꒰◌; epílogo

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El concepto de la felicidad es tan amplio que no podríamos darle una definición exacta.

Para cada persona, la felicidad es única e inclusive puede cambiar. Es importante saber que cada persona tiene diferentes claves para ser feliz, para unos consiste en el placer de los pequeños detalles; para otros, en grandes acontecimientos que cambien rotundamente su vida.

Sea cual sea el momento, el lugar, el tiempo o las personas alrededor, nunca es tarde para ser feliz y, todo lo antes mencionado, no tiene porqué interferir en tus sonrisas sinceras y el hacer felices a las personas que son especiales para ti.

Porque el ser feliz depende solo de uno mismo.

Como lo es en estos instantes Jennie Kim y Lalisa Manoban, quienes se encontraban caminando con las manos entrelazadas, compartiendo la calidez y el cariño que emanaban a través de aquel dulce contacto.

La pareja había llegado temprano a la universidad -muy temprano en verdad- por lo que ahora estaban merodeando por los pasillos de la facultad de Lisa.

La pelinaranja mostraba una sonrisa genuina mientras por unos segundos miraba con admiración lo bien que se veían sus manos juntas.

Tan diferentes, pero encajando perfectamente a la vez.

Su mirada viajó hasta encontrarse con el perfil de su linda chica, sonrió aún más y delineó invisiblemente las delicadas facciones de Lisa con sus ojos. La pelirosa al sentir su mirada sobre ella volteó a verla, encontrándose con esos orbes gatunos que tanto le encantan. Sonrió por inercia y recibió un suave beso en la frente y otro en los labios.

—Eres tan hermosa —susurró mientras acariciaba con su nariz la mejilla de Lisa, haciéndola instantáneamente sonrojar.

Se detuvieron cerca al cuarto de útiles de limpieza, muy lejos de las demás aulas.

La tailandesa sonrió ante lo dicho y cerró sus ojos disfrutando de las suaves caricias. Jennie se separó levemente y sujetó las manos de Lisa entre las suyas para dejar ahí un corto beso también.

—Deja de hacer estas cosas~ —dijo Lisa con timidez palpable, mientras Jen sonreía aún más por ver el tono rosado colerearse en sus mejillas. Se veía tan adorable que Kim estaba sumamente feliz que esa imagen solo pueda verla ella.

—Sé que te gustan —susurró en el oído de la menor, dejando un tierno beso en su lóbulo.

Lisa más que avergonzada, alejó su mano del agarre y la golpeó débilmente en el pecho. Era verdad lo que dijo Jennie, pero no para decírselo abiertamente, sabía que a la pelinaranja le encantaba verla sonrojada y ella por más que intentara, no podía evitarlo.

—Tonta —intentó burlarse, a la par que sonreía brevemente.

Jennie suspiró enamorada y la tomó por la muñeca, haciendo que su espalda se posicionara delante de ella. Rodeó con sus brazos aquella pequeña cintura y acomodó su mentón en el hombro derecho de Lisa, dejando un dulce beso en su pálida mejilla.

—¿Caminaremos así?

—¿Por qué? ¿Quieres que te cargue como mi princesa? —dijo de manera cariñosa y divertida a la vez, ganándose un codazo para nada fuerte de parte de la pelirosa—. Tranquila, es una broma —soltó leves risitas mientras apegaba a Lisa a su cuerpo.

—Lo digo porque ya debes irte a tu facultad, nos toca clase a primera hora.

—Pero yo quiero estar así contigo~ —se quejó tal cual niña infantil haciendo un pequeño puchero, que hizo a Lisa sonreír y morirse por las ganas que tenía de besarla, pero que por la posición y la fuerza que ejercía su cuello solo para poder verla, se le hacía más difícil.

—Yo también, Nini, pero no puedes descuidar tus clases —dijo con calma—. Nos veremos ni bien toque el receso. ¿Te parece?

La pelinaranja sonrió e hizo que Lisa volteara para que puedan verse mejor. No lo dudó mucho y con las manos aún en aquella cintura, acercó su rostro para poder besarla. Lisa la recibió gustosa y colocó sus manos a la altura del pecho de Jen, mientras dejaba que aquellos esponjosos labios acariciaran los suyos con parsimonia.

Cerraron sus ojos, tomándose todo el tiempo posible y sintiendo la paz y calidez instalarse en sus corazones. Ambas ladearon un par de veces sus cabezas para un mejor contacto y cuando el aire se hizo necesario tuvieron que separarse lentamente

Jennie juntó sus frentes y dejó un casto beso en la nariz de su chica pelirosa.

—Te amo —ambas abrieron sus ojos a la vez ante la frase dicha por Jennie.

Terminaron por sonreírse enormemente.

—Yo te amo más —dijo Lisa con una tímida sonrisa.

—No, yo mucho más —rodeó aquel delgado cuerpo entre sus brazos, haciendo que Lisa escondiera su rostro en el pecho de la pelinaranja—. Y no hay discusión —bromeó haciendo que la tailandesa negara divertida.

—Adoro discutir contigo, Jennie —le siguió el juego.

—Tengo presente aquello desde hace cuatro meses —soltó divertida y con una pequeña sonrisa, sujetando a Lisa de los hombros y separándola brevemente de ella—. Mañana cumplimos cuatro meses —y su sonrisa se hizo mas amplia, luciendo sus especiales encías preciosas.

—Lo sé —sonrió por inercia—. Cuatro perfectos meses.

—Y vendrán muchos más, pero no puedo esperar hasta mañana —alejó sus manos de Lisa y esta no hizo más que mirarla confundida. La coreana abrió su mochila—. Cierra los ojos por favor.

—Jennie... —se quejó tiernamente.

—Por favor~ —suplicó alargando la última sílaba y a Lisa no le quedó de otra que obedecer.

—Listo —avisó con los párpados cerrados—. ¿Es una sorpresa? —sonrió ansiosa.

Jennie sacó una pequeña cajita rectangular de color guinda y la abrió, dejando claramente a la vista su contenido.

—Ya puedes ver.

La menor acató la petición y sus ojos denotaron sorpresa, miró a detalle aquellas pulseras de plata y su sonrisa fue dirigida hacia Jennie.

—¿T-te gustan?

Y lo único que recibió fue un fuerte abrazo de parte de Lisa, sintiendo como rodeaba su cuello con aquellos delgados brazos y le daba un corto beso en lo labios.

—Están preciosos —susurró con la mirada reluciente—. Gracias, no me lo esperaba.

—Vendrán muchas más meses, amor —y Lisa sintió el calor instalarse en sus mejillas otra vez.

—Todo lo que venga de ti me gusta —sonrió aún más, para luego juntar sus frentes en un tierno y dulce acto.

La campana lastimosamente rompió su cálida burbuja de amor y ambas se separaron.

—¡Espera! Primero esto —dijo Jennie enseñándole la pulsera. Lisa sonrió y asintió rápidamente.

En menos de unos minutos ambas tenían puesto dichos accesorios y se sonrieron de manera cómplice.

—Por si no lo sabes, son de uso exclusivo para parejas —dijo orgullosa—. Si miras bien, en la tuya están mis iniciales y en las mías están las tuyas —Lisa pudo verla y sonrió ante el lindo detalle—. Y en el interior está marcada una frase también.

—¿Y qué dice?

—Léelo tú —sonrió de lado.

—... Te agradezco haberme dicho que sí.

La tailandesa sintió su corazón latir con fuerza ante los recuerdos de aquella noche especial, la noche en que decidió aceptar y confesar sus sentimientos al igual que Jennie.

Sonrió tímidamente y la abrazó de nueva cuenta, su cuerpo le daba una calidez tan exquisita y cómoda que le era inevitable mantenerse alejada de ella. La pelinaranja repartió como pudo varios besos en el rostro de Lisa y esta soltó risitas nerviosas.

—Lisa.

—¿Uhm?

—Te amo.

Porque la felicidad se expresa de diferentes maneras y, somos acreedores de experimentarlas siempre y cuando nosotros estemos dispuestos a obtenerla.

¡Gracia por leer!
🌻

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