61: La revelación

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La revelación
Lillie Torres

7 meses después

Estábamos preparándonos para la misa del primer aniversario de Nicolás. Parecía mentira que ya pasara un año de su ausencia, cada día lo extrañábamos más, es difícil no hacerlo, no cuando en mi celular siempre aparecen fotos de Nic en recuerdos. Su partida siempre duele, pero creo que al menos ya puedo aceptarlo.
Toda mi familia está presente, incluso Pamela vino desde Tokio dejando a un lado su trabajo para estar en este momento.
La misa fue hermosa, las palabras que el sacerdote dijo fueron sabías. La mamá de Nicolás se levantó y dio unas breves palabras en agradecimiento.

—Valoro mucho la presencia de todos —aseguró—. Perder un hijo es lo más difícil que alguien puede pasar, no se lo desearía ni a mi peor enemigo.

Se detuvo un segundo porque su voz se quebró. La señora Romina no pudo evitar soltar las lágrimas, inmediatamente limpió su rostro y tomó aire.

—Hemos preparado este bonito vídeo en honor a los 22 años de amor y alegría que mi querido dejó en nuestras vidas.

Bueno, al final todos estábamos acompañando entre lágrimas a la madre de Nicolás. El vídeo es precioso, fotos de Nicolás cuando era bebé. Había una grabación, Nicolás tenía cinco años cuando corría por toda la casa con unas tijeras llenas de cabello, su cabello de chorlito. Santi soltó una risa.

—Recuerdo que su primer día de clases asistió calvo —recordó con alegría— incluso hizo que todos dentro del salón lloráramos porque le teníamos miedo.

También reí.
El resto del vídeo eran locuras que Nicolás hacía desde pequeño, corriendo con las nalgas al aire a los seis, cayéndose de su bicicleta a los siete, a sus ocho años se ató un hilo en un diente y posteriormente hizo que su perrito corriera, arrancándole el diente completamente.
Era un vídeo completamente hermoso, que terminó de derrumbarnos cuando hicimos una breve aparición en el vídeo. Siempre estábamos riendo, nos veíamos alegres y de verdad, estábamos viviendo la vida sin preocupaciones. Éramos felices con su compañía.
Limpié mis lágrimas y no pude evitar reír al recordar todo lo que gozamos ese día.
Daniel y Nicolás disfrazados de las hermanas Wilson, fue lo último que vi, porque este vídeo duraba cinco minutos, pero dolería toda una vida.
Fue un día muy especial y doloroso para todas las personas que conocíamos a Nicolás.
Al atardecer nos despedimos de la señora Romina y de su esposo, quienes nos despidieron muy agradecidos por nuestra presencia.

—Les confieso que llamo todas las noches al número de Nicolás para escuchar su voz —dijo Pamela.

—Creo que no eres la única —contestó Jenny.

—Deberíamos hacer algo para él —añadió Dani.

—¿Hacer que? —pregunté interesada.

—Pues algo que él quería hacer con muchas ganas y que no pudo.

—Hermano, según tu brillante idea, ¿cómo sabemos que era lo que quería hacer y no pudo? ¿Eres imbecil o que? ¿Quieres que le preguntemos mediante la ouija o que?

—Eres insoportable —aseguró Daniel— ojalá y Nicolás no te arrastre de las patas esta noche.

—Primero irá por ti, para que dejes de hablar tantas pendejadas —respondió Pamela.

—Bueno, cambiando de tema —Jenny habló, fue la razón de que Pamela y Daniel olvidaran la discusión—. ¿Que sucedió con Candace y Amanda?

Negué.

—No sabemos nada —respondí— los detectives no encuentran ni rastro de ellas.

—Esperemos que estén bien —pidió Santi.

—Bueno, Candace lo amaba con su vida —contestó Pamela— seguro que está tratando de avanzar sin él y nosotros le recordamos mucho a él, seguro por eso no quiere estar cerca.

—Tiene lógica, la muerte de Nic fue una tragedia para todos, y cada uno reaccionó de diferente manera, hubo rabia, dolor, negación... su muerte fue repentina y traumática, ella se imaginó una vida junto a Nicolás, pero no lo logró, eso duele y seguro que ha prologando el proceso...

—Ya calla, señor psicólogo —Pamela silenció a su hermano.

—Ya, cuando necesites una consulta te cobraré el triple —contestó ofendido.

—Nicolás tenía una lista —Santi confesó.

Todos nos quedamos callados.

—Es una lista que quería cumplir antes de morir, cuando me la mostró creí que era una broma o una de las tantas cosas que se le ocurrían, pero no se donde está o quien la tiene.

Esa noche hicimos una promesa, si encontrábamos la lista, la completaríamos todos.
De ese día pasaron dos meses, fueron los meses más atareados en nuestras vidas por los preparativos de la boda, a pesar de que teníamos ayuda de la abuela y Dorothea. Ese par eran increíblemente buenas para planificar eventos. Tenía la fe puesta en ellas, si, claro que si.
El día llegó y no podía creérmelo incluso estando en mi vestido blanco. El vestido fue creado exclusivamente por Chanel, la madre de Jenny. Mi madre lloró al verme lista, incluso vi lágrimas en los ojos de mi padre cuando tomó mi brazo y me acompañó hasta la iglesia. Todo era perfecto. Mire a la abuela y le sonreí, agradecida. Sin ella y Dorothea tal vez esto hubiera sido un desastre andante.

—Santi, te estoy entregando lo más apreciado en mi vida, así que no te atrevas a lastimar el corazón de mi hija porque entonces conocerás el poder de mi puño —papá bromeó, creo.

Santi aceptó y me tomó de la mano para empezar con la ceremonia.

—A veces siento que con sus bromas aprovecha para sutilmente amenazarme.

—Es porque lo hace —le respondí.

Santi me miró con miedo, así que solté una carcajada. Me calle inmediatamente porque el sacerdote estaba empezando. Mi corazón estuvo acelerado todo el tiempo, miré muchas veces a Santi, creyendo que esto era un hermoso sueño del cual me despertaría. Afortunadamente su beso su que fue real al igual que el resto.

—¡Que vivan los novios! —gritaron.

Santi y yo nos separamos y sonreímos a los invitados. Se acercó a mí oído.

—¿Será muy feo de nuestra parte saltarnos la fiesta? —preguntó preocupado— es que no paro de pensar en lo mucho que quiero quitarte el vestido.

Me ruboricé completamente.

—¡Santi!

—Está bien, de todas formas llegará el momento y lo haré sin dudar un solo segundo, cariño —susurró— te quitaré ese vestido y podremos celebrar nuestra boda como se debe.

—Cállate que vienen mis padres —hablé entre dientes, sonriendo.

Sentía mis mejillas calientes, mis manos temblaban incluso, claro, Santi fingía que no había dicho nada en medio de cien personas.
La fiesta salió incluso mejor de lo que se esperaba. Todos estaban bailando y celebrando nuestro matrimonio. Eso hasta que Dorothea llegó a mi lado.

—Lillie, alguien está en el lobby esperándote.

—¿Quien? —pregunté curiosa.

—Ven a verlo tú misma.

Seguí a Dorothea, pero me quedé como una estatua cuando vi el cabello rojizo de Candace. Ella estaba dándome la espalda, hablando con Amanda, quien inmediatamente me vio. Amanda vino corriendo para abrazarme.

—¡Lillie, estás hermosa, preciosa, divina, eres como una bomba, peligrosa y explosiva!

Me reí, pero aún estaba sorprendida. Mire a Candace quien me dio la cara, tenía un bebé en brazos y...

—Dios, me va a dar algo —aseguré.

Me acerqué a Candace sin quitarle de encima los ojos a ese bebé de cabello de chorlito. Mire a Candace.

—Tuviste un bebé...

—Tuve un hijo de Nicolás —respondió al borde del llanto.

Amanda tomó al bebé en brazos y Candace me abrazó fuertemente.

—Perdóname, Lillie —dijo— Me alejé de todos porque no soportaba estar con ustedes sabiendo que él no estaría. Todos ustedes son una familia para mí, pero con su ausencia no podía, no podía estar aquí.

También lloré.

—Candace, me preocupé muchísimo —confesé— creí que te habías ido porque me odiabas porque Félix nos quitó a Nicolás por mi culpa.

Candace se apartó, molesta.

—Lillie, nada de eso fue tu culpa —aseguró— nunca podría enojarme contigo por lo que sucedió. Perdóname, debí llamarte, debí haberte contactado.

—Lo importante es que estás aquí —dije limpiándome las lágrimas.

El bebé se despertó y empezó a llorar. Lo agarré en brazos.

—Bebe precioso —saludé.

—Su nombre es Samuel —dijo Candace— hace poco cumplió los seis meses.

—Lillie —Santi se acercó.

Al darle la cara se quedó congelado al vernos. No sabía si era por Candace y Amanda o por el bebé, que es una réplica de Nicolás cuando era bebé. Nadie nunca podría negar el parentesco del niño con su padre.

—Dios, esto no es cierto —soltó.

El bebé se despegó de mi con facilidad para lanzarse a los brazos de Santi. Santi empezó a charlar con él como si ambos se conocieran de toda la vida. Ambos se habían agradado desde el primer segundo.
Pamela y Jenny también nos encontraron, pues al parecer mi ausencia los había preocupado. Así que al final de la noche todos nos habíamos olvidado de mi boda para estar con el bebé que Candace tuvo con Nicolás.
Santi y yo nos fuimos de luna de miel en contra de nuestra voluntad, conocer a Samuel fue nuestra debilidad, no queríamos apartarnos de esos cachetes gorditos. Nos aseguramos de dejar a Candace instalada en nuestra casa, claro, junto a Amanda.

—Lillie, ¿no crees que la vida nos está sonriendo?

Estábamos desayunando frente al mar, en nuestra habitación. Agarré el vaso con jugo de naranja cuando las náuseas me invadieron. Me levanté con tanto apuro que lance la silla lejos de mi. Corrí al baño para evitar vomitar en el piso. Abrí el retrete y vomite. Todo a mi alrededor daba vueltas.

—Cariño, ¿estás bien? ¿El jugo te provocó las náuseas? Me quejaré con...

Levanté el rostro, Santi estaba preocupado.

—Creo que estoy embarazada...

Santi se desmayó. Nuestra luna de miel se vio interrumpida porque Santi quería específicamente un examen en la clínica de confianza de la familia. No le bastaba con comprar una prueba de embarazo rápida en la farmacia, sus palabras fueron "esas pruebas no son del todo confiables, un negativo puede ser positivo o al revés"
Nadie sabía que estábamos de vuelta, solo el doctor de la familia, aunque seguramente ya él le había contado a mi abuela.
Sacar sangre fue lo más rápido, esperar los resultados fue eterno. Santi no paraba de moverse de un lado para el otro, estaba nervioso y jugaba con sus manos. Se detuvo y me miró.

—La atención en este lugar es pésima —se quejó.

—Apenas ha pasado una hora. Esto suele demorar —trate de calmarlo.

Santi asintió, pero siguió inquieto, inquietándome también.

—Santi, ¿estás preocupado de que salga positivo?

Santi se detuvo ofendido, pero comprendió mi pregunta.

—Claro que no, Lillie —negó agarrando mis manos—. No sabes lo mucho que deseo que el resultado sea positivo. 

Fue un gran alivio escuchar su respuesta.

—Señor Martin, Señora Martin —nos llamo la enfermera— aquí están sus resultados, el doctor los está esperando.

Agarré el sobre y salí de la clínica.

—¡Lillie, que haces —preguntó Santi impaciente— necesitamos ver al doctor!

Las manos me temblaban como gelatina. Me detuve y enfrenté a mi esposo.

—No quiero que el doctor revise mis exámenes —confesé— quiero que esto sea entre nosotros dos, Santi.

Santi entendió, así que al final me llevó a la playa. Estaba atardeciendo, el sol se estaba poniendo cuando por fin decidí abrir el sobre. Mi corazón decía que es un positivo de pies a cabeza, pero sentía temor de que no fuera así.

—¿Que dice? —preguntó Santi con los ojos cerrados.

Abrí el sobre y vi el resultado, empezando a reírme como una loca. Santi abrió los ojos inmediatamente.

—Es positivo —afirmé.

Santiago empezó a brincar, no paraba de sonreír. Al final, se detuvo y me besó.

—Dios, Lillie —soltó— esto es una bendición. Seremos padres.

Claro que no sabíamos que pronto la bendición nos daría guerra. Solo tenía tres meses de embarazo, eso dijo el doctor en la ecografía, así que aún nadie sabe de mi embarazo.

—¿Cual será su nombre? —pregunté mientras veíamos películas.

—Debería llevar el tuyo —comentó Santi.

—¿Y si es niño?

Santi se lo pensó.

—No había considerado que podría ser un niño —confesó pensándoselo.

—Bueno, yo sí que lo he pensado —admití— si es un niño debería tener el segundo nombre de Nicolás.

—¿Federico? Lillie, ¿quieres que le hagan bullying a nuestro hijo en la escuela?

Me empecé a reír, muy divertida. Santi se sentó y acarició mi barriga.

—Yo siento que es una niña —dijo seguro de sí mismo.

Y el doctor lo confirmó en la siguiente cita.

—Si, es una nena —confirmó.

Santi fue feliz el resto del mes. Incluso ya había comprado la pintura rosa para el cuarto de nuestra hija.
La barriga ya empezaba a crecer, estaba subiendo de peso con rapidez y los antojos cada día eran más fuertes, así que decidimos hacer una reunión familiar para darles la noticia antes de que ellos mismos se dieran cuenta. Pretendíamos hacer una cena y darles la noticia en el postre. Santi estaba en las nubes, no paro de sonreír en toda la noche y compartirme miradas.

—Rompí con Julia antes de que vayan a preguntar porque no está con nosotros —comentó Daniel.

—Cállate ridículo, que ya lo sabíamos.

Daniel se quedó sorprendido, mirándonos a todos. Nosotros asentimos a su silenciosa pregunta.

—¡Dios, creí que nadie lo sabía!

—Pues tú ridícula ex novia llamo a mamá la otra noche para insultarte —agregó Pamela.

—Lo sentimos mucho —dijo la abuela.

—Claro que no, esa mujer no me agradaba para nada —Dorothea se puso honesta.

Todos se empezaron a reír y Santi y yo aprovechamos para ir a la cocina. Deje el pastel en medio de la mesa.

—Hay algo que queremos enseñarles a todos —habló Santi.

Fue a él quien tuvo la grandiosa idea de hacer un cortometraje. Pago mucho por ello, pero le había quedado genial. El vídeo empezaba con una cigüeña llevando en su pico un bebé cubierto en una manta blanca, la cigüeña dejó el bebé en nuestra puerta y al final, aparecían nuestras caricaturas cogiendo al bebé. Se entendía perfectamente, pero al ver que nadie decía nada mire a Santi.

—Estamos esperando a nuestro primer bebé —exclamó Santi.

Pero todos estaban mudos.

—Estaría genial si nos felicitan –añadió Santi riendo.

—Ya, imbecil, déjame digerirlo —pidió Pamela completamente sorprendida.

La abuela se atoro con su propia saliva al querer decir algo, pero Dorothea se apresuró a golpearle la espalda. Mi mamá miró a papá y con las miradas tenían una conversación, tal vez pensaban que esto era una broma. Entonces me quité el cárdigan, quedándome en una camisa blanca, la tela era tan delgada que se notaba perfectamente mi barriga de cinco meses de embarazo. Todos estos meses me la pasaba con ropa floja, así que nadie nunca dudó nada. Fue cuando Candace regó el vino que había en su copa, se levantó inmediatamente y corrió a abrazarme.

—Entonces ¿esto no es una broma? —preguntó Daniel.

—Si, la barriga que tiene es de mentira —respondió Jenny, sarcásticamente.

Todos empezaron a reaccionar y a felicitarnos, nadie se lo creía del todo.

—¿Y ya saben su sexo? —preguntó mi madre.

Mire a Santi con complicidad.

—Bueno, es la hora de partir el pastel.

Con ayuda de Santi corte el pastel, por fuera solo había nata color blanca, pero al cortar el pastel la nata es rosada.
Les servimos a todos y esperamos a sus siguientes reacciones.

—Entonces ¿no saben si es un niño o una niña? —preguntó Daniel.

—Si lo supieran ya lo hubieran dicho —contestó Jenny.

—Bueno, ¿desde cuando eres mi hater? —preguntó Daniel a Jenny.

Jenny lo ignoró y continuó comiendo pastel hasta que se dio cuenta del color. Miro la porción de cada uno y casi atorada habló.

—¡Dios, estamos comiéndonos el pastel de revelación y no nos habíamos dado cuenta!

Todos se percataron del color del pastel.

—¡Es una niña! —soltó Jenny.

Todos nos miraron para ver si Jenny decía la verdad o estaba nomás loca.
Agarré la mano de Santi y asentimos.

—Su nombre es Avery Elizabeth Martin Torres.

Y todos estaban llorando, de alegría, por supuesto.

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