En realidad fueron cinco meses para llegar al diseño indicado, sabes que mi madre enloquecía cada mañana con un diseño nuevo.

—Bueno, Lillie se ve genial con cada diseño mío —se encogió de hombros.

—La cosa es que habían tantos diseños que no sabíamos cuál te encantaría.

Y le quitaron la tela blanca a la maniquí revelando el vestido.

Por la santísima Trinidad de la empanada, que a Lillie le crezcan las nalgas.

—Lillie, estás bien? —preguntaron ambas.

Y yo estaba bien, bien tendida en el piso de la desastrosa sala de dos diseñadoras. No cualquier diseñadora, sino de la mismita Channel.

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