19: Gato encerrado

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Gato encerrado
Lillie Torres

Ahora estaba lidiando en un nuevo día con las lacras. Bueno, no lacras, solo traidores.

—Traicionaste tu juramento —le decía a Theo— y perderás la...

No me dejó continuar porque él ya estaba en el piso, arodillado frente a mi.

—Pido perdón.

Enseguida lo ayudé a levantarse.

—No lo decía en serio —me aproxime a decir—. No fue mi intención asustarte, bueno si, pero eso es porque fuiste un traidor.

Él negó.

—Me obligaron —admitió—. Dos hombres me persiguieron en el hotel, en cuanto me di cuenta huí, pero me siguieron y me acorralaron. De inmediato reconocí a los hombres, son familiares suyos así que no creí que fueran tan peligrosos.

—Continúa.

—Me aseguraron que sería una sorpresa para usted.

—¿Y tú les creíste? ¿Tan ingenuo eres?

—No tenía opción, iban a cortar mi cabello.

—¿Tu cabello?

—Si, el de cabello de princesa, el más esquizofrénico le decía a su primo que debían ser duros —detalló— dijo que me dejaría calvo si no colaboraba. No tenía más opción, es que amo mucho mi cabello tal y como está y ellos querían dejarme como Vin Diesel, no es que esté diciendo que Vin Diesel es feo con el cabello rapado, más bien, con la falta de cabello, a él se le ve genial, pero solo a él, yo quedaría irreconocible, como un monstruo y no puedo permitirme ser un monstruo cuando estoy empezando a conocer a una hermosa chica que parece que será mi futura esposa.

—¿Que? —solté confundida—. Felicidades, me revolviste el cerebro.

—Lo siento, pero es que debo darle todos los detalles, usted es mi jefa y no pretendo que sienta que le he traicionado.

—Pero me has traicionado.

—Pero me han obligado. Tiene familiares muy... es que de milagro no están en la cárcel.

Y tenia un buen punto a su favor. Conocía perfectamente a Nicolás y sabía como podía influenciar a Daniel. Esos dos no eran más que bandidos.

—Bien, estás perdonado, solo por esta vez —accedí—. No perdonaré ninguna traición más. Ve con cuidado y que nadie te vea saliendo de aquí.

No quería crear chismes sobre mi y sobre mi colaborador y sabía perfectamente que existían por ahí unos trabajadores que no hacían mas que chismear en horas laborales.

—Esta bien —aceptó y me hizo una reverencia.

Casi me suelto a reír, pero al abrir la puerta apareció Johnson, quien estaba por entrar.

—Oh, ¿que hace el chico de los recados aquí? —preguntó sonriendo— Creí que serías más precavida con tu espía.

Y al parecer ya sabía, pero en realidad no me importaba mucho si sabía o no, después de todo Theo me sirvió durante años y nadie lo había descubierto, ahora podía saber lo mismo que Theo o incluso más. Soy la jefa de aquí.

—¿Que desea, señor Johnson? —pregunté directamente— seguro que no vino a desearme un buen día.

Se tomó el atrevimiento de entrar, tampoco esperaba que pidiera permiso.

—En realidad, vengo para invitarte cordialmente al viaje que haremos a la casa de campo de Hamilton.

—¿El señor Hamilton accedió a negociar? —pregunté sorprendida— ¿por qué nadie me lo ha dicho?

Él levantó sus hombros, quitándole importancia. Estaba demasiado feliz y hasta sus arrugas parecían ser armoniosas en su rostro.

—Estabas más ocupada en destruir restaurantes y cámaras, que no hubo respuesta por tu parte cuando llamé anoche.

Así que para eso llamada. Solo fue una llamada y no creí que fuera importante, creí que se había equivocado.

—No pensé que realmente quería comunicarse conmigo —admití.

Y le restó importancia.

—Como sea, tenemos un viaje en cuatro días y por favor, procura no destruir nada más, la familia del señor Hamilton es conservadora y no le gustan verse envueltos en problemas y como perfectamente sabemos, tú eres un problema con pies que va por la vida destruyendo todo como un tornado.

—Wow, que manera tan cool de decirlo, casi ni me ofendo.

—Si no sabes, escribí tres libros y dos poemarios... que buenos tiempos, no tenía que lidiar con —me miró despectivamente— personas tan irresponsables. Como sea, no vamos a arruinar el bonito día que hace.

Y Theo seguía parado como estatua, Johnson casi se choca con el.

—Quítate, momia —pidió.

Theo pidió disculpas, aunque siendo sincera no se le entendió nada, aún le costaba hablar claro cuando se trataba del señor Johnson.
El hombre llegó a la puerta y me dio una mirada.

—Si me disculpan tengo mucho por hacer —comentó— Cierto, esta oficina no es tuya, así que llévate tus cosas a la que te hemos asignado.

Me quedé de piedra.

—Tu espía sabe cual es —finalmente añadió.

Y se marchó sin más.
Lance un libro a la puerta.

—¡YO PUEDO ESTAR EN LA OFICINA QUE DESEE!

El almuerzo no fue la gran cosa, estaba en mi nueva oficina y la verdad estaba del asco, pero me había prometido no amargarme, si lo hacía me convertía en Johnson y hasta Johnson estaba feliz hoy. Así que, nadie iba a humillarme, no me importaba estar en esta sucia y triste oficina. Como muchos me decían, yo puedo brillar en donde sea, incluso en el basurero. Quiero creer que es un halago.

—¿Quien fue la ultima persona en ocupar esto? —pregunté molesta— y ¿por qué dejó esto igual que un muladar?

—Eh, creo que falleció por causa de un infarto —informó Theo.

—¿En serio? —pregunté curiosa— ¿es una broma?

Theo negó y señaló el escritorio.

—Dicen que murió justo ahí —dijo— en donde esta sentada.

Y salté alejándome de la silla.

—Deberíamos remodelar un poco, cuando tengamos tiempo.

Seguimos botando lo que era basura y ordenando.

—Y ¿qué hacía el difunto aquí?

—Se encargaba de las finanzas.

Y entonces empecé a observar todo.

—¿Es el que murió hace cuatro meses? —pregunté seriamente.

Theo asintió.

—Creí que habían limpiado su oficina.

—No, la familia nunca se acercó a recoger las pertenencias, así que nadie se atreve a entrar aquí, dicen qué hay fantasmas, pero como sabe, aquí algunas personas se dedican a inventar historias más que a trabajar. Si me lo pregunta, son personas ineptas que se distraen con cualquier cosa y desatienden sus puestos laborales, si me permite decirle, yo elaboraría un plan para deshacerme de este tipo de personas que no hacen más que quitarle el puesto a otras personas que si lo desean y que si lo valorarían, pero solo es una idea, no estoy criticando a su departamento de Talento humano, de todas formas yo solo soy el chico de los recados.

—¿Que? —solté—. Estas hablando muy rápido, ¿que sucede contigo?

Y Theo suspiro como un chico enamorado.

—Conocí el amor, señorita.

Y casi suelto mi risa, de verdad parecía entusiasmado con la chica que conoció.

—Que bueno que uno de aquí si este feliz con...

Estaba hablando cuando me detuve frente al estante de libros. Observando a detalle que los libros estaban en orden alfabético, excepto uno.

—¿No crees que es raro estar justo en esta oficina? —pregunté.

Saqué el libro del estante, pero al abrirlo de este cayó una llave.

—¿Que es eso? —preguntó Theo.

—Mas bien, ¿que abre esto? —pregunté.

Metí esa llave en todas las cerraduras habidas y por haber, pero en ninguna funcionaba. Estaba más interesada que nunca.

—No abre ningún cajón —comentó Theo— seguro no sirve.

—No abre ningún cajón... de aquí. Theo, averigua de donde es esta llave.

—Y ¿como averiguaré eso?

—Ese es tu problema, no el mío.

Estaba tan ensimismada con esa llave que no podía conciliar el sueño por las noches.

O ¿era por Santiago?

Por la llave...bueno, tener algunas prendas de él y con su olor tampoco me permitía dormir. Es que parecía que se echaba encima toda la colonia.

—Imbecil, juro que hasta te tiraste toda la colonia a propósito.

Los días se hacían pesados, la construcción del hotel estaba casi en un 90% y ya habíamos dado luz verde al proyecto de Santiago. Todo iba en order, aparentemente.

—He buscado tres dias y nada, esta llave no abre absolutamente nada en esta empresa —se quejó Theo.

Chasqueé las muelas, molesta.

Encontrar una llave escondida en un viejo libro de finanzas en definitiva era un descubrimiento importante porque en primer lugar, uno esconde lo que no quiere que otros encuentren y segundo, estábamos hablando de una llave cuyo dueño falleció hace unos meses. Esta situación para mi era todo un misterio.

—Lillie, ¿qué haces saliendo de esa oficina? —preguntó el señor Patrick, parecía sorprendido.

—Es mi oficina...

Y abrió los ojos con suma preocupación.

—No creo que esa sea una oficina para la dueña de todo esto.

—El señor Johnson cree que si —respondí.

—Ah, ya entiendo, él te mando aquí, a la oficina más horrenda en toda la empresa. Vaya, es duro.

—No es horrenda, de hecho la vista es muy agradable... es una oficina llena de sorpresas y misterios.

—¿Misterios? —preguntó.

—Supe que fue la oficina de Tayler... si, el hombre de finanzas.

Y este puso su mano en el pecho.

—Dios lo tenga en su santa gloria. Dicen que anda penando por estos pasillos y por las oficinas.

—No le tengo miedo a los muertos, de hecho debemos temer más de los vivos que de los muertos —confesé.

—Estas en lo cierto —dijo seriamente—. Bueno, dicen que no se llevaba bien con algunas personas aquí. En especial con Bach, tenían ideas y principios muy distintos, incluso Bach llegó a amenzarlo.

Y yo quería oír más, pero este hombre no soltaría nada.

—Bueno, suerte en el viaje de negocios con los Hamilton.

—¿No viene? —pregunté sorprendida.

—Tengo otro asunto del que ocuparme, de hecho salgo del país, volvere en unos días. Adiós.

Y se marchó, no sin antes mirarme repetidamente. Agarró su teléfono y dobló esquina.

—Eso fue raro —susurró Theo.

Y casi brinco a tres metros de distancia.

—Discúlpeme, no quería asustarla.

Toque mi corazón que se había arrebatado por el susto.

—Acabo de hablar con Patrick, me ha dejado algo intranquila supongo. ¿Sabes? Aquí hay algo que no cuadra —dije mirando el camino que tomó Patrick—. Investiga a Bach, investígalo todo.

Ojo de loca no se equivoca y yo tenía las sospechas de que algo aquí no encajaba. Aquí olía a gato encerrado y yo me encargaría de liberarlo.

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