Capítulo 1: La visión

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"Para vencer al mal, nunca empieces mirando a tu alrededor. No puedes buscar los demonios de los demás, sin haber derrotado a los tuyos propios"

LUNA V

—Espero encontrarte algún día hijo de puta y cuando lo logre, te arrepentirás de haberme conocido; te lo aseguro. —maldigo con todas mis fuerzas al viento, mientras arranco cada planta que se me atraviesa, imaginando que es la cabeza del misterioso hombre que me encontré en la entrada.

Dijo que mi destino estaba a tan solo diez minutos; llevo casi dos horas andando y no he tocado un piso plano y que no huela a estiércol. Deseo con todas mis fuerzas que me haya perseguido y esté corriendo con la misma suerte.

—¡Eso me pasa por confiar en todo lo que habla! —Me reclamo a mí misma la gran locura que cometí, mientras limpio el sudor de mi frente. Soy una estúpida.

Todo lo que me rodea es hierba amarillenta y muy alta que, al parecer, va creciendo a medida que paso ya que es interminable. Avanzo un poco más, hasta llegar a una parte más densa del lugar, pero un rayo de luz me alumbra la cara directamente. Cierro los ojos para descansar la vista, pensando con firmeza en regresarme y al abrirlos, me encuentro en un lugar distinto.

Estoy en un sendero rocoso, el cielo está pintado del azul más claro, el viento se estrella con mi rostro acariciando mi cabello y la hierba ha desaparecido por arte de magia. No sé qué o quién me trajo a este sitio, pero lo prefiero mil veces al anterior.

Lo recorro desconcertada y después de un tiempo mucho más reducido, estoy en un pueblito lleno de casas antiguas y una cruz que resalta en toda la plaza: es muy extraño con su tinte oscuro y aura terrorífica, pero a pesar de ser al mismo tiempo hermoso, me produce una incomodidad inexplicable; una sensación de que, por más que lo desee y lo intente, nunca podría considerarlo como un hogar.

A pesar del mal presentimiento, mis pies toman el liderazgo de mi cuerpo e inician su propia exploración.

Al acabar el paseo, logro averiguar su nombre gracias a un par de letreros bastante macabros y que estoy en un país de Europa, es decir, muy lejos de mi casa. Observo el único punto que me falta por visitar, la gran cruz en el medio y atraída por mucha curiosidad, me acerco con cautela.

Al llegar allí, me ubico en un banco de madera que de lejos denota antigüedad, y al estirar las piernas junto a los brazos, empiezo a analizar todo a mi alrededor, notando que tallado de una manera perfecta y detallada, en el asiento que está a mi lado, hay un mapa del pueblo. Está resaltado solo un lugar en el plano y al fijarme con más detalle, descubro que es precisamente la cruz en la que ahora estoy sentada.

Siento un leve peso en mi mano izquierda y la levanto con lentitud. Al alcanzar mi visión, me encuentro con una pequeña arma plateada que refleja mi rostro distorsionado y se va acercando a mi cráneo.

Cuando esta toca mi cabeza, hay dos fuerzas opuestas que me controlan y deciden mi destino en ese momento. Intento soltar la pistola y alejarla lo más que pueda, pero mi cuerpo realiza lo contrario a lo que deseo ubicándola con tenacidad en mi sien. La fuerza asesina va alcanzando un sonido mucho más alto, hasta que inunda todo el lugar y la otra desaparece. Esta, aprovechando la ventaja, pone el arma en posición y aprieta el gatillo.

• • •

Abro los ojos en el instante en que mi teléfono suena. Todavía somnolienta, lo agarro de la mesita de noche con la izquierda, mientras con la otra ya he cogido mi cepillo de dientes. Mi bendita rutina de todos los días.

Chris:
¿No piensas venir hoy?

Laura:
Pues claro que voy, pero todavía está oscuro.

Subo los brazos perezosamente, mientras un largo bostezo se apodera de mí.

Chris:
Abre las cortinas y después me respondes.

Hago lo que Christine me dice y ruedo la cortina, ni siquiera he terminado mi tarea, cuando la luz empieza a inundar toda mi habitación. Miro la hora en mi celular, 7:30.

—Christine, ¡vete al...!

—¡Carajo! —exclaman a las afueras del edificio.

—Gracias —grito por la ventana a quien haya sido y continúo en lo mío.

Debería estar agradecida con mi amiga, es cierto, pero podía haberme llamado antes. Mi destino está a aproximadamente 1 hora de este pueblo y ella tiene muy claro que en mi expediente van dos actas por impuntualidad, entonces con una más... mejor no pienso en lo que pasaría.

Agarro el Jean negro que tenía en mi cama junto a la camisa del mismo color, ancha y con un estampado extraño, que me regaló mi querido amigo Josh el día de mi cumpleaños; y al colocármelos, el recuerdo de ese día atraviesa mi mente.

Te compré algo. —Me dijo al entregármela. Estaba en una bolsa elegante y eso me hizo negar, sin verla todavía.

No la quiero.

Es rara y un poco fea, sé que te gustará. —Quise pelear, pero casi toda mi ropa podía describirse del mismo modo, así que me limité a mover la cabeza hacia ambos lados.

Si no es una soga o un pase directo al inframundo no lo recibiré. —Fue mi cortante respuesta. Siguió insistiendo, más y más hasta me cansé de él, y decidí arrebatársela de las manos. Hoy es una de mis favoritas.

Después de ponerme todo la ropa y unos zapatos que encontré en la esquina de la habitación, busco la peineta en mi tocador, sin una pizca de cuidado. Al sentir el ruido de algo hacerse pedazos a mi espalda, no me giro a levantarlo porque debo salir rápido de aquí.

Salgo del cuarto dirigiéndome a toda velocidad a la entrada, pongo un pie afuera del apartamento y agarrando el bolso en el último momento, me dirijo a la Universidad.

• • •

En el bus pienso en la excusa que deberé inventarme hoy. Ya utilicé las sencillas como que mi mamá había fallecido el día anterior —Su muerte fue hace más de 5 años y se hizo un mogollón tan grande que la mitad de mi universidad se enteró como si fuera algo demasiado importante para ellos—, o que había colocado una denuncia a mi ex-papá como le digo yo, al hombre que tiene mi sangre, pero no mi cariño, o que debía visitar a mi abuela: esa extraña anciana traída del mismo infierno que se ganó por completo mi admiración; la cual falleció hace pocos meses, llevándose consigo la poca estabilidad que había logrado conservar. En fin, todas estas tragedias son una ayuda, para no haber sido expulsada todavía.

Llego a la puerta a las ocho y media, sosteniendo con fuerza mi mochila que estuvo a muy poco de romperse, cuando bajaba del transporte. Corro tan rápido a la clase de Psicología, que no me fijo en ninguna de las miradas interesadas que me lanzan, ni en los murmullos que parecen mas bien gritos, cuando recorro el pasillo a ese lugar.

«Normalmente soy invisible para todo el mundo. Está sucediendo algo raro».

Giro el pomo de la puerta y para mi mala suerte, la cerraron con seguro. Teniendo experiencia en esto de la llegada tarde, he aprendido dos cosas muy importantes. Primero, que el maestro de esta área, aunque esté muriendo afuera, un apocalipsis zombie amenace con comerme viva o un asesino encapuchado me persiga con una sierra eléctrica, no abre la puerta; y segundo, si quiero ingresar deberé ir a la decanatura y anotar otro fallo, en mi larga lista de estos.

Me asomo por la pequeña ventana, que conecta el exterior con el salón y todo adentro está en calma. El maestro hablando, mientras su alargada nariz pincha a los estudiantes desde lejos; Chris perdida en los secretos del universo, con su ovalada cabeza apoyada en la palma de su mano; el resto de estudiantes mascando chicle y comiendo a escondidas, aunque es imposible que el profesor los vea, porque ni siquiera es capaz de reconocerse a sí mismo en el espejo y el resto de gente mirándome con desprecio, aunque no tengo ni idea de quiénes son, de modo que los ignoro como si hubieran sido abortados al nacer, cosa que habría agradecido bastante. Menos gente para soportar en el mundo.

Aparto la mirada un segundo, escuchando unos susurros provenientes de un casillero a mi derecha, y al centrar mi atención en la persona que los produce, me estrello con el rostro desfigurado de mi madre, que me observa con las cuencas vacías, en donde antes habían unos lindos ojos; gusanos entrando por su nariz y saliendo de sus oídos, y una sonrisa espectral, acompañada de una dentadura sangrienta y afilada.

Aprieto los parpados un largo rato, golpeando mi frente e intentando apartar esa imagen de mi cabeza, y al abrirlos nuevamente, todo ha desaparecido y en su lugar estoy recibiendo la mirada curiosa del profesor, indicándome que entre al aula.

Estoy preparada para inventar el discurso de siempre, pero este me detiene con los ojos repletos de una inquietante paz y señala mi puesto, levantando una ceja.

«Solo un verdadero psicópata mantiene la calma».

Continúa observándome con detenimiento, destilando paz y amor por cada uno de sus poros, cosa que no puedo soportar mucho más y me siento en mi lugar habitual, del fondo del salón.

Inspecciono mi alrededor con cautela, encontrándome con un montón de caras desconocidas porque nunca me he tomado el tiempo de analizar a mis demás compañeros, o despegar el rostro del pupitre. Después de unos segundos de "socialización", porque sí, esto es lo más lejos que he llegado a conocer al resto de gente; encuentro a la castaña a dos puestos del mío, viéndose fijamente en el espejo de mano. Al llamar su atención con un chasquido, sonríe ampliamente, señalando el celular.

Agarro mi teléfono al instante y después de contarle lo que sucedió con el maestro en la entrada y recibir un desaprobatorio sermón, nos pasamos mensajes durante más de la mitad de la hora sin prestar atención a otra cosa que no sea la interesante conversación que llevamos a cabo.

Estamos tan enfrascadas que casi no me doy cuenta del instante en el que el profesor detiene su clase, pero al sentir que me están mirando atentamente y darme cuenta de todos a mi alrededor están a la espera de algún tipo de aprobación, le aviso a Chris que para otro momento dejamos el tema y me concentro en la clase.

—Y dejando de lado los oscuros y misteriosos confines del comportamiento humano —El profesor cierra la pantalla de su portátil, en el cual estaba presentando un cerebro de distintos colores, con nombres extraños como hipotálamo o glóbulo frontal—, quiero hablarles de algo que me hace mucha ilusión, porque seré el primero en contarlo y ustedes los primeros en saberlo.

Le sonríe a todos los demás de un modo sarcástico y a mí me dirige un gesto comprensivo.

«Esto es extraño».

—Te apuesto cinco pavos a que se va a casar con la maestra de matemáticas —Tocan mi hombro, me doy vuelta y un chico de lentes oscuros y capucha, que ni siquiera parece ser estudiante de esta universidad, está esperando una respuesta. Observo a Chris y su atención está en el teléfono, otra vez.

—Y yo diez a que no me vuelves a hablar en tu vida, ¿trato? —Lo observo con desprecio y me centro en la serenidad del maestro, aunque mi mente está en unos ojos grisáceos y una sonrisa lejana, preciosa...

—Oye niña, no te he hecho nada malo como para que te comportes así conmigo. Pero... igual no me importa, tú eres la que te pierdes de la información clasificada que tenía para darte. —Interrumpe mis pensamientos de un golpe.

—¿A qué te refieres?

—Paseaba por los pasillos buscando diversión, como todos los días y por casualidad escuché algo relacionado con muerte, sangre y una chica llamada ¿Sandra?

—Laura. —Lo corrijo.

—Exacto, eso es. Laura... —Alarga mi nombre, mientras lo analiza con cautela—. Pues bien. Decidí escuchar un poco más, ya que todo lo que lleve la palabra "muerte" me incumbe y uno de los maestros, el más viejo de todos si te soy sincero, se dirigía a este salón, así que lo seguí y por eso llegué aquí.

—Entiendo... —No le creo nada—. ¿Y cómo es que entraste a la universidad sin que nadie lo notara? —Sube una comisura de su boca y ladea la cabeza, de manera que un rizo color café cae en su frente.

—Esa es una historia de otro día, niñita, ahora debo marcharme. No es fácil tentar a la suerte y aun menos salir invicto. —Me guiña el ojo, se levanta del puesto con las dos manos dentro de sus bolsillos y cuando está en la puerta del salón, saca un cigarrillo el cual enciende en silencio. Después de expulsar el humo y mirarme de reojo a través de este, se marcha sin que nadie más lo note.

«Estúpido».

El profesor tose descontroladamente, obligándome a prestarle atención y al mirar la puerta, el chico ha desaparecido.

Obligo a mi cerebro a apartar cualquier pensamiento relacionado con él y cuando el maestro se estrella con mi mirada, inicia la charla.

—Laura, pasa al frente por favor. —Dejo mi bolso en el asiento y me pongo en pie.

Encorvo la espalda con ganas de desaparecer y en esa posición, llego al lugar previsto.

—Bueno, como todos saben, Laura perdió a su madre hace unos cuantos años, en circunstancias... devastadoras. —Continúa hablando, mientras posa su mano en mi hombro y el resto de gente me lanza miradas indulgentes y amables, como si lo entendieran. Odio esto—. Con lo anterior en mente, la universidad junto al centro de criminalística ha tomado una decisión crucial.

«¿Por qué el universo se empeñará tanto en fastidiarme?»

—Recibimos una petición anónima en la cual puntualizaban las razones por las cuales era importante darle relevancia al caso, y, después de unos meses de debate, hemos decidido que con ayuda del centro de criminalística, investigaremos los detalles, el misterio que rodea su muerte y el escenario completo, ya que no se ha esclarecido si fue un fallecimiento común o un homicidio. ¿No te emociona?

—Sí, es emocionante, ¡siento que me muero de alegría! —El mundo me da vueltas de un momento a otro y un dolor fuerte y constante nubla mi vista, al tiempo que me apoyo en las sillas de los demás para no caer al suelo. El camino se hace aún más largo y la visión aún más difícil, y al alcanzar mi puesto, encuentro una hoja de papel sobre el pupitre de atrás, en donde el desconocido estaba sentado.

La tomo entre mis manos con cuidado; la abro con ayuda de mis pulgares, y al analizar lo allí escrito, la rompo en dos fragmentos; tomo un último aliento y todo se oscurece hasta volverse negro.

Solo te aviso que morirás. Tal vez mañana, en un par de días o en este instante, es tu elección. Yo mismo lo haré, si eso te calma, y seré rápido, si es lo que te preocupa; pero no seré clemente a la hora de acabar con todo lo que quieres, ya no. Has hecho demasiado por mí y es hora de agradecerte del único modo en el que puedo hacerlo :)

Y si quieres permanecer un día más en este mundo de mierda, deshazte de esta nota. No querrás morir sin saber quién soy ¿o sí?

Anónimo

• • •

Holaa a todos, ¿cómo están? 

Quería comentarles que hice unos pequeños ajustes en este capítulo, ya que no me convencía del todo y por eso les llegó la notificación. Un nuevo final, nuevo personaje (?) y un nuevo descubrimiento, pero no se preocupen que todo lo demás seguirá igual. Los mismos secretos, la misma protagonista y un escritor siniestro y anónimo. 

¿Alguna teoría de su identidad?

Los quiero mucho 💖

Por: Luna V

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