Capitulo 50

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Huir, esa era nuestra única y razonable opción.
Llegamos al carro, sin importarnos qué milagro nos salvó, lo más necesario ahora era entrar y no perder el tiempo en preguntas.

—¡Enciéndelo rápido! —pedimos todos al ver que la manada estaba a metros de alcanzarnos.

—No enciende —confesó Santi.

Todos nos quedamos viéndolo fijamente.

—¿COMO QUE NO ENCIENDE, SANTI? —exclamé yo.

Santiago volvió a intentar esa maniobra que le hacía al carro. Segundos después arrancó de inmediato, si funcionó y el carro encendió, pero en ese proceso la mitad de nosotros fue impulsada hacia delante. Estuve a punto de pegarme en la frente con el parabrisas pero el conductor me detuvo con su brazo.

—¿Podrías hacerlo sin intentar matarnos? —pidió Daniel.

Estábamos ya lejos de aquellos hombres, casi festejando por nuestras vidas que seguían intactas cuando de repente otro hombre apareció en la calle y nos tiró una piedra.

—¡PÚDRETE INFELIZ! —le gritó Pamela, sacándole el dedo corazón.

La buena noticia, ninguno salió lastimado, la mala noticia, la piedra rompió una ventana.

—Nos rompió la ventana —dije tratando de procesar todo el caos.

Todos hablaban al mismo tiempo, gritaban y todo ese tipo de cosas cuando uno entra en pánico.

—Silencio —pidió Santi, lleno de paciencia —¡SILENCIO A TODOS!

Todos nos callamos de inmediato.

—Pero es que este flacuchento desnutrido casi me rompe la frente con el asiento —Nicolás dijo por último.

Todos nos quedamos mirándolo, él se puso un poco nervioso y se cruzó de brazos.

—Bueno, mentira no es.

Santiago suspiró y al final empezó a reírse como un demente.

—Que? Cual es el chiste? —le pregunté.

Yo todavía estaba muy atemorizada y es que vamos, CASI SALIMOS MUERTOS DE ESTA.

—Rompieron el vidrio —solté yo.

A los demás les valió un pepino y nos quedamos en silencio tratando de controlar nuestras emociones.

—¿Cómo te conseguiste un tipo como él? —Daniel rompió el silencio. —¡ese tipo esta igual de loco que tú!

—Ay, si habló el Perfecto —le respondió Pamela.

Nicolás se entrometió tratando de defender a su amigo. Santiago estaba considerando dejarnos tirados a mitad del camino.

—Bueno, pues cabe recalcar que tampoco eres perfecta —Nicolás soltó con cierta ironía.

Todos nos quedamos en silencio una vez más. Pamela quien parecía tener mucho por decir simplemente se quedó pasmada sin dejar de mirar a Nicolás.

—No es su culpa —me entrometí.

—¡Daniel tiene razón!...Pamela siempre hace estas cosas para llamar la atención.

Me giré de mi asiento, para verlos bien. Iba a matarlos seguramente.

—Es feo que estén culpándola —dije al ver que ella miraba hacia los árboles que pasábamos —todos tenemos algo de culpa en esto.

—¿Que culpa? Yo las estaba defendiendo de ese baboso —mi primo habló mirándonos de mala gana.

Lo señalé con el dedo, ya sin paciencia en mi ser espiritual.

—Solo estabas desquitándote con él de tu fallida relación —respondí, lo que hizo que se callara.

Todos nos quedamos en silencio una vez más, pero esta vez por el resto del camino. Llegamos a casa minutos más tarde. Todos salimos del carro aún callados y pensativos, esperando a que Pamela abriera la puerta del jardín.

—La perdí... —soltó frustrada al no encontrarla en su bolso.

—Lo que faltaba —Daniel murmuró.

—¿Por qué queremos entrar por la puerta trasera? —Nicolás preguntó sin entender —¿y qué hay de la puerta principal?

—¿Ves el estado en el que se encuentran? —señalé a todos.

Daniel tenía un moretón en el ojo, Nicolás tenía una pequeña herida en la frente, Santiago tenía los puños enrojecidos, un ojo morado (por mi causa) y el labio roto, a Pamela solo se le había corrido el rímel. Todos entendieron.

—Además... puede que nos saliéramos de casa sin autorización —añadí dulcemente.

Daniel se detuvo, señalándonos con el dedo.

—¿Se salieron sin permiso? ¿Las dos?

—Si —Pamela respondió sentándose en el muro del jardín, suspirando.

—¿Y tú, Lillie? —Daniel continuó.

Asentí, algo avergonzada.

Daniel y Nicolás se reian como si fuera gracioso.

—Se pusieron de acuerdo —Daniel le decía a Nicolás.

—Y eso que meses atrás una se tiraba de la escalera solo para culpar a la otra —añadió riendo sin parar.

Pamela y yo nos dimos una mirada confusa, para luego mirarlos de mala gana.

—Y tampoco olvides lo del Brownie de mari—seguían riendo.

—O lo del burro que se llama Pamela—completó el otro.

Bufé al mismo tiempo que Pamela.

—¿Que tal tu ex novia, te dejo por lerdo?—preguntó Pamela a su hermano.

Este se calló deprisa. Nicolás se rompió en carcajadas pero Daniel le pegó en el hombro y fue suficiente para callarlo.

—Y bueno, ahora que más da, entren por la puerta principal al cabo y ya se dieron cuenta de sus escapadas.

—Nicolás, no seas ingenuo, obviamente, tomamos nuestras precauciones, cierto Lillie? —asentí —me encerré en la habitación con la música muy fuerte, Dorothea cree que estoy enojada, no me buscará hasta mañana.

—Yo deje un video de diez horas de un hombre sollozando —Daniel continuó.

Mi primo muy inteligentemente utilizó su depresión por su ruptura con Jenny.

—Aprovechador, pero ingenioso —dije.

Los cuatro me miraban esperando que les hablara de mi técnica utilizada.

—Bueno, yo dije que estaría haciendo tareas.

—¿En serio? ¿Tareas?

—Si, Nicolás —dije volteando mis ojos —Ellos saben que no me gusta que me interrumpan cuando estoy haciendo tareas, más cuando vieron que me lleve casi toda la comida de la refri, una imagen vale más que mil palabras.

Llevar comida a mi habitación fue muy inteligente de mi parte, lo admito orgullosa ya que Dorothea preguntó "¿Y qué vas hacer, una fiesta en tu habitación o que?" y yo solo respondí "Estaré tan ocupada con mis tareas pendientes que no saldré de mi habitación hasta haberla concluido. Me siento ansiosa y estresada".

Dorothea se comió el cuento enterito aunque mentira mentira no fue, ya que estaba un poquito nerviosa por mi cita y también por la escapadita.

—Bien, veo que fueron precavidos, pero aquí está la duda, cómo llegarán a sus habitaciones?

La pregunta de Santiago nos dejó en silencio, la verdad no nos preparamos para esta situación, totalmente complicada, mi habitación se encontraba en el segundo piso, era difícil intentar entrar por el balcón. Y tampoco contaba con que a Pamela se le perdieran las únicas llaves de acceso a la casa.

—¿Qué? ¿Por qué me miran así como si supiera abrir esa puerta? —pregunté desconcertada.

—Ay, vamos, al menos inténtalo —pidió Nicolás.

Resople y me quite una vincha del cabello, me acerque a la puerta e intente un par de veces hasta que se abrió mágicamente.

—Solo por aclarar no soy vandálica, solo veo muchas películas de misterios y algo de vandalismo.

Pamela entró, arrastrándose del cansancio, su hermano iba agarrado del brazo de Nicolás, lo que me dejó a solas con Santiago, que regresó a su carro para traer mi peluche.

—Así que escapada...

Yo ya estaba roja de la vergüenza.

—Supongo... sabes, no fue mi culpa, yo no sabía que estaba castigada hasta después de aceptar nuestra cita.

Santiago al final sonrió.

—Nuestra cita... Se escucha bien.

Automáticamente me sentía como en el infierno.

—¿No vas a entrar a la casa? —cambié de tema.

—Tengo que irme y tú tienes que descasar.

—¿Y tus heridas? Puedo curártelas en mi habitación.

Eso sonó a una invitación, así que estaba más roja que Rodolfo, el reno.

—Eso es tentador —dijo seductoramente, segundos después empezó a reírse, yo me sentía muy avergonzada pero su risa era muy contagiosa —Lillie, no sabía que fueras tan directa.

Seguía riendo.

—Es mejor que elimines de tu mente lo que dije y como lo dije.

El negó divertido.

—Tu imagen siempre vivirá en mi mente.

—Me parece que sería justo si tu olvidas lo que dije y así yo olvido la fallida cita.

—No salió tan mal —se defendió.

Voltee mis ojos.

—Claro, solo me revolcaste por la tierra, casi terminamos muertos en la calle, aparte hoy condujiste como un novato.

—Te ayude a limpiar tu ropa, también te cargue en mis brazos y también te detuve antes de que te partieras la frente.

Bueno tenía un punto.

—Te estás quejando? —me crucé de brazos.

El sonrió.

—No, por supuesto que no —negó rápidamente —al contrario, me pasaría la vida cuidándote.

Sonríe automáticamente.

—Más te vale que lo hagas... aunque sigue siendo una cita algo...

—Singular —completó él.

—Eso.

Le extendí mi mano, él la tomó divertido, ambos las estrechamos.

—Muchas gracias por salvar mi vida, señor.

Estrechamos la mano, divertidos.

—A sus órdenes, señorita.

Ambos nos reímos divertidos... eso hasta que nos quedamos callados mirándonos como unos torpes.
Después de varios segundos se acercó poniendo sus manos en mi cara y luego besó mi frente.

—Buenas noches, Lillie.

Sonreí estúpidamente.

—Buenas noches, Santi.

Llegué a mi habitación, donde dejé suspiros al recordar el parque y las risas que dejemos allí, definitivamente no me gustó lo que sucedió en aquel bar, pero lo qué pasó antes claro que me había encantado.
Dejé la foca sobre la cama, fui al baño y me puse la ropa de dormir y al final, me acomodé en la cama, abrazando fuertemente a mi foca.

Entré al comedor, después de un baño mañanero, aún tenía el cabello húmedo y fresco, me detuve al ver a la abuela en la mesa junto a los demás.

—Buenos días —dije ocultando mi sorpresa al verla.

—Buenos días, Lillie. ¿Como amaneciste? —pregunto ella.

Les pegue una rápida mirada a mis primos, ellos ya estaban acomodados en sus sillas, ambos despreocupados.

—Bien, gracias por preguntar.

Me senté junto a los demás.

Dorothea entró, dejando mi desayuno basado en la dieta que me envío la doctora, verduras y carne asada, mi desayuno se veía enojado, literalmente, llevaba una cara de verduras muy enojona.

—Señora Victoria, el periódico de hoy.

Dorothea dejó el periódico sobre la mesa y me dió una rápida mirada de curiosidad.

—Mamá, ¿desde cuando lees el periódico?

La abuela agarro el periódico y miró por encima a mi tía.

—Un familiar de Carlos falleció ayer, quiero saber que sucedió.

Comía mis verduras sin ánimos, jugueteando con la lechuga.

—¿Dice algo interesante? —Preguntó la tía Merly.

—Eh, no al parecer no... Adolescentes arman pelea en bar de mala muerte —leyó el titular.

Yo seguía jugando lentamente con la comida, recibí un golpe por debajo de la mesa, lo que me hizo quejar.

—¡Auch! —solté buscando la causa del golpe.

Pamela me quería matar con la mirada, los demás son parecían estar enterados de que casi pierdo la canilla.

—Estos chicos de hoy en día son terriblemente vandálicos, ¿puedes leer la nota? —pidió mi tía.

Mi abuela se puso sus gafas de lectura.

—Dos parejas desbocaron una pelea en un bar a las afueras de la ciudad —alzó sus cejas en desaprobación —...después de beber un par de tragos, pelearon a palabras con "Elio Hanse" hijo del dueño del establecimiento... el enfrentamiento terminó en golpes y vidrios rotos.

La lechuga se quedó a mitad del camino. Entonces fue cuando entendí la causa del golpe que Pamela me había dado minutitos antes.

¿Podía ser el mismo Elio, el Elio de Pamela?.
Digo, solo son coincidencias de la vida y Pamela estaba igual de paranoica que yo.

—¿Que más dice? —preguntó mi tío, comiendo como si nada.

Miré a Pamela, estaba rígida, inmóvil y que ni se hable de Daniel que agrandó sus ojos, dejando su cubierto en el aire.

La abuela leía la noticia con la mirada para luego resumirla.

—Al parecer la disputa fue por causa de una de las chicas, novia de este chico, el hijo del dueño del lugar... —agarró el tenedor —peleas de adolescentes descerebrados.

La tía Merly le pidió el periódico, tomándolo y leyendo con sus propios ojos.

—Mira hay una foto de los chicos estos...—Llegó un punto, donde respirar me era imposible —están de espaldas que mal.

¡Que bien!

¡Gracias, Dios!

—Abuela, creí que llegarías mañana —Pamela, soltó, haciéndolas olvidar del periódico.

Funcionó al parecer.

—Resolvimos los problemas con rapidez —informó —Lillie, mañana tenemos que ir al medico para que te retiren los puntos... también le diremos sobre tu salud, te ves algo pálida. Les exigiré para  que te hagan más exámenes.

¿Pálida? Me sentía como un muerto en vida. Sentía mis piernas delgaduchas, temblando sin parar y las manos, parecían un témpano de hielo.

Negué, sonriendo.

—Estoy bien, demasiado bien —aclaré, tragando saliva —Estoy como nueva, como una recién nacida. Como si hubiera nacido una vez más.

La abuela asintió algo dudosa, mientras Dorothea desde la esquina del comedor me lanzaba una mirada acusatoria. Ella probablemente sabía todo.

—Vamos, sigue comiendo Lillie, no te queremos sin energías —pidió.

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