46: Profesional, no personal

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Profesional, no personal
Lillie Torres

Asi que Santi estaba en mi departamento, lastimosamente estaba vestido.
Padre nuestro, ¿por que pienso en esto cuando tengo una herida en el hombro?
Bueno, tal vez he reflexionado sobre la vida y lo efímera que puede ser. Si esa bala hubiera pegado un poquito más abajo yo ya estaría con San Pedro.

—Debes tomarla cada ocho horas —Santi me extendió una pastilla y agua— puntualmente.

—¿Por qué todos creen que soy descuidada conmigo misma? —me queje.

—¿Eh, quizás porque no te diste cuenta de que una bala te había rozado el hombro?

Hice una mueca.

—Fue la adrenalina del momento. Hubieras visto la cara de Patrick. En realidad parecía un globo a punto de reventar. Estaba muy molesto y eso me distrajo.

—Si, oí perfectamente cuando pronunció con sus últimas fuerzas "Púdrete en el infierno, Lillie Torres"

—Pues su bala casi me manda para allá... Dios, estoy pensando seriamente en conseguir un guardaespaldas.

—Por fin Dios escuchó mis suplicas —se alegró Santi, incluso estaba por pegarse un bailecito, pero al ver mi cara se detuvo— ¿no debería alegrarme de esto?

—No.

—Esta bien —se resignó— Iré a preparar comida.

—No, por favor no toques la cocina —supliqué.

—¿Por qué?

—Si usas una de las ollas de Amanda, será el fin del mundo.

—¿No la veo por aquí? ¿Ella esta bien?

Moví mi cabeza en negación, al final suspiré.

—Bueno con todo lo que ha pasado hasta preocupada estoy de que lo esté.

Recibí dos mensajes.

—Hablando de ella... dice que no vendrán a casa hasta mañana... y Candace envío una foto...oh dios.

Salte del mueble para correr al lugar de Santi. Santi se quejó.

—Pero Lillie, la doctora te pidió reposo. Descansar. Quedarte quieta. No moverte ni para respirar y vienes y brincas como cabra sin rumbo.

—¿En que momento te convertiste en un viejo gruñón? —pregunté, pero no obtuve respuesta y continué—. ¡Mira en donde están esos dos tortolitos!

Le entregue el celular a Santi para que observara bien.

—¡La aurora boreal! —exclamé emocionada.

Santiago asintió y me entregó el celular.

—Se ven felices —comentó— Como que el matrimonio le asienta a Nicolás, se ve más tranquilo, no como otras.

Y si, me tiro la indirecta a mi.

—Estas muy peleón hoy —admití.

Santi me dio la espalda y empezó a buscar en la refri.

—¿Hay papa? —preguntó.

—Si, pero ahora no quiero papa y creo que tú tampoco. Debemos hablar.

Santi se detuvo aún dándome la espalda. Tal vez reflexionando el porqué estaba aquí, si antes parecía molesto.

—Lillie, yo...

Agarre sus manos y lo lleve a la sala. Al estar ambos sentados decidí hablar.

—Por qué volviste después de todo lo que oíste... o más bien de lo que no quisiste oir.

Él suspiro, agobiado.

—La verdad es que quería estar lejos de ambas tanto como fuera posible... No entiendo como fue posible que tú y Camila se odiaran tanto.

—No la odio —negué inmediatamente— Bueno, un poco, bueno, si, la odio mucho, su presencia me molesta y su voz me irrita.

—¿En que momento sucedió todo esto? —preguntó realmente interesado.

Suspire sin saber por donde empezar.

—Creo que fue el día que me expulsaron —confesé— ese día quería hablar contigo, pero no tenía batería en mi celular y mis padres estaban muy enojados conmigo, así que no quería llegar a casa sin antes hablar contigo. Me recibió tu mamá, ella fue dura, pero no lo tome personal porque ella no me conocía, así que pase a tu habitación y fue donde vi la foto con mi hermana... tu... tu y ella estaban.

Me detuve, me daba incluso vergüenza continuar.

—No, Beth fue para mi una hermana, no la amaba de la forma en la que todos creen —Santi se sinceró—. Lillie, se que debí comentarlo antes, cuando te conocí, pero de alguna forma tenía miedo de que creyeras lo que dejé que todos creyeran.

—Yo salí de tu casa con mil preguntas en mi cabeza y luego como por arte de magia estaba Camila, ella empezó a decir cosas que realmente coincidían y parecía todo real, ella habló de la foto con Beth, de tu relación con ella, de tus padres, de mi cumpleaños... ella parecía saber todo, así que creí cuando dijo que tú y ella se habían... lo creí, fue fácil creerle porque en realidad ni yo me creía que de verdad me querías un poco.

Mire a otro lado porque volver atrás no era algo que me gustara, mucho menos admitir que fui idiota al creer tantas boberías.

—No te quiero un poco, Lillie, yo te amo.

—Si, lo sé, pero luego estaba mi familia que nunca desmintió tu relación amorosa con Beth. Todos me decían lo mismo, es evidente que iba a creérmelo —solté abrumada y molesta conmigo misma.

—Si hubiéramos hablado te habría dicho la verdad.

—Lo sé y de hecho tienes todo el derecho de irte y no escucharme —admití.

—No quiero, ni voy a irme. Solo quiero que confíes en mi como yo confío en ti.

Ni siquiera sabía que estaba conteniendo mis lágrimas hasta que una cayó en mi pantalón.

—Es solo que pienso en el pasado y creo que es mi culpa haber terminado contigo sin siquiera escuchar tu verdad. Lo siento.

Santi limpió mis lágrimas y sonrió.

—No hay nada de que arrepentirse, Lillie. Si eso no hubiera pasado tú no estarías aquí y no quisiera ser el culpable de no haberte dejado avanzar todo lo que ya has avanzado.

Yo levante mi mirada, él estaba sonriéndome.

—Estoy muy orgulloso de ti.

Y sonreí.

—Quiero besarte.

Mierda, creo que lo dije en voz alta.

—Y yo a ti —respondió.

Y en efecto, la distancia casi era imperceptible cuando olvidé un pequeño detalle.

—No, no podemos besarnos.

—¿Por qué no? —se quejó haciendo un puchero.

Levante mi mano izquierda.

—Tengo un anillo de compromiso en mi dedo y posiblemente hayan cámaras en esta casa. Oh, cierto no te he puesto al día, pero Félix es un enfermo y el señor Johnson, perdón, Zac. El me dijo que Félix está totalmente desquiciado y que tal vez lo escuchó sobre vigilarme y esas cosas. No se cree del todo que tú y yo no tengamos nada, así que creo que se siente seguro al mantenerme vigilada mientras él está fuera del país.

Hablé muy rápido y dudo seriamente de que Santi haya entendido algo.

—¿Puedes explicármelo más despacio?

—¿Que parte?

—La parte en la que aceptaste ese anillo nuevamente.

—Bueno, lo llevo gracias a ti.

Y Santi estaba más confundido.

—Necesito que Félix crea que quiero casarme con él, tengo un plan en el que él aprenderá a no jugar con las mujeres y fuiste de mucha ayuda. Se supone que tú y yo no sentimos absolutamente nada por el otro, tú tienes una relación con Camila y yo estaba despechada y triste por eso, así que una noche me encontró llorando trágicamente a las orillas del Sena bebiendo. Si, parece broma, pero se lo creyó. Cree que acepte el anillo nuevamente por despecho.

—Trato de entender toda la información —aclaró al ver que esperaba una respuesta de él.

—Bueno, no es necesario, solo espero que tú y Camila finjan un poco salir, ya sabes como pareja. De hecho, tengo planeado invitarlos para la boda.

—Lillie, ¿estas bien? —preguntó y tocó mi frente— ¿estas delirando?

—Santi, por favor, tienes que hacerlo —casi supliqué—. Tienes que fingir salir con Camila.

—No, acabas de aceptar que creíste que entré Camila y yo existía algo —me reprocha.

—Si, pero ahorita estamos hablando de negocios. La abuela me dijo que aprenda a separar mi vida privada con mi vida profesional.

—No estoy totalmente seguro de que esas hayan sido las palabras de Victoria.

Me lo pensé.

—Tal vez me lo dijo con otra intención. El punto es que este favor es para un bien mayor.

—Digamos que acepto.

—¿Aceptarás?

—Supongamos que acepto —repitió— ¿que tendría que hacer exactamente?

—No lo sé, tal vez besarte con ella en frente de Félix, por supuesto, en frente de mi.

—No, no lo haré —se negó inmediatamente—¿Aparte recuerdas que estoy muy molesto con ella?

—Santiago, aprende a ser profesional por favor.

Después de todo convencí a Santi de hacer esto, fue difícil, pero más difícil sería convencer a Camila de hacerme un favor.

—Ella no va a aceptar, mucho menos si es para tu beneficio.

—Tienes razón. No lo hará por mi, pero seguro que por ti si.

—Oh dios, Lillie porque me pides hacer esto —se volvió a quejar.

—Por favor, te juro que no te quiero ver pegado a Camila tan acaramelaros —y tan solo con imaginarlo me dolió la cabeza—, pensar en eso me provoca jaqueca, pero es que o sale bien o sale mal este plan.

—Bien, esta bien. Hablaremos con ella.

—¡Te lo agradezco infinitamente!

Estaba tan emocionada que ni siquiera pensé en besarlo hasta que estaba a milímetros de su deliciosa boca. Me detuve y lo besé en la mejilla.

—Eres el mejor.

—Espero que no nos equivoquemos en esto.

—Te aseguro que no.




Lillie después que la balearan:

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