Capitulo 39

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Qué sucedió?
Dije la verdad, la conté desde el principio hasta el fin. Que Daniel y Nicolás se habían comido mi delicioso sándwich especial para dormir, nadie parecía creerme, tuve que contar lo que realmente me estaba pasando, entonces todos se terminaron enterando de mis grandes problemas con el sueño y como mi primo y amigo terminaron durmiéndose en el frío piso. Después de eso, todos comprendieron y los tres fuimos perdonados. Pasaron un par de días, había ido con la doctora Tate, amiga de la abuela, una gran persona, que me había estado ayudando muchísimo, fui un par de veces, donde me recetó unas pastillas naturales para inducir al suelo, estaban funcionando? De maravilla, era increíble como al pasar media hora de tomarlas, ya me estaba dando sueño, según ella decía no eran adictivas y cuando ya estuviera preparada las dejaría yo misma, además escuchaba las charlas que daba y eran realmente buenas.

Me acoste en la cama ya bañada, sin fuerzas y algo mareada. Me levante a las siete de la mañana, con un leve dolor en el ombligo, un dolor inexplicable, causas de los inmensos nervios que sentía, salí a correr durante una hora por todo el patio, estaba preparándome física y mentalmente para el partido que se aproximaba, creyendo que aliviaría mi dolor, no funcionó, empezaba a sentir más fuerte el pequeño dolor.

—Lillie, todos te esperan para desayunar—informó Dorothea.

Terminé de prepararme, ya vestida con el uniforme del equipo, llegue al comedor, todos esperaban a la tía Merly para el desayuno.

—¿Lillie, como dormiste?

—Bien abuela, gracias por preguntar.

Todos comían alegres y emocionados por el gran partido.

—Prima, no vas a probar tu desayuno?

Negué.

—No tengo hambre.

Casi nunca estaba ansiosa antes de hacer algo muy importante, hoy sentía que mi estómago se había quedado en la cama, no tenía nada de apetito y de los nervios me dolía la barriga.

—Abuela, mis padres te han llamado? Les llame un par de veces y no me respondieron.

—Llamaron muy temprano, el carro se descompuso, no sabían si llegarían  a tiempo.

Mis padres habían prometido llegar a tiempo para verme jugar, me sentía muy nerviosa ya que era la primera vez que mi padre me vería jugar y vería lo buena que me he convertido en el fútbol, esperaba que llegaran a tiempo.

—Iré a recoger mis cosas —Dije y me levante bruscamente de la silla, mareándome.

—¿Estás bien? —preguntó Dorothea, que estaba a mi lado.

—Si, me levante muy rápido —le susurre, para no molestar a los demás que hablaban de lo competido que sería el partido.

—Lillie, llegarán por nosotros en diez minutos.

Asentí y caminé con lentitud hasta mi habitación para recoger mi bolso y algunas cosas que se me estaban olvidando.

Entendía que el partido se iba a realizar en la cancha del colegio, hubieron problemas de último momento y lo trasladaron para el colegio con el que competiríamos, lo bueno de todo el evento, es que donarían a los niños del orfanato del que tanto hablaban la abuela y sus amigas.

—Lillie, llegaron por ti —informó Dorothea— que tienes? Te duele algo?

—Están en la entrada? O cerca? —ignore su preocupación.

—En la entrada. Daniel fue por sus cosas, dijo que no demores.

Salí de la habitación y bajé muy despacio las escaleras. Me estaba sientiendo realmente mal, los nervios me estaban atacando y se volvían en mi peor enemigo.
Daniel llevo mi bolso y subí al bus con los demás.

—¡Lillie! —mire al entrenador— presiento que estás mareada, ¿vas a vomitar? —negué—¡bien! Si alguien quiere vomitar, solo lo bajamos del bus.

Todo el equipo iba riendo y hablando con naturalidad y tranquilidad.

Llegamos a la escuela Maria inmaculada, era una escuela muy bonita a decir verdad, los estudiantes llegaban con sus padres, buscando sus asientos.
Todos se veían súper amables y buenas personas. Me choque con un hombre muy alto y con cara de bravucón.

—Si fueras un hombre, ya estuvieras en el piso, probablemente con un ojo morado y la boca rota —Dijo aquel chico, haciendo reír al resto de chicos que venían con el, bien, me rectifico, no son tan amables como parecían— pero eres una preciosa mujer, dime, cuál es tu nombre, preciosa.

Me producía por golpearle la cara y quitar esa sonrisita estupida que tenía.

—¡Lillie! —Nadir me llamó, haciéndoles saber mi nombre al grupo de chicos que tenía enfrente.

Quería matar a Nadir.

—Ya te recuerdo, ella es nieta de Victoria Fernandez.

—Si, es ella —dijo otro, mirando al resto— es la chica del brownie y el pastel explosivo.

Sus amigos recordaron y me vieron como si estuvieran viendo a un payaso. Empezaron a reírse. Mi mala fama empezaba a regarse en colegios que ni imaginaba.

—¡Ah! No me digas, también juegas fútbol? —preguntó el chico con el que había chocado, bromeando.

—De hecho, si —respondí, harta de ver y escuchar sus estúpidas risas, me impacientaba.

Hicieron algunas bromas, chocando puños entre ellos.

—Nos vemos en la cancha —Comente y me aleje de ese par de grupo de idiotas, cretinos y presuntuosos.

Se creían mejor que yo.

—Lillie —Nadir me alcanzó—Lillie.

—¡Dime! —Grite de mala gana, trate de calmarme y solté un fuerte y largo suspiro.

—Te perdiste, te estábamos buscando.

Me detuve, si, si me había perdido y también olvide de cómo llegué con esos tipos. Solo quería una pastilla para el dolor de barriga.

—No me perdí, solo estaba mirando un poco.

—Infórmale al entrenador, estaba como una pantera al ver que no estabas.

Llegue con el resto del equipo, que se encontraban en los vestidores, al entrar el entrenador me miró de mala gana pero no dijo nada. Me senté, ignorando a todos, y todos me ignoraban a mi ya que el entrenador estaba como una fiera, enojado y gritándole a todos, menos a mi.

—Lillie —brinque las escuchar su grito— tienes que ir y patear el trasero de esos niños mimados y arrogantes!

—¿Yo? ¿Tengo que ser yo?

—Imagínate la vergüenza que sentirán al ver que una chica les patea el trasero, ¡sería glorioso!

Ya sabía parte de la historia de odio entre nuestro entrenador y el entrenador del equipo contrario, si hasta yo odiaría de la misma manera, incluso creo que iría precisamente con mi enemigo y le patearia literalmente le patearia el trasero y lo mandaría directamente a la... bien no pensaré en eso, solo dire que la prometida de mi entrenador fue robada en el altar por su mayor enemigo, tuvo que ser muy difícil ser plantado en la iglesia, con todos los invitados ahí, viendo todo el drama.

—Entonces, solo quiere que juegue para patear su masculinidad?

—¡Exacto! —respondió el, eufóricos

—¡Bien! — accedí— Yo también quiero hacerlo.

Probablemente hubiera rechazado su propuesta, antes, lo hubiera hecho antes de encontrarme con los estupidos del equipo contrario. Ahora, tenía muchas ganas de ir y patearles el culo de tabla que tenían.

—¡Bien! ¡Fantástico! —levantó su dedo pulgar en mi dirección. Luego miro a los chicos con su sonrisa menos alegre— ustedes traten de que no les pateen el trasero.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro