CAPÍTULO 23: AMARGOS RECUERDOS (PARTE 2)

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Disfrútenlo muchas gracias!!.

Flashback hace tres años...

Luego del raromagedón, luego de que el pueblo haya regresado a la "normalidad"; y luego de que Dipper y Mabel se despidieran y se marcharan de Gravity falls, las cosas para la familia Northwest no fueron las mejores.

Pacífica y sus padres perdieron la mansión Northwest, misma que fué comprada por el viejo Mcgucket poco tiempo después. La gran fortuna que poseían se perdió gracias a las "oleadas dementes" que Bill Cipher provocaba con su inmenso poder, algunos fajos de billetes se prendieron en fuego, otros desaparecieron sin dejar rastro alguno, y a unos cuantos dólares le salieron alas y se fueron volando, váyase a saber usted a dónde fueron a parar. No solo eso, la reputación de esta familia quedó por los suelos cuando se dió a conocer públicamente que el ancestro de Pacífica, el "supuesto fundador" del pueblo, en realidad no era nadie, solo un simple recogedor de popó. Preston perdió contacto con sus "amigos" —ellos en realidad no querían saber nada del embustero de Preston— y así, las cosas iban de mal en peor.

Actualmente los Northwest contaban con poco menos de mil dólares, lo poco que alcanzaron a recoger de toda la fortuna que les quedaba. Sin hogar, sin dónde ir, sin amigos a los que pedir ayuda, la familia más "importante" de Gravity falls estaba en la ruina, y no eran más que un simple chiste para los moradores del pueblo.

Ahora podemos ver cómo Pacífica y sus padres se encontraban sentados en la banca de un parque, pero lo que más resaltaba del momento, era lo extremadamente furioso que estaba Preston.

—¡No puedo creer que hayas gastado el poco dinero que nos quedaba comprando regalos a esos dos mocosos! —dijo Preston, totalmente furioso con su hija. Pacífica había gastado el poquísimo dinero que les quedaba en unos regalos para Dipper y Mabel, por su cumpleaños número 13—. ¿Por qué carajos hiciste eso, Pacífica?.

—Porque era lo mínimo que podía hacer para agradecerles por haber salvado no solo nuestras vidas sino también a este mugroso pueblo, dónde vivimos —respondió Pacífica.

—¿Agradecer?, ¿Agradecer?, ¡Por favor Pacífica!, ¡¿Y no pensaste en nosotros?!, Ese dinero que gastaste tan estúpidamente pudimos haberlo utilizado para conseguir comida, algo de... ropa... o usarlo para algo más importante.

—¡Tsk!... ¡No es mi culpa que estemos pasando por esto! —levantó la voz Pacífica.

—¿Entonces de quién es la culpa?, ¿Mía?, ¿De tú madre?, ¡Pacífica entiende no tenemos dinero estamos en la ruina!, ¡No debes gastarlo en cosas absurdas!, Agradece que en estos momentos ni siquiera cargo un cinturón conmigo, ¡Porque soy capaz de..!

—¡Por favor ya basta! —dijo Priscila, interrumpiendo tanto a su esposo como a su hija—, no es momento de discutir, ya tenemos suficientes problemas ahora, yo no tengo porque soportar estas cosas tan absurdas... —su voz se quebró un poco al mirar sus uñas y darse cuenta de cómo se veían—, mi fino y costoso manicure se echó a perder, mi peinado... mi rostro, la ropa que llevo ahora, yo ya no quiero seguir así por favor, que alguien me regrese mi vida —ahora Priscila comenzó a llorar solo porque su "aspecto" no era el de una mujer con clase y elegancia.

—Yo tampoco quiero seguir así... —Pacífica abrazó sus piernas. Tanto ella como su madre tenían un aspecto horrendo, sus peinados costosos ahora no eran más que cabello enredado y seco por la falta de productos capilares.

—Pues tendrán que hacerse a la idea de que ahora en adelante esta será nuestra vida —dijo Preston, al igual que su esposa y su hija, su aspecto también era horrendo, no quedaba ni rastro de lo que algún día fué un hombre millonario, elegante, exitoso en la vida.

—¡Preston por favor has algo! —dijo Priscila, hecha un mar de lágrimas, llorando de manera un tanto inmadura por como lo estaba pasando ahora.

—¡¿Y qué quieres que haga?! —gritó el varón, el hombre de la casa, el que tenía los pantalones bien puestos y daba la cara por su familia, pero que ahora no tenía ni en dónde caerse muerto, literalmente.

—No sé... llama a tus amigos, a tu colegas, o a alguien que nos ayude, ya no soporto vivir así —respondió Priscila. Miró sus uñas, cielos lo que antes era una fina manicure, ahora no era más que un montón de uñas horrendas y rotas.

—¿Qué acaso no estás al tanto de la situación?, ¡No hay nadie que nos ayude, Priscila! —respondió Preston—, y deja de estar quejándote que tú no eres la única con un aspecto horrendo, mírame con estoy... —dijo. Preston ya no vestía sus costosos trajes, sus corbatas de tela fina cara, sus elegantes, nada, ahora solo vestía con una camiseta vieja, parecía que la había sacado de algún basurero, zapatos casuales pero desgastados y una gorra en su cabeza que, para hacerlo aún más humillante, tenía escrito con letras grandes: "Loser"—. Yo también estoy cansado de esto... —agarró la gorra que llevaba puesta y la arrojó contra el suelo, quedando el hoyo hacia arriba.

—¿Y qué es lo que haremos ahora, papá? —preguntó Pacífica—, ¿Dónde dormiremos ahora?.

—No lo sé... creo que no tendremos más opción que dormir aquí, en este parque —respondió.

—¡¿Dormiremos aquí?! —preguntó Pacífica, muy alterada.

—¿Acaso tienes algún otro lugar a dónde ir, Pacífica?, ¿Tienes dinero para irnos a dormir a un hotel lujoso en Dubai? —preguntaba Preston, usando un tono de voz muy sarcástico con cada pregunta que hacía. Pacífica no respondió nada, solo abrazó nuevamente sus piernas y guardó silencio, mientras algunas cuantas lágrimas recorrían sus mejillas.

Sucedería que, mientras está pobre familia seguía discutiendo y quejándose por no tener dinero, un jóven de no más de diecinueve años pasó cerca de ellos, llevaba consigo una lata de café y unos audífonos tipo casco en su cabeza. Este jóven miró como yacía en el suelo la gorra que previamente arrojó Preston. Su mano la llevó al bolsillo y de ahí saco veinticinco centavos y la dejo caer dentro de dicha gorra sucia. Este muchacho prosiguió con su camino sin mayor novedad.

Preston observó la acción del muchacho y se molestó enormemente. ¿Los Northwest recibieron una limosna?, Esa hizo estallar a Preston. Se agachó y rápidamente tomó la moneda de veinticinco centavos y le gritó al chico...

—¡¿Oye mocoso acaso crees que nosotros necesitamos limosna?, ¡¿Qué rayos te pasa?! —Preston estuvo a punto de arrojarle la moneda al jóven; sin embargo, Priscila a una velocidad increíble, se puso de pie, le arrebató la moneda de las manos a Preston y regresó a su lugar...

—Perfecto, perfecto, ya solo me faltan cincuenta y nueve dólares con setenta y cinco centavos para comprar un shampoo, sí... me falta poco, muy poco —dijo Priscila, actuando ya como una demente.

—Genial, mamá se volvió loca —comentó Pacífica.

—Priscila... —Preston intentó acercarse a su esposa pero esta última actuó como si fuera una perra rabiosa, defendiendo a capa y espada esa dichosa moneda.

—No Preston, no me quitarás esta moneda, es mía —dijo Priscila. Tanto fué el desespero de ella que se la guardó en su escote, impidiéndole a su esposo que la alcance.

—Ok cariño... es toda tuya, solo cálmate, tranquila mi vida, tranquila —Preston retrocedía poniendo delante suyo sus manos, con la intención de defenderse por si Priscila llegaba a atacarlo.

Más temprano que tarde, uno de los guardias del parque se acercó a dónde estaban ellos. El sol ya se estaba poniendo y pronto iba a a ser de noche, y no era permitido que los indigentes se quedaran ahí en el parque puesto que, ya han habido casos de que algunos se habían robado los focos de los faroles, y otros se habían llevado algunos adornos, claramente con la intención de venderlos y ganar algo de dinero.

Estos tres le pidieron al guardia que les permita quedarse ahí adentro aunque sea por esa noche, pero el guardia en una postura de total autoridad dijo claramente: No. Los corrió literalmente del parque y los echó a la calle junto con unas mochilas sucias dónde guardaban la poca ropa que pudieron conseguir. Era irónico, Preston era el que estaba acostumbrado a echar a sus empleados a la calle cuando cometían algún error o algo hacían que a los Northwest no les gustaba, y ahora, que a él lo echaron a la calle, se sintió humillado, su ego fué tan duramente lastimado.

Esa misma humillación que sentía ahora, era lo mismo que sus antiguos empleados sintieron alguna vez.

—¡Cuando vuelva a tener dinero lo voy a demandar por habernos humillado de esta manera! —dijo Preston, furioso, pero sobretodo, humillado, pisoteado totalmente, su ego fué lastimado.

—Yo también lo voy a demandar, juro que lo haré —dijo Pacífica, imitando tontamente las palabras de su padre.

—Muy bien hija, así tienes que ser con todos lo que intentan humillarte, los demandas —dijo Preston.

—¿Y ahora qué haremos? —preguntó Priscila—, ¿Dónde dormiremos?, ¿En un callejón?, ¿A las afueras del pueblo?, ¿En el bosque?.

—¡¿Dormiremos en el bosque?!, ¡Qué horror!, Ni siquiera tenemos alguna tienda donde acampar —dijo Pacífica.

—Ya, calmadas las dos, no vamos a dormir en el bosque, eso sería muy peligroso. Tendremos que, buscar algún callejón y... pasar la noche ahí.

—¿Dormir en un callejón? —preguntó Pacífica. Era curioso, ella alguna vez en su vida se quejó de que el colchón que sus padres le compraron no era lo suficientemente cómodo para ella, y ahora, daría hasta su alma al mismísimo rey de las tinieblas por tener dicho colchón de vuelta y evitar dormir en el frío y duro pueblo.

Valora siempre lo que tienes, nunca se sabe lo que podría pasar más adelante.

Ocurriría que, cerca de dónde estaban ellos, unos adolecentes que pasaban por ahí se percataron de la presencia de esos tres. Los reconocieron de inmediato...

—¿Oye eso no son los Northwest? —preguntó uno de estos chicos, con cierto tono burlón y una sonrisa en su rostro.

—Sí, ellos son —respondió el otro muchacho.

—Jajaja pero mira como están ahora esos payasos, no puedo creerlo, ahora son unos indigentes jajajaja —se reía a carcajadas este chico.

—Hubiéramos traído a Thomson y una cámara para grabarlo dándoles comida jaja —dijo uno de ellos.

Preston los escucho burlarse, y se enojó en gran medida.

—¡Oigan ustedes par de mocosos sino se largan de aquí juro que los demandaré por humillarnos! —amenazó Preston a esos dos chicos.

—Lis vi a dimindir pir himillirnos —imitó a Preston de manera muy inmadura—. ¡¿Por qué mejor no demandas a tú trasero?! Jajajaja.

—Demanda, demanda... —dijo el otro chico—, oye viejo, ¿Sabes algo?, Ahora me siento muy importante, mi familia tiene más dinero que estos pobres diablos.

—¡Es verdad!, Ahora nosotros somos los millonarios y ellos los pobres jajaja ¿Oye Preston que se siente estar entre los mortales, eh?, Jajajaja.

Sin más, estos dos muchachos se fueron de ahí riéndose de los Northwest y del como se encontraban. Preston, totalmente herido del ego, humillado, se agachó a recoger una piedra con claras intenciones de arrojarsela a esos dos chicos, pero fue detenido por su hija.

—¡Papá espera!, ¿Qué rayos haces?.

—Defendiendo nuestro honor —respondió—. Juro por lo más sagrado que tengo que, cuando vuelva a tener mucho dinero, compraré la mina de carbón más sucia e inmunda que exista y, demandaré a cada una de las personas de este mugroso pueblo y serán mis esclavos, ¡Juro que me vengaré por semejante humillación!.

—Y lo haremos papá, lo haremos —dijo Pacífica. Preston soltó la piedra y esta calló al suelo. Quizá Pacífica evitó que a ellos los demandaran por haber agredido físicamente a un adolescente.

Preston recogió su mochila y les dijo a su esposa y a su hija...

—Vámonos, será mejor buscar un lugar dónde dormir, dentro de poco va a anochecer.

Continuará...

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